Muḥammad b. Idrīs b. ‘Alī b. Ḥammūd. Al-Mahdī. ?, p. s. XI – Málaga, 444 H./3.V.1052-22.IV.1053 C. Octavo soberano de la taifa ḥammūdí de Málaga.
Muḥammad b. Idrīs b. ‘Alī b. Ḥammūd era primo de su antecesor en el poder, Idrīs b. Yaḥyà b. ‘Alī b. Ḥammūd, conocido como al-‘Ālī, séptimo soberano de la dinastía ḥammūdí malagueña. Su acceso al poder en ša‘bān del año 438/31 de enero-28 de febrero de 1047 se produjo en circunstancias violentas, al igual que en el caso de casi todos los ḥammūdíes. Dichas disputas parecen responder a la existencia de dos tendencias enfrentadas dentro de la dinastía respecto al sentido del califato, una de orientación andalusí, volcada a la continuidad con lo omeya, y otra de vocación norteafricana.
Idrīs II b. Ḥammūd había accedido al poder cuatro años antes, el 6 de ŷumādà II de 434/21 de enero de 1043, mostrándose desde el comienzo como un gobernante débil, muy devoto, entregado a la realización de obras piadosas y caritativas hacia sus súbditos, así como amante de las letras, llegando a crear en Málaga, durante su corto reinado, una notable corte literaria que fue muy célebre en su tiempo. Debido a su indolencia política, los beréberes acabaron sublevándose contra él. Sin sospechar lo que se tramaba en su contra, el Califa salió de cacería, lo que fue aprovechado para cerrarle las puertas de la ciudad, dándole con la puerta en las narices, como gráficamente afirma un cronista árabe. En su lugar fue proclamado, el mismo día de la deposición de al-‘Alī, según la Crónica anónima, su primo Muḥammad, entonces preso en la fortaleza de Ayrus, cuya guarnición se había rebelado. Idrīs se refugió con sus familiares y fuerzas leales en la fortaleza malagueña de Bobastro, otrora bastión del célebre Ibn Ḥafṣūn, desde donde envió mensajeros al soberano zirí granadino, Bādīs, quien le envió fuerzas de auxilio. Sin embargo, los intentos por recuperar Málaga fueron infructuosos, de forma que Idrīs abandonó la empresa y se refugió en Ceuta, gobernada entonces en su nombre por Sawāŷŷāt al-Bargawāṭī, desde donde siguió titulándose califa.
Pese a las pretensiones de su primo refugiado en Ceuta, a partir de ese momento se inicia el gobierno en Málaga de Muḥammad, quien adoptó el sobrenombre califal de al-Mahdī, de claras resonancias mesiánicas. Su carácter era completamente opuesto al de su primo Idrīs, caracterizándose por su naturaleza enérgica e incluso cruel y sanguinaria. Ello le llevó a cometer algunos excesos contra los propios beréberes que lo habían proclamado, de forma que, en el año 439/28 de junio de 1047-15 de junio de 1048, los señores de las principales taifas beréberes, Carmona, Morón, Arcos y Granada, acordaron deponerlo y proclamar califa en su lugar a Muḥammad b. al-Qāsim, que gobernaba en Algeciras y adoptó el mismo sobrenombre que el malagueño. El conocido polígrafo cordobés Ibn Ḥazm deploró estos hechos, lamentando que cuatro individuos que gobernaban en territorios tan próximos que se podían recorrer en tres días (Sevilla, Algeciras, Málaga y Ceuta) se proclamasen, al mismo tiempo, Príncipes de los Creyentes.
Pero la pretensión de soberanía del algecireño Muḥammad b. al-Qāsim no llegó a convertirse en una realidad efectiva, ya que fracasó en su intento por apoderarse de Málaga, de forma que se retiró a Algeciras. En cambio, el Soberano zirí granadino no se resistió a renunciar a la deposición de al-Mahdī y acudió a una estratagema para deshacerse de él. En efecto, Bādīs aparentó buscar la reconciliación con el califa malagueño, volviendo a prestarle juramento de fidelidad con el fin de ganarse su confianza. La narración de las fuentes árabes respecto a su asesinato tiene mucho de literaria. Ello fue que Bādīs le envió un hermoso vaso iraquí previamente empozoñado, señalando el emisario al califa al-Mahdī que Bādīs lo consideraba indigno de él, siendo más propio de la dignidad califal. El malagueño aceptó el obsequio y, tras llenarlo de vino, lo llevó a su boca. Pero en ese momento tuvo un presentimiento y lo apartó de sí, ordenando al emisario que bebiera de él, lo que le produjo la muerte instantánea: “la carne se le redujo hasta deshacerse y su piel pegose a los huesos al momento”, señala gráficamente el cronista magrebí Ibn ‘Iḏārī. Aunque el califa no había llegado a beber, sí había aspirado el veneno al acercar el vaso a su boca, de forma que, tras tres días de fuertes dolores, acabó muriendo. Su asesinato sucedió a finales del año 444/3 de mayo de 1052-22 de abril de 1053, por lo cual su gobierno tuvo unos seis años de duración.
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Alejandro García Sanjuán