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León Corral Maestro

Biografía

Corral Maestro, León. Castroverde de Campos (Zamora), 20.II.1855 – Valladolid, 21.II.1939. Médico, catedrático, internista.

Cursó los estudios de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. Durante este período fue ayudante de escultor anatómico y, ya acabada la carrera, hasta 1879 ayudante de clases prácticas de la cátedra de Anatomía, nombramientos que obtuvo en ambos casos por oposición. En 1876 accedió al grado de doctor en la Universidad de Madrid con la tesis titulada Sobre la importancia y fines de la nutrición. Entre 1879 y 1890, como era costumbre en su época, trabajó como médico titular en Alfaro (Logroño), teniendo la oportunidad en esos años de vivir una importante epidemia de cólera. Su trabajo en estas circunstancias fue muy relevante y sacrificado siendo objeto de gran reconocimiento por el pueblo y la Administración. Terminado este periplo como médico general, volvió a la facultad, donde comenzó trabajando como ayudante y más tarde como profesor auxiliar de Patología General. En 1894 ganó, por oposición, la cátedra de Patología General de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid.

Destacó rápidamente como un gran clínico, muy meticuloso y ordenado a la hora de recoger datos de la historia del paciente a la vez que dio gran importancia a la exploración clínica no demasiado extendida a finales del siglo XIX. Hombre de referencia en la medicina interna de la época, sus diagnósticos y juicios clínicos eran de alta consideración, aportando siempre una actitud terapéutica puesta al día y llena de sensatez.

Además de como clínico, sobresalió por sus dotes de orador y divulgador, pero profundamente directo y sin circunloquios, muy frecuentes en otros profesores de esos años. Sus clases eran pausadas, sistemáticas y trataba de hacer comprender a los estudiantes el porqué de los síntomas y de la enfermedad. Como docente, sobresalió por la enorme atracción que producía y por su capacidad expositiva que, aunque no exenta de profundidad, siempre sacrificó en aras de una mejor comprensión de aquello que explicaba. Sus prioridades en la enseñanza a los alumnos fueron formar buenos médicos que supieran explorar, diagnosticar y tratar. Fue, por tanto, su labor docente una de sus mayores aportaciones a la Medicina, ya que por entonces muchos profesores no se destacaban por su entrega a la docencia. Para él, las prácticas ante el enfermo eran imprescindibles y nunca suplidas por los conocimientos teóricos, estableciendo un sistema de prácticas muy bien organizado para los pocos recursos que tenía. Los alumnos pasaban visita a la sala con él mismo o con sus ayudantes y auxiliares diariamente.

Una de sus contribuciones más importantes fue sin duda la publicación del que puede considerarse el primer libro español de patología general impregnado de un carácter moderno y acorde a la nueva medicina que se estaba empezando a vivir en esos años. Ello supuso sin duda un salto cualitativo en cuanto a disponibilidad de libros de esta materia en España, no sólo para los estudiantes, sino también para los médicos generales y especializados, pudiéndosele considerar además el primero de esta materia en nuestro país.

El libro, que denominó Elementos de Patología General fue publicado por una editorial de Valladolid en el año 1900, alcanzando hasta cuatro ediciones más que se publicaron los años 1904, 1912, 1919 y 1927.

Este libro fue uno de los que más aceptación tuvieron en el ámbito médico durante el primer tercio del siglo XX, a pesar de que ya en ese período comenzaron a aparecer diversos libros sobre la misma materia.

Las virtudes de su libro fueron la claridad, con una perfecta intención de fijar conceptos, evitar las confusiones, así como delimitar el campo de la materia con sus separaciones con la fisiología y la patología médica. De cualquier modo, quizás su mérito fundamental fue desprenderse de una concepción filosófica de la medicina muy presente por entonces, incluso continuada posteriormente por destacados y renombrados clínicos, y embarcarse en una visión fisiopatológica de los trastornos, dejando la mente abierta a la medicina experimental como forma de profundizar en los conocimientos. Todo ello suponía sin duda una nueva concepción de la medicina que aunque no aceptada por todos, era acertada y no fue sino el nacimiento de la medicina moderna. Pero además resalta junto a su erudición y manejo de la bibliografía, su capacidad para introducir algunos términos y palabras que aún no habían sido utilizadas en España, como es, por ejemplo, “propedéutica”. De su cátedra salieron médicos muy bien formados y creó una auténtica escuela. En ella se formó, aunque luego se dedicara a la fisiología su hijo José María Corral García, que sería catedrático de Fisiología de la Universidad de Madrid.

Realizó además otras muchas publicaciones, destacando entre ellas otro de sus libros estelares, el Prontuario de clínica propedéutica, el cual también fue muy demandado como lo demuestra el hecho que llegó a alcanzar cinco ediciones. Este hecho tiene un enorme valor, como en el caso del libro anterior, ya por entonces los médicos apenas compraban libros, y prácticamente desarrollaban su vida profesional con los que habían estudiado la carrera y, como mucho, algún otro que compraban muchos años después. Ello indica que los libros de Corral fueron una auténtica referencia, realmente imprescindible para quien quisiera practicar una buena y moderna medicina.

Además de sus libros, publicó un gran número de artículos, muchos de ellos de divulgación, pero otros con base en su experiencia personal y observación.

Destacan los referentes al cólera que había vivido muy de cerca, la tuberculosis pulmonar que hacía estragos en la población y sobre la triquinosis también muy frecuente en esa época y con respecto a la que planteó las posibilidades de detener la propagación de la enfermedad. Otras publicaciones interesantes fueron sobre el problema muy actual por entonces de la evolución y sus problemas en la biología y otras sobre los trastornos de la memoria. Publicó además algunos estudios de carácter histórico en los que mostraba su inquietud por la universidad y la enseñanza, como El derribo de la Universidad de Valladolid y La Facultad de Medicina de Valladolid.

Profesor de gran prestigio, el Claustro le nombró en 1920 decano de la Facultad de Medicina de Valladolid y más tarde, en 1925, fue nombrado decano honorario. Como decano, trató de mejorar la enseñanza y comprometer más al cuerpo de catedráticos y profesores, aunque no pudo lograr uno de sus sueños que era poder conseguir más recursos para mejoras estructurales y dotación de nuevos laboratorios donde se pudiera hacer la medicina experimental en la que él creía que estaba el futuro inmediato. Entre sus distinciones destaca la Cruz de las Epidemias por su labor en los años 1879 y 1890 en la epidemia de cólera, el Premio Rubio de la Real Academia Nacional de Medicina y la Medalla de Oro de la Academia de Medicina de Barcelona por su trabajo sobre dicha epidemia. Fue presidente de la Asociación de Estudios Históricos Castellanos.

 

Obras de ~: Noticias sobre la triquina y medios para evitar su propagación, Valladolid, Imprenta Hijos de Rodríguez, 1879; Elementos de Patología General, Valladolid, A. Martín, 1900; Prontuario de clínica propedéutica, Valladolid, A. Martín, 1903; Clínica y Propedéutica, Valladolid, Imprenta y Librería de Andrés Martín, 1905; La evolución y sus dificultades en biología, Valladolid, Cuesta, 1913; El derribo de la Universidad de Valladolid en 1909, Valladolid, Imprenta Castellana, 1918; La Facultad de Medicina de Valladolid, Valladolid, Facultad de Medicina, 1927.

 

Bibl.: J. R. Castro Arrúe y P. Salazar Mediavilla, “Apunte biográfico sobre D. León Corral Maestro”, en Trabajos de la Cátedra de Historia Crítica de la Medicina, VII (1935-1936), págs. 169-174; E. Romero, “Notas biográficas de D. León Corral y Maestro”, en Medicina, 19 (1951), págs. 143-155; M. Díaz-Rubio, Médicos españoles del siglo xx. Segunda serie, Madrid, You & Us, 2003.

 

Manuel Díaz-Rubio García