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Sancho II de Portugal

Biografía

Sancho II de Portugal. El Capelo. Coimbra (Portugal), I.1209 – Toledo, 4.I.1248. Rey de Portugal.

Hijo de Alfonso II y de doña Urraca, era nieto por su madre de Alfonso VIII de Castilla. En su testamento el rey Alfonso II lo mencionaba como su heredero. A pesar de la sucesión hereditaria representar un derecho adquirido, el Monarca, su padre, imponía de nuevo esta doctrina sucesoria. Heredó el Trono apenas con trece años en una altura en que imperaba el mayor desorden a través del reino. Los principales magnates gobernaban el país en su nombre. La junta directiva era constituida por el canciller Gonzalo Mendes, el mayordomo-mayor Pedro Anes e el deán de Lisboa, maestre Vicente. Por decisión testamentaria les pertenecía la misión de llevar a buen término una reconciliación entre el Gobierno y la Iglesia, ultrapasando así las malas relaciones anteriores. Es digno de observar que el padre del nuevo Rey había fallecido en excomunión, estando el Reino sometido a la interdicción papal.

En Coimbra hubo una asamblea en que se reunieron los principales miembros del clero y de la nobleza, procediéndose a un examen conjunto de los principales puntos de la discordia. El esfuerzo de los consejeros permitió encontrar una plataforma de entendimiento, de la que resultó un acuerdo. Asentaba el mismo en el reconocimiento de los derechos de la Corona a proceder al cobro de las cosechas en las iglesias y los monasterios, pero limitaba la práctica de los abusos en lo tocante al derecho de hospedaje en esos lugares eclesiásticos por parte de los representantes de las instancias reales. Quedaba prohibido a los ricos hombres transaccionar los bienes de la hacienda pertenencia de la Iglesia. En lo relacionado con las ciudades episcopales y las heredades eclesiásticas todas las contiendas obligaban necesariamente a la presencia de las autoridades eclesiásticas, interviniendo en última instancia el Monarca en caso de denegación de la justicia. Cumplía al Monarca proteger y defender los derechos de la Iglesia, siempre que éstos eran puestos en tela de juicio. Independientemente de esta concordia Sancho II efectuó una convención con el arzobispo de Braga, por la cual se comprometía a pagar al prelado bracarense una elevada indemnización pecuniaria como compensación de los daños materiales que le había causado. En cambio se liberaba el Monarca de la excomunión eclesiástica, bien como a todos que se encontraban incursos en esta pena.

Sancho II llegó a un acuerdo con sus tías Teresa y Sancha, las cuales podían usufructuar del señorío de Alcobaça, el cual apenas volvería a la Corona después del fallecimiento de ambas. El Rey aseguraba a sus tías una pensión anual de 4000 maravedís, y en cuanto a su tía Blanca le garantizaba una pensión que correspondía a la mitad de esta cuantía. Los castillos serían entregados a un rico hombre que tuviese la confianza de ambos lados. El Monarca se comprometía aún a respetar los fueros que las infantas habían otorgado a los burgueses de Alenquer y de Montemor-o-Velho. Por su parte sus tías se comprometían a auxiliar el Monarca con sus hombres de guerra siempre que fuesen necesarios.

La actividad militar de Sancho II se inició en 1226 cuando el Rey había cumplido los diecisiete años. Su campaña se desarrolló en Alentejo coincidiendo con los ataques que Alfonso IX desencadenaba contra los musulmanes. En conformidad con el monarca leonés, conquistó Elvas. De nuevo perdida la ciudad, volvió a ser recuperada tres años más tarde, habiendo recibido carta de fuero. Se siguió en 1230 la conquista de Jurumenha, en 1232 Serpa, en 1234 Aljustrel e en 1238 Mértola, una de las localidades más importantes del mundo musulmán. Prosiguió la conquista con la ocupación de Ayamonte y aún de Cacela y Tavira en el litoral del Algarbe. El Monarca otorgó a la Orden de Santiago los lugares de Ayamonte, Mértola, Tavira, Aljustrel y Sesimbra.

Sancho II reveló particulares cualidades militares aunque denotó una cierta incapacidad en lo tocante a la administración del Reino, donde prevalecía la corrupción y el abandono. La nobleza enorgullecida con sus hechos militares volvía a sus lugares originarios y se mostraba prepotente e incapaz de obedecer a las leyes del Reino. Se asistía a un incremento de la conflictividad entre los nobles y los miembros de la Iglesia. Cuando el Rey dio muestras de contrariar los abusos de los privilegiados deparó con una fuerte reacción que denunciaba un estado de acentuada anarquía.

El obispo de Porto Martinho Rodriguez se quejó al Papa de que el Monarca usurpaba al episcopado los derechos que poseía sobre la ciudad. El Rey actuaba hasta el punto de detener los ciudadanos obligándoles a ciertas satisfacciones pecuniarias y a cumplieren el servicio militar. Cobraba los réditos que pertenecían a la iglesia portuense. El papa Honorio III advirtió al Monarca por su mala conducta y le amenazó. Al principio éste dejó la impresión de que iba a obedecer y la querella pareció resuelta. Sucedió con todo que el obispo de Lisboa Soeiro se rebeló contra Sancho II acusándolo de atentar contra los derechos de la Iglesia al proceder al cobro de réditos eclesiásticos de un modo arbitrario. No interesaba al papado entrar en conflicto con el Monarca a quien había apodado de cruzado y defensor de las causas religiosas limitándose a la práctica de amonestaciones. Con todo en 1238 otra queja del obispo de Porto Pedro Salvadores tuvo como consecuencia que el obispo de Salamanca aplicase el interdicto sobre el Reino de Portugal. Mientras tanto el Papa confirmó la sentencia instó al Monarca a que respectase los derechos e exenciones de que usufruía la Iglesia. Sancho II aunque dispuesto a someterse dio pruebas de total incapacidad de imponer su autoridad y evitar el ambiente de total anarquía en que se vivía en el reino. De nuevo en 1248 presentaron al papa Inocencio IV quejas muy duras, a las que se asociaba la nobleza. A su vez en Boloña, donde vivía su hermano Alfonso crecía el coro de críticas acerca de la incapacidad del Rey. En el Concilio de Lyon los obispos de Porto y Coimbra, acompañados de algunos nobles, poseedores de algunas cartas de otros obispos, nobles y representantes de los concejos, describían el reino como en estado de la más completa disolución. Como fruto de todo este ambiente Inocencio IV envió una bula a todas las fuerzas representativas del reino en que anunciaba como solución para contener el desorden imperante el nombramiento de un nuevo Monarca, funciones que debían recaer en el príncipe Alfonso, hermano del Rey.

Una asamblea reunida en París, bajo la presidencia del deán de Chartres, en nombre del Papa, tuvo como resultado que el príncipe Alfonso hubiese jurado su disponibilidad para servir Portugal con las funciones que le fuesen otorgadas, de manera a reponer la legalidad institucional. Se comprometía a respectar todos los privilegios, fueros, costumbres de los municipios, caballeros y religiosos, lo que significaba la oposición de algunos nobles afectos al Rey. Cuando el príncipe aportó a Lisboa en finales de 1245 se inició una cruenta guerra civil entre los dos bandos. Mientras tanto Sancho I solicitó auxilio a Castilla, que envió un contingente militar a Portugal. La suerte de las armas resultó favorable a Alfonso. El Rey se vio obligado a refugiarse en Castilla, pasado a residir en Toledo, rodeado de algunos fieles y tomando hábito de hermano tercero de San Francisco.

Sancho II casó en fecha posterior a 1240 con Mencía Lopes de Haro, hija del señor de Vizcaya Lopo Días de Haro, designado por Cabeza Brava, y nieta por su madre, doña Urraca, de Alfonso IX de León. Esta señora desde muy joven quedó viuda de Álvaro Pérez de Castro, habiendo fallecido en 1240 sin dejar descendencia. La boda del Rey ocurrió cuando él mismo tendría alrededor de unos treinta años, habiendo durado unos diez años. Temeroso el hermano del rey Alfonso que el mismo tuviera descendencia de su mujer, se quejó al papa Inocencio IV de haber entre ellos un parentesco remoto que obstase a su consumación. El Papa dio la razón a Alfonso decretando la nulidad del matrimonio após un inquerito previo conducido por el arzobispo de Santiago y el obispo de Astorga. Falleció Sancho II en Toledo en 4 de enero de 1248, a los treinta y nueve años de edad.

 

Bibl.: Frei António Brandão, Cronicas de D. Sancho II e D. Afonso III, introducción de Artur de Magalhães Basto, Porto, ed. Civilização, 1940; L. Gonzaga de Azevedo, História de Portugal, introducción de Domingos Maurício, vol. VI, Lisboa, ed. Biblión, 1944; Crónica dos Sete Primeiros Reis de Portugal. Ed. Critica de Carlos da Silva Tarouca, Academia Portuguesa da História, vol. I, Lisboa, 1952; J. Veríssimo Serrão, História de Portugal, vol. V, Lisboa, ed. Verbo, 1977; A. Herculano, História de Portugal, notas críticas de José Mattoso, t. I, Lisboa, ed. Bertrand, 1980; J. Mattoso, História de Portugal, dirección del autor, vol. II, Lisboa, Círculo de Leitores, 1993.

 

Humberto Baquero Moreno

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