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Francisco Javier Butiñá Hospital

Biografía

Butiñá Hospital, Francisco Javier. Bañolas (Gerona), 16.IV.1834 – Tarragona, 18.XII.1899. Jesuita (SI), fundador y escritor.

Nació en el seno de una familia artesana con taller propio en el ramo textil. Su infancia y adolescencia coincidió con el gran auge de la mecanización textil catalana entre los años 1836 y 1851. En 1844 se registra ya la presencia de “selfactinas” que automatizan la producción de hilados. La mecanización de la producción y la concentración de capitales constituyen ante sus ojos un fenómeno nuevo que más tarde le sugerirá nuevas posibilidades hasta de vida religiosa común. Dato importante es también la presencia en el mundo laboral de mujeres y niños para la fabricación de hilados: de 276 operarios hilanderos de Bañolas 143 son mujeres y 118 son niños. Las posibilidades laborales de la mujer y el fenómeno del obrerismo serán dos referencias que explicarán su proyección de fundador de una congregación religiosa de mujeres trabajadoras. En su industria familiar se trabajaba el hilado para el que tenía asignada su familia una de las veintidós ruedas que había en la plaza del Firal, pero los tejidos de cáñamo y lino se trabajaban en el piso superior de su casa donde estaban los telares en los que trabajaban unas ocho personas, además de la familia.

Repartían trabajo a payesas de los alrededores que hilaban el lino en rama que les entregaba Butiñá, hasta los veinte años vivió con su familia en Bañolas, que participó de toda esta actividad en la que entraba también viajar a Italia o Francia para adquirir materia prima. Butiñá hizo dos viajes a Génova acompañado de Juan, su hermano menor, para traer importantes cargamentos de lino. No cabe duda de que en esos años en Bañolas Butiñá vivió el mundo empresarial y laboral “con las manos en la masa”.

¿Cómo simultaneó esta actividad con una instrucción? Se sabe que hizo los estudios primarios en la escuela de Bañolas. Después asistió a una escuela de Gramática que había en la villa a la que iba también Pedro Alsius, quien fue el primer historiador de Bañolas y alcanzó cierta notoriedad en antropología física por sus estudios de una mandíbula de neandertal descubierta en la villa en 1887. Con él mantendría andando el tiempo una amistosa correspondencia en temas científicos. También estudió Retórica, Literatura, Historia, etc. Más difícil resulta datar cinco años de estudio en el seminario de Gerona, como consta en el archivo jesuítico de Loyola, aunque cabe advertir que en el siglo xix los seminarios no tenían el régimen de riguroso internado que han tenido en el xx.

De su ambiente ideológico cabe decir que su familia era de orientación liberal, como correspondía a su condición de industriales, dato este a retener habida cuenta del integrismo contumaz que encontró en las casas de la Compañía de Jesús de Cataluña. Además, en su infancia y juventud presenció la entrada en España, precisamente a través del Ampurdán, tanto de las ideas republicanas, con fuerte componente social revolucionario, como del comunismo utópico de Esteban Cabet. El primer grito a favor de la República lo dio el ampurdanés Abdón Terradas en 1943, quien tradujo una historia popular de la Revolución francesa escrita por Cabet. Y hacia 1840 se constituyó en Barcelona una agrupación de icarianos de la que salió la experiencia barcelonesa de la Icaria de Pueblo Nuevo, creada según el plan de Cabet en la conocida república comunista de Nauvoo (Estados Unidos).

Abdón Terradas fue alcalde de Figueras y sus asonadas políticas resonaron por todo el Ampurdán donde vivía el joven Butiñá.

El 24 de octubre de 1854 ingresó en el noviciado de Loyola recién trasladado desde Aire sur l’Adour, pero a los pocos meses, los del Bienio, cerraron esta dependencia por sus pasadas afinidades con el carlismo.

Unos novicios volvieron a Francia, otros —Butiñá entre ellos— pasaron a Mallorca. Sólo estuvo un año y allí emitió sus primeros votos perpetuos. En enero de 1857, caído el Gobierno progresista, regresó a Loyola, donde cursó los estudios de Retórica. En septiembre de 1857 está ya en Salamanca, en la famosa casa de “la Clerecía”, estudiando Matemáticas superiores, Física e Historia Natural y repasando la Filosofía.

Allí tuvo de profesor al padre José Fernández Cuevas autor de tres tomos de Filosofía para estudiantes y de una Historia Philosophiae que pasa por ser pionera en la presentación respetuosa de los filósofos españoles. En 1859 pasa a La Habana y en el Colegio de Belén enseña Matemáticas e Historia Natural y al año siguiente añade la dirección del recién creado observatorio meteorológico y del museo de Historia Natural. Vuelto a la Península, cursó en León los estudios de Teología desde 1863 a 1867.

El 29 de julio de 1866 se ordenó sacerdote. Le faltaba hacer la llamada “tercera probación” en que se profundiza en la formación espiritual recibida en el noviciado y se estudia la literatura institucional de la Compañía, pero hubo de hacerla en Laón de Francia por la nueva expulsión que comportó a los jesuitas la revolución de 1868.

En el verano de 1869 algunos jesuitas entraron de nuevo en España afincándose discretamente en algunas localidades, y Butiñá ejerció como operario apostólico en la pequeña residencia de Arévalo (Ávila).

En 1870 se residencia en Salamanca y enseña Teología, Sagrada Escritura, Filosofía, Química e Historia Natural en el Seminario Central de Salamanca. Hacia 1871 se sumó con entusiasmo a los lectores de la revista literaria La Renaixensa, convirtiendo su entrañable amor a Cataluña en un consciente catalanismo lingüístico y cultural en el que el apego a la propia tradición era garantía del mantenimiento del espíritu religioso del Principado.

El 7 de enero de 1874 fundó en Salamanca la Congregación de Religiosas Siervas de San José, que es sin duda su gran obra. El obispo de Salamanca, Joaquín Lluch y Garriga (emparentado con la saga de los Rubió que inició Jordi Rubió y Ors, conocido como Lo Gaiter del Llobregat), fue no sólo el fundador canónico, sino que hizo también aportaciones de no escasa entidad; y la fundadora fue una humilde joven salmantina, la hoy beata Bonifacia Rodríguez de Castro.

Las casas de la nueva fundación se llamaron Talleres de Nazaret y constituían una de las muestras más singulares y creativas de la vitalidad del catolicismo español en la segunda mitad del siglo xix. La idea primigenia de Butiñá era organizar una vida religiosa femenina con jóvenes que carecían de dote para ser admitidas a profesión en las congregaciones existentes. El recuerdo de lo vivido en Bañolas durante su juventud, es decir, el protagonismo de la mujer en la industria del hilado, le sugirió obviamente la posibilidad de una vida en común sin raíz patrimonial y basada en el trabajo industrial de las consagradas. Pero el obispo Lluch, en un folleto titulado La Internacional y en su pastoral de despedida cuando fue trasladado a Barcelona, mostró una especial atención al cooperativismo utópico de Owen, Fourier y Cabet y en este último documento describía a las Siervas de San José como una sociedad cooperativa con capital y trabajo común, es decir, como una realización de las propuestas por los utopistas pero que sólo era posible por el espíritu de piedad, de abnegación y de pobreza voluntaria. Es decir, a la idea primigenia de facilitar la consagración a la vida religiosa de las no dotadas, se añadió el propósito de facilitar trabajo y subsistencia a quienes quisieran participar de la vida en el Taller sin ser religiosas. Al conjunto de esta iniciativa llamaba Lluch en sus Constituciones “industria cristiana”. G. J. Holyoake hablaría no mucho después de la “religión de la industria” al referirse a las concepciones de Owen para quien la fábrica debía ser ante todo una gran empresa de cultura moral y regeneración. En los Talleres de Nazaret las religiosas hechas se llamaban Maestras industriales y las en formación eran Ayudantes de maestras. El nombre de Taller de San José empleado para una fundación semejante apareció en 1872 en la calle Consejo de Ciento, de Barcelona.

La expulsión de los jesuitas de Salamanca por las nuevas autoridades locales (abril de 1874) que llevó a Butiñá a Poyanne (Francia) dejó bastante desvalido al nuevo instituto y muy pronto se reorientó hacia la docencia, aunque mantuvo los talleres como imperativo de la identidad fundacional. Al regreso de Francia Butiñá fue destinado a la residencia de Gerona (septiembre de 1874). Allí hizo otra nueva fundación de las Siervas, pero esta vez tomó como fundadora a una joven de extracción social más elevada: Isabel de Maranges Valls. La idea de Butiñá era componer un solo instituto con ambas y a tal efecto viajó a Gerona la fundadora salmantina, pero su ausencia fue aprovechada por las de Salamanca para procurar su destitución. La unión fracasó y las de Gerona, con el nombre de Hijas de San José, empezaron a crecer siguiendo una línea preferentemente orientada a la asistencia sanitaria.

En Gerona tuvo problemas con el superior local que dificultaba su dedicación a las monjas. Había directrices del padre general para que los jesuitas no invirtieran su tiempo en atender religiosas. Tales normas restrictivas habían sido motivadas por los excesos a este respecto de los jesuitas franceses. Butiñá insistía en que su fundación no era transferible a otros eclesiásticos, porque difícilmente los sustitutos sacarían adelante los trabajos de los talleres y los problemas de subsistencia. Fue destinado a la residencia de Manresa en 1882, pero siguieron las discusiones epistolares con los superiores, siempre a propósito de sus desvalidas monjas. Argüía que al padre Carasa se le permitía atender a las Adoratrices y al padre Studer a las Reparadoras porque unas y otras tenían una economía boyante, al contrario que sus pobres siervas. En realidad, después de unos años de vida un tanto atípica por las pasadas vicisitudes políticas, los superiores de la Compañía pretendían normalizar de nuevo la vida comunitaria.

En 1886 fue destinado a Tarragona, donde se encontró con otro tipo de problemas: los derivados de la presencia del nocedalismo en no pocas casas de los jesuitas catalanes. Butiñá optó por secundar los deseos de León XIII de conseguir la unión de todos los católicos por encima de sus credos políticos.

Siempre fue un predicador incansable y elocuente y escribió libros de gran unción religiosa como las Glorias de San José (Barcelona, 1889) y las Visitas al Glorioso Patriarca para todos los días (Barcelona, 1875), textos que han venido utilizándose hasta tiempos recientes.

La luz del Menestral (Barcelona, 1875) es una colección de vidas de santos trabajadores en la que expresa la espiritualidad de la santificación por el trabajo.

 

Obras de ~: La venganza del martre, Barcelona, 1871 (Banyoles, 1996); Las mitgdiadas del mes de Maig, Girona, 1871; Un granet de mostaza, Barcelona, Tomás Carreras, 1879; Joya del cristià, Girona, 1882; Escuela de santidad o Ejercicios Espirituales para los niños, Barcelona, 1887; Pombal y Malagrida.

Persecución anti-jesuítica en Portugal. Ensayo histórico, Barcelona, Imprenta de Francisco Rosal y Vancell, 1902.

 

Bibl.: J. Blanco Trías, El Padre Butiñá y su obra, Barcelona, Ariel, 1958; J. M. Murall, La M. Isabel de Maranges Valls fundadora del Instituto de religiosas “Hijas de San José”, Gerona, Casa Generalicia, 1964; J. Martín Tejedor, Francisco Butiñá y los Talleres de San José. Utopismo socialista del siglo xix en el catolicismo español, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1977; J. Butinya, Estudio histórico-literario de F. J. Butiñá, tesis doctoral, Barcelona, Universidad, 1978; F. de P. Solá, “El Padre Butiñá y San José: escritos e institutos religiosos por él fundados”, en Estudios Josefinos, 34 (1980), págs. 39-67; A. de Caceres Sevilla, Encina y Piedra. M. Bonifacia Rodríguez de Castro, fundadora de la Congregación de Siervas de San José, Salamanca, Gráficas Ortega, 1981; J. Butinyá, Una visió de la dona catalana en el segle xix, Barcelona, R. Dalmau, 1982; J. Butinyá, “Francesc X. Butinyá (1834-1899)”, en AST, 59 (1986), págs. 11-66; I. Hernández Pérez, Francisco Butiñá una luz para el mundo del trabajo, Salamanca, 1990; M. Revuelta, “El Padre Francisco Butiñá en el contexto histórico de la Cía. de Jesús”, en Miscelánea Comillas, 57 (1999), págs. 197-243.

 

Jesús Martín Tejedor