Bonsor Saint‑Martin, Jorge. Lille (Francia), 30.III.1855 – Mairena del Alcor (Sevilla), 15.VIII.1930. Arqueólogo e hispanista.
Hijo del ingeniero inglés James Bonsor y de la dama francesa Pauline Saint Martin, que falleció en el parto, transcurren los primeros años de su vida, por este funesto hecho, entre Francia e Inglaterra bajo la tutela de sus tíos paternos y maternos. Al llegar a la edad escolar, su padre decidió que lo acompañara en sus viajes profesionales, por lo que cursó sus estudios primarios en varias escuelas de distintos países europeos, como el Ateneo de Tournai (Bélgica), el colegio alemán de Moscú, en los liceos de Albi y Mountaban (Francia) y en el colegio Huddersfield (Inglaterra). Tras estudiar bellas artes en la Escuela de South Kensington de Londres, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de Bruselas. Al obtener su licenciatura, quiso recorrer España, y especialmente Andalucía, en viaje de estudios, en 1880. Tras breves estancias en Burgos, Madrid, Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada y Marruecos, decidió instalarse en Carmona (Sevilla). Aquí entró en contacto con una serie de eruditos locales, que venían interesándose activamente por las antigüedades de su ciudad y sus contornos. Junto con el personaje que se mostraba más activo en este ejercicio en la antigua Carmo, el farmacéutico Juan Fernández López (1850-1925), se asoció para la compra de una serie de terrenos (1881), donde descubrieron y excavaron la necrópolis romana de Carmona y el anfiteatro entre 1882 y 1885, que constituye la primera excavación sistemática moderna en nuestro país y, como tal, debe considerarse uno de los hitos de la arqueología española de la Restauración, aunque sus resultados fueron publicados por Juan de Dios de la Rada y Delgado (1885) en las Memorias de la Real Academia de la Historia. No obstante, las excavaciones en la necrópolis se prolongaron hasta 1905.
Jorge Bonsor, además, llevó a cabo la musealización del yacimiento y levantó un edificio en el mismo yacimiento en el que albergó y dispuso los objetos recogidos en las excavaciones, que constituye el primer museo de sitio que ha existido en España. En este museo de la necrópolis de Carmona, que se comenzó a construir el 2 de abril de 1887, tuvo también su sede la Sociedad Arqueológica de Carmona, fundada en 1885 por Jorge Bonsor, Juan Fernández López y otros eruditos de Carmona. En este mismo año fue nombrado académico correspondiente de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.
Como era natural, Jorge Bonsor realizó todos los dibujos de las tumbas, de sus pinturas y de los objetos que contenían. No obstante, todo ese material se lo entregó en 1898 al hispanista norteamericano Archer M. Huntington.
La excursión que realizó la Sociedad Arqueológica de Carmona a la antigua Arva, ciudad ribereña del Guadalquivir, en 1885, fue la causa que dio origen para que Jorge Bonsor emprendiera la exploración sistemática del Guadalquivir y del Genil en sus tramos navegables. Entre otros hallazgos en el transcurso de esta excursión, se recogieron abundantes marcas impresas sobre las asas de las ánforas, que atrajeron el interés de Bonsor, que las dio a conocer en el artículo “Marcas de alfareros romanos” (1887).
En Roma, por otra parte, Heinrich Dressel (1845- 1920) había descubierto el importante depósito de ánforas, que constituía el Monte Testacio, en el que se recogieron un número muy elevado de este tipo de inscripciones. Sin embargo, este importante hallazgo no era aún conocido por Bonsor y sus compañeros, cuando realizaron y publicaron sus trabajos sobre Arva, aunque el descubrimiento italiano ya había sido por aquel entonces difundido en España por Emil Hübner.
Consciente Bonsor de la importancia del descubrimiento, decidió presentar un proyecto a la Universidad de Cambridge, la cual envió, a través de la Fundación Craven, al reverendo William Gilchrits Clark-Maxwell. Los objetivos del proyecto consistían en identificar todos los yacimientos romanos, y especialmente los alfares, así como los oppida mencionados por Plinio en el Libro III de su Historia Natural, y realizar excavaciones donde fuera necesario. Así, Bonsor y Clark-Maxwell reconocieron todo el tramo del Guadalquivir entre Sevilla y Córdoba y también parte del curso del Genil, en sus respectivos tramos navegables, entre diciembre de 1889 y abril de 1890. A partir de junio de este último año, Bonsor continuó en solitario la exploración y, una vez concluida esta primera fase de la exploración, presentó los resultados a la segunda convocatoria del Concurso Martorell en 1892, bajo el título Carte du Guadalquivir de Cordue a Seville. Exploration archeologique des rives du fleuve en 1890, por el que obtuvo el tercer accésit.
En 1899, Heinrich Dressel dio a conocer en el Corpus Inscriptionum Latinarum (vol. XV) las marcas del Monte Testacio y Clark-Maxwell a su vez publicó The Roman Towns in the valley of Baetis between Cordova and Seville (1899), mientras que Bonsor publicó los aspectos fundamentales de la exploración en la introducción de su obra de Les Colonies agricoles prerromaines de la valleé du Betis (1899). Es entonces cuando Bonsor inicia una segunda exploración, que se centra en el antiguo Singilis (junio de 1900), y reconoce más detalladamente los yacimientos de las riberas del río Guadalbacar, principalmente en la zona arqueológica de Setefilla, el yacimiento de La María y nuevamente Arva, en junio de 1901. A raíz de esta segunda exploración, y demostrada y corroborada la procedencia de las marcas anforias, Bonsor decide dar publicidad a sus trabajos, de los que ofreció un avance en el artículo Los pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas (1902). Poco después comenzó a redactar la versión definitiva de la exploración, que concluyó en 1905. La obra, redactada en francés, fue entregada a Archer M. Huntington, presidente de Hispanic Society of America, para su publicación. Sin embargo, debido a diversas circunstancias, el trabajo no puedo ser publicado hasta 1931, una vez fallecido su autor. En el curso de ambas exploraciones, Bonsor registró ochenta y nueve yacimientos y recogió trescientos setenta y cuatro marcas de alfareros distintas además de ubicar todas las grandes poblaciones ribereñas del valle desde Córdoba hasta Sevilla. Muchas de estas antiguas poblaciones habían sido fijadas, con mayor o menor precisión, por diversos anticuarios y eruditos de los siglos xvii y xviii. Sin embargo, la investigación de Bonsor se llevó a cabo bajo otros supuestos que eran de absoluta modernidad en su época, y han marcado, por el concepto con que fueron llevados a cabo, el punto de arranque de la investigación contemporánea sobre la economía rural de la Bética, una de sus más importantes contribuciones a la arqueología hispanorromana.
Poco tiempo después de finalizada la primera exploración del Guadalquivir, J. Bonsor emprendió la exploración de Los Alcores, una cadena de colinas de origen terciario que se extiende entre las localidades de Alcalá de Guadaíra y Carmona, que llevó a cabo entre los años 1894 y 1898. Si Bonsor ya había mostrado cierto interés por los tiempos protohistóricos y había efectuado excavaciones en algunos túmulos funerarios prerromanos existentes en la necrópolis romana de Carmona, su interés por investigar esta época se debió en cierta medida al estrecho contacto que mantenía con los arqueólogos franceses Arthur Engel (1855-1920) y Pierre Paris (1859-1931). En cualquier caso, Jorge Bonsor llevó a cabo la exploración de Los Alcores en solitario y, como sus anteriores empresas arqueológicas, con sus propios medios económicos.
En el curso de esta exploración, Bonsor identificó y excavó varios asentamientos y necrópolis tartésicas, hoy ya míticas en la historiografía de esta antigua civilización. Los resultados de la exploración fueron publicados en su obra más conocida: Les colonies agricoles prerromaines de la Vallée du Betis, que apareció en la Revue Archeologique de París, en 1899, la primera obra moderna sobre la civilización tartésica y el colonialismo fenicio en España. En ella Bonsor no sólo dio a conocer por primera vez importantes aspectos de la cultura material y de las costumbres funerarias de Tartessos, hasta entonces desconocidas, sino que subrayó la importancia cultural, desde el positivismo arqueológico, que la colonización fenicia tuvo en la conformación de los pueblos hispanos del mediodía peninsular, al demostrar que dicha colonización no se restringía sólo a la fundación de factorías costeras, como hasta entonces se creía, sino que alcanzó el interior de Andalucía y tuvo aquí un móvil agrícola, como indica explícitamente el título de su obra, y que han corroborado las investigaciones más recientes.
Inmediatamente finalizada la primera fase de exploración de Los Alcores, Bonsor acometió la identificación de las Cassiterides como prolongación de sus investigaciones en Andalucía occidental, que él suponía debían de corresponder al archipiélago de las islas Scilly o Sorlingas, situadas frente a la península de Cornwall, en el suroeste de Inglaterra. El objetivo principal de esta exploración, que llevó a cabo entre 1899 y 1902, era encontrar indicios y pruebas arqueológicas que demostrasen la presencia de los fenicios o de los colonos fenicios de la Península Ibérica en las islas Scilly, archipiélago tradicionalmente identificado en la historiografía británica con las Cassiterides de la antigüedad. Bonsor, sin embargo, no pudo ver culminados los objetivos de su investigación. En las islas Scilly no había ni un solo elemento que delatara la presencia fenicia. Pese a este contratiempo, la investigación que llevó a cabo fue de gran interés para la arqueología europea, que se debatía en esos momentos en la polémica de aquellos que defendían el modelo histórico helenista y los que lo hacían del modelo histórico oriental, respecto a las raíces culturales europeas.
Ante los importantes resultados obtenidos en su primera exploración, Jorge Bonsor continúo en distintas fases intermitentes la excavación de diversos yacimientos en Los Alcores, además de completar, la exploración de los ríos Guadalquivir y Genil. Estos trabajos se desarrollaron entre 1900 y 1911, aunque apenas publicó sus resultados, que han sido conocidos recientemente por sus diarios de excavación. En efecto, Bonsor continuó excavando las necrópolis tartésicas ya localizadas en la primera exploración. Todos esos años de excavaciones le permitieron, al trabajar sólo en necrópolis, aquilatar aún más la secuencia cultural de la región y matizar la caracterización de la civilización tartésica y del colonialismo fenicio.
En el curso de estas exploraciones, Bonsor también aportó, dado el carácter territorial de sus investigaciones, importantes datos para el conocimiento del período calcolítico al descubrir cerámica campaniforme en el yacimiento de El Acebuchal (Carmona), así como al fenómeno megalítico en Andalucía occidental al excavar varios dólmenes en las inmediaciones de la Mesa del Gandul (Mairena del Alcor/Alcalá de Guadaíra) entre 1902 y 1910.
En 1910 emprendió la excavación de la necrópolis romana de la Cañada Honda, correspondiente a la ciudad romana que existió en la Mesa del Gandul (Alcalá de Guadaíra), identificada con la Lucurgentum mencionada por Plinio. Excavó alrededor de 178 tumbas romanas, de las que dejó escasas noticias publicadas pero que se conocen bien por sus diarios de excavación. Gran parte de los objetos recogidos fueron adquiridos por el hispanista norteamericano Archer M. Huntington y constituyen el grueso de la colección arqueológica de Hispanic Society of America de Nueva York, donde hoy en día se conservan.
Otra parte fueron conservados en el castillo de Mairena del Alcor, antigua propiedad de los Ponce de León, que Bonsor adquirió en 1902 a Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera y donde residió desde 1907 hasta su fallecimiento.
La ley de Excavaciones y Antigüedades de 1911 obligó a Jorge Bonsor a reorientar sus actividades arqueológicas al verse taxativamente restringida la exportación de objetos artísticos y arqueológicos, además de obligar a entregar los materiales extraídos de las excavaciones, por lo que comenzó a colaborar con la recién creada École de Hautes Etudes Hispaniques y con la Hispanic Society of America, dirigidas por Pierre Paris y Archer M. Huntington, respectivamente. Con la primera de ellas participó en las campañas de excavación en la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) que se llevaron a cabo entre 1917 y 1920, en las que dirigió los trabajos de excavación en la necrópolis y cuyos resultados fueron publicados por la escuela. Con estos trabajos, Bonsor se erigió como el principal especialista en el mundo funerario hispanorromano.
Coincidiendo con sus trabajos en Cádiz, Jorge Bonsor presentó un proyecto a la Hispanic Society of America en 1918 para prospectar el litoral onubense y la desembocadura del Guadalquivir con el fin de determinar la situación de la ciudad de Tartessos, según la descripción que ofrecía un poeta latino tardío, Rufo Festo Avieno, en su Ora marítima. La Hispanic Society aceptó financiar el proyecto y Bonsor emprendió la prospección del litoral onubense en 1920. La Real Academia de la Historia también apoyó esta iniciativa y gracias a las gestiones del marqués de Cerralbo contó con todas las facilidades para prospectar también el coto de Doñana en 1921. Los resultados de la prospección de la región y sus conclusiones sobre la topografía antigua de la desembocadura del Guadalquivir fueron dados a conocer en varios trabajos publicados por la Real Academia de la Historia en castellano, Tartessos (1921), El Coto de Doña Ana (una visita arqueológica) (1922), y en inglés por la Hispanic Society of America, Tartesse (1922). Al año siguiente emprendió excavaciones con el historiador alemán Adolf Schulten, quien también estaba interesado en localizar la supuesta ciudad, en el cerro del Trigo, en el coto de Doñana, que no dieron el resultado apetecido. En cualquier caso, la investigación de estos años sobre Tartessos no supuso para Bonsor sino la maduración de su investigación sobre la protohistoria de Andalucía occidental, con la aportación de nuevos datos, sobre todo en lo referente a la geografía antigua del litoral, que enriquecieron su discurso histórico al apoyarse tanto en fuentes documentales como en los datos arqueológicos. Bonsor partió de una investigación arqueológica previa, lo cual concedió cierta objetividad al discurso histórico planteado.
Aquí es donde radica la diferencia fundamental respecto a Schulten, que nunca aportó argumentos arqueológicos a su discurso.
Jorge Bonsor culminó sus investigaciones arqueológicas sobre la civilización tartésica con la excavación de la necrópolis de Setefilla (Lora del Río, Sevilla), en colaboración con Raymond Thouvenot (1896- 1981), miembro de la École des Hautes Études Hispaniques (Casa de Velázquez), entidad que financió las excavaciones, que se desarrollaron entre 1926 y 1927, y que publicó sus resultados en la conocida monografía titulada Nécropole ibérique de Setefilla, Lora del Río (Sevilla), fouilles de 1926-1927 (1928). Las excavaciones dieron como resultado la localización de una serie de estructuras funerarias tumulares que guardaban muchas analogías con las de Los Alcores. Por todo ello se considera que Jorge Bonsor fue el primer arqueólogo que trató de definir arqueológicamente la cultura tartésica, precisando su cronología, definiendo su delimitación territorial y su cultura material, así como sus costumbres funerarias.
En los últimos años de su vida se ocupó de preparar la edición que desde años atrás tenía proyectada la Hispanic Society of America de sus dibujos de la necrópolis romana de Carmona, así como del manuscrito de la exploración de las riberas del Guadalquivir que no alcanzó a ver concluidas y que aparecieron póstumamente en 1931. Si pudo aún, en un rasgo ejemplar, donar los terrenos y el museo de la Necrópolis Romana de Carmona al Estado pocos días antes de su fallecimiento, en el castillo de Mairena del Alcor.
Obras de ~: “El Túmulo de Alcaudete”, en Memorias de la Sociedad Arqueológica de Carmona, I (1887), págs. 39-46; “Marcas de alfareros romanos”, en Memorias de la Sociedad Arqueológica de Carmona (MSAC), I (1887), págs. 56-62; “Don Juan de Austria y Miguel de Cervantes Saavedra”, en MSAC, I (1887), págs. 93-96; “Descubrimiento de un anfiteatro en Carmona”, en MSAC, I (1887), págs. 135-158; con S. Gómez Muñiz y J. Fernández López, “Inscripciones inéditas de Carmona”, en MSAC, I (1887), págs. 184-190; “Muley Xeque”, en MSAC, I (1887), págs. 207-215; con Sebastián Gómez Muñiz, M. Fernández López y J. Fernández López, “Inscripciones inéditas de Carmona”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), X (1887), págs. 392- 398; “Roman necropolis near Seville”, en The Times, 13 de agosto de 1887; “A roman necropolis at Carmona”, en The Morning Post, 7 de noviembre de 1888; “A roman necropolis at Carmona”, en The Morning Post, 5 de diciembre de 1888; “A roman necropolis at Carmona”, en The Morning Post, 20 de marzo de 1889; con J. Fernández López, Itinerario de la necrópolis romana de Carmona, Sevilla, 1889; con A. Engel, “La nécropole romaine de Carmona”, en Revue Archeologique, XVII (1891), págs. 385-389; “Notas arqueológicas de Carmona”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (RABM), I (1897), págs. 231-233 y 568-571; “Notas arqueológicas de Carmona”, en RABM, II (1898), págs. 222-226; “Le Musée archeologique de Seville et les ruines d’Italica”, en Revue Archeologique, XXXII (1898), págs. 3-15; “Notas arqueológicas de Carmona”, en RABM, III (1899), págs. 425-429; Les colonies agricoles prerromaines de la vallée du Betis, París, 1899; “Los pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas”, en RABM, VI (1902), págs. 837-857; “El terremoto de 1504 en Carmona y en los Alcores”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, xviii (1918), págs. 115- 123; con P. Paris, “Exploration archéologique de Bolonia (province de Cadix)”, en Bulletin Hispanique, XX (1918), págs. 77-127; “Les villes antiques du détroit de Gibraltar”, en Bulletin Hispanique, XX (1918), págs. 141-148; “Las excavaciones de Bolonia, cerca de Tarifa, provincia de Cádiz”, en RABM, XXXIX (1918), págs. 120-123; “Une palette de pierre avec etui de bronze”, en Revue Archeologique (1918); “Tartessos”, en BRAH, LXXVIII (1921), págs. 515-525; LXXIX (1921), págs. 57-69 y 213-225; “El Coto de Doña Ana (una visita arqueológica)”, en BRAH, LXXXI (1922), págs. 152- 175; Tartesse, New York, The Hispanic Society of America, 1922; “Los dioses de los Alcores”, en Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, III (1924), págs. 175-178; “Nombres geográficos, de origen ibérico, del distrito de Carmona”, en Minerva, 26 (1924), pág. 14; El origen verdadero de Carmona, Carmona, 1924; “Carmona y los castillos de los Alcores (Sevilla)”, en La Revista de Viajes (1925); Fouilles de Belo (Bolonia, province de Cádiz) (1917- 1921). La Nécropole, Bibliothèque de l’École des Hautes Études Hispaniques, fasc. V bis, 1926; “Le veritable origine de Carmona et le découverts archéologiques des Alcores”, en Revue Archéologique, XXV (1927), págs. 285-300; Tartessos: excavaciones practicadas en 1923 en el Cerro del Trigo, término de Almonte (Huelva), Madrid, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, 97, 1928; “From Tarshish to the isles of tin”, en Art and Archaeology, XXV (1928), págs. 10-17; con R. Thouvenot, Nécropole ibérique de Setefilla, Lora del Río (Sevilla), fouilles de 1926-1927, Bibliothèque de l’École des Hautes Études Hispaniques, fasc. XIV, 1928; Early engraved ivories in the collection of The Hispanic Society of America, New York, The Hispanic Society of America, 1928; The Archaeological expedition along the Guadalquivir, New York, The Hispanic Society of America, 1931; An Archaeological sketch-book of the roman necropolis at Carmona, New York, The Hispanic Society of America, 1931.
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Jorge Maier Allende