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Francisco Javier Matías de Aguirre y Ortés de Velasco

Biografía

Aguirre y Ortés de Velasco, Francisco Javier Matías de. Marqués de Montehermoso (IV). Vitoria (Álava), 25.II.1732 – Madrid, 6.II.1763. Cortesano, marino y académico.

Nació en una familia noble e ilustrada. Su padre fue Francisco Tomás de Aguirre y Ayanz, III marqués de Montehermoso, y su madre María Ignacia Ortés de Velasco y Munive, nieta materna del VII conde de Peñaflorida. Los Aguirre eran una antigua familia alavesa que había servido a la Corona desde el siglo XV; sin embargo, su relieve social se consolidó cuando la abuela del padre de Francisco Javier, María Antonia de Salcedo y Chávarri, fue nombrada aya del efímero Luis I (que moriría en sus brazos ya siendo Rey), y alojó en su palacio de Vitoria, durante el otoño de 1710, en plena Guerra de Sucesión y en un momento crítico, a la reina María Luisa Gabriela de Saboya y a su pequeño hijo, siendo después encargada de cuidar al futuro Carlos III. María Antonia fue recompensada con un título de Navarra en 1708, que se hizo efectivo en 1714. Ella eligió el de su palacio de Oyanederra para darle nombre, pero traducido del vascuense al castellano con el nombre de Montehermoso.

María Antonia era de la Casa de Vadillo y hermana de padre de Francisco Antonio Salcedo y Aguirre, I marqués de Vadillo; el marido de María Antonia, Vicente José Francisco de Aguirre y Zárate, era sobrino de la primera mujer de su padre y primo hermano del marqués de Vadillo.

Esta familia también estuvo comprometida con la Ilustración durante toda la centuria. En la primera mitad del siglo XVIII destacaron Joaquín Gregorio Javier de Aguirre y Ayanz, por sus estudios de griego y lenguas orientales, y, sobre todo, su hermano Felipe Tiburcio, más conocido por este segundo nombre, quien también mostró gran interés por el griego, junto con el francés y el italiano, además de la física y las ciencias naturales; fue miembro del Consejo de Órdenes, sumiller de cortina, académico de la Lengua y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que llegó a ser viceprotector, además Carlos III le confió a su hijo Carlos (el futuro Carlos IV) desde 1759. Gracias a sus relaciones en la Corte pudo intervenir para la aprobación de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, en la que tuvieron un lugar destacadísimo su sobrino José María de Aguirre, V marqués de Montehermoso, y, sobre todo, el pariente de éste, el conde de Peñaflorida.

Francisco Javier fue el mayor de tres hermanos, siendo los otros dos, José María, que le sucedería en el marquesado, e Ignacio Luis, que fue colegial de San Bartolomé en Salamanca, alcalde de Casa y Corte, presidente de la Real Chancillería de Granada y miembro del Consejo de Castilla.

Fue de salud frágil, como prueba el hecho de su bautismo el mismo día de su nacimiento, al temerse por su vida (pasado el peligro, fue bautizado solemnemente dos días después). Su educación fue esmerada, se formó en Matemáticas y lenguas extranjeras, viajando por diferentes cortes, con gran dispendio de su familia. Gracias, sin duda, a sus relaciones familiares, el 20 de septiembre de 1750, Carlos VII de las Dos Sicilias, futuro Carlos III de España, le nombró gentilhombre de Cámara; aquel mismo año fue nombrado académico honorario de la Real Academia de la Historia y supernumerario en 1751.

Aguirre, quizás motivado por los servicios de su tío Ventura Ortuño de Aguirre, que fue capitán de navío y murió en 1751 de la enfermedad del sueño tras su viaje a Lima en el navío La Europa, solicitó su ingreso en la Armada en 1752. En su petición, junto a otra de su tío Tiburcio, daba cuenta de su formación, especialmente en Matemáticas, ya que nunca ingresó en la Academia de Guardiamarinas. Le fue concedido el grado de alférez de fragata el 2 de julio de ese año, si bien él había solicitado el grado de alférez de navío. El día 15 de julio fue destinado a la escuadra de Cartagena.

Coincidió su ingreso en la Armada con los grandes proyectos de Ensenada. El número de buques se fue incrementando en aquellos años y era necesario aumentar la oficialidad en los grados inferiores. Aguirre se vio favorecido por esa coyuntura. El 20 de marzo de 1754 ascendió a alférez de navío y el 6 de septiembre del año siguiente se le promovió a teniente de fragata. Ya no ascendió más. Su carrera en la Armada no fue especialmente brillante; sus permisos, viajes a Madrid y peticiones de relief (sólo hay constancia de que estuvo destinado en la fragata Tridente en enero de 1757) son continuos hasta que en febrero de 1760, ya con Carlos III en España, solicitó su pase a exento de la Compañía Española de Guardias de Corps, que le fue concedido con fecha de 11 de marzo de aquel año. La razón para no destacar en la Marina bien pudo ser su precaria salud, como lo prueba otra petición de 1756 para restablecerse en su tierra, que tuvo el visto bueno del marqués de la Victoria, quien, al remitirla al ministro de Marina Arriaga, decía: “y constándome de la realidad de la dolencia, que expone el interesado en su instancia procedida de la fatiga del servicio en que se ha esmerado, con distinción, y utilidad, la que hace sensible su malogro, si no consigue el fin de sus deseos; por tanto no puedo escusar hacer presente a V. E. Su pretensión para que en ella determine el Rey lo que fuere de su agrado”.

En 1754 había sucedido a Ignacio Luzán como académico de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de la Lengua, ocupando el Sillón E, siendo sucedido a su muerte en ambas Academias por Pedro Rodríguez de Campomanes. El 13 de junio de 1762 fue nombrado consiliario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la que era viceprotector su tío Tiburcio. No pudieron ser muchos sus méritos para ser miembro de estas Instituciones; sin embargo, como en el caso de otros nobles, su presencia y sus títulos sirvieron para prestigiar a las propias Academias (y a ellos mismos al ser reconocidos oficialmente como ilustrados).

Su padre fue enterrado el 20 de mayo de 1759 y heredó el marquesado. Pagó la media anata en Madrid el 28 de marzo de 1760, concretamente 750 ducados, esto es, 281.250 maravedíes de vellón (su hermano, cuando le sucedió, pagó exactamente el doble el 14 de enero de 1764, si bien tenía un crédito contra la Hacienda de 844.610 maravedíes).

Francisco Javier heredó directamente los patronatos que su abuelo Francisco Antonio de Aguirre y Salcedo tenía en Vizcaya.

El 4 de febrero de 1763, postrado por la enfermedad que le ocasionó la muerte dos días después, otorgó poder para testar en Madrid a su tío Tiburcio ante el escribano Fernando Calvo de Velasco. Dejaba encargado que pagasen algunas deudas y encomendaba sus criados a su madre, a quien dejaba los bienes que no correspondiesen a su hermano José María como heredero del mayorazgo. Pedía también en ese poder ser enterrado con la menor pompa posible y dejaba a su tío la elección del lugar de su sepultura.

Murió soltero.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Consejos Suprimidos, legs. 11755 (2), 11756 (1); Sección Nobleza, Frías leg. 931, n. 239; Archivo Museo Don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués), Sec. Cuerpo General, leg. 620/18; Archivo General de Simancas Sec. Secretaría de Marina, legs. 15 (799-808, 994-998), 16 (exp. 141), 18 (414), 19 (exp. 187), 20 (exp. 20, 142, 315), 21 (exp. 288), 62; Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, protocolo 16068.

J. Vidal Abarca, “Linajes alaveses. Los Aguirre: marqueses de Montehermoso”, en Boletín Sancho el Sabio, XIX (1975), págs. 181-244; J. C. Santoyo, “Álava en sus manos. Literatura y literatos” fasc. 35, t. 4, Caja Provincial de Álava, 1983, pág 303; M. D. Tortosa Linde, La Academia del Buen Gusto de Madrid (1749-1751), Granada, Universidad, 1988; C. Bédat, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808). Contribución al estudio de las influencias estilísticas y de la mentalidad artística en la España del siglo XVIII, Madrid, Fundación Universitaria Española/Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1989; F. Vives Casas, El palacio de Montehermoso, Vitoria-Gasteiz, 1996; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1999; Real Academia Española, Anuario, 2002.

 

Dionisio A. Perona Tomás

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