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Joseph Dombey

Biografía

Dombey, Joseph. Mâçon (Francia), 22.II.1742 – Isla de Guadalupe (Antillas Francesas), 1794. Médico, botánico, naturalista en Perú y Chile.

Miembro de una vieja familia burguesa afincada en Pont de Veyle (Francia), su padre, Jean-Philibert, casó en Maçon con Marie Carra. Tuvo catorce hermanos.

Entre sus ascendientes hay médicos, matemáticos y ricos comerciantes. Su progenitor se dedicó al comercio de la especias y amasó una considerable fortuna. Muerta la madre en 1751 y el padre cinco años después, decidieron su suerte entre su tío, Denis Dombey, doctor en Teología y cura de Montagneux en Dombes y una tía, Marie-Claudien Hoste, de sesenta y dos años, viuda del cirujano Jean Dombey de Pont-de-Veyle. Fue confiado a la señora Hoste, emparentada con el jesuita Paul Hoste, matemático e ingeniero naval. De acuerdo con esa tradición familiar, se educó en la Compañía de Jesús. Al parecer no respondió demasiado bien a sus enseñanzas durante la infancia, pero en 1763, con apenas veintiún años, poseía el grado de maestro (bachiller) en Artes. El 28 de enero de 1764 llegó a Montpellier para cursar estudios en la Facultad de Medicina. El 16 de mayo de 1766 recibió el grado de bachiller; a continuación, efectuó los exámenes necesarios para obtener la licencia y el 4 de julio de 1767, recibió el título de doctor en esa facultad. Permaneció durante tres años estudiando Botánica con Antoine Gouan, profesor de Botánica y director del Jardín Botánico de Montpellier y examinó las plantas de los alrededores de la ciudad.

Con su maestro hizo un viaje a los Alpes en el verano de 1768, luego herborizó en las cercanías de París y trabó conocimiento con los encargados del Jardín del Rey. De regreso a Maçon, a finales de ese año, siguió con el estudio de las plantas. Hizo un viaje de tres meses a los Alpes. Fruto de sus trabajos reunió un completo herbario de plantas secas, en donde se encontraban las medicinales, las alpinas y las exóticas procedentes de los jardines botánicos de Perpignan o Montpellier. En el Dauphiné, se encontró con Jean- Jacques Rousseau y le guió en sus primeros pasos por la ciencia de las plantas. En 1772 visitó por segunda vez París y se hizo discípulo de los grandes botánicos franceses: Bernard de Jussieu, Louis-Guillaume Le Monnier, Antoine-Laurent de Jussieu y el jardinero mayor del Jardín del Rey, André Thouin, entre otros. Frecuentaba la casa del señor de la Saudraye, aficionado distinguido y fiel oyente de los Cursos del Jardín de París y de la marquesa de Gage de Pommereuil, ocupada en el estudio de las gramíneas. En esa época, durante el invierno, se entregaba a las diversiones de la ciudad, pero en primavera volvía a sus flores.

Viajó por las provincias del Midi y a lo largo del mar.

Tenía fama de buena salud, ágil, vigoroso, alegre y de aspecto agradable. Poseía dinero y no lo malgastaba.

Para su trabajo, viajaba a pie y vivía con la frugalidad de un anacoreta. En 1774, el agrónomo Rast de Maurepas le ofreció una larga hospitalidad en Lyon, en su finca d’Ecully, junto al sueco Adolf Murray. En 1775, mientras recorre el Jura, recibe una carta de Thouin. Le habla de una misión larga en territorios lejanos; vagamente le menciona la isla Borbón, Madagascar...

y le solicita su rápida llegada a París.

En ese tiempo era interventor general de Finanzas, Anne Robert Jacques Turgot. Aficionado al estudio de la historia natural, de la geografía y fisiócrata, estaba muy interesado en el estudio de los recursos vegetales.

Durante su período de intendente del Limousin había expandido en esa región el cultivo de la patata, propagado el trébol y las praderas artificiales. Nada más llegar al Ministerio, mandó a las Indias a Saint-Emon para estudiar plantas y productos útiles, pero su navío naufragó. Encargó al abate Rozier viajar a Córcega para vigilar la introducción del árbol del the en esa isla.

Favoreció la empresa de Thierry de Menonville quien se encontraba en Oaxaca para conseguir la cochinilla e importarla a las Antillas y sometió a la aprobación del Rey el envío de un naturalista al Perú con el encargo de encontrar cuanto fuese bueno para las artes y la agricultura y continuase la obra botánica realizada allí con anterioridad por la Condamine y Jussieu, compañeros de Godin en la expedición hispanofrancesa para medir un arco del meridiano terrestre (1735) en la que también viajaron Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Al llegar Dombey a París, se enteró de su misión. Contaba con el apoyo de Condorcet, desde la Real Academia de Ciencias y de Bernard Jussieu, deseoso de recuperar los trabajos de su pariente. Se puso a estudiar español y algo de dibujo. Sin embargo, Turgot cayó en desgracia el 12 de mayo de 1776. Su sucesor, Clugny, era amigo de Jussieu y las cosas siguieron adelante en Versalles, aunque con una cierta lentitud burocrática. Las negociaciones ante la Corte de Carlos III dieron resultado positivo, si bien se encomendó la preparación de esa expedición a Casimiro Gómez Ortega y se exigió la dirección de la misma a cargo de un español. De esa manera, Hipólito Ruiz, su discípulo predilecto, alumno de Botánica suyo, todavía sin licenciarse siquiera en Farmacia, muy joven y recién llegado de Belorado, debía mandar a Joseph Dombey, doctor en Medicina, botánico muy experto y conocedor de la alta sociedad francesa. Ortega trató de formar rápidamente a los expedicionarios españoles, Ruiz y Joseph Pavón, pero en sus instrucciones les aconsejó llevarse bien con el francés y aprender de él cuanto pudieran, para lo cual les prohibió herborizar por separado al principio. Ruiz y Pavón crecieron científicamente en los territorios ultramarinos; Dombey perdió su salud, su carrera y casi su gloria.

Llegó a Madrid el 5 de noviembre de 1776 luego de un largo viaje a pie durante el cual se dedicó al estudio de las plantas. Visitó al director del Gabinete de Historia Natural, Dávila, a Casimiro Gómez Ortega, quien le recibió con exquisita cortesía y al embajador de Francia que, aparentemente, no sabía nada del asunto. Ortega fue su anfitrión en Madrid, le enseñó la Real Academia Médica, le invitó a su mesa, le enseñó sus colecciones y el francés fue alumno de sus cursos de Botánica pues, según Dombey, hablaba un español muy puro. Las instrucciones de Ortega les recomendaban fijar especialmente su atención en la canela y la quina. La primera muy importante económicamente para los españoles por el gran consumo efectuado de la misma, dada su costumbre de tomarla con el chocolate y ser, hasta el momento, monopolio holandés. La segunda por su condición de único febrífugo conocido, cuyo lugar de crecimiento era sólo las colonias españolas.

Dombey se comprometía a aceptar la dirección de Ruiz; los expedicionarios se responsabilizaban de dividir en partes iguales las pertenencias científicas enviadas a las respectivas metrópolis, de no efectuar publicación alguna antes del regreso de todos y de no implicarse en asuntos comerciales.

Partieron el 28 de octubre de 1777 a bordo de El Peruano, un navío de sesenta cañones que llegó al Callao el 7 de abril de 1778. En 1780, Dombey informó a Thouin, primero, y al secretario de Indias, Joseph Gálvez, después, de la inexistencia de la canela en América, la cual sería el Laurus indica de Linneo o el Laurus quixos y no el Cinamomun de los holandeses.

Antes de eso, el francés fue muy bien recibido por la sociedad limeña y por el virrey; el aprecio general decayó cuando empezaron su trabajo y les vieron recoger plantas a pie. Les apodaron “los brujos hierbateros”.

Dombey se quejaba, específicamente, de lo que se debía esforzar para ser tratado como un buen católico, pues las obras de los filósofos franceses habían escandalizado a los españoles; además, el ejercicio de la Medicina le atrajo las envidias de sus colegas peruanos.

En la distancia, empezó a recelar muy seriamente de Casimiro Gómez Ortega, aunque no de sus compañeros ni del ministro Gálvez. Su entretenimiento principal fue el juego y era bien aceptado tanto por la sociedad frívola, como por la más erudita.

Sus primeros pasos en la colonia fueron los propios de un científico avezado. No sólo herborizó y enseñó a hacerlo a sus compañeros; también se ocupó de estudios arqueológicos, de los cuales queda testimonio en España y Francia en forma de vestidos ceremoniales, cerámica y objetos de oro y plata; de recolectar platina, hasta entonces considerado como un posible edulcorante de la plata, sobre la cual se estaban realizando experimentos en toda Europa; muestras de las principales minas peruanas y la goma elástica del caucho.

El propio virrey, Manuel de Guirior, le encomendó el análisis de las aguas de Chauchin el 16 de febrero de 1779. A partir de enero de 1780, cuando regresan a Lima, empieza a resentirse su salud, circunstancia similar a la que sufriría Ruiz. Camino de Huanuco el indígena compañero suyo cae por un torrente y su muerte le produce una profunda impresión. En esa ciudad, se emplea a fondo como médico, en ayuda de sus habitantes atacados por epidemias de disentería y tabardillo. El corregidor, Pedro Joseph de Loyola, se lo agradece por escrito el 27 de agosto de 1780.

En 1781, regresa a Lima y ya habla de fatiga y de su deseo de regresar a Europa. El levantamiento de Tupac- Amaru obliga a la expedición a marchar a Chile, donde permanecen catorce meses entre 1782 y 1784.

A su llegada, se encuentran el país asolado por una peste y Dombey se dedica a luchar contra ella en su calidad de médico. El obispo de Concepción trata de contratarlo para su ciudad, le ofrece un buen sueldo y la posibilidad de casarse con una joven bella y rica, pero el francés se resiste. En Santiago, Tomás Álvarez de Acevedo, regente de la Audiencia, le envía a examinar una mina de mercurio llamada La Jarilla, cerca de Andacollo. A raíz de su encargo, redacta un informe sobre la explotación de las minas en general y lo envía a Madrid. Pese a sus excelentes actuaciones, a juzgar por su testimonio, el visitador Escobedo le trató con una dureza insultante. Dombey creyó ver en su conducta la larga mano de Ortega, guiada por sus propios celos y los de sus discípulos Ruiz y Pavón, con los que, curiosamente, no tuvo incidente alguno, salvo los derivados del carácter duro del burgalés Ruiz. Durante el viaje a la mina, enfermó de escorbuto y se quedó sordo; también tuvo una disentería violenta tras el incidente con el visitador. De regreso a Lima, Dombey se embarca con destino a Cádiz el 14 de abril de 1784, tras despedirse de sus compañeros de viaje españoles.

El Peruano, el mismo buque en que llegó, sufre una avería y se ven obligados a entrar a puerto en Río de Janeiro el 4 de agosto de 1784. La circunstancia favorece mucho a Dombey. Gravemente enfermo de escorbuto, había perdido casi todo el cabello. El virrey Vasconcelos y Sousa le recibe muy bien; se recupera y se dedica a herborizar, a recolectar piedras preciosas, goma elástica, maderas y mariposas. Una vez reparado el buque, reanudan el viaje y arriban a Cádiz el 26 de febrero de 1785. Dombey llega tan débil que apenas puede hablar ni escribir. En tierra se encuentra con que no le dejan continuar viaje a Francia. Le obligan a hacer el reparto de sus colecciones, tal y como se había comprometido previamente. Para ello, llega a Cádiz otro discípulo de Ortega, Juan de Cuéllar, dedicado a su tarea con minuciosidad y sin prisas. Dombey se siente mal tratado y perseguido. Llega a creer que Ortega desea matarle; hace un paquete con sus diarios y se los confía al capitán de la fragata La Bellone, quien los transporta hasta Francia. Tras diez meses de retención en Cádiz, regresa a París el 13 de octubre de 1785. La Academia de Francia de la que era miembro correspondiente desde el 13 de agosto de 1783 le saluda mediante la pluma de Lavoisier y le recibe con honores. El Rey, por mediación de Buffon y Calone, le otorga una recompensa económica. En enero de 1786, Jussieu le ofrece una plaza en la Academia de Ciencias, pero la rehúsa. Al decir de sus amigos, su alma es la de un viejo. Está sin energía y sin ambición, presa de una extrema melancolía. En su desesperación, sólo manifiesta su deseo de vengarse de Ortega y Gálvez, acaso de regresar a Perú y llevar a cabo una revolución.

Dombey había perdido en la expedición su salud física y mental. Para rematar la situación, en la Gaceta de Madrid, el 11 de julio de 1786 se publica un artículo, inspirado o tal vez redactado por Casimiro Gómez Ortega, en el cual se reacciona muy duramente al anuncio del conde de Buffon, aparecido en el Journal Général de France el 14 de enero de 1786 de que el herbario de Dombey iba a ser publicado por Charles Louis L’Heritier de Brutelle. Era éste un rico hacendado, aficionado a la botánica, corresponsal del propio Gómez Ortega, quien gracias a los primeros envíos de Dombey y del propio Ortega había dado a conocer algunas de las plantas peruanas en los primeros tomos de su Stirpe Novae. Ante la protesta española, el Ministerio de Asuntos Exteriores quiso enterarse del estado del herbario. Como quiera que había sido entregado a L’Heritier y Buffon no estaba en París, André Thouin llegó a solicitárselo hasta su mansión privada.

L’Heritier le pidió su recibo y mientras viajaba para llevárselo, agarró el herbario, se embarcó en Calais y se exilió en Inglaterra, en donde trataron de recuperarlo los diplomáticos españoles sin ningún éxito.

L’Heritier siguió publicando sus Stirpes, hasta que mermó su interés. A ellas ha de acudirse si queremos saber algo sobre la obra científica de Dombey. El viajero, mientras tanto, asustado por el cariz de los acontecimientos, quemó sus manuscritos, en Lyon, donde estaba alojado. Destruyó las descripciones geográficas recolectadas, los estudios médicos sobre las pestes, una memoria acerca de la coca, notas de arqueología, observaciones barométricas, memorias sobre canteras y minas. Todo el trabajo se lo llevó el fuego con excepción de su herbario, secuestrado en Inglaterra.

Poco a poco, sin embargo, fue mejorando su estado mental. Sus compañeros Ruiz y Pavón le envían dibujos y plantas y él se lamenta de que serían asesinados si Ortega se enterase. En Lyon trabaja como sanitario pero, al mejorar su estado de salud, vuelve a sentir deseos de viajar. El revolucionario Comité de Salud Pública decide el 16 de diciembre de 1793 enviar a los Estados Unidos de América a un sabio, encargado de presentar el nuevo sistema métrico y de traerse muestras de semillas y noticias geográficas. Dombey parte del Havre el 17 de enero de 1794 y desembarca en Guadalupe el 21 de febrero de 1794. Como enviado de la República fue muy bien recibido en Pointe-à-Pitre, pero se hizo sospechoso para el gobernador, contrario a las ideas revolucionarias, quien le llamó para interrogarlo. Los ciudadanos acudieron a la casa del gobernante para solicitar su libertad y muchos fueron ejecutados al instante.

Dombey se sintió invadido por un gran malestar físico y espiritual. El gobernador se dio cuenta de su independencia y falta de interés político, pero le ordenó dejar la colonia. Embarcado en un navío americano, apenas abandonaron la rada fueron capturados por corsarios.

Conducido a la prisión de Montserrat no se volvieron a tener noticias suyas. La noticia de su muerte se le comunicó al Comité de Instrucción Pública el 27 de vendémiaire del año III (27 de otubre de 1794).

 

Bibl.: J. P. F. Deleuze, “Notice historique sur Joseph Dombey”, en Annales du Muséum, t. I (1804), págs. 136-169; P. A. Cap, Joseph Dombey (Études biographiques pour servir a l’histoire des sciences, París, 1854; E. T. Hamy, Jospeh Dombey médecin, naturaliste, archéologue, explorateur de Pèrou, du Chili et du Brèsiel (1778-1785). Sa vie, son oeuvre, sa correspondance.

Avec un choix de piéces relatives à sa Missión, Paris, Libraire orientale & amèricaine, 1905; F. Guerra, “Dombey, Joseph”, en Ch. C. Gillispie (ed.), Dictionary of scientific biography, vol. III, New York, Charles Scribner’s sons, 1980, págs. 156-157; A. R. Steele, Flores para el Rey. La expedición de Ruiz y Pavón y la Flora del Perú (1777-1788), Barcelona, El Serbal, 1982.

 

Javier Puerto Sarmiento