Palafox y Portocarrero, Eugenio Eulalio. Conde de Montijo (VII), conde de Teba. Madrid, 12.II.1773 – 18.VII.1834. Militar.
Hijo legítimo de Felipe Palafox Croy d’Havre y de Francisca de Sales Portocarrero Guzmán, condes de Montijo, marqueses de Barcarrota, de la Alfara, Valderrábano y Ossera, condes de Fuentidueña y Grandes de España de 1.ª Clase.
Es necesario aclarar que, en su juventud, aparece como conde de Teba, hasta que a la muerte de su madre heredó el título de conde de Montijo y el anterior pasó a su hermano Cipriano. También aparece cambiado el orden de sus apellidos: unas veces como Eugenio Palafox Portocarrero (su partida de bautismo) y otras como Eugenio Portocarrero Palafox (su partida de defunción). Incluso en otros aparece firmando como Eugenio de Guzmán.
Eugenio era un joven libertino, culto y brillante. El 6 de octubre de 1792 contrajo matrimonio con María Idiáquez y Carvajal, hija de los duques de Granada de Egea, y el 3 de enero de 1794 fue nombrado académico honorario de la Real Academia Española, para pasar a supernumerario de la misma el 4 de febrero del mismo año. Años más tarde, en 1814, fue nombrado consiliario de la de Bellas Artes de San Fernando.
También fue nombrado académico honorario de la de la Historia el 24 de enero de 1794, pero no llegó a leer su discurso de ingreso, que suponía la presentación de la nobleza como poder moderador frente al absolutismo de los reyes. El texto fue conocido con antelación por Godoy, quien ordenó a Capmany, director de la Academia, que impidiese su lectura.
Protegido por su madre, el castigo se limitó a ser desterrado primero a Toledo, después a Cuenca y finalmente a Granada, donde se incorporó al Regimiento de Milicias Provinciales de esta última ciudad con el empleo de teniente coronel. Allí estalló una tormenta conyugal de celos y los condes se separaron de mutuo acuerdo ante notario, sin esperar la preceptiva aprobación real dada su condición de nobles. Cuando la noticia llegó al Consejo de Castilla, su presidente, el general Cuesta, ordenó la reclusión de la condesa en el Convento de las Bernardas de Málaga, donde permaneció, con grandes estrecheces económicas, entre el 27 de mayo de 1800 y el 22 de abril del siguiente año, en el que el conde su marido se presentó en el convento y arrastró consigo a su mujer.
De Granada el conde marchó a Cádiz de teniente coronel agregado a la Primera División de Granaderos Provinciales, con la que tomó parte en la incruenta invasión del sur de Portugal en apoyo de Junot, ascendiendo a coronel el 10 de abril de 1808 y siendo destinado al Regimiento Provincial de Cuenca.
La madre de Eugenio había pertenecido siempre al partido de Godoy, pero su matrimonio morganático con Estanislao de Lugo le hizo perder el favor real y el 7 de septiembre de 1805 había sido desterrada a Logroño. Uno y otro destierro, el suyo y el de su madre, que hasta entonces le había amparado frente a las iras del favorito, empujaron al entonces conde de Teba al bando de los conspiradores contra el príncipe de la Paz, con los duques del Infantado y Orgaz y Escoiquiz, el preceptor del príncipe Fernando. Eugenio ofreció hombres y unidades armadas para el intento, pero su oferta no fue aceptada. Hasta la llegada del Motín de Aranjuez en la noche del 17 al 18 de marzo de 1808, en el que no es dudosa su participación decisiva bajo la figura del “Tío Jorge”, corroborada por él mismo en un tardío documento del año 1821 que obra en su expediente personal.
Después de esa fecha, en cartas a Blake y en su Manifiesto, se extiende en su papel director de la insurrección de Andalucía y Aragón, por medio de cartas dirigidas a Solano (capitán general de Andalucía) y a Palafox desde Madrid, a la vez que afirmó entrevistarse en la capital de España con Murat para convencerle de que enviase a Zaragoza a su cuñado y primo, el marqués de Lazán, para conseguir que Palafox depusiera su actitud de rebeldía; pero de estas gestiones no hay más prueba que lo que él mismo dice en su Manifiesto.
Los franceses le enviaron a Bayona custodiado por un destacamento, que logró burlar en Aranda, desde donde se dirigió a Valencia, tomando parte valerosamente en su defensa contra las tropas de Moncey en el ataque del 28 de junio.
Libre Valencia, Montijo se puso al frente de una pequeña brigada y marchó en socorro de Zaragoza sitiada por los franceses. A sus fuerzas le acompañaba una división mandada por el brigadier de la Guardia Walona Saint Marc. El conde afirma ser el jefe de ese ejército, pese a ser sólo coronel, extremo sobre hay que abrigar serias dudas; pero, por otro lado, en aquella guerra se dieron muchas situaciones semejantes.
Llegaron a Zaragoza cuando los franceses se habían marchado y entonces las tropas valencianas, y las aragonesas mandadas por el marqués de Lazán, marcharon río arriba hasta Calahorra. También afirma Montijo ser el general en jefe, y en ese sentido escribe a Blake, a la sazón en Astorga al frente del Ejército de Galicia, para montar el doble envolvimiento de las tropas de José avanzando simultáneamente por las montañas cántabras y las pirenaicas. Pero los franceses reaccionaron y esas tropas españolas volvieron a Zaragoza desde Tudela a esperar la llegada de las de Llamas y Castaños A finales de septiembre volvió Montijo a Madrid, donde intentó formar un gobierno con los aristócratas más representativos, pero tropezó con la oposición del duque del Infantado. Después fue nombrado miembro de la Junta Militar que debiera asumir la conducción de la guerra bajo la dirección de la Junta Central. Como miembro de esa Junta fue comisionado con el general Coupigny y su primo Francisco Palafox para controlar las operaciones de Castaños sobre el Ebro, teniendo siempre presente su disparatada maniobra del doble envolvimiento de los franceses. Mientras, el 15 de agosto era nombrado brigadier.
Antes de la batalla de Tudela (23 de noviembre), Montijo abandonó ese Ejército y marchó a Sevilla, para volver a unirse a él, ya maltrecho y mandado por el duque del Infantado en Cuenca, tomando parte en la batalla de Uclés el 13 de febrero de 1809.
En abril de 1809 capitaneó un motín en Granada, donde la orden de la Junta Central de enviar sus tropas de guarnición a reforzar los ejércitos derrotados en Uclés y Medellín fue muy mal recibida. Montijo, cabeza aparente de esos sucesos, fue procesado y encarcelado en Badajoz, de donde desapareció después de la batalla de Talavera, hasta que en noviembre fue detenido en Valverde y conducido a Sevilla, donde ingresó en la cárcel de la Inquisición, formándosele un nuevo proceso por su participación en una trama que pretendía el derrocamiento de la Junta Central y la formación de una regencia.
El 24 de enero de 1810 se produjo un motín en Sevilla que sacó de la cárcel a Montijo. La Junta Superior de Sevilla se proclamó Suprema por la marcha de la Central a Cádiz y designó a Montijo para que levantara la rebelión de la Serranía de Ronda. El 26 de enero se presentó el conde en la Serranía, pero no logró alzarla entonces y de allí marchó a Cádiz por Gibraltar.
Se incorporó al Ejército de Extremadura, donde pretendió, sin éxito, formar un cuerpo de civiles armados y sin lograr entenderse con los generales de ese ejército. El 9 de septiembre regresó a Cádiz y el 31 de octubre estaba en Alicante para incorporarse al mando de su Regimiento Provincial de Cuenca.
Participó al frente de su regimiento en los combates de la Hoya de Baza, hasta que en junio de 1811 marchó al frente de una expedición a las Alpujarras, donde se mantuvo combatiendo a los franceses hasta que en septiembre regresó a Murcia para ejercer el mando de la Primera División del III Ejército. Con ella acudió en socorro de Valencia, atacada por Suchet, tomando parte en la batalla de Sagunto y en el despliegue defensivo alrededor de la capital del Turia, del que salió el 7 de diciembre para encabezar una penetración por Cuenca hasta Soria, que amenazara la retaguardia de Suchet; pero Durán y el Empecinado se negaron a prestarle sus tropas y Montijo fue rechazado ante Soria. Perdida ya Valencia, aún se mantuvo merodeando por el Bajo Aragón hasta que José O’Donnell, nuevo jefe del III Ejército le llamó para que se reincorporara a tierras alicantinas, donde tomó parte en la batalla de Castalla el 21 de julio de 1812.
A primeros de septiembre de 1812 pasó a Granada por enfermedad y el 20 de noviembre ascendió a mariscal de campo. Por último, el 21 de junio de 1814 fue nombrado capitán general del reino y costas de Granada, y el 31 de agosto de 1815 ascendido a teniente general. Se inicia la era de las conspiraciones liberales. Montijo no entró directamente en ellas, y se distanció de las algaradas callejeras que antes habían sido su fuerte. Montijo era ahora el Gran Oriente de la masonería española y desde ese puesto conspiró con las logias establecidas en otras ciudades, lo que no obstó para salvar la vida de Juan Van Halen, ordenado fusilar por Fernando VII y, al mismo tiempo, recibir de su Rey, el 15 de noviembre de 1816, la Cruz Laureada de San Fernando por su participación en la batalla de Sagunto y sus acciones en las Alpujarras.
Descubiertas sus conexiones revolucionarias, fue primero destinado de cuartel a Burgos y allí detenido el 11 de agosto de 1819, para ingresar en la cárcel de la Inquisición de Santiago. Pero el 1 de enero de 1820 se produjo la sublevación de Riego y el 28 de febrero, Acevedo, cabeza de la insurrección en Galicia, le puso en libertad. El 29 de marzo fue nombrado capitán general de Castilla la Vieja, desde cuyo puesto planeó tanto la anexión de Portugal como la organización de un régimen de juntas semejante al que había existido durante la guerra. Montijo fue cesado por sorpresa el 29 de abril y destinado de cuartel a Murcia.
Desde Murcia pasó a Granada, donde se unió a la fracción de los “exaltados” y promovió un medio motín por el que el Gobierno le trasladó a Sevilla. Con licencia para viajar a Inglaterra, lo hizo a Madrid, donde conspiró con los exaltados y también con los realistas, a la vez que presentaba su traducción de la tragedia de Alfieri Bruto, exaltada representación contra el poder real que no impidió que el Rey le nombrara coronel de uno de los regimientos de su guardia. Perdió Montijo, porque el Gobierno no aprobó ese nombramiento y el conde hubo de marchar a Badajoz otra vez de cuartel.
El 7 de abril de 1822 entraron en España los Cien Mil Hijos de San Luis y el 13 de marzo siguiente Montijo se unía en una extensa carta a la “postura intermedia” entre liberales y realistas de Enrique O’Donnell, lo que le granjeó la enemistad de ambos bandos. Después volverá al bando realista, proponiendo a la Regencia que presidía el duque del Infantado ponerse al frente de las tropas para conseguir la liberación del Rey. Su petición fue desatendida. Montijo “besó la mano” del Rey en El Puerto de Santa María en noviembre, pero perdió el favor real y fue residenciado en El Montijo (Badajoz). El 3 de noviembre de 1826 falleció en Granada la condesa y, el 20 de octubre de 1827, contrajo Montijo nuevas nupcias “secretas” con Magdalena Lázaro Martín.
El 27 de junio de 1830 el Rey accedió a que se trasladara a Madrid y el 16 de junio de 1823, por la amnistía concedida por la reina María Cristina a “todos los españoles perseguidos como reos de Estado” fue restituido en sus empleos militares, honores y condecoraciones. El 8 de noviembre de 1833 fue nombrado académico de número de la Real Academia Española, asignándosele el sillón “B” y asistiendo a las sesiones de la misma.
Murió en Madrid el 18 de julio de 1834, a la edad de sesenta y un años, habiendo legando todos sus bienes a su primera mujer, ya fallecida. No tuvo descendencia de ninguno de sus matrimonios.
Obras de ~: Manifiesto de lo que no hizo el Conde de Montijo escrito por él mismo, Cádiz, 1810.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Exp. personal del conde de Montijo; Instituto de Historia y Cultura Militar, Cols. Duque de Bailén, General Blake y del Fraile; Archivos de las Reales Academias de la Historia, Española y de San Fernando; Archivo del Palacio Real de Madrid, Papeles Reservados de Fernando VII. Conde de Toreno, Historia del Levantamiento, Guerra y Revolución de España, París, Imprenta de Casimir, 1838; J. Gómez de Arteche, Guerra de la Independencia, Madrid, 1868-1810; J. Escoiquiz, Memorias, Madrid, 1907; P. Demerson, “El Discurso del Conde de Montijo”, en Hispania, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1971; A. Zamora Vicente, Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1999.
Andrés Cassinello Pérez