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Eduardo Fernández de San Román y Ruiz

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Biografía

Fernández San Román y Ruiz, Eduardo. Marqués de San Román (I). Zaragoza, 23.X.1818 – Madrid, 14.XII.1887. Militar, teniente general, senador vitalicio, ministro, diputado, gentilhombre de cámara, bibliófilo y escritor.

Hijo de Silverio Fernández San Román, teniente coronel de los Reales Ejércitos, y de Isabel Ruiz y Goya, fue bautizado como Eduardo Pedro Pascual Fernández San Román y Ruiz, el mismo día de su nacimiento, en la iglesia parroquial de San Miguel de los Navarros. Por ser hijo de militar y gracia especial, recibió al cumplir doce años el nombramiento de “cadete de menor edad”. En noviembre de 1834 se incorporó con el empleo de subteniente al Regimiento del Rey, de guarnición en Málaga.

En mayo de 1835 fue destinado al 2.º Regimiento de Granaderos de la Guardia Real, unidad con la que comenzó en diciembre su intervención en la Primera Guerra Carlista. Por su comportamiento heroico en el frente norte, a las órdenes del conde de Clonard, fue ascendido al empleo de teniente. Continuó en campaña en el frente de Cataluña, asistiendo entre otros al sitio de Morella. Al finalizar la guerra en julio de 1840, San Román, que contaba veintidós años, había obtenido el grado de teniente coronel de Infantería y la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase.

En 1842 ingresó por oposición en el Cuerpo de Estado Mayor, gracias a la reorganización decretada por el general Espartero. Al año siguiente causó baja en ese cuerpo y fue destinado al Ministerio de la Guerra.

En 1844 ascendió a coronel de Caballería, arma a la que pertenecía desde el año anterior.

Su amplia formación intelectual y vocación política —pertenecía al Partido Liberal Moderado—, le llevó a desarrollar una intensa actividad a partir de 1846, cuando obtuvo su primera acta de diputado en las Cortes Generales por Granada.

En 1847 ascendió al generalato y fundó La Revista Militar, que es sin duda el primer periódico político militar, porque intentó, desde el principio, convertirse en órgano de expresión de la institución armada.

San Román reunió en torno a la revista a los mejores pensadores militares del momento: Mazarredo, López de Letona, Serrano, Clonard, Vallecillo, Fernández de Córdoba y Evaristo San Miguel, quien, de 1838 a 1840, había dirigido una revista con el mismo nombre.

Se trataba no sólo de expresar al exterior el pensamiento militar, sino además de poner al alcance de los propios militares una serie de argumentos intelectuales que les sirvieran para definir su propia identidad y la del grupo al que pertenecían. Así, defendieron con todo tipo de argumentos la necesidad del ejército permanente frente a las ideas más avanzadas que cuestionaban su existencia. En editoriales y artículos de opinión, los intelectuales de uniforme se empeñaban en argumentar la plena compatibilidad entre el Ejército como institución y los principios liberales. Propugnaban un Ejército que conviviese y se identificara perfectamente con las instituciones políticas. En el fondo, estaban sentando las bases de la ansiada despolitización de las Fuerzas Armadas, en unos momentos en los que el protagonismo de los generales en la vida pública era fundamental. Pero San Román llegó a diferenciar perfectamente la politización del Ejército y la participación de algunos generales en la contienda política, abogando por ésta decididamente.

En las páginas de La Revista Militar se discutían, además, temas profesionales, desde artículos técnicos sobre el arte de la guerra, hasta sobre las reformas de las diferentes armas y cuerpos militares, la penosa situación en la que quedaban los retirados, las leyes de reemplazo, la decisiva necesidad de la formación moral de mandos y tropa, etc.

San Román se mostró crítico cuando así lo creía oportuno, lo que le creó algún disgusto. En septiembre de 1849, un Consejo de Guerra de oficiales generales le condenó a cuatro meses de suspensión de empleo y arresto en un castillo por censurar las medidas tomadas por el Gobierno respecto a la expedición a Italia para apoyar al Papa frente a los revolucionarios; pena que no llegó a cumplir al beneficiarse de un indulto dictado con ocasión del cumpleaños de la Reina.

Desde 1846 mantuvo su acta de diputado (en 1851 y 1853, por Albacete, y en 1857, por La Coruña), interviniendo frecuentemente en los debates del Congreso, sobre todo en los que se discutían temas militares, como la defensa del servicio militar obligatorio.

En 1853 fue elegido para el cargo de vicepresidente del Congreso.

Esta labor parlamentaria la compatibilizó con su destino en el Ministerio de la Guerra. Formó parte de diversas comisiones para la redacción de importantes reformas y en 1853 fue nombrado mariscal de campo y, al poco, subsecretario del Ministerio de la Guerra.

El regreso del general Espartero, tras la sublevación progresista de 1854, le sorprendió ocupando interinamente el despacho del ministro de la Guerra entre el 7 y el 17 de julio de 1854. Tras presentar la dimisión, quedó de reemplazo y aprovechó para realizar varios viajes por el extranjero.

Gran admirador del general Narváez, éste le nombró capitán general de Castilla la Vieja en septiembre de 1864. En los años sucesivos fue capitán general de Granada, inspector general de Carabineros y director general de Infantería, y alcanzó el más alto grado de la milicia: el empleo de teniente general en 1866.

En 1868 fue nombrado gentilhombre de Cámara de Su Majestad la Reina y senador del reino. Tras la Revolución de septiembre, se exilió a Francia y, en 1870, al no presentarse en Madrid, fue sentenciado por un Consejo de Guerra a la pena de privación de empleo. Rehabilitado en 1873, quedó de cuartel en Madrid durante el año republicano.

No abandonó San Román su actividad política, enfocada, en aquellos momentos, a las gestiones en torno a la restauración de la Monarquía, interviniendo como interlocutor entre Antonio Cánovas y los generales moderados encabezados por Cheste.

A San Román le cupo el honor de formar parte de la comisión que recibió a Alfonso XII en Barcelona y lo acompañó hasta Madrid.

Durante los primeros años de la Restauración compaginó diversos cargos militares, como el de director general de Infantería o la presidencia de la Junta consultiva de Guerra en 1885, con su puesto en el Senado, cámara de la que fue vicepresidente en 1876 y senador vitalicio al año siguiente. El 8 de enero de 1879, Alfonso XII le concedió el título nobiliario de marqués de San Román.

Hombre de gran erudición, llegó a ser un consumado bibliófilo, coleccionista y mecenas. Eran muy conocidas en Madrid las reuniones dominicales que se celebraban en su casa, en las que los contertulios adquirieron la costumbre de regalar al anfitrión alguna publicación rara, manuscrito, incunable, etc. Éste fue el origen de su magnífica biblioteca que legó, a su muerte, a la Real Academia de la Historia, compuesta por ciento sesenta manuscritos, trescientos ochenta y cinco autógrafos de variadas personalidades, treinta y seis incunables, diecinueve cajas de folletos y 7.826 impresos con cuidadas encuadernaciones. La Real Academia Española recibió una carta de Cervantes, y el Museo de la Armada, una serie de armas de Napoleón.

Por otra parte, gracias a una donación económica de San Román, pudieron editarse las memorias del marqués de Mina.

El teniente general Fernández San Román falleció en Madrid a las once y diez minutos de la mañana del 14 de diciembre de 1887. Dotado de una preparación intelectual fuera de lo común, se puede considerar al teniente general marqués de San Román como el padre del periodismo militar político en España.

 

Obras de ~: Cuestión del reemplazo en el Ejército: observaciones al proyecto de ley, Madrid, Est. Tipográfico Militar, 1851; Statistique, organisatión et institutions militaires de l’Armée espagnole, Paris, Direction du Spectateur militaire, Librairie militare de J. Dumaine, 1852; Guerra civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia: campañas del general Oráa (1837-1838), Barcelona, Viuda e Hijos de Manuel Tello, 1884-1896, 2 vols.; El duque de Bailén. El Ejército español en 1808. Historia de la guerra de la Independencia. Sus consecuencias para la organización militar en España. (Conferencia histórica del día 19 de febrero de 1886), Barcelona, Antonio S. Martín, 1886.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, exp. personal del Senador Marqués de San Román, D. Eduardo Fernández de San Román, por la provincia de Murcia y vitalicio, HIS-0415-03; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie Documentación electoral, 25 n.º 16, 30 n.º 2, 32 n.º 17 y 40 n.º 21.

R. Baralt y N. Fernández Cuesta, Causa formada al brigadier don Eduardo Fernández San Román, Madrid, Andrés Peña, 1849; J. Gómez de Arteche, Discurso en elogio del teniente general don Eduardo Fernández San Román leído ante la Real Academia de la Historia el 29 de junio de 1894, Madrid, 1894; S. Payne, Los militares y la política en la España contemporánea, París, Ruedo Ibérico,1968; M. Alonso Baquer, Historia política del Ejército español, Madrid, Ediciones del Movimiento, 1971; A. Millares Carlo, Fondo San Román: libros españoles portugueses del siglo xvi, impresos en la península o fuera de ella, pról. de D. de la Válgoma Díaz-Varela, Madrid, Real Academia de la Historia, 1977; G. Cardona, El poder militar en la España contemporánea hasta la guerra civil, Madrid, Siglo XXI, 1983; C. Seco Serrano, Militarismo y civilismo en la España contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Económicos, 1984; J. Busquets, El militar de carrera en España, Barcelona, Ariel, 1984; J. M.ª Gárate Córdoba, “La cultura militar en el siglo xix”, en M. Hernández Sánchez-Barba y M. Alonso Baquer (dir.), Historia social de las fuerzas armadas españolas, vol. IV, Madrid, Alambra, 1986, págs. 141-267; J. Arencibia de Torres, Diccionario biográfico de literatos, científicos y artistas militares españoles, Madrid, E y P Libros antiguos, 2001; P. González-Pola de la Granja, La configuración de la mentalidad militar contemporánea (1868-1909), Madrid, Ministerio de Defensa, 2003.

 

Pablo González-Pola de la Granja

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