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Berenguer de Landore (o Landoira)

Biografía

Landore (o Landoira), Berenguer de. Rodes (Francia), c. 1262 – Sevilla, 20.IX.1330. Dominico (OP), predicador, teólogo, embajador, legado pontificio, arzobispo y general de la Orden.

Procedente de una familia noble de la región francesa de Auvernia, Berenguer ingresó en el convento de los dominicos de Toulouse y tomó el hábito el 10 de mayo de 1282. Tras estudiar Física (1287-1289) en Toulouse y Teología (1292-1293) en Montpellier, fue maestro de ambas en los conventos de Rodes, Albi, Limoges y en los ya mencionados. Después, en 1300 fue nombrado predicador general y dos años después fue definidor para el Capítulo Provincial de Carcassonne.

Tras licenciarse en Teología (1306), salió elegido provincial y en 1308 se doctoró en París, donde fue regente durante dos años. En 1310 fue reelegido provincial y asistió como vicario general de la Orden al Concilio convocado por el papa Clemente V en Viena (1311-1312), en el que tomó parte en la elaboración de la constitución Exivi de paradiso sobre la interpretación de la Regla de San Francisco. En el Capítulo General de 1312 celebrado en Carcassonne, y que casualmente él presidía, salió elegido general de la Orden dominica, el decimotercero, tras Aymeric de Placenza.

Sus cinco años de generalato fueron muy intensos, celebró cinco Capítulos Generales, uno por año: en 1313 lo hizo en Metz, en 1314 en Londres, en 1315 en Bolonia, en 1316 en Montpellier y en 1317 en Pamplona, tras el cual cesó al ser nombrado arzobispo de Compostela. Berenguer cambió la línea doctrinal hasta entonces seguida por la Orden, la escolástica de Pedro Lombardo, por la nueva teología, también escolástica, tomista de Tomás de Aquino, además insistió en la urgente necesidad de entregarse al estudio, a la vez que exigió una sólida formación religiosa y doctrinal para el ejercicio del ministerio de la predicación y de la confesión. Las obras de santo Tomás se convirtieron en el manual de enseñanza y estudio de los dominicos. También procuró corregir abusos de la vida regular y dio un impulso tan eficaz a las misiones dominicanas en Oriente que se le considera como el verdadero fundador de la congregación de los frailes peregrinantes. En 1317 el papa francés Juan XXII le encomendó una importante misión diplomática para restablecer la concordia entre los nobles levantiscos y el rey de Francia Felipe V. Al regresar de la exitosa misión, el Papa le designó arzobispo de Santiago tras no haber alcanzado un acuerdo, para elegir pastor entre los tres candidatos, los canónigos compostelanos.

Berenguer pasó los últimos meses del año en Aviñón, donde, por encargo de Juan XXII, estuvo examinando la ortodoxia del comentario al Apocalipsis del franciscano Pedro Juan Olivi, además de ocuparse de algunas cuestiones relacionadas con el hábito franciscano.

En el verano de 1318 entró en España con una selecta biblioteca de obras teológicas bajo el brazo y en calidad de legado pontificio, pues el gobierno de los tutores-regentes —los infantes Juan y Pedro y la reina madre María de Molina— del rey-niño Alfonso XI requería su concurso de pacificación, a saber: hacer que se restituyesen las villas y tierras adjudicadas a los infantes de la Cerda en 1304 por un laudo arbitral de los reyes de Portugal y Aragón, a lo que respondieron que habían jurado entregar al rey Alfonso XI el reino tal como se lo entregó su padre Fernando IV; legitimar los matrimonios del infante-tutor Juan —hijo de Alfonso X— con su mujer María de Haro, y el de su hijo Juan el Tuerto con Isabel de Portugal, cosa que hizo en Toro; inducir a la reina María de Molina y al infante Pedro —hijo de Alfonso X— a la restitución de los bienes de los templarios (12 de agosto de 1318), conseguido gracias a la Reina; Velar y arreglar la situación financiera de la Universidad de Salamanca, problema que solucionaría tiempo después, en febrero de 1320.

Al llegar a Santiago, Berenguer se encontró con la rebelión de los burgos, con Alonso Suárez de Deza a la cabeza, contra la jurisdicción del arzobispado, siendo encerrado el mismo en la catedral y quemados los palacios arzobispales. Juan XXII, inmediatamente, intervino en su favor a través de los arzobispos de Sevilla y Toledo y del resto del clero gallego para que castigasen a los secuestradores con la excomunión y recuperasen y defendiesen los derechos de su iglesia (19 de diciembre de 1319). Alonso Suárez y otros cabecillas de la rebelión compostelana, quienes también habían dado muerte al abad de San Salvador de Camazo, pagaron por su crímenes cuando al intentar entrar por sorpresa en el castillo de la Rocha —residencia del arzobispo Landore— fueron liquidados por el mayordomo del arzobispo (16 de septiembre de 1320). A principios del otoño de ese mismo año se sofocó la rebelión en toda la comarca y Berenguer se mostró generoso con los sublevados.

A partir de entonces pudo dedicarse al gobierno de la archidiócesis, en la que celebró tres sínodos diocesanos (1319, 1320 y 1322) y dos concilios provinciales (1324 y 1327), los cuales no pudieron contener el avance de la indisciplina y de la inmoralidad, favorecido por la anarquía interna. Antes de la clausura del concilio nacional convocado por el legado pontificio Guillermo de Peyre de Godín —dominico— (Palencia y Valladolid, 1321-1322), Berenguer fue enviado por Juan XXII a Portugal para poner paz entre el Rey y su hijo. Seguidamente aprovechó su estancia en el reino luso para proceder, a instancias del Papa, con el obispo de Silves en el asunto del maestre provincial de la Orden de Santiago en los reinos de Portugal y Algarbe con idénticas facultades a las que gozaba con el anciano arzobispo de Braga. A su regreso a Santiago el arzobispo levantó las censuras habidas contra los compostelanos levantiscos y, en especial, contra el infante don Felipe —hijo de Sancho IV— por encargo del cardenal de Santa Sabina, gesto pacificador que vino del Papa.

El arzobispo compostelano fue uno de los pocos prelados que gozó de la confianza del Papa para esta clase de misiones. En julio de 1323 volvió a confiar, de nuevo, Juan XXII en el prelado, esta vez para que corriera con el cuidado de cobrar y transmitir a la cámara apostólica los frutos y bienes inmuebles del obispado de Lugo, vacante por muerte de su obispo Juan Fernández de Sotomayor, los cuales habían sido objeto de expolio por parte de clérigos y seglares. En 1324 ordenó al deán y Cabildo salmantino que obligasen a los clérigos de Alba de Tormes a pagar su parte de las tercias de las fábricas de las iglesias, gravamen concedido por Clemente V para sufragar el sueldo a los profesores de la Universidad de Salamanca.

Cuando alcanzó la mayoría de edad el rey Alfonso XI (13 de agosto de 1325), el Papa le mandó una carta de recomendación a favor de Berenguer de Landore y de la Iglesia de Compostela, pues conocía la enemistad del infante Felipe con el prelado. El Rey repartió los cargos importantes entre algunos partidarios de su tío Felipe, con lo que Berenguer fue retirándose cada vez más de los asuntos públicos. La siguiente intervención importante del arzobispo se dio como consecuencia del delito cometido por el obispo de Orense, Gonzalo Núñez de Novoa, que hizo encarcelar a García Martínez, su canónigo y tesorero, por rencor y pereció maltratado en su encierro. En 1326 el Papa comisionó a los arzobispos de Santiago y Braga para que abriesen proceso al prelado orensano, quien murió envenenado tiempo después.

Con la mayoría de edad del Rey también se reanudó la ofensiva contra el islam y de nuevo Juan XXII trató de proteger a Berenguer mandando una misiva al Rey (9 de julio de 1326) suplicándole que no obligara al arzobispo de Compostela a ir a la guerra contra el moro, pues había tenido muchos gastos y trabajos asistiendo a las curias regias. El Papa no dejó de conceder privilegios al arzobispo y su diócesis justamente merecidos, pues habían sido muchos sus servicios a la sede de Aviñón. En 1327 fue encargado de investigar judicialmente la denuncia habida contra el obispo de Lugo, Juan (1326-1348), por haberse negado a pagar unos servicios comunes, y los innumerables delitos cometidos por Francisco Pérez, prior del monasterio de Santa Cruz de Coimbra. Berenguer también había intervenido como legado en la disputa que mantuvo Juan XXII con Luis de Baviera —futuro Luis IV—, candidato a la Corona Imperial. Éste acusó al Papa de hereje al no recibir su apoyo, por lo que fue excomulgado en 1324.

Finalmente, Landore, en 1330, acompañó al rey Alfonso XI en su campaña contra los musulmanes, y a su regreso la muerte le sorprendió en Sevilla, donde fue sepultado en el convento dominicano de aquella ciudad.

 

Obras de ~: Litterae encyclicae ad Ordinem Praedicatorum (datae in capitulis generalibus celebratis Carcassonnae 1312; Metis, 1313; Londoniis, 1314; Bononiae, 1315; in Montepesulano, 1316); Ordinationes de Societate Fratrum Peregrinatium propter Christum, Montpellier, 20 de octubre de 1312; Constitutiones synodales (1320, 1322) et provinciales (1324, 1327).

 

Bibl.: V. de la Fuente, Historia eclesiástica de España, Madrid, Compañía de Impresores y Libreros del Reino, 1873, pág. 353; M. Chamoso Lamas, “Algunos datos sobre el arzobispo don Berenguer de Landore”, en Cuadernos de Estudios Gallegos, 2 (1946), págs. 231-242; J. Goñi Gaztambide, “El fiscalismo pontificio en España en tiempo de Juan XXII”, en Anthologica Annua, 14 (1966), págs. 65-98; V. Beltrán de Heredia, Cartulario de la Universidad de Salamanca, Salamanca, Universidad, 1970; M. C. Díaz y Díaz et al., Hechos de don Berenguel de Landoira, arzobispo de Santiago, Santiago de Compostela, Universidad, Centro de Estudios Jacobeos, 1983; J. Goñi Gaztambide, “Landore, Berenguer de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, págs. 420-425.

 

César Ramos Iglesias

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