Góngora y Martínez, Manuel. Tabernas (Almería), 1812 – Madrid, 12.IV.1884. Arqueólogo e historiador.
Cursó sus primeros estudios de Filosofía en el seminario conciliar de San Indalecio de Almería. En 1837 marchó a Granada, licenciándose en la Facultad de Jurisprudencia, en 1844. Se graduó después como bachiller de Filosofía y en 1849 se licenció en Ciencias Naturales. En Granada participó del ambiente intelectual promovido por los integrantes del Liceo de Granada, que influyeron en su trayectoria científica e intelectual. Entre ellos destaca su amistad con Aureliano Fernández-Guerra, en el que encontró siempre un firme apoyo, tanto en sus investigaciones científicas como en su trayectoria académica y universitaria, así como en José de Castro y Orozco, marqués de Gerona, del que años más tarde escribiera su biografía. Ambos le introdujeron en el positivismo arqueológico y todos ellos animaron a Góngora a su dedicación al estudio de la antigüedad. Por Real Orden de 18 de agosto de 1853 fue nombrado catedrático de instituto en Ávila, donde permaneció hasta 1856, año en el que, gracias a la mediación del marqués de Gerona, fue nombrado catedrático de Geografía e Historia del instituto de Jaén, en el que permaneció hasta 1858.
En este lustro Manuel de Góngora emprendió una serie de exploraciones arqueológicas sufragadas a su costa con las ganancias que le dejaba el ejercicio de la abogacía. Guiado por la lectura de Polibio, Apiano, Tito Livio y otros historiadores grecolatinos y un espíritu científico, llevó a cabo un detenido examen del territorio giennense, especialmente de Cástulo y sus alrededores, así como del terreno comprendido entre los ríos Guadalén y Guadalimar. Cabe destacar que Góngora se hizo acompañar por el fotógrafo Genaro Giménez, y que ésta es la primera exploración arqueológica en la que se empleó la fotografía en España. También acompañaron a Góngora su hermano Rafael y Baltasar del Prado, ayudante de obras públicas, quien levantó los planos de los yacimientos de Cástulo, Silpia y Giribaile.
En la exploración recogió y copió numerosas inscripciones, algunas de ellas inéditas, además de restos arquitectónicos y escultóricos romanos. Centró especialmente su atención en Cástulo, pero también visitó las ruinas de Iliturgi, Torreblascopedro, Ad Morum, Aldea de Montizón, Mentesa Oretanorum (Villanueva de la Fuente), Ibros, Silpia, Piedra Hincada (Begíjar), Giribaile, Ermita de la Consolación, Cerro del Poeta, Ilvgo, Cerro de Ballesteros, Sorihuela. En la orilla izquierda del Guadalimar visitó Nubla (en el camino de Cazorla a Santo Tomé), Torre del Obispo, El Campanil, Villarejos y Cerro Alcalá.
Antes de concluir su investigación, y gracias a la intercesión de A. Fernández-Guerra, entonces secretario del Consejo de Instrucción Pública, se le encargó, por Real Orden de 30 de septiembre de 1858, la cátedra de Historia Universal de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, que ocupó interinamente hasta su nombramiento definitivo, tras alcanzar el grado de doctor, el 27 de julio de 1860, con una tesis sobre las cruzadas.
Por los esfuerzos empleados, los caudales invertidos y los materiales rescatados en estas exploraciones fue nombrado, por Real Orden de 29 de abril de 1859, inspector de Antigüedades de Granada y Jaén, con el beneplácito de la Real Academia de la Historia.
En este nombramiento fue decisiva la influencia de A. Fernández-Guerra, verdadero mentor de Góngora, como él mismo afirmó en varios lugares.
En estos años en los que Góngora desarrolló sus investigaciones sobre la arqueología giennense, la Real Academia de la Historia había convocado la segunda edición del Premio por Descubrimiento de Antigüedades. Góngora presentó varios calcos de inscripciones inéditas procedentes de Cástulo y su comarca y el 12 de febrero de 1860 un manuscrito titulado Viaje literario por las provincias de Granada y Jaén, siendo premiado por ambos trabajos, además de ser nombrado académico correspondiente, según se establecía en las bases de la convocatoria. La concesión del premio también incluía la publicación de trescientos ejemplares de la memoria. Pero, cuando ya estaba en la imprenta, Góngora solicitó a Aureliano Fernández- Guerra y a José Amador de los Ríos que se paralizara su impresión, pues no deseaba publicarla, ya que Manuel Rodríguez de Berlanga, a quien había prestado una copia del manuscrito, publicó todas las inscripciones inéditas en su obra Estudios romanos (1861), en connivencia con Hübner, pero sin permiso de Góngora. Por esta razón la memoria permaneció inédita hasta que el erudito ingeniero de minas inglés Horace Sandars la publicó parcialmente, ya que la obra completa, con las fotografías y los planos no ha sido nunca publicada.
El Viaje literario de Góngora fue, pese a todo, una obra largamente alabada en su tiempo al estar inspirada en el positivismo científico, porque rescató gran número de epígrafes, muchos de ellos inéditos, porque Góngora exploró los yacimientos, y porque utilizó la fotografía, un método pionero en la Arqueología de su tiempo.
Como inspector de Antigüedades, Góngora redactó una serie de informes sobre la conservación de la alcazaba islámica de Guadix, cuyo Ayuntamiento, en 1862, tuvo la intención de vender a un particular, circunstancia que aprovechó para realizar un estudio histórico sobre el monumento.
En noviembre de 1860 se descubrieron en el cortijo de Máquiz (Mengíbar, Jaén), en la necrópolis de la antigua Iliturgi, una serie de bronces ibéricos zoomorfos, que fueron donados por un vecino de Mengíbar al Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, en abril de 1862. La Academia, ante la importancia del hallazgo, ya que se trataba de una de las primeras manifestaciones de la toréutica ibérica hasta ese momento prácticamente desconocida, consideró conveniente que Manuel de Góngora explorase el lugar del hallazgo y determinase la oportunidad de emprender excavaciones. Góngora exploró el yacimiento en el verano de 1862 en unión del ingeniero Manuel de la Paz Mosquera, que levantó un plano del lugar que se presentó a la Academia, aunque finalmente no se emprendieron excavaciones, y los bronces, que hoy se sabe que pertenecieron a un carro o lecho funerario del siglo iii o iv a. C., fueron estudiados por José Amador de los Ríos.
El 20 de marzo de 1866 fue nombrado vocal de la Comisión de Monumentos de Granada, de la que posteriormente llegaría a ser vicepresidente, bajo la presidencia de su amigo y protector José de Castro y Orozco, marqués de Gerona. En estos años, Góngora participó activamente en el intenso debate que se generó en torno a la necesidad de redactar un proyecto de ley de excavaciones, reclamado insistentemente al Gobierno por varios miembros de las Comisiones de Monumentos y de la Real Academia de la Historia.
El 16 de septiembre de 1867 obtuvo de nuevo el Premio por Descubrimiento de Antigüedades al presentar una memoria en la que fijaba definitivamente la situación de la antigua Salaria en Úbeda la Vieja (1867). En este año fue nombrado socio correspondiente del Istituto di Correspondenza Archeologica de Roma, distinción que pocos anticuarios españoles tenían el honor de ostentar.
En este mismo año envió el manuscrito de la obra Antigüedades de los primeros pobladores del territorio granadino al Gobierno, que pasó a informe de la Real Academia de la Historia. La obra, tras el informe preceptivo, fue finalmente publicada por la Academia, en 1868, bajo el título de Antigüedades prehistóricas de Andalucía. Es una de las más importantes contribuciones de Góngora a la arqueología española, ya que se trata de uno de los primeros trabajos sobre la prehistoria que se publicó en España. Por una parte Góngora desterró la idea de que los dólmenes habían sido obra de los celtas y, por otro, dio a conocer los primeros ejemplos de la pintura rupestre y un importante conjunto de materiales característicos del neolítico andaluz y, especialmente, varios objetos de esparto hallados en la cueva de los Murciélagos que, no obstante, fueron tenidos por falsos injustamente. Fue un trabajo que se separó de la visión físico-antropológica de la prehistoria y adoptó una visión más histórica que contribuyó a consolidar los estudios prehistóricos en España, cuestión de gran importancia dado el contexto sociopolítico español de entonces, en que la prehistoria se veía involucrada en la polémica entre ciencia y religión. En 1869 donó parte de su colección de objetos prehistóricos al Museo Arqueológico Nacional, donación que repitió en 1871, de manera que gran parte de sus colecciones pasaron a propiedad estatal, mientras que otro lote ingresó en el Museo de Granada. En 1870 publicó nuevos datos sobre los objetos hallados en la cueva de los Murciélagos.
Tras la publicación de las Antigüedades prehistóricas, Góngora, un tanto desalentado, abandonó sus investigaciones arqueológicas, dedicándose casi con exclusividad a su labor docente, aunque continuó en la Comisión de Monumentos de Granada, en la que fue uno de sus miembros más activos, tal y como demuestra su participación en las excavaciones que la Comisión realizó en 1875 en Atarfe (Granada).
En los últimos años de su existencia se trasladó a vivir a Madrid, donde había establecido una editorial su hijo Francisco en la calle de San Bernardo, dedicada a la traducción y edición de obras de historia, en la que publicó algunos de sus manuales.
Obras de ~: Los dos huérfanos, novela granadina, Granada, 1844; Espíritu y hechos generales determinantes de las Cruzadas: modificaciones de aquel espíritu desde la Primera Cruzada a las últimas e influencia de este hecho histórico en la civilización, Madrid, Luis Beltrán, 1860; Consideraciones acerca de la propagación del Cristianismo en España y de la suerte de los cristianos andaluces, especialmente desde la invasión de los árabes hasta la fundación del reino de Granada, Granada, Juan María Puchol, 1861; Memoria premiada por la Real Academia de la Historia, fijando definitivamente el sitio de la colonia salariense, Madrid, 1867; La colonia salariense de los Oretanos, Madrid, 1867, Antigüedades prehistóricas de Andalucía. Monumentos, armas, utensilios y otros importantes objetos pertenecientes a los tiempos más remotos de su población, Madrid, C. Moro, 1868, Antigüedades prehistóricas de Andalucía. Cartas sobre algunos nuevos descubrimientos, Madrid, 1870; Apuntes biográficos del Excmo. Sr. D. José de Castro y Orozco, Marqués de Gerona, Granada, Paulino Ventura Sabatel, 1870; Monumentos del antiguo Reino de Granada, Madrid, 1870; Consideraciones acerca del Concilio Eliberritano primero de los Sínodos de España y aurora del triunfo definitivo de la Iglesia sobre el gentilismo, Granada, 1871; Lecciones de Historia Universal y particular de España, Granada, Imprenta de la Lealtad, 1878; Nociones de Historia Universal y de España, Granada, 1879; Nociones de Geografía, Granada, Viuda de Puchol, 1881; Nociones de Historia general de España escritos para que puedan servir de texto en los establecimientos de Segunda Enseñanza, Madrid, Est. Tipográfico de Góngora, 1882; Nociones de Historia Universal, Madrid, Est. Tipográfico de Góngora, 1882; Viaje literario por la provincia de Jaén y La puente quebrada sobre el río Guadalimar; Memorias presentadas, respectivamente a la Real Academia de la Historia por D. Manuel de Góngora [...] y D. Horacio Sandars, Jaén, 1915.
Bibl.: M. Pastor y J. A. Pachón, “Estudio preliminar”, en Antigüedades Prehistóricas de Andalucía, Granada, Universidad, 1991, págs. IX-LXV (ed. facs.); M. Ayarzagüena, “Manuel de Góngora y Martínez”, en Revista de Arqueología, 154 (1994), págs. 56-59; L. Baena, “Semblanza de D. Manuel de Góngora y Martínez (1822-1884) y sus estudios sobre arqueología clásica”, en Baetica, 25 (2003), págs. 355-375; J. Maier y J. S alas, “Los Inspectores de Antigüedades de la Real Academia de la Historia en Andalucía”, en M. Belén y J. Beltrán (eds.), Las Instituciones en el origen y desarrollo de la Arqueología en España (III Reunión Andaluza de Historiografía Arqueológica), Sevilla, Universidad, 2006.
Jorge Maier Allende