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Agustín Yáñez y Girona

Biografía

Yáñez y Girona, Agustín. Barcelona, 9.III.1789 – 3.V.1857. Farmacéutico y naturalista.

Era hijo de Luis Yáñez, farmacéutico que regentaba en la Ciudad Condal la farmacia Salvador. De niño permaneció mucho tiempo en la farmacia y en su museo de historia natural, anejo a la botica, aficionándose a las ciencias naturales. Estudió en Barcelona Gramática, Retórica y Latín (1797-1798), Filosofía en el Seminario Conciliar, Cosmografía y Matemáticas (1803), Física Experimental en el Colegio de Cirugía de Barcelona (1804), Botánica con el doctor Bas y Química con Juan Ameller y con Carbonell en la Cátedra que éste regentaba en la Junta de Comercio. Fue uno de sus mejores discípulos y era uno de sus ayudantes en el experimento que a Carbonell le supuso la pérdida de un ojo.

Durante la Guerra de la Independencia trabajó en la farmacia de su padre y daba conferencias privadas de matemáticas y de química (1814). Por haberse ausentado Carbonell, la Junta de Comercio le encargó interinamente el desempeño de la Cátedra de Química y siguió ocupándose de ella después del regreso de Carbonell, hasta junio de 1816. Estudió Física con Vieta y Botánica y Agricultura con Bahi.

Sin haber terminado la carrera, fue nombrado académico de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, con veintiséis años, el 15 de febrero de 1815. Se matriculó en el Real Colegio de Farmacia de San Victoriano (curso 1815-1816) y pasó directamente a cuarto año en virtud de sus conocimientos y de las asignaturas que tenía aprobadas en otros centros. También se le eximió de los años de práctica. El 8 de julio de 1816 aprobó el examen y juró defender el misterio de la purísima concepción de la Virgen María, usar fielmente de la Facultad de Farmacia, guardar sigilo en los casos convenientes y dar de limosna las medicinas a los pobres de solemnidad. El mismo año se graduó de licenciado y doctor en el Real Colegio de San Fernando de Madrid para presentarse a las oposiciones a las cátedras de los Colegios de Farmacia de Barcelona, Madrid, Sevilla y Santiago. Aprobó los ejercicios y regresó a Barcelona, aunque se le solicitó que permaneciese en Madrid. El 7 de octubre de 1816 fue nombrado cuarto catedrático del Colegio de Farmacia de San Victoriano de Barcelona, donde enseñó la Historia Natural, reemplazando a Borbolla.

Fue secretario del Real Colegio de San Victoriano y destacó por la pulcritud y minuciosidad de sus escritos. Gómez Caamaño, historiador del Real Colegio de San Victoriano, señala que las actas, hasta entonces descuidadas e imprecisas, se hacen claras, exactas y concisas. Cuando fue sustituido en la secretaría por Balvey, las actas y los oficios pierden pulcritud y claridad. Desempeñó la Cátedra de Mineralogía en la Universidad de Barcelona (1822-1823) al ser restablecida la Universidad en Barcelona, que había sido abolida por Felipe V. Cesó cuando, a consecuencia de la reacción absolutista, volvió a cerrarse la Universidad.

Yáñez era un liberal que por motivos políticos fue separado de su cátedra en 1823. La recuperó en enero de 1830 y empezó a trabajar desde el primer día de su reincorporación, como si nada hubiera sucedido. Envió a la Real Junta las correcciones de su libro y pronunció en la apertura de curso una conferencia Sobre los escollos que deben evitarse en el estudio de las ciencias naturales en general y de la farmacia en particular. Volvió a tratar el tema en el discurso inaugural de 1836, en el que explicó las relaciones entre los nuevos farmacéuticos, los boticarios tradicionales y los drogueros y los problemas que surgían por el número excesivo de profesionales. A partir de 1830 explicó Física Experimental (1841), Botánica y Zoología Médica (1843) y Botánica Aplicada (1845).

En 1831 presentó a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona un trabajo titulado Observaciones sobre una nuevas suerte de tamarindos y sobre la germinación de la semilla del tamarindo de América (Tamarindus occidentalis DC). Yáñez se felicitaba de haber recibido una porción de tamarindos de Nueva España muy frescos y de superior calidad, que compró para el consumo de su botica. Se propuso su germinación, repitiendo los experimentos realizados sin éxito en 1817, 1819, 1820 y 1822. Esta vez Yánez, tuvo éxito: las semillas germinaron y creció una variedad de la planta desconocida en los libros de materia médica y farmacéutica, por lo que Yáñez creyó oportuno comunicar el resultado de su experiencia a la Academia barcelonesa.

Enfermo, viajó a los Pirineos en 1851 y 1852 para tomar aguas sulfurosas y aprovechó para realizar varias publicaciones. En marzo de 1856 fue nombrado rector comisionado de la Universidad de Barcelona, cargo del que fue separado en marzo de 1857 por motivos políticos. Fue vicerrector de 1842 a 1844 y decano de la Facultad de Farmacia desde 1854 hasta su fallecimiento.

Sus distinciones fueron muchas: caballero de la Orden de Carlos III, presidente de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, miembro de la Real Academia Médica Matritense (1818), de la Academia General de Córdoba (1821), de la Sociedad Linneana de Narbona (1822), de la Academia de Buenas Letras de Barcelona, de la Asociación Farmacéutica de Barcelona, de la de Salud Pública de Cataluña, de la Sociedad Linneana de París, de la Sociedad de Amigos del País de Barcelona (1834), académico correspondiente de la Academia de Ciencias Naturales de Madrid (1834), miembro de la Sociedad Barcelonesa de Fomento (1837), del Instituto Industrial de España, de la Sociedad Económica de Lérida, del Círculo Farmacéutico de Montpellier, de la Academia de Medicina de Granada, de la Academia de Ciencias y Letras de Baleares, del Real Colegio de Farmacéuticos de Madrid y del Instituto Farmacéutico Aragonés. En Barcelona tenía oficina de farmacia de su propiedad y fue alcalde de la ciudad, diputado provincial y suplente para diputado a Cortes.

Su actitud ante la ciencia se basaba en las observaciones, realizadas sin prejuicios. Creía en lo que contemplaban sus ojos y desconfiaba de las teorías y de las afirmaciones realizadas por autores anteriores. Sólo admitía la opinión de los autores del pasado si coincidían con sus observaciones y consideraba que el excesivo respeto a la autoridad de los clásicos era una rémora que perjudicaba el desarrollo científico. Aconsejaba a sus alumnos que fueran muy escrupulosos en sus observaciones y que no dejaran volar la imaginación ni cayesen en el error de las generalizaciones. Esta actitud se evidencia en sus juicios sobre las grandes figuras de la ciencia del pasado más reciente, como Descartes, Newton y Linneo. Los admira como trabajadores de la ciencia pero no acepta sus generalizaciones ni su obra como sistemáticos. De Linneo aprecia su labor como botánico, no como sistemático, y está más cerca de Buffon que del botánico sueco, de quien admiraba su descripción de muchas especies pero criticaba sus sistemas zoológico, botánico y mineralógico y su clasificación de las enfermedades en función de los síntomas al modo botánico. Pensaba que las observaciones perduran y que los sistemas caen y son sustituidos por otros, por lo que no hay que tomarlos demasiado al pie de la letra. Recelaba de las grandes sistematizaciones a las que eran muy aficionados los naturalistas de su época. Pensaba que lo más conveniente era que el profesor siguiera el más completo y claro, al que habría que reemplazar por otro pero sólo cuando las nuevas observaciones demuestren sus errores y la necesidad de sustituirlo. Su actitud estaba más cerca de la del naturalista del positivismo que de la de los de la ilustración y el romanticismo: “Recojamos datos sin cesar, multipliquemos nuestras observaciones. Nuestros sucesores, más adelantados que nosotros, podrán coordinar los hechos, elevarse al conocimiento de sus causas y deducir consecuencias que no nos hallamos en estado de apreciar”.

Mantuvo relación epistolar con los sabios de su época. Políticamente fue un liberal, pero un liberal sosegado, no un radical, lo que no evitó que se tomaran represalias contra él por parte de los gobiernos conservadores. Era un hombre sensato, ecuánime y prudente, buen gestor de cuantos asuntos se le encargaban, como demostró en el Real Colegio de San Victoriano y en la alcaldía de Barcelona.

Su obra fundamental es Lecciones de Historia Natural, un tratado de más de quinientas páginas publicado en Barcelona en 1820, en el que expone las lecciones dictadas en el Real Colegio de San Victoriano. Contribuyó a formar una importante biblioteca con obras de historia natural, muchas de ellas adquiridas por el propio Yáñez, entre ellas, los sesenta y un tomos de la Enciclopedia Francesa y las principales obras de Linneo, Cuvier, Humboldt, Buffon, Jussieu, Lamarck y Decandolle. En el estudio de la mineralogía daba mucha importancia a la física y a la química y enseñaba los sistemas de Werner y de Berzelius. Sus lecciones muestran a un científico al día de las corrientes europeas: determinaba densidades, los ejes ópticos, la atracción de los cuerpos al calentarlos o frotarlos, el magnetismo y muchas otras cuestiones que no estaban recopiladas en un único texto, por lo que Yáñez decidió escribir sus Lecciones de Historia Natural, para que los alumnos dispusiesen de un texto actualizado. El libro se estructuraba en cuatro partes: generalidades, mineralogía, botánica y zoología. Algunas lecciones estaban dedicadas a la reforma del sistema linneano y en zoología era partidario del sistema de Cuvier. En mineralogía exponía los sistemas de Werner y Haüy, de este último, sobre todo la teoría sobre las cristalizaciones.

Las clases de Historia Natural impartidas por Yáñez incluían muchas salidas a la naturaleza para realizar observaciones y recoger materiales. Yáñez salía con sus alumnos provisto de un martillo para romper los minerales. Se dirigían a la montaña de Montjuich, donde se estaban extrayendo piedras para las obras que se realizaban en el puerto de Barcelona. Las plantas las recogían en cajas de hojalata y llevaban consigo navajas de jardinero, azadillas y una botella que contenía alcohol de 22º, aguardiente o ron. De regreso al colegio, clasificaban los minerales, fósiles, plantas e insectos que habían recogido. En el jardín cultivaban plantas exóticas y estudiaban los animales y vegetales disecados que se coleccionaban en el gabinete de Historia Natural. Era una colección de ciento cincuenta especies de insectos de los alrededores de Madrid, más de doscientas aves, algunos mamíferos, gusanos, muchos fósiles de Tremp, Gavá y Montjuic, que constituían una colección interesante, que servía para que los estudiantes completasen sus observaciones.

El enfoque de Yáñez no es farmacéutico sino naturalista. No se circunscribe a la descripción de los animales, plantas y minerales de interés farmacéutico, sino que ofrece a sus estudiantes una visión científica de la Historia Natural que les permita más tarde aplicarla a la farmacia. Sus alumnos no eran farmacéuticos con nociones de Historia Natural, sino verdaderos naturalistas capaces de destacar en botánica, zoología y mineralogía. Los aspectos farmacéuticos se desarrollaban en los dos cursos posteriores al dictado por Yáñez: el de Materia Farmacéutica y el de Farmacia Experimental. Yáñez representa en los estudios farmacéuticos la tendencia hacia la ciencia pura, que ha permitido a muchos farmacéuticos destacar en las ciencias básicas. Es una tendencia opuesta a la de los partidarios de enseñar al farmacéutico exclusivamente aquellos contenidos que precisará para su ejercicio profesional, unas nociones científicas orientadas a su aplicación farmacéutica. El enfoque de Yáñez amplió el ámbito de los farmacéuticos y permitió que estos, además de dedicarse a sus establecimientos y a la confección y despacho de medicamentos, destacasen como naturalistas, gracias a la sólida formación científica que habían recibido.

 

Obras de ~: Propiedades químicas de las materias colorantes y de su aplicación al arte de teñir, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 18 de marzo y 26 de abril de 1815 (ms en Archivo de la Academia, caja 20); Reflexiones sobre divisiones de la Academia en Secciones, leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 6 de marzo de 1816; Teoría de los contramordientes en las pinturas de las indianas, dando la preferencia al ácido oxálico, leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 30 de abril de 1817; Sobre el plan más ventajoso para el estudio de la Historia Natural, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 8 de abril de 1818; Descripción orognóstica y geológica de la montaña de Montjuich, memoria leída en la Real Academia de Ciencia y Artes de Barcelona, 15 de diciembre de 1819; De la aplicación de la química a la Mineralogía reducida a sus verdaderos límites, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 16 de diciembre de 1818, 24 de marzo y 28 de abril de 1819; Reflexiones sobre el sistema mineralógico de Bercelius, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 12 de abril de 1820; Aplicación al conocimiento de los órganos y funciones reproductivas a las clasificaciones zoológicas, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 4 de diciembre de 1822; Que todo el país de Cataluña había sido cubierto antiguamente por las aguas del mar, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 6 de marzo de 1822; Estudio de los despojos de los cuerpos orgánicos, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 10 de marzo de 1824; Lecciones de Historia Natural, Barcelona, Viuda de Roca, 1830 y 1844; Observaciones sobre una nueva suerte de tamarindos y sobre la germinación de la semilla del tamarindo de América (Tamarindus occidentalis DC), memoria presentada a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Barcelona, 1 de noviembre de 1831 (ms.); Discurso de apertura de la primera Junta Pública celebrada por la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, 30 de junio de 1837; Sobre la temperatura media anual de Barcelona y la media de cada mes, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 1835-1849; Elogio histórico del doctor don Francisco Carbonell y Bravo, Barcelona, Viuda e hijos de Brusi, 1838; Informe sobre el Sinopsis molluscorum Brabantice Australis indigenorum, del doctor Ryeck, memoria leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 9 de enero de 1839; Continuación del catálogo de plantas de Montjuich, discurso leído en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 27 de noviembre de 1839; Extracto de varias memorias del doctor Grateloup de Burdeos, sobre conchas fósiles de la cuenca de Ardour, leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 12 de febrero de 1840; “Sobre las diferencias entre el calor sensible y el termómetro”, en Boletín de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 1.ª época (1841), pág. 6; Elogio histórico de don Mariano La- Gasca, Barcelona, Bergnes, 1842; Oración pronunciada en la sesión pública celebrada en la Real Academia de Ciencias y Artes el 6 de noviembre de 1842 (ms en Archivo de la Academia, Legajo de reseñas); De necesario scientiarum omnium Faedere oratio quum in solemni studiorum Academieae Barcinonensis inauguratione, protulit Augustinus Yañes et Girona Pharmatiae doctor, atque in eadem Academia Physices experimentalis profesor, Bergnes, 1842; Dios y sus obras, Barcelona, Joaquin Verdaguer, 1842-1843; Colección de oraciones inaugurales leídas en el Colegio de Farmacia de San Victoriano de Barcelona, Barcelona, Imprenta de Benito Espona, 1845; “Necrología de don Francisco J. Bolós”, en El Restaurador Farmacéutico, 1 (1845), pág. 52; Memoria dirigida a manifestar la utilidad que podría reportar a España de la aplicación de las Buenas Letras a las Ciencias Naturales”, leída en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 26 de febrero de 1846; Elogio histórico del doctor don Francisco Javier Bolós, Barcelona, Herederos de Plá, 1847; Reflexiones sobre el género plantatus de Endlicher, leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 25 de febrero de 1847; “Comunicado”, en El Restaurador Farmacéutico, 3 (1847), pág. 83; “Recuerdos de un viaje”, en El Restaurador Farmacéutico, 6 (1850), pág. 229; “Apuntes para la Historia de la Farmacia”, en El Restaurador Farmacéutico, 6 (1850), pág. 247; Elogio fúnebre de don Andrés Alcón, leído en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 13 de junio de 1850; Reseña biográfica de don Antonio Sadó, leída en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, 22 de mayo de 1851, ms., legajo Sadó; “Sobre la sal de Carbonell”, en El Restaurador Farmacéutico, 8 (1852), pág. 4; “Observaciones hechas en los Pirineos durante los estíos de 1851-52”, en La Botica (1853), pág. 286; “Nuevos e importantes apuntes biográficos acerca de Orfila”, en El Restaurador Farmacéutico, 9 (1853), pág. 50; “Algodonero Ventajas del herbáceo sobre el arbóreo Ensayos con semilla de Charleston Su connaturalización en Cataluña”, en Revista de Agricultura Práctica, 2 (1853), págs. 166 y 192, 4 (1856), pág. 301.

 

 

Bibl.: J. Corominas, Suplemento a las memorias para ayudar a formar un diccionario crítico de los escritores catalanes publicados por el Sr. Dn. Félix Torres y Amat, Burgos, 1849, págs. 281-83; M. Colmeiro, La Botánica y los botánicos de la península Hispano-Lusitana, Madrid, 1858, pág. 201; J. Olmedilla y Puig, Discurso preliminar a la biografía de Agustín Yáñez, Madrid, 1858; Q. Chiarlone, Memoria biográfica de Agustín Yáñez y Girona, Madrid, Manuel de Rojas, 1858; B. Antón Ramírez, Diccionario de bibliografía agronómica y de todas clases de escritores relacionados con la agricultura, Madrid, 1865, pág. 936; J. N. Narciso Roca y Ferreras, Elogio del Dr. D. Agustín Yáñez y Girona, Barcelona, Jaime Jepús, 1885; R. Roldán Guerrero, “Centenarios. Dr. D. Agustín Yáñez y Girona, Dr. D. José Antonio Balcells y Camps, Dr. D. Carlos Pau Español”, en Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, 8 (1957), págs. 73-79; J. L. Gómez Caamaño, Historia del Real Colegio de Farmacia de San Victoriano, Barcelona, 1958; R. Palma Pradillo, “Agustín Yáñez y Girona”, en Boletín de la sociedad Española de Historia de la Farmacia, 40 (1959), págs. 161-163; J. L. Gómez Caamaño, Cuatro farmacéuticos memorables, Barcelona, 1966; J. L. Valverde López, Bibliografía Española de Historia de la Farmacia, Granada, 1971; “Reseña histórica de la Escuela Especial de la Ciencia de Curar”, en Medicina e Historia, segunda época, 19 (1972); R. Roldán Guerrero, Diccionario biográfico y bibliográfico de autores farmacéuticos españoles, 4, Madrid 1976, págs. 737-743; R. M. Girauta Armada, Inventario de los manuscritos farmacéuticos de la ciudad de Barcelona, tesina de licenciatura de la Facultad de Farmacia, Barcelona 1979 (inéd.); M. T. Ras Monlón, Vida Científica y política del farmacéutico Agustín Yáñez y Girona, tesis doctoral de la Facultad de Farmacia, Barcelona 1979 (inéd.); J. Esteva de Sagrera, “Una obra inédita y desconocida de Agustín Yáñez y Girona”, en Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, 30 (1979), págs. 295-304; J. M. López Piñero et al., Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona 1983, págs. 439- 440; J. Puerto Sarmiento, El mito de Panacea, Madrid, Doce Calles, 1997, pág. 566.

 

Juan Esteva de Sagrera