Ayuda

Álvaro Núñez de Isorna

Biografía

Núñez de Isorna, Álvaro. Pazo de Quintans (La Coruña), 1370 – Santiago de Compostela (La Coruña), 9.II.1448. Obispo de Mondoñedo, León y Cuenca y arzobispo de Santiago.

Según López Ferreiro nació en el pazo de Quintans, en la parroquia de Isorna, era hijo de Juan Núñez de Figueroa y de Constanza de Vázquez de Insúa, un linaje menor de la nobleza gallega donde solo un tío suyo, Francisco, ocupó un puesto de relevancia, como obispo de Mondoñedo. Estudió derecho canónico en Salamanca desde 1386, alcanzando el título de licenciado (al menos en 1399 consta como tal). En 1392, aún en la Universidad, ya era juez de Luou (prebenda con canonicato en la catedral de Santiago, tal vez por intercesión de Gonzalo Sánchez de Bendaña, deán y posiblemente familiar suyo) y fue elevado al arcedianato de Cornado (en la misma diócesis). Fue nombrado administrador del obispado de Mondoñedo, al menos en agosto de 1399. Ya en noviembre de ese año consta como oidor de la Audiencia Real y desde noviembre de 1400 como obispo de Mondoñedo. Desde entonces estuvo bastante tiempo en la Corte regia ejerciendo como oidor, al menos hasta 1406.

A la muerte de Enrique III pasó a formar parte del círculo de Catalina de Lancaster, siendo uno de los prelados expulsados de la Corte por el Golpe de Estado del infante Fernando en 1408, acusado de sembrar discordia entre los tutores.

Asistió como prelado al Concilio de Perpiñán de 1409, permaneciendo la menos hasta diciembre de ese año. Al menos desde 1410 ejerce de nuevo como oidor de la Audiencia Real. La reina Catalina de Lancaster le incluyó en la comitiva que, junto a otros obispos fue con María a Valencia para sus esponsales con el infante Don Alfonso, hijo de Fernando de Antequera y heredero del trono de Aragón.

Miembro de la delegación castellana en las vistas de Perpiñán, allí fue elevado a la sede leonesa por Benedicto XIII el 19 de agosto de 1415. Fue uno de los encargados de revisar la legalidad de las cesiones del pontificado de los otros dos papas contendientes. En 1418 fue trasladado a la sede conquense por el recién elegido Martín V, aunque tuvo que solicitar el apoyo regio para conseguir ser aceptado por el cabildo (que tácitamente parecía apoyar a Benedicto XIII), ya en 1419.

Desde ese año inicia su principal época de servicios a la monarquía, asistió a las Cortes celebradas el 7 de marzo de 1419 (donde fue mantenido como oidor). Fue enviado como embajador por el papa Martín V en 1421, en una de las embajadas más fructíferas del periodo: consiguió la concesión permanente de las tercias de Castilla, una compensación económica para Castilla por los gastos del Concilio y defendió la precedencia castellana ante los ingleses, siendo alabado como embajador por el papa.

Además de como diplomático, sirvió al rey también en funciones de representación simbólica en el interior del reino. Así, participó en el reconocimiento de la infanta Catalina como heredera en 1423 como el primero de los eclesiásticos, siendo, por primera vez, mencionado como consejero real. En 1425 participó como oficiante en el bautizo del príncipe Enrique. Y tuvo un papel principal en la ceremonia del juramento el 21 de abril en San Pablo de Valladolid: dio el discurso regio y, en nombre de los obispos, prestó el primer juramento. Abrió, ese mismo año, las Cortes de Palenzuela, dando, de nuevo, el discurso inicial en nombre del monarca.

En esos años aparece siempre en el grupo que defiende la autoridad del rey frente a sus primos, los infantes de Aragón, lo que le sitúa en el grupo del condestable Álvaro de Luna. Además de su reflejo en las ceremonias en las que participó, también influyó en su presencia en algunos momentos de especial peso en esa lucha: participación en el perdón general de 1427, entrada en la Corte junto a Álvaro de luna en 1428, misión ante el maestre de Alcántara para que retirase su apoyo a los infantes en 1432…

Su condición de gallego también le hizo candidato idóneo para otras misiones regias: participación en la jura del príncipe Enrique por los procuradores gallegos, así como encargado de poner fin a la primera guerra irmandiña en 1431.

Posiblemente por su buena labor en la embajada en la Curia fue elegido para formar parte de la embajada regia al Concilio de Basilea, donde era el miembro de mayor jerarquía, como tal fue el que tomaba la palabra por Castilla en las reuniones plenarias (aunque Alfonso de Cartagena actuase como el gran ideólogo de la misión). Tras la deposición, los conciliaristas intentaron atraerle ofreciéndole la sede arzobispal de Sevilla, pero él no aceptó.

De regreso en Castilla siguió en el entorno de la Corte, desarrollando misiones de tipo ceremonial en actos políticos de notable relevancia. Así, por ejemplo, formó parte de la comitiva que en 1440 acudió a recibir a la princesa navarra Blanca, que acudía a casarse con el príncipe Enrique. Siguió siempre en el bando regio, y actuó en ocasiones para garantizar su unidad (intento de mediación entre el condestable y el almirante en 1441), y también en momentos conflictivos (asalto a Medina del Campo por los infantes, donde él estaba junto al rey).

La muerte en 1445 del arzobispo Lope de Mendoza le llevaría a ocupar esa sede gallega. El obispo Barrientos declinó la oferta regia de esa sede, y él sí aceptó, regresando a su tierra ya en abril de 1445, cuando se hizo efectivo el traslado desde su sede conquense. Antes de marchar a su nueva sede, y en la Corte, consiguió que el rey confirmase la pertenencia de la ciudad de Santiago a la sede arzobispal. Pronto dejaría la Corte e iría a su sede, donde permaneció lo que le quedaba de vida.

Al final de su vida había sido embajador, oidor de la Audiencia, y seguía siendo miembro del Consejo Real, capellán mayor del rey y notario mayor del reino de León. Al ser trasladado contaba ya 75 años, debía intuir el final de su vida y, si ya desde que era arcediano planteó su enterramiento en la catedral compostelana (lo que buscó lograr a lo largo de toda su vida), siendo arzobispo fundó una capilla para ello. Falleció el 9 de febrero de 1449 a la edad de 79 años. Siendo sepultado en la capilla del Espíritu Santo que él fundó (que fue destruida al construirse el claustro actual). 

 

Bibl.: T. Muñoz y Soliva, Noticias de todos los Ilmos Señores Obispos que han regido la Diócesis de Cuenca, Cuenca, Imprenta Francisco Gómez e Hijo, 1860; A. López Ferreiro, Historia de la S.A.I. de Santiago de Compostela, vol. VII, Santiago de Compostela, Imprenta del Seminario Conciliar Central, 1904; M. Cendón Fernández, “El sepulcro del arzobispo don Álvaro de Isorna en la catedral de Santiago”, en Cuadernos de Estudios Gallegos, 42, 107 (1995), págs. 209-226; Ó. Villarroel González, “Álvaro Núñez de Isorna: un prelado y el poder”, en Edad Media. Revista de Historia, 18 (2017), págs. 263-292.

 

Óscar Villarroel González

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía