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Antonio Saavedra Jofre

Biografía

Saavedra Jofré, Antonio. Conde de la Alcudia de Carlet (VII). Valencia, 1.II.1777 – Génova (Italia), 13.II.1842. Embajador, militar, ministro.

Nacido en el seno de una familia noble, fueron sus padres Sebastián de Saavedra y Squarzafigo (Murcia, 5 de junio de 1734, su segundo apellido aparece también como Scorzafigos) y Mariana Jofré y Arándiga (Valencia, 2 de agosto de 1739-26 de noviembre de 1795), y fue bautizado con los nombres de Antonio Vicente Luis Esteban. Sus abuelos paternos fueron Pedro de Saavedra y Barnuevo, barón de Albalat, Segard y Montald y regidor perpetuo de Murcia, y Clara Squarzafigo y Centurión. Los abuelos paternos eran Miguel Jofré y Artes, barón de Ayodar y de Canet, y Flora Arándiga y Pérez. Su bisabuelo, Sebastián Saavedra y Fajardo, fue caballero de la Orden de Calatrava; y era hermano de Diego de Saavedra y Fajardo, caballero de la Orden de Santiago, consejero y camarista del Consejo de Indias, y embajador.

Su padre había sido alférez de fragata y subteniente del sexto Batallón de Marina (20 de mayo de 1754).

Su hermano Miguel ingresó en la Armada, aunque tras el fallecimiento de sus padres la abandonó; su hermano Vicente ingresó en el Ejército de Tierra, pero pasó inmediatamente a la Armada (1798).

A lo largo de su vida contrajo tres matrimonios.

El primero con su sobrina María Patrocinio Saavedra y Roca, hija de su hermano mayor Miguel.

De esta unión nació Pedro Ramón, quien falleció a temprana edad. Tras retirarse de la Armada, se casó (2 de junio de 1817) en Valencia con Sinforosa Frígola y Mercader. Fruto de este matrimonio fueron María de la Encarnación (Valencia, 1822), casada (14 de abril de 1850) con Antonio de Padua Bellet, IV marqués de Bellet de Mianes; Athalia (Marsella, Francia, 24 de abril de 1824); Antonio (París, Francia, 1826-Valencia, 1 de diciembre de 1861), que contrajo matrimonio (Madrid, 9 de abril de 1853) con una hija del teniente general Federico Roncali, quien en esa fecha era presidente del Consejo de Ministros; y Josefa (Milán, Italia, 28 de diciembre de 1828-Valencia, 29 de junio de 1846).

Tras el fallecimiento de su esposa (Génova, 10 de diciembre de 1833) realizó un nuevo matrimonio, en Palacio del Nuncio (Viena, Austria, 16 de noviembre de 1834), con su cuñada Josefa Frígola y Mercader. De este enlace nacieron Carolina (Viena, Austria, c. 1836-Valencia, 21 de octubre de 1852); Diego (Viena, Austria, 26 de julio de 1838); y Manuel, nacido póstumo (Génova, Italia, 28 de marzo de 1842). Tanto Manuel como Diego solicitaron el ingreso en la Armada, pero renunciaron poco después.

El nacimiento de sus hijos permite identificar claramente sus diversos destinos.

Estaba en posesión de los títulos de barón de Albalat de Segart, VII conde de Alcudia de Carlet (creado el 6 de mayo de 1663 y al que se concedió la Grandeza de 2.ª Clase el 26 de noviembre de 1792) y X de Gestalgar.

Las primeras informaciones conocidas son las de su ingreso como guardia marina en el departamento marítimo de Cartagena (8 de febrero de 1792), carrera en la que le había precedido su hermano Miguel (3 de abril de 1779). Un año más tarde, finalizados ya los estudios, embarcó en el navío San Lorenzo, y a bordo de él obtuvo el ascenso a alférez de fragata (20 de octubre de 1793), pero no hay información sobre las operaciones en las que participó. El día 10 de mayo de 1796, se trasladó a Valencia con una licencia, concedida para arreglar la herencia de su madre, que había fallecido sin testar, que prorrogó finalmente hasta principios de enero del año siguiente (3 de enero de 1797).

Embarcado en la fragata Dorotea (27 de mayo de 1797) fue apresado por los ingleses, aunque regresó pronto a Cartagena (5 de septiembre de 1797). Durante un año permaneció en destinos terrestres hasta su breve paso por la fragata Pomona (del 7 al 20 de febrero de 1799). A lo largo de dos años gozó de licencias para arreglar asuntos propios (del 25 de junio de 1799 al 3 de febrero de 1802) en Valencia, relacionados con los litigios de la herencia de sus padres.

En junio pasó destinado a Valencia en calidad de comandante de la Bandera de los Batallones de Marina, y enseguida fue ascendido a alférez de navío (5 de octubre de 1802). Tras dos años de servicio pasó a teniente de fragata (8 de diciembre de 1804). En 1808 pasó a Murcia a reponer su salud, ciudad en la que se encontraba cuando solicitó (21 de julio de 1809) su retiro, solicitud a la que se accedió un mes más tarde (18 de agosto de 1809).

Tras la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, la Regencia empezó a realizar nombramientos, y especialmente a llenar las embajadas, que en muchos casos se hallaban vacantes. Saavedra fue nombrado (25 de junio de 1823) enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en San Petersburgo, puesto de gran peso político si se tiene en cuenta el papel del Zar en los congresos que restablecieron la contrarrevolución en Europa. En el mes de agosto se le ordenó salir inmediatamente para su destino. Tras la rendición de los liberales en Cádiz, Fernando VII confirmó el nombramiento (17 de octubre de 1823), aunque le señaló que debía mantenerse de momento en París.

Un mes más tarde (20 de noviembre de 1823) se le ordenaba continuar el viaje, y a continuación recibió el traslado (28 de diciembre de 1823) a la legación en Estados Unidos. Alegando motivos de salud renunció a este destino, sin embargo cumplió parcialmente con las instrucciones recibidas (conseguir la cooperación del Zar para la reconquista de las colonias americanas), de las que informó al representante ruso en París conde Pozzo di Borgo.

A partir de ese momento residió en distintos puertos del Mediterráneo (Marsella, Génova, etc.), y cuando se encontraba en Florencia recibió el nombramiento (22 de marzo de 1826) de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Londres. El 17 de septiembre de 1826 obtuvo la purificación de su conducta política y militar durante el Trienio. Camino de su destino permaneció algunas semanas en París, lugar en el que nació uno de sus hijos, y a finales de año llegó a Londres (8 de noviembre de 1826), en donde el 24 de noviembre presentó sus cartas credenciales.

En dicho destino coincidió con Carlos Cruz Mayor, quien fue su superior cuando ambos prestaban servicio al pretendiente carlista.

Durante su permanencia en Inglaterra tuvo que afrontar varios problemas importantes en las relaciones entre ambos países. El más principal, sin duda, fue el de la situación política portuguesa, país que atravesaba una grave crisis por las tensiones que finalizaron en la guerra miguelista. Un segundo elemento de preocupación eran las actividades de los liberales españoles. Y finalmente las apetencias británicas, que deseaban poner pie en las islas bajo dominio español (Baleares, Canarias y Cuba).

El Gobierno español no consideraba a Alcudia un hombre adecuado para gestionar esta difícil situación, por lo que dispuso su sustitución (20 de diciembre de 1826) por el conde de Ofalia, operación que se retrasó por la necesidad de que éste último llevase a cabo diversas gestiones en París. Finalmente fue cesado (9 de julio de 1828) en el marco de una remodelación de las representaciones en el extranjero.

Al abandonar Inglaterra (1 de septiembre de 1828), se trasladó a Génova, para reponer su salud y organizar las propiedades que le habían correspondido en la herencia de su abuela, si bien remitió a su casa de Valencia todo su mobiliario, lo que parece indicar que su estancia en el extranjero estaba destinada a ser breve. Según algunos testimonios fijó su residencia en Milán.

Tras el fallecimiento de Manuel González Salmón (18 de enero de 1832) fue nombrado primer secretario de Estado y del Despacho con carácter interino (20 de enero de 1832). La condición de dicho nombramiento evidenciaba que no alcanzaba la categoría necesaria para asumir el puesto con todos los honores.

Su llegada a Madrid se produjo a mediados de febrero, ya que consta su firma el día 21 en la aprobación de un acta del Consejo de Ministros.

Los problemas a los que se enfrentó continuaban siendo casi los mismos a los que tuvo durante su estancia en Londres. La cuestión portuguesa se había agravado de forma notable pues seguía el enfrentamiento entre ambos pretendientes y en Europa el equilibrio de poder había variado tras la revolución de 1830, por lo que el apoyo inglés a los liberales portugueses era más nítido. Además, la situación francesa había cambiado notablemente: había caído el absolutismo, quedaba pendiente la liquidación de la deuda de la intervención de 1823, y la conquista de Argel había despertado el deseo francés de una base en las Baleares, para apoyo del tráfico marítimo con la nueva colonia.

En la sesión de 9 de junio de 1832 se opuso al acuerdo adoptado por sus compañeros en relación con un proyecto de préstamo, cuyas condiciones económicas y políticas consideraba claudicantes. Su actuación fue refrendada por el Monarca que anuló el acuerdo. Sin embargo en la reunión del 16, López Ballesteros le acusó de falsificar el acta, ya que dicho voto particular no había sido anunciado durante la sesión y había aprovechado la redacción del acta para insertarlo sin dar cuenta de ello a los demás asistentes, acusaciones a las que no respondió.

Posiblemente en el curso de este incidente encargó a Juan José Marcó del Pont la redacción de informes sobre sus compañeros de gabinete, a los que acusaba de conducir el país a la ruina, y de hacer concesiones a los liberales.

Su salida del Ministerio (1 de octubre de 1832) estuvo provocada por su actuación en los sucesos de La Granja. Alcudia formó parte del grupo de pro-carlistas (Francisco Tadeo Calomarde; Joaquín Abarca, obispo de León; barón de Antonini, embajador de Nápoles; conde Brunetti, embajador de Austria; Clemente Solaro, embajador de Cerdeña), que presionaron a Fernando VII y a María Cristina para que aboliesen la Pragmática Sanción que anulaba la aplicación de la ley sálica en España. Para alejarlo de España se le nombró embajador en Londres, puesto que ocupaba en ese momento Zea Bermúdez, quien le sustituyó en el Ministerio. Alcudia solicitó que no se le enviase a Inglaterra, porque el clima de dicho país le había perjudicado notablemente, y pidió permiso para tomar baños en Francia o Italia, a lo que se accedió inmediatamente (16 de octubre de 1832).

Al iniciarse la guerra, se encontraba en ese momento en Génova, y se decantó claramente por los derechos de Carlos María Isidro, quien le confió diversas misiones, y finalmente su representación en Viena. Debía presentarse ante diversos soberanos (Piamonte, Austria y Prusia) para solicitar su apoyo a la causa realista.

Sólo completó la misión de Turín, y delegó en Manuel Aznárez el resto de la gira. Tras la entrada de don Carlos en España (10 de julio de 1834) se le encomendó visitar a los soberanos de Cerdeña, Austria, Prusia y Rusia para notificarles el hecho y solicitar el reconocimiento. Pero se mantuvo en Turín hasta la llegada (agosto de 1834) de Gabriel Flórez, quien asumió la representación en dicho estado italiano.

A continuación se dirigió a Viena, en donde se encontraba ya a finales de ese mismo mes. Sus actividades (entrevistas con Metternich, y con Tatischeff para lograr el reconocimiento de don Carlos) obligaron al Gobierno a abrirle una causa por traición. A finales de noviembre se le ordenó presentarse ante José María Calatrava, presidente del Tribunal Supremo, para responder a los cargos que se le hacían, al tiempo que se procedió al secuestro de sus bienes. Metternich había rechazado recibir a otros representantes pero respetaba profundamente a Alcudia a quien consideraba sensato, inteligente y discreto. Existen diversas referencias en las memorias del canciller, que evidencian la familiaridad con que era tratado.

A finales de 1835 don Carlos llamó a Alcudia para confiarle altas responsabilidades de gobierno, pero finalmente la situación personal le impidió acudir. Alcudia jugó un papel fundamental en la representación exterior de don Carlos. Desde el punto de vista económico fue el gestor fundamental, junto al legitimista francés duque de Blacas y a Metternich, de las ayudas económicas que se remitieron a don Carlos.

En el plano político fue el principal, y podríamos decir que el único cauce de relación con los monarcas conservadores.

La duración de la Primera Guerra Carlista provocó el cansancio de los contendientes y en consecuencia se buscaron salidas negociadas al conflicto. La prensa especuló con la posibilidad de la celebración de un congreso europeo, en el que la representación diplomática carlista estaría dirigida por Alcudia.

En octubre de 1840 se encontraba ya en Génova con su familia. Durante su retiro en esta ciudad siguió teniendo un alto papel en el campo carlista. Cuando los hijos de don Carlos llegaron a dicha ciudad fue una de las personalidades con las que se reunieron.

Al parecer logró burlar el secuestro de sus bienes en España, lo que le permitió vivir con comodidad en el exilio.

Nueve días después de su fallecimiento su viuda se presentó en el Consulado español en Génova para aceptar la autoridad de Isabel II, acogiéndose a la protección de dicha institución.

No hay datos sobre el regreso de su familia a España, pero consta el pago de los impuestos por el título en enero de 1847.

Estaba en posesión de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica (11 de julio de 1828). Don Carlos le concedió la Gran Cruz de la Real Orden Española de Carlos III, información que ya figura en la partida de su tercer matrimonio. Además le fueron concedidas la de la Orden napolitana de San Genaro y la de San Maurizio de Cerdeña.

 

Obras de ~: Españoles valerosos, 1823 [proclama de 1 hoja]; “Exposición del Conde de Alcudia”, en M. Ferrer, Historia del Tradicionalismo español, vol. VIII, Sevilla, Trajano, 1946, págs. 265-266.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de la Administración, Ministerio de Hacienda, leg. 21413; Archivo Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Personal, 620/29, 620/1097 y 620/1098; Archivo Histórico Nacional, Consejos, legs. 5240, 8978 (año 1792 n.º 10) y 8982 (año 1848 exps. 50 y 82); Diversos Colecciones, leg. 161, carpeta 1; Estado, leg. 6.183, 8.291 y 8.292; Fondos Contemporáneos, Ministerio de Hacienda, legs. 3593 y 10.722; Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Personal, 929/12.157; Real Academia de la Historia, Carlistas 9/6748, 9/6749 y 9/6795; Museo Naval de Madrid, Guardiamarinas, exps. 3681, 4921 y 5113.

El Guardia nacional, 28 de julio de 1839; El Espectador, 30 de noviembre de 1841; El Eco del Comercio, 1 de diciembre de 1841; El Constitucional, 7 de febrero de 1843; El Heraldo, 30 de enero de 1843; El Popular, 6 de noviembre de 1848; El Clamor público, 7 de noviembre de 1848; La Época, 16 de agosto de 1850; La Esperanza, 16 de agosto de 1850; El Áncora, 23 de febrero de 1853 y 14 de abril de 1853; El Católico, 11 de abril de 1853; La Esperanza, 11 de abril de 1853; La Época, 19 de febrero de 1853 y 10 de abril de 1853; La España, 20 de febrero de 1853; C. W. L. Fürst von Metternich, Memoires, documents et escrits divers laissés par le Prince de Metternich: Chancelier de Cour et d’Etat, vols. 5 y 6, Paris, publiés par son fils le Prince Richard de Metternich; classés et réunis par M. A. de Klinkowstroem, E. Plon et Cie., 1880-1884; M. Degli Alberti, La política estera del Piemonte sotto Carlo Alberto secondo il carteggio diplomatico del Conte Vittorio Amedeo Balbo Bertone di Sambuy, ministro di Sardegna a Vienna (1835-1846), vols. I y II, Torino, Fratelli Bocca, 1913-1915; J. Gorricho Moreno, Los sucesos de La Granja y el Cuerpo Diplomático, Roma, Iglesia Nacional Española, 1967; Ministerio de Relaciones con las Cortes y de la Secretaría del Gobierno, Actas del Consejo de Ministros, vols. II, III, VII y IX, Madrid, Ministerio de Relaciones con las Cortes y de la Secretaría del Gobierno, 1989-1995; A. Bullón de Mendoza, “Relación de los servicios de Marco del Pont”, en Aportes, n.º 15 (1990-1991), págs. 78-87; V. Herrero Mediavilla (dir.), Archivo biográfico de España, Portugal e Iberoamérica, München, Saur, [1986-2005], I microficha 23 n.º 230; II microficha 29 n.º 109; J. R. Urquijo Goitia, Las relaciones entre España y el reino de Nápoles durante la Primera Guerra Carlista, Madrid, Actas Fundación Hernando de Larramendi, 1998; “La diplomacia española durante la Primera Guerra Carlista”, en G. Butrón Prida (ed.), Intervención exterior y crisis del Antiguo Régimen en España, Huelva, Universidad, 2000, págs. 341-366; A. Gil Novales, Diccionario biográfico de España (1808-1833). De los orígenes del liberalismo a la reacción absolutista, Madrid, Fundación Mapfre, 2011; http://www.abcgenealogia.com/Font16.html.

 

José Ramón Urquijo Goitia

 

 

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