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Juan Manuel de Santander y Zorrilla

Biografía

Santander y Zorrilla, Juan Manuel de. Madrid, 24.V.1712 – Chiloeches (Guadalajara), 23.IX.1783. Bibliotecario.

En su juventud fue soldado en Flandes, llegando a alcanzar el puesto de oficial de la Secretaría de Estado y Guerra en Bruselas. De regreso a España, fue encargado de ordenar las compañías de Reales Guardias de Corps y los regimientos de Infantería española y valona. Ocupaciones que, sin duda le sirvieron para desarrollar sus dotes de organización que luego puso en práctica en la Biblioteca Real.

Estudió en el Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, donde se licenció en Filosofía y Leyes. Allí empezó a ocuparse de las bibliotecas, cuidándose de la ordenación y servicio de la del mencionado Colegio.

Se ordenó sacerdote, y ocupó la plaza de canónigo doctoral de Segovia. El 4 de marzo de 1745 firmó, como canónigo doctoral de la Iglesia de Segovia, la aprobación del tomo segundo de las Cartas eruditas y curiosas de Feijoo.

En 1751 el jesuita Francisco Rávago, director de la Real Biblioteca y confesor de Fernando VI, le comunicó su nombramiento, por orden real, de bibliotecario mayor, por fallecimiento de Blas Antonio Nasarre.

Debiendo abandonar por este motivo su plaza de canónigo y renunciar a la prebenda correspondiente, se le compensó añadiendo a los 1000 pesos de sueldo que tenía otros 300 más, más una pensión de 500 ducados sobre el arzobispado de Granada. Rávago siguió como confesor real y director de la Real Biblioteca hasta 1755 en que renunció, sucediéndole el sacerdote Manuel Quintano Bonifaz, quien permaneció en el cargo hasta el advenimiento de Carlos III, en 1759.

Al año siguiente de haber sido nombrado bibliotecario mayor, en 1752, Juan de Santander fue elegido académico honorario de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando. Asimismo, en la sesión del 27 de febrero de 1755, fue elegido por aclamación (irregular procedimiento, sin duda), junto con otros, académico supernumerario de la Real Academia Española, aunque, pese a los muchos años que vivió todavía, no llegó a alcanzar el puesto de numerario.

En 1761 fue nombrado del Consejo de Su Majestad en el de la Suprema y General Inquisición. Ese mismo año fueron aprobadas las nuevas Constituciones de la Real Biblioteca, por las que desaparecía el puesto de director, asociado al confesor real, quedando el bibliotecario mayor convertido en el responsable supremo de la Biblioteca. Precedió a las mencionadas Constituciones un detallado informe dirigido por Juan de Santander a Carlos III, de 20 de mayo de 1761, que fue el primer análisis serio que se hizo del estado y las necesidades de la institución (del que se conservan varias copias, en la Biblioteca Nacional, Papeles de Secretaría 32/19, y en la Bibliothèque Royale de Bruselas, Ms. 17845, por ejemplo): en cuanto a la situación económica de la Biblioteca, protestaba por la reducción en la consignación de la renta del tabaco y por otros recortes, que redundaban en la escasa remuneración de los bibliotecarios y en las economías que era necesario hacer para la compra de libros; en cuanto al personal, indicaba que aparte de sus tareas ordinarias de servicio y cuidado de los libros en las seis horas del horario laboral, habían de emplear tiempo extra en la redacción de los índices y colocación de los nuevos libros, tras de lo cual detallaba las cualidades que habrían de tener los bibliotecarios y expresaba la conveniencia del aumento de plantilla, asegurando tener previsto, con expresión del gasto, todo lo necesario para el funcionamiento más perfecto de la biblioteca, tanto en lo relativo al aumento, distribución y dotación de plazas como a la conservación y aumento de los fondos; también se ocupaba de las obras necesarias en las instalaciones, insistiendo en el peligro de fuego que existía en otras dependencias del edificio ajenas a la Biblioteca, y proponiendo soluciones; y al tratar del necesario aumento de los fondos bibliográficos, Santander aprovechó para hacer un detallado examen de su aumento en los años que habían transcurrido desde su establecimiento y de su estado en ese momento, indicando el tipo de obras que contenía la biblioteca y haciendo por primera vez un análisis de la que, sin duda, fue la primera sección de la Biblioteca, la de manuscritos, con expresión de su contenido y sistema de colocación; informa también, en fin, de los catálogos existentes y de su estado.

Al final del mencionado informe de 20 de mayo, Santander indicaba que “también tiene preparados, años ha, para las Constituciones, los capítulos que convendría añadir, lo que se debe alterar o declarar en los antiguos, y lo demás conducente a los expresados fines”. El resultado del informe, que debió impresionar al Rey por lo completo y preciso del análisis, fue el encargo, por Real Orden de 15 de junio, de la redacción de unas nuevas Constituciones de la Biblioteca, que Santander se apresuró a elaborar, con la ayuda del bibliotecario más sabio y experto con que contaba la Biblioteca, Juan de Iriarte, en unos dos meses, pues fueron presentadas al marqués del Campo de Villar, ministro de Gracia y Justicia, el 27 de agosto, y fueron aprobadas por Carlos III por medio de Real Cédula de 11 de diciembre de 1761. Los mss. 18843, 18846 y 21273 de la Biblioteca Nacional conservan el texto de estas Constituciones, y se hizo una tirada impresa, con fecha de 1762, que debió ser muy corta a juzgar por los escasísimos ejemplares (dos, que se sepa) que se conservan. Las Constituciones de 1761 constan de 16 capítulos en los que se trata de la conservación y aumento de la Biblioteca, del bibliotecario mayor, del personal, de los índices y catálogos, de la administración y los servicios, del cuidado y custodia, de las juntas y de los sellos, y forman sin duda uno de los conjuntos de normas más completos que ha tenido la Biblioteca en toda su historia.

El período de treinta y dos años durante los que dirigió la Biblioteca Real (1751-1783) fue probablemente el más brillante de la etapa dieciochesca, pues estableció las bases de lo que había de ser la institución en época posterior, enriqueció considerablemente el fondo, y publicó los primeros catálogos. Sin embargo, su gestión fue criticada por algunos de sus contemporáneos, como el bibliotecario Martínez Pingarrón, quien en cartas a Mayans de 1768, 1772 y 1773 lamenta su genio, tiranía y propensión a hacer las cosas según sus propios criterios y despreciando los ajenos, que había conducido a una cierta paralización de los asuntos de la Biblioteca. Fue muy sonada su enemistad con el sacerdote y hebraísta Francisco Pérez Bayer, preceptor de los infantes, quien luego le sucedió como bibliotecario mayor. Para solucionar el conflicto y alejarle de la Corte Carlos III trató por dos veces, en 1762 y 1763, de nombrar obispo a Juan de Santander, primero de Urgel y luego de Ciudad Rodrigo, pero ambas veces renunció a estos cargos, siguiendo al frente de la Biblioteca.

Durante su mandato la Biblioteca Real publicó la Bibliotheca arabico-hispana Escurialensis de Casiri (1760-1770), y su primer catálogo, es decir, los Regiae Bibliothecae Matritensis codices graeci manuscripti de Juan de Iriarte (1769); el propio Santander cuidó de dos ediciones de la Historia de España de Mariana (la de Ibarra de 1780 y la de Ramírez de 1782), de la reimpresión de la Historia de España de Ferreras (1775), y de la segunda edición de la Bibliotheca Hispana nova de Nicolás Antonio, que lleva el pie de imprenta del año de su muerte.

Desde 1764 desempeñó también, por encargo de Carlos III, el cargo de tesorero administrador, con ayuda de un tesorero interino. En 1783 reclamó el sueldo correspondiente a dicho cargo, que no había percibido durante veinte años, facultando a sus herederos (y quizá por instigación suya) para reclamarlo y cobrarlo. El 23 de septiembre de dicho año falleció en Chiloeches, todavía en el desempeño de su cargo.

Su sucesor, Pérez Bayer, que había pretendido el cargo treinta y dos años antes, trató de desacreditar su gestión y de eliminar su nombre de empresas que se habían iniciado bajo el mandato de su antecesor, como la segunda edición de la Bibliotheca Hispana vetus de Nicolás Antonio.

 

Bibl.: S. Rodríguez Salcedo, “Un testaferro del P. Isla en la publicación de Fr. Gerundio: Incidencias palentinas (discurso pronunciado en la solemne sesión celebrada en la Excma. Diputación Provincial el día 17 de octubre de 1959)”, en Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, n.º 20 (1959), págs. 195-228; J. García Morales, “Los empleados de la Real Biblioteca (1712-1836)”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXIII (1966), págs. 69-70; A. Mestre, Epistolario de G. Mayans y Siscar, VII: Mayans y Martínez Pingarrón, Oliva, Ayuntamiento, 1987; L. García Ejarque, La Real Biblioteca de S.M. y su personal (1712-1836), Madrid, Asociación de Amigos de la Biblioteca de Alejandría, 1997, págs. 107-161 y 557; A. Zamora Vicente, La Real Academia Española, Madrid, Real Academia Española, 1999, pág. 50.

 

Manuel Sánchez Marian