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Esteban Gabriel Merino

Biografía

Merino, Esteban Gabriel. Santisteban del Puerto (Jaén), c. 1472 – Roma (Italia), 28.VII.1535. Cardenal, arzobispo de Bari, obispo de Jaén, diplomático, consejero de Estado.

Nació en el seno de una familia establecida en tierras de Jaén en la segunda mitad del siglo xv. Su padre, Alonso Merino, procedía de León, y su madre, Mayor de Amarcuende y Merino, de la montaña de Santander. No existe prueba de que fueran nobles y el propio cardenal Merino nunca hizo alarde de linaje.

Se sabe muy poco de su infancia y juventud; los escritos y datos que se conocen de esa época son contradictorios.

Unos citan a un sacerdote de la localidad que le formó espiritual y culturalmente; Girolamo Garimberto afirmó que llegó a Italia con escasa cultura, mientras Ximénez Patón y González Dávila escribieron que había estudiado Artes en Salamanca, lo que parece inexacto. Bataillon lo presenta como un erasmista, seguramente por la amistad que mantuvo con Alfonso de Valdés. Gulyk y Eubel lo mencionan como escritor, pero de él solo se conocen dos cartas dirigidas a Alfonso de Valdés. Se le ha atribuido injustificadamente la Epístola de un celoso de Erasmo.

Su biografía comienza a salir de esa bruma a partir de su llegada a Italia, pero aun así se desconoce el porqué de su salida de España. Se ha escrito que tuvo un incidente con armas del que salió herido un clérigo, que días después murió y que el papa Alejandro VI le indultó. También se ha afirmado que fue militar participando en la conquista del Reino de Nápoles.

Es cierto que en 1500 estaba Merino en Italia al servicio del cardenal Colonna y a partir de esta nueva situación comenzó a vivir la agitada vida política italiana con las intervenciones militares y diplomáticas de Francia y España. Por medio del citado cardenal, que le ordenó sacerdote, entró en la curia para ser escritor de letras apostólicas y familiar de Julio II (1503-1513). Con este Pontífice, cuyo objetivo político era convertirse en el más poderoso de los príncipes italianos, comenzó a despuntar Merino como diplomático con una misión que solicitaba la ayuda militar de la Señoría de Florencia contra Bolonia, gestiones en las cuales debió de tratar con el sagaz Nicolás Maquiavelo; fue premiado con la concesión de una canongía en Jaén con la dignidad de arcediano en la Catedral de Baeza, a la vez que en el mismo año 1507 Julio II le nombró nuncio para gestionar con Fernando el Católico la devolución de los territorios arrebatados por César Borgia (1503) a Juan Jordán Orsini, pariente del Papa. En ese año, Merino se entrevistó con Fernando el Católico en Civitavechia y estuvo en representación de Julio II en la formación de la Liga de Cambray (1508-1510) contra Venecia.

En 1509 participó en las gestiones diplomáticas entre la Santa Sede y Luis XII acompañando al cardenal Alidosi. El Papa le distinguió el 27 de marzo de 1510 con beneficios eclesiásticos en localidades de Jaén, sin necesidad de residencia.

Muerto Julio II, actuó como secretario del cardenal Cornaro en el cónclave en el que fue elegido papa León X (1513-1521). Con este Pontífice afirmó Merino su posición en la curia, pues pronto lo distinguió entre sus familiares por sus cualidades musicales y por sus dotes diplomáticas, ya reconocidas en el pontificado de Julio II. En 9 de mayo de 1513 fue promovido a la sede arzobispal de Bari, sin que esto supusiera la renuncia a los beneficios recibidos en tierras giennenses. Para ello fue precisa dispensa de irregularidad ex defectu lenitatis, posiblemente por su vida juvenil militar. Como tal prelado, intervino en sesiones del V Concilio Lateranense (de junio de 1513 a marzo de 1517). En plena etapa conciliar, el 17 de diciembre de 1516, fue promovido obispo de León manteniendo la archidiócesis de Bari. Tomó posesión de la diócesis de León el 11 de abril de 1517, pero no se presentó hasta marzo de 1520.

Como obispo de León, intervino en la Guerra de las Comunidades (1520-1521) a favor de Carlos I, apaciguando su diócesis, así como con ocasión de una visita a Úbeda hizo gestiones para hacer otro tanto con esta ciudad y también con Baeza y Murcia, e intervino en las negociaciones para reducir el foco rebelde residual toledano en el conflicto de las Comunidades.

El arzobispo de Bari y obispo de León instalado, en el Monasterio de la Sisla, pretendía una actuación lo más pacificadora posible, a diferencia del deseo de dura represión que propugnaba el doctor Zumel. El 2 de febrero de 1522, los emisarios de María Pacheco, viuda de Padilla y alma en la defensa de Toledo, trataron con Merino sobre un mensaje de esta rebelde.

Merino buscó la gestión de la condesa de Monteagudo, hermana de María. Al fin, tras una batalla en las calles de la ciudad, entró Merino en Toledo mientras María Pacheco huía a Portugal; se sospechó que en esta huída pudo tener parte Merino. Toledo fue así sometida a la obediencia de Carlos V y el doctor Zumel hizo la represión que deseaba.

Este servicio de Merino a Carlos V, así como la gestión diplomática que hiciera ante Francisco I, rey de Francia, cuando actuó ante él como nuncio de Adriano VI (1522-1523), fue ocasión para que Merino solicitara del Emperador que lo presentara para obispo de Jaén, y Adriano VI lo promovió para dicha diócesis el 13 de junio de 1523, continuando como arzobispo de Bari. En los años en que residió en Jaén (1525-1529), con cortas salidas de esta ciudad, se dedicó a cumplir celosamente con su misión episcopal. Mientras tanto, el Emperador, durante su estancia en Granada, decidió crear el primero de julio de 1526 el Consejo de Estado sobre la base existente del Consejo Privado, y el Monarca no dudó en incluir entre los consejeros a cinco castellanos: Fadrique de Toledo, duque de Alba; Álvaro de Zúñiga, duque de Béjar; Alfonso de Fonseca, arzobispo de Toledo; Esteban Gabriel Merino, obispo de Jaén, y García de Loaysa, obispo de Osma; en este primer Consejo de Estado estaban también Mercurino de Gattinara y el conde Enrique de Nassau.

La actividad episcopal no llenaba plenamente a Merino, acostumbrado a moverse entre la corte papal y la imperial, por lo que empezó a hacer gestiones para volver a los ambientes en que se había movido en su primera etapa italiana. Se escribía con Alfonso de Valdés, se entrevistó en Úbeda con Francisco de los Cobos y al fin consiguió su propósito en 1529 cuando Carlos V se lo llevó a Merino a Italia como consejero de Estado, junto con Gattinara, Granvela, el señor de Praet, García de Loaysa y Francisco de los Cobos. El obispo de Jaén fue el encargado de organizar el viaje como proveedor general junto con el señor de Praet, así como los actos de la coronación imperial en Bolonia (1530).

El embajador veneciano Contarini, en su informe al Senado, destacó las cualidades que adornaban a Merino.

Por su eficaz actuación en ese acontecimiento, el Emperador quiso recompensarle solicitando de Clemente VII (1523-1534) que le concediera el capelo cardenalicio; antes, el Pontífice lo nombró Patriarca de las Indias, cesándolo en el Arzobispado de Bari. Mientras le llegaba el cardenalato, Merino, como consejero de Estado, acompañó al Emperador durante más de dos años por Flandes y Alemania, junto con Francisco de los Cobos y Nicolás Granvela.

En 1533, Clemente VII lo nombró cardenal asignándole provisionalmente el título de San Vidal para pasar pronto al de los santos Juan y Pablo. Desde ese año, residía el cardenal Merino en Roma como representante de España ante el Colegio Cardenalicio y precisamente entonces las relaciones con el embajador imperial ante la Santa Sede, Miguel Mai, así como con su sucesor el conde de Cifuentes, no fueron todo lo cordiales que se podía esperar, tal vez porque vieron cierta inclinación de Merino hacia el Papa.

Precisamente, de este Pontífice obtuvo distinciones para la diócesis de Jaén: el indulto de los prioratos por el cual los párrocos de la diócesis tenían que ser naturales del Reino de Jaén, y la bula Salvatoris Domini por la que concedía gracias espirituales a aquellos que contribuyeran con un real de plata para la fábrica de la catedral. El nuevo pontífice, Pablo III (1534-1549), previa presentación del Emperador, encargó a Merino la administración del Arzobispado de Gaeta y del Obispado de Bovino.

Merino falleció en Roma el 28 de julio de 1535, a los sesenta y tres años de edad, siendo obispo de Jaén. Fue sepultado en la Iglesia de Santiago de los Españoles, en una tumba de mármol que se atribuye a Juan de Juni; en el epitafio se recuerdan sus glorias políticas sin hacer referencia a su labor religiosa. En el siglo xix, fueron trasladados restos y mausoleo a la iglesia de Montserrat de Roma. Se conserva en la Catedral de Jaén un misal donado por el cardenal Merino, con miniaturas de tres afamados miniaturistas italianos; en dos de esas miniaturas aparece el retrato del cardenal Merino, seguramente idealizado.

 

Bibl.: B. Ximénez Paton, Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, Jaén, Imprenta P. Cuesta, 1628; G. González Dávila, Teatro eclesiástico de las Iglesias metropolitanas y Catedrales de los reinos de las dos Castilla, t. I, Madrid, Imprenta de Francisco Martínez, 1645; M. de Ximena Jurado, Catálogo de los obispos de las Iglesias catedrales de Jaén y Anales eclesiásticos de este Obispado, Madrid, Domingo García y Morras, 1654; G. Garimberti, La prima parte delle vite di alcuni papi e cardinali, Venecia, 1657; L. Pastor, Historia de los Papas desde fines de la Edad Media, ts. IX y X, Barcelona, Gustavo Gili, 1910; G. van Gulik y C. Eubel, Hierarchia Catholica medii aevi et recentoris aevii sive Summorum Pontificum, S.R.E. cardinalum eclesiarum antistitum series, t. III, Münster, Sumptibus et Typis Librariae Regensbergianae, 1923; E. Tormo, Monumentos de españoles en Roma y de portugueses e hispanoamericanos, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1942; J. M. Llorens, “Músicos españoles durante el siglo xvi en la Capilla Pontificia de Roma”, en Cuadernos de Trabajo de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, 7 (1955), págs. 275-289; M. Caballero Venzalá, “El Cardenal Esteban Gabriel Merino, Arzobispo de Bari y Obispo de Jaén”, en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (BIEG), 44 y 45 (1965), págs. 21-100 y págs. 9-65 respect.; M. Bataillon, Erasmo y España, México, Fondo de Cultura Económica, 1966; M. Fernández Álvarez, Corpus documental de Carlos V, t. I, Salamanca, Universidad, 1973; J. Pérez, La revolución de las Comunidades de Castilla, Madrid, Editorial Siglo XXI, 1977; J. Hidalgo Ogáyar, “El Misal del Cardenal Merino”, en BIEG, 104 (1980), págs. 63-73; H. Keniston, Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, Madrid, Editorial Castalia, 1980; J. Montijano Chica, Historia de la diócesis de Jaén y sus obispos, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1986; J. Goñi Gaztambide, “Merino, Esteban Gabriel”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, suplemento, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987; M. Caballero Venzalá, Semblantes en la niebla, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1994; A. Nicás Moreno, Heráldica y genealogía de los obispos de la Diócesis de Jaén, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1999; M. A. Ochoa Brun, Historia de la diplomacia española, t. V, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1999; F. J. Martínez Rojas, “Anotaciones al episcopologio giennense de los siglos xv y xvi”, en BIEG, 177 (2001), págs. 285-423.

 

Luis Coronas Tejada

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