Ayuda

Al-Mu'tadid

Biografía

Al-Mu‘taid: Abū ‘Amr ‘Abbād b. Muammad b. ‘Abbād al-Mu‘taid bi-llāh. Sevilla, 405/1015 – 2 de ŷumādā II de 461 H./29.III.1069 C. (o el 2 de ŷumādā I de 461 H./27.II.1069 C., según otros cronistas). Segundo rey de la taifa de Sevilla, el más importante de su dinastía y el más poderoso de todos los reyes de taifas.

Partiendo del pequeño reino constituido por su padre Abū l-Qāsim Muḥammad b. ‘Abbād, después del desmembramiento del califato omeya de Córdoba engrandeció considerablemente su reino a costa de las taifas limítrofes, durante un reinado que duró veintiséis años, en los cuales volvióse el paladín más firme de la causa árabo-andalusí contra los beréberes.

A la muerte de su padre y primer dinasta abadí, ‘Abbād comenzó a reinar en Sevilla el 1 de ŷumādā de 443/26 de enero de 1042, a la edad de veintiséis años, con el título de ḥāŷib, esto es, chambelán del falso califa Hišām II —que su padre había suscitado para legitimar su poder y terminar con la división de al-Andalus— ‘Abbād siguió todavía con la ficción de un califa omeya aposentado en Sevilla, a fin de asumir la jefatura del “partido” árabo-andalusí frente al “partido” bereber, que contaba con un califa ḥammūdí, con más títulos que el omeya por descender del Profeta por línea directa, pero con menos tradición en al-Andalus y, además, sumamente berberizado. El supuesto califa sevillano había sido reconocido por todos los esclavones levantinos, régulos de Tortosa, Denia y Valencia, exceptuando el de Almería. También en un principio por el señor de Córdoba, e incluso por el jefe beréber de Carmona. Sevilla adquirió así las bases legales para las pretensiones expansivas de sus reyes.

Cuando ‘Abbād accedió al trono las condiciones estaban maduras para ese designio. Su padre había asegurado la paz del reino y la tranquilidad de sus gentes. Contaba con los medios y los ejércitos adecuados, así como con las cualidades personales requeridas, para conducir los asuntos de conquista y gobierno. Las fuentes no son nada parcas en reconocer sus cualidades o en describir sus rasgos físicos y gustos personales. Si hacemos caso de Ibn Ḥayyān, su contemporáneo, sabemos que era de hermosa apariencia, físicamente bien formado y de majestuoso porte, generoso, perspicaz y animoso. Se había preocupado de estudiar y cultivarse, dedicándose a las bellas letras, pudo así realizar composiciones poéticas que se recogieron en un poemario. No se privaba de pompa real, tomó el título honorífico de al-Mu‘taḍid bi-llāh, (el que busca la ayuda de Dios) y “construyó palacios elevados y fomentó cultivos productivos. Adquirió objetos preciosos… y se procuró esclavos”. Era además muy dado a las mujeres, las tenía de todas las categorías y procedencias, llegando a pasar por su harén unas ochocientas. Eso no le impidió hacer un matrimonio de alcance político, pues tuvo por favorita y única esposa a una hija del esclavón Mu’āhid al-‘Āmiri, señor de Denia y de las Baleares. Dejó al morir, además de su esposa, setenta esclavas concubinas, y una descendencia de unos cuarenta hijos de ambos sexos. Todos los principales cronistas señalan que era hombre de gran valor y que no tenía reparos en eliminar a quien se opusiera a sus planes, ya que era extremadamente cruel, hasta tal punto que se hacía enviar las cabezas de sus enemigos, con el correspondiente nombre escrito en un papel pendiente de la oreja, y tras ordenar limpiarlas y perfumarlas con ungüentos y bálsamos para que durasen, las emplazaba en picas en el jardín de su alcázar en medio de las flores. Entre esas cabezas figuraban la de Muḥammad b. ‘Abd Allāh al-Barzālī, señor de Carmona, el conocido como “llama de la sedición”, otrora aliado de su padre; la de Ibn Jizrūn, señor de Arcos y Sidonia; la de Ibn Nūh, señor de Morón, junto a la del califa ḥammūdí que ellos reconocieron, Yaḥyà b. ‘Alī b. Ḥammūd, “así como las de otros que mató con su espada”. Este jardín que llenaba los corazones de terror, según las fuentes, era para al-Mu‘taḍid motivo de regocijo y orgullo.

Saliendo de lo anecdótico, está claro que al-Mu‘taḍid fue coherente con la situación heredada, por eso lideró el bloque anti-beréber y la legalidad califal. Hizo de Sevilla el reino de taifas más poderoso y de mayor capacidad para extenderse. Ni siquiera pudieron competir con él los magnates de aquellos reinos que por circunstancias históricas nacieron militarmente fuertes —por haber sido circunscripciones fronterizas en época califal— tales como los reinos de Zaragoza y Toledo, las entidades taifales más importantes tras Sevilla en poder expansivo.

El nuevo Rey de Sevilla continuó la lucha contra la taifa de Carmona, logrando en el primer año de su reinado matar en una emboscada a Muḥammad ‘Abd Allāh al-Birzālī, sin embargo, según al-‘Uḏrī, no pudo hacerse con ese pequeño reino hasta 460/1068. En una primera fase al-Mu‘tadid optó por atacar las taifas situadas al oeste de Sevilla, menos fuertes militarmente que las taifas beréberes del sur. En el segundo año de su reinado, efectivamente, atacó el señorío de Mértola, aliado de sus enemigos los afṭasíes de Badajoz, desalojando de allí al oscuro Ibn Ṭayfūr en 436/1044; acto seguido se dirigió contra Niebla, pero no pudo tomarla; mientras que Ibn Yaḥyà al-Yaḥṣubī, un árabe señor de la ciudad, pedía auxilio al Rey de Badajoz. El ataque del sevillano fue un toque de alarma para los régulos de taifas vecinos, que, sin tardanza, organizaron una coalición en la que entraron Badajoz, Carmona, Málaga, Algeciras y Granada, cuyo rey Bādīs b. Ḥabbūs fue nombrado jefe de la alianza (otros cronistas señalan que también se unieron a esta coalición los señores de Morón y el de Arcos, e incluso el notable de Huelva, Fatḥ Allāh); una alianza ésta a la que al-Mu‘taḍid supo hacer frente. En realidad pronto el peso de la misma recayó en las fuerzas de Badajoz, que con suerte diversa —finalmente adversa— se opusieron a los afanes de expansión del rey de Sevilla. Luego de tres años de cruentos y terribles combates en los que el de Badajoz llevó la peor parte, gracias a la intervención mediadora del régulo de Córdoba, Abū l-Walīd b. Ŷahwar, se logró la paz entre ambos reinos en 433/1051. El señor de Niebla terminó cediendo sus tierras a al-Mu‘taḍid y marchó a refugiarse a Córdoba ese mismo año. La taifa fue absorbida definitivamente por Sevilla en el año 445/1053-4.

Una vez asegurada la paz con el reino de Badajoz, al-Mu‘taḍid se lanzó contra las pequeñas taifas del suroeste peninsular. Así, en 443/1051-2 los bakríes de Huelva y Saltés se vieron obligados a cederle sus dominios y a refugiarse en Córdoba; en seguida les llegó el turno a los hārūníes de Santa María del Algarbe, y, en fin, a los Banū Muzayn de Silves. Con todo, esta taifa parece que no fue dominada de forma definitiva hasta 445/1063.

En una segunda etapa de expansión al-Mu‘taḍid decidió hacerse con los dominios de los régulos beréberes zanāta, situados al sur de su reino, valiéndose de una estratagema. Invitó a venir a Sevilla con motivo de la circuncisión de alguno de sus hijos a Muḥammad b. Nūh de Morón, a Abū Nūr b. Abī Qurra de Ronda, y a ‘Abdūn b. Jizrūn de Arcos. Estos régulos, que ya reconocían la hegemonía del sevillano, fueron recibidos espléndidamente así como su séquito, “unos doscientos caballeros de entre los arráeces de sus cabilas” a los que honró y alojó en uno de sus palacios. Según Ibn ‘Iḏārī, el tercer día permitió al-Mu‘taḍid que entraran ante él los tres régulos, a los que enseguida reprochó su poca diligencia en la guerra contra sus enemigos. Finalmente el Rey sevillano mandó encarcelarlos, y tras tenerlos en prisión durante un tiempo considerable a ellos y a sus hombres, el Rey los hizo liberar a todos, considerando el castigo suficiente, y los colmó de honores y dádivas. Mandó, en fin, que los llevasen al baño antes del banquete preparado para la ocasión. Los esclavos los perfumaron y después los dejaron para que se solazasen. Mientras se hallaban allí los régulos de Arcos y de Morón con sus emires, en total unos sesenta hombres, se tapiaron la entrada del baño y los respiraderos y se atizó la caldera, pereciendo todos los encerrados en el baño asfixiados. (Por mandato de al-Mu‘taḍid, Abū Nūr de Ronda no se hallaba entre ellos, puesto que siempre se había conducido como buen aliado y no se había unido antaño a la coalición beréber)

Al-Mu‘taḍid atacó entonces Algeciras, cuyo señor ḥammūdí, al-Qāsim b. Muḥammad, ostentaba el título califal; mas, sin recursos para defenderse, no pudo sino entregar la ciudad en 446/1055 y refugiarse en Córdoba; luego le tocó el turno a Ronda y Morón en 458/1066; Arcos fue tomada en 459/diciembre de 1066; Carmona caería finalmente en sus manos el año 460/1068.

Al-Mu‘taḍid después de deshacerse del califa ḥammūdí de Algeciras, prescindió del falso Hišām II, que seguía oficialmente a la cabeza del reino sevillano, haciendo saber que el “califa” había muerto en 436/1044, pero metido en guerras no había creído conveniente revelarlo en ese momento. Con todo, al-Mu‘taḍid siguió acuñando sus monedas con el nombre del califa Hišām II hasta 461/1069, año de la muerte del rey. Su hijo y sucesor al-Mu‘tamid, como algunos otros reyes de taifas, hizo figurar en el numerario el nombre califal de ‘Abd Allāh, invocando así la supremacía ficticia de un califa del todo inexistente.

La última década de la vida de al-Mu‘taḍid fue bastante sombría: su hijo y heredero Ismā‘īl, que tanto había colaborado con su padre en las conquistas conduciendo ejércitos, se rebeló contra él instigado por su consejero Abū ‘Abd Allāh al-Bizilyanī, un emigrado malagueño intrigante y ambicioso, que sabedor de las malas relaciones entre el rey y su hijo, incitó al segundo a hacerse con su propia taifa. Así en vez de ir en campaña hacia Córdoba, Ismā‘īl regresó a Sevilla aprovechando que su padre se hallaba en el palacio-fortaleza de al-Zāhir, una de sus residencias palaciegas al otro lado del Guadalquivir, y se adueñó de cuanto pudo en el palacio de la capital, llevándose a su madre y a un grupo de mujeres del harén en dirección a Algeciras. Al-Mu‘taḍid, enterado del hecho, ordenó a los jefes de los castillos que se hallaban en el camino de Sevilla a Algeciras, que cerraran las puertas al rebelde. Ibn ‘Iḏārī da cuenta pormenorizada de esta aventura. Refugiado en la fortaleza del alcalde Abū Ayyūb, conocido por al-Ḥassadī, en el distrito de Sidonia, éste le instó a que se entregase al rey y le pidiera perdón, mientras él le servía de mediador. Al-Mu‘taḍid lo hizo volver a Sevilla con la gente que le acompañaba y, aunque perdonó al príncipe, ordenó que le cortaran la cabeza al consejero de su hijo y a otros cómplices de la traición.

Aun cuando al-Mu‘taḍid hubiese retirado el trato a su hijo, le restituyó sus bienes, e incluso acrecentó sus dádivas. Ismā‘īl, desconfiando de su padre, intentó un golpe de estado, previo asesinato del rey, pero la nueva acción no tuvo éxito. Y esta vez nada pudo salvar al príncipe y a los que le secundaron, pues parece que al-Mu‘taḍid los mató por su propia mano. Esto fue seguido de las ejecuciones de otros partidarios de su hijo, esclavos e incluso mujeres del harén. Esto ocurría en el año 450/1068-9. Este parricidio fue considerado por los andalusíes una impiedad, al-Mu‘taḍid tuvo que dirigir un escrito a la comunidad de sus aliados a fin de justificar esa muerte.

El rey nombró heredero a su hijo Muḥammad, el futuro al-Mu‘tamid, el rey poeta, mucho menos dotado que su hermano para los asuntos militares y políticos. Pronto su padre tuvo prueba de ello.

Los malagueños deseosos de quitarse el yugo granadino, tomaron partido por al-Mu‘taḍid, entonces el rey dirigió hacia Málaga sus escuadrones al mando de sus hijos Muhammad y Ŷābir, pero éstos no fueron capaces de desalojar a la milicia negra que se habían refugiado en lo alto de la alcazaba, en el Gibralfaro. Sin tomar las medidas necesarias los príncipes se apresuraron a festejar por anticipado la conquista. Los de la alcazaba, mientras, hicieron llegar un mensaje a su rey Bādīs, y éste los socorrió con un ejército que atrapó a los sevillanos entre la ciudad y la campiña. Los granadinos hicieron una carnicería en las tropas del rey de Sevilla. Mientras los dos príncipes se retiraron vencidos a Ronda, no atreviéndose a entrar en Sevilla por miedo al castigo de su padre. Desde allí, Muhammad envió una composición poética a su progenitor, que luego fue muy conocida, implorando su benevolencia.

No obstante, mayor peligro suponía para al-Mu‘taḍid la política agresiva de Fernando I, que tras unir Castilla y León, se había empeñado en terminar con la existencia de al-Andalus. Iniciando sus campañas en el año 1055 por las fronteras norteñas andalusíes, conquistó Lamego y Viseo en 1057, para terminar con la toma de Coimbra en 1064, a costa del reino de los afṭasíes de Badajoz. Fernando I, viendo la debilidad militar andalusí, había realizado incursiones por los reinos de Toledo y de Zaragoza, y en el curso del año 1063 llegó a tierras sevillanas saqueándolas. Al-Mu‘taḍid se vio obligado a comprar la paz al castellano mediante el pago de un tributo anual. Sevilla, el reino más poderoso y extenso de al-Andalus, se convirtió así en un reino tributario de Castilla, sometido y humillado a pagar parias.

Al-Mu‘taḍid al final de su reinado parece que intuyó, según recoge Ibn Bassām, el peligro que supondría para su reino el irresistible avance de los almorávides por el oeste del Magreb, que por entonces se hallaban en las llanuras de Marrakech, donde fundarían dicha ciudad. Los rumores y las misivas que le llegaban de su inmenso poder, le llevaron a ordenar a su gobernador en Algeciras que pusiera vigilancia en Gibraltar y se aprestase a reforzar sus defensas.

De hecho con el propio al-Mu‘taḍid empezaba la decadencia de su reino y, aunque él no conociera su fin —puesto que luego de ver morir a su hija más querida, murió fulminado por una angina de pecho en 1069, a los 57 años— todavía su hijo reinaría 22 años más, dejaba a su heredero un país próspero, sí; pero también un reino tributario de Castilla, con la amenaza latente de una conquista cristiana por el norte, o la de la absorción almorávide por el sur, que fue lo que sucedió.

 

Bibl.: Ibn Hayyān apud Ibn Bassām, al-Ḏajīra, ed. parcial de R. P. A. Dozy, Scriptorum Arabum loci de Abbadidis. Historia Abbididarum, t. I, Lugduni Batavorum, S. y J. Luchtmans, 1846, págs. 220-296; al-Nuwayrī, Nihāyat al-arab, ed. parcial y trad. de M. Gaspar Remiro, Historia de los Musulmanes de España y África, t. I, Granada, Centro de Estudios Históricos de Granada y su reino, 1917, págs. 91-98 / 87-95; A. Prieto Vives, Los reyes de taifas, Madrid, E. Maestre, 1926, págs. 72-74; Ḍayl (texto anónimo y fragmentario incluido en apéndice en la edición del mal llamado) Bayān III, ed. de E. Lévi-Provençal, París, P. Geuthner, 1930, pág. 316 (trad. de F. Maíllo Salgado, bajo el título de Crónica Anónima de los Reyes de Taifas Madrid, Akal, 1991, pág. 74); Ibn ‘Iḏārī, al-Bayān al-Mugrib fī [ijtiṣār] ajbār mulūk al-Andalus wa l-Magrib, con título y subtítulo en francés que reza: Al-Bayān al-Mugrib. Tome troisième. Histoire de l’Espagne Musulmane au XIème siècle. Texte Arabe publié par la première fois d’après un manuscrit de Fès, ed. de E. Lévi-Provençal, Paris, Paul Geuthner, 1930, págs. 204-216 y 273-276 [trad. crítica (con centenares de correcciones, merced a la Ḏajīra de Ibn Bassām y a las “Observations sur le texte du tome III du Bayān de Ibn ‘Iḏārī”, establecidas por E. Lévi-Provençal, en Mélanges Gaudefroy de Mombynes, El Cairo, 1935-1945, págs. 241-258) de F. Maíllo Salgado, La Caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas (al-Bayān al-Mugrib), Salamanca, Universidad, Estudios Árabes e Islámicos, 1993, págs. 172-180 y 227-228]; R. Dozy, Historire des Musulmans d’Espagne, t. III, nueva ed. por E. Lévi-Provençal, Leide, Brill, 1932, págs. 45-60 y 74-80; Ibn al-Jaṭīb, Kitāb A‘māl al-A‘lām, ed. de E. Lévi-Provençal bajo el título Histoire de l’Espagne Musulmane (Kitāb A‘māl al-A‘lām), Beirut, Dār al-Makchouf, 1956, págs. 153-157 (trad. W. Hoenerbach, Islamische Geschischte Spanien. Übersetzung der A‘māl al-A‘lām und Ergänzender Texte, Zürich-Stuttgart, Artemis Verlags, 1970, págs. 320-324); Ibn al-‘Abbār, al-Ḥulla al-siyarā’, t. II, ed. de H. Mu’nis, El Cairo, Dar al-Ma‘arif, 1963, págs. 39-52; al-‘Uḏrī, Tarṣī‘ al-ajbār wa tanwī‘ al-āṯār wa l-bustān fī garā’ib al-buldān wa l-masālik ilà ŷamī‘ al-mamālik, ed. de ‘A. ‘A. al-Ahwānī, Madrid, Instituto de Estudios Islámicos, 1965, pág. 107 (trad. parcial de R. Valencia, “La cora de Sevilla en el Tarsī‘ al-ajbār de Aḥmad b. ‘Umar al-‘Uḏrī”, en Andalucía Islámica, IV-V (1986), pág. 138-140); J. Vallvé Bermejo, “Una fuente importante de la historia de al-Andalus. La Historia de Ibn al ‘Askar”, en Al-Andalus, XXXI (1966), págs. 251-256; Ibn al-Kardabūs, Kitāb al-Iktifā’, ed. parcial de A. M. al-‘Abbādī, Ta’rīj al-Andalus li-Ibn al-Kardabūs, Madrid, Instituto de Estudios Islámicos, 1971, págs. 68-77 (trad. de F. Maíllo Salgado, Historia de al-Andalus, 2.ª ed., Madrid, Akal, 2008, págs. 90-97); D. Wasserstein, The rise and falll of the Party Kings, Princeton-New Jersey, University Press, 1985, pág. 95, nota 31; J. Bosch-Vilá, Sevilla Islámica 711-1248, ed. Sevilla, Universidad, 1988, págs. 106-118; E. Lèvi-Provençal, “al-Mu‘taḍid bi-llāh”, en Encyclopédie de l’Islamḏ, Paris-Leiden, Brill-Maisonneuve, 1993, t. VII, págs. 762-763; M.ª J. Viguera Molíns, Los Reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI, Madrid, Espasa Calpe, 1994, págs. 111-112

 

Felipe Maíllo Salgado

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía