Cienfuegos, Bernardo. Tarazona (Zaragoza), c. 1580 – Madrid, c. 1640. Botánico.
Hijo y nieto de químicos y alquimistas, debió heredar el gusto por estas disciplinas, y también una buena biblioteca. Siendo colegial en la Universidad de Alcalá, en un año de penuria en Castilla, cuenta que durante el verano se fue a su tierra, Aragón, y “tocole a mi lugar, que es Tarazona”, dar trigo para el remedio de Castilla.
Según consta en la introducción de uno de los tomos de su obra principal, Historia de las Plantas, fechada en noviembre de 1627 en Madrid, “en Alcalá, leía cátedra de humanas letras y después acá que son 28 años [...]”. Por lo que 1599 es una fecha cierta, en la que estudiaba Humanidades —lenguas y elocuencia— y Medicina en Alcalá de Henares. Parece que ejerció alguna actividad docente, quizá la enseñanza del Latín.
A comienzos de siglo xvii se dedicó a viajar por España: Aragón, Castilla, Murcia, Valencia y Cataluña.
Después se instaló en Madrid y colectaba plantas por los alrededores, además de por Toledo y Segovia. Su biblioteca disponía de todas las obras botánicas de autores clásicos y contemporáneos y de “libros manuscritos de 400 años ha, que tratan de hierbas y diversas medicinas”. En su obra se reflejan profundos conocimientos de las lenguas latina y griega, “donde está el conocimiento de simples y plantas”; del árabe y del hebreo, así como del francés, alemán e italiano.
En ella se recoge alguna receta para la trasmutación de metales, y alude en numerosas ocasiones y de forma crítica a “prácticas mágicas” que al parecer fue lo que motivó la ruina de su familia. Al comenzar su gran obra se encontraba “pobre y arruinado”, incluso “próximo a la locura heredada de su padre y abuelo”.
“Advirtiendo que el apretarme muchísimo la enfermedad me obligo a dejarlo todo medio confuso sin dividir clases, o diferencias como han hecho otros.” Diferencias denominaba él a las especies; además utilizó una nomenclatura binomial, y observó la sexualidad de las plantas un siglo antes que Linneo. Su obra, inédita, de siete volúmenes tamaño folio, ocupa más de 4.700 páginas e incluye 927 dibujos propios, casi todos coloreados. De haberse publicado, hubiera sido una obra de suma relevancia dentro de la Botánica. Cavanilles, casi dos siglos después, le dedicó el género Cienfuegosia Cav., Diss. 3: 174 (1787), de la familia Malvaceae.
También cultivaba plantas, con las que hacía preparados farmacéuticos. Contó con la amistad de Jerónimo Huerta, traductor de Plinio e investigador de la Historia natural, Pedro Gutiérrez de Arévalo, farmacéutico visitador, y de Diego de Cortavilla, insigne boticario y gran simplicista, que tenía un jardín lleno de plantas raras, al parecer un pequeño jardín botánico, el primero que hubo en Madrid.
Las continuas reflexiones que introduce en su obra, de las que en ocasiones se suele excusar, dejan entrever un carácter muy crítico con la sociedad de su época y en especial con boticarios y herbolarios. En una ocasión que le tildaron a él de herbolario, se sintió muy ofendido. Todo ello debió de acarrearle un sinfín de enemistades e incomprensiones, como él mismo comenta apasionadamente. Pese a que alude continuamente a los mitos populares de las plantas, no debió de ser una persona muy supersticiosa, ya que también hace de esto objeto de burla en alguna ocasión.
Obras de ~: Vida del P. González de Silveira, de la compañía de Jesús, mártir, Madrid, apud Ludovicum Sanchez, 1614; Historia de las plantas, c. 1630, 7 vols. (Biblioteca Nacional de España, mss. 3357 a 3363).
Bibl.: I. Asso y del Río, Synopsis stirpium indigenarum Aragoniae, Massiliae, 1779; C. Arévalo, Bernardo de Cienfuegos y la botánica de su época. Estudios sobre la ciencia española del siglo xvii, Madrid, Talleres Unión, 1935, págs. 323-335; E. Blanco, R. Morales y P. M. Sánchez, “Bernardo Cienfuegos y su aportación a la botánica en el siglo xvii”, en Asclepio, 46 (1994), págs. 37-124.
Ramón Morales Valverde
