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Cándido Albalat y Puicervert

Biografía

Albalat y Puigcerver, Cándido. Játiva (Valencia), 3.X.1854 – Sainte Marie du Desert (Francia), 17.VIII.1917. Cisterciense (OCist.), abad de Sainte Marie, canonista, reformador de religiosas y restaurador de la Trapa en España.

Se ignoran los motivos por los que hacia 1870 —a los quince años— se sintió con valentía para abrazar la austeridad de la Trapa, en aquellos tiempos y, además, fuera de España, por no existir aquí ninguna comunidad. Encaminó sus pasos a la abadía de Sainte Marie du Desert (Francia), en la provincia de Toulouse.

Recibido el hábito monástico y la formación cultural deficiente que se daba en aquellos tiempos, hizo su profesión religiosa y su conducta intachable llamaba la atención de los monjes. El cronista de la casa, al referirse a su profesión religiosa, le tributa este elogio: “Sujeto excelente e inteligentísimo.

Todas las bolas blancas”, es decir, la votación secreta de todos los monjes de la comunidad, resultó favorable por unanimidad. El tiempo demostró que no se equivocaron en concebir grandes esperanzas de aquel monje español.

A los veintitrés años lo eligieron prior, es decir, segundo superior del monasterio, y dos meses más tarde lo nombraron maestro de novicios, cargo tal vez de mayor responsabilidad en un monasterio, porque por sus manos debían pasar todos los candidatos que fueran llegando al noviciado, y era el encargado de impartirles la formación monástica. Estos honores son el mejor panegírico de sus méritos y demuestran la gran simpatía de que gozaba en la comunidad. Dios lo ibapreparando para grandes cosas. En 1881, al fallecer el vicario general de la Trapa, eligieron para sucederlo al abad de Saint Marie du Desert, y al quedar vacante el puesto de abad en el monasterio, los vocales pusieron los ojos en el religioso valenciano, a pesar de contar sólo veintisiete años y, sobre todo, por encontrarse entre los electores sujetos de relevante prestigio, como lo demostraría el tiempo: uno de ellos llegó a ser abad general y obispo de Constanza, por citar un solo caso.

No puede omitirse una anécdota que ha divulgado su memoria por el mundo entero. En 1886, con motivo de una visita que el joven abad tuvo que hacer a Cataluña, lo invitaron a un banquete que preparó una familia amiga, en el que concurrieron personas de distintas procedencias, entre ellas algunas que hoy se hallan en los altares, como son san Juan Bosco, Miguel Rúa y alguna otra. Al lado de Bosco se sentó el abad de Santa María du Desert, y en los postres, invitaron a éste a hablar a los presentes, y lo hizo pronunciando un breve discurso, ponderando quién era Bosco, la celebridad de su persona y la labor gigantesca realizada en toda Europa en pro de la juventud. El santo, al terminar de hablar el abad, se arrodilló a sus pies y le pidió su bendición. El abad accedió gustoso. Enseguida, quitándose el pectoral y el anillo, cayó de rodillas a los pies de Bosco, pidiéndole a su vez la bendición. El santo se resistía a hacerlo, pero no tuvo más remedio que acceder, al tiempo que escuchaba de labios del abad estas palabras proféticas: “Ante un varón de Dios como éste, no hay autoridad que valga.” Del hecho se sacó una fotografía que se puede ver en los anales salesianos y que ha dado la vuelta al mundo.

El ferviente amor que el padre Albalat profesaba a la Orden y a España, veía con pena que ésta estuviera desierta de monjes del Císter desde 1835, en que fueron expulsados todos de sus magníficas abadías. No se contentó con lamentos, sino que trató por todos los medios de encontrar la manera de extender por ella la Orden cisterciense. En 1891 llevó a cabo la fundación de San Isidro de Dueñas, instalando en ella un grupo de monjes españoles que, al no tener en España dónde ingresar, lo habían hecho en Sainte Marie du Desert, por no estar lejos de la frontera española. Se puso en contacto con una familia amiga de Salamanca, la cual le facilitó la ayuda necesaria para que se erigiera la primera Trapa española. A pesar de que los primeros años fueron muy costosos por tantas necesidades como rodearon a los primeros fundadores, sólo cabe decir que gracias al buen espíritu reinante entre ellos y a esas dificultades de todo género, la abadía surgió vigorosa, y se ha mantenido dando frutos copiosos durante más de un siglo en que sigue floreciente, hasta el punto de que a la vez ha dado vida a varias fundaciones que hoy la tienen por madre. Como dato honorable para esta abadía, San Isidro fue escenario donde se santificaron muchas almas, entre las cuales destaca la vida santa de un joven estudiante de Arquitectura que fue beatificado por Juan Pablo II en 1992, y se está estudiando en Roma un supuesto milagro para extender su culto a toda la Iglesia. Se trata del beato Rafael Arnáiz Barón, cuya celebridad se halla extendida por todo el mundo.

En 1903, debido al cariz adverso que iban tomando los acontecimientos en Francia, respecto a las órdenes religiosas, solicitó don Cándido del Capítulo General autorización para adquirir un nuevo monasterio que le ofrecían en la provincia de Santander, con objeto de instalar la comunidad de Santa María du Desert, caso de ser expulsados de Francia. Dos hermanos: Manuel y Antonio Bernaldo de Quirós convinieron en fundar un monasterio del Císter en su casa solariega de Cóbreces, para lo cual, además de la finca dejaban una cantidad considerable de dinero. La ofrecieron a los monjes de Val San José, pero no habiendo podido éstos encargarse de cumplir sus deseos, acudieron a dom Cándido, quien la aceptó de buen grado y se decidió a llevar a cabo la segunda fundación española.

Así nació la abadía de Viaceli (Cantabria), que ha florecido como ninguna otra en santidad, pues tiene en su haber un total de dieciocho mártires que dieron su vida por Cristo en 1936 y hoy están a punto de merecer el honor de los altares.

Preside el cortejo de esos mártires el padre Pío Heredia, que hacía de prior de la comunidad cuando fueron detenidos y se preocupó de los monjes hasta el momento de ser asesinados.

Al lado de este celo incansable por extender el nombre del Císter en España, hay que destacar su dinamismo en ayudar a las comunidades femeninas de la Orden. Una de ellas le es deudora de su autenticidad monástica, por haber sido él quien preparó el camino para que fueran admitidas en el seno de la Orden. Se trata de la comunidad de Alloz (Navarra), cuyos orígenes se remontan a 1884 en que aparece como beaterio fundado en Tiñosillos por el obispo de Ávila, luego cardenal Sancha y Hervás, las cuales habiendo recibido la visita de dom Cándido, y después de darles ejercicios espirituales, quedaron tan encantadas del espíritu de la Orden, que solicitaron su ingreso en el Císter, consiguiendo el mismo abad dom Cándido su afiliación a la Orden. Esta comunidad ha dado un gran número religiosas, pero hoy sufre la falta de vocaciones debido a que los hogares están casi desiertos de niños.

Otra comunidad de religiosas atrajo su simpatía con preferencia, el antiguo monasterio de la Zaidía (Valencia).

El celo propagandístico del abad dom Cándido se extendió más allá de la Orden. Tiene en su haber la cooperación al establecimiento de un carmelo en Coudón, con religiosas traídas de Narbona.

Su personalidad era muy destacada dentro y fuera de España, según apareció en una revista: “Su profunda humildad y su acendrado amor a la vida monástica, le llevaron a renunciar más de una vez la dignidad episcopal que le ofreció el Gobierno español por medio de su primo el entonces ministro de Gracia y Justicia don Joaquín López Puigcerver, quien le presentó para diversos obispados vacantes, pero él no aceptó, prefiriendo la vida oculta del monasterio a todos los honores humanos”.

 

Obras de ~: Constituciones para las religiosas reformadas de España, Valladolid, 1908; Constituciones de las religiosas reformadas de la orden cisterciense y usos Cistercienses para el Monasterio de la Zaidía, Valencia, 1914.

 

Bibl.: E. de Mier, Los trapenses españoles. Apuntes históricos de la Trapa, Madrid, Artes Gráficas Mateu, 1912, pág. 59; V. Pascual y Beltrán, Játiva biográfica, vol. I, Valencia, Renovación Tipográfica Gandía, 1931, pág. 315; B. Ramos, “Orígenes cistercienses del monasterio de San Isidro de Dueñas”, en Tello Téllez de Meneses, Palencia, Diputación Provincial, Centro de Estudios Palentinos, 1949; H. P. García Gorriz, El Alcázar del Silencio, Madrid, Studium, 1961; D. Yáñez Neira, Historia de san Isidro de Dueñas, Palencia, Imprenta Provincial, 1969, pág. 588; P. Guerín, “Albalat, Candido”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 31; A. Linage Conde, El Monacato en España e Hispanoamérica, Salamanca, Instituto de Historia de la Teología, 1977, pág. 587; G. Colombas, Monasterio de Tulebras, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1987, pág. 741; D. Yáñez Neira, “R.P.D. Cándido Albalat y Puigcerver”, en Cistercium (1995), págs. 60-70.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

 

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