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Gonzalo de Arredondo

Biografía

Arredondo, Gonzalo de. Felipe de Bruselas, Juan Bautista Stercq. Bruselas (Bélgica), 1582-1584 – Madrid, 3.IX.1637. Capuchino (OFMCap.), diplomático y predicador.

Gonzalo de Arredondo nació en Bruselas entre 1582 y 1584. Sus padres eran españoles, como indica su apellido. Hacia los veinte años, el 2 de agosto de 1605, ingresa en los Capuchinos en el convento de Gante.

Será éste el momento en que cambie su nombre de bautismo por el de fray Felipe de Bruselas. Concluida una etapa de estudios filosófico-teológicos, en 1612 es ordenado presbítero. Un año más tarde lo nombran guardián del convento de Courtrai y, de 1623 a 1626, se encontraba en Gante, también como guardián.

La rapidez con la que accede a cargos de importancia en el interior de la vida capuchina da cuenta de una persona capaz y hábil, tanto por sus cualidades intelectuales como humanas.

En 1623 llega a Flandes el también capuchino padre Jacinto de Casale, que era diplomático en la Corte de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia de Austria, gobernadora de los Países Bajos. Acompañado por éste, el padre Felipe de Bruselas aparece por primera vez en los ambientes cortesanos, y a partir de este momento, su figura será un elemento frecuente en las cancillerías europeas para lograr las diversas negociaciones que se llevaban a cabo, especialmente aquellas que tenían a España como a uno de sus interlocutores.

Su condición de belga de nacimiento, pero con unos padres originarios de los reinos peninsulares, le ponía en unas condiciones excepcionales para colaborar en unas gestiones difíciles como eran las relaciones existentes entre aquellos reinos que se habían pasado a la Reforma y el que era su soberano.

En 1627 el padre Bruselas se encuentra en Holanda como agente de paz, portador de las proposiciones hechas por España. A lo largo de 1628 y principios de 1629 se traslada a España, e informa al Rey sobre los asuntos de los Países Bajos. En 1629 regresa nuevamente a Holanda y, poco después, se traslada a Baviera con instrucciones de la Corte española para promover por medio de la Liga Católica una invasión en las provincias rebeldes. A este fin se entrevista con Johan Tserclaes, conde de Tilly. Un año más tarde, en 1630, se encuentra en La Haya también para gestiones diplomáticas. Como se intuye de los constantes desplazamientos, su vida se mueve en una frenética actividad, donde lo prioritario son siempre las negociaciones políticas.

Como hecho singular de su vida hay que señalar que en sus viajes, que tenían tanto de acción diplomática como de espionaje, se presentaba siempre con ropa seglar, sin hacer uso del hábito religioso para así ocultar su personalidad y poder moverse con mayor libertad. Este hecho, y las infinitas y delicadas tareas a él encomendadas, lo llevó a un fuerte enfrentamiento con los superiores de su Orden, para el que se apoyó en sus numerosos valedores, de manera singular, en el conde-duque de Olivares.

Para sus constantes servicios, el padre Felipe de Bruselas intenta lograr el apoyo institucional de la Iglesia, por medio de los superiores mayores de los capuchinos. De esta manera, para obtener la patente de misionero apostólico, escribe al procurador general de los Capuchinos, solicitando le sea expedida dicha patente por la Congregación de Propaganda Fide, de tal suerte que le resultase más fácil introducirse entre los católicos holandeses para realizar sus investigaciones. Curiosamente nunca logró obtener este título, ni sus hermanos de hábito colaboraron en sus muchas gestiones, más bien parecían tener una imagen bastante negativa de su trabajo y la manera de llevarlo a cabo.

En marzo de 1631, encontrándose en Holanda, vive un momento de gran tensión cuando se sospecha de él por sobrepasar las instrucciones recibidas sobre las condiciones que España ofrecía para la tregua con Holanda. Tendrá que esperar a su próxima visita a Madrid para recuperar la confianza que la Corona tenía depositada en él. Ese mismo año se encontraba en Bruselas organizando y planificando un desembarco por sorpresa en la costa holandesa. Unos meses más tarde, en septiembre, es él mismo quien dirige la incursión, aunque ésta concluyó en un fracaso total y estruendoso, que daba cuenta de que el religioso podría ser un buen diplomático pero nunca un buen estratega. El desastre del intento de invasión le valió una lluvia de sátiras en verso por parte de los protestantes y belgas, quienes eran ya conocedores de sus peripecias. Después de este fracaso, recibe una severa y dura reprimenda del provincial de los capuchinos de Bélgica, que había recibido una carta, fechada en Roma el 8 de noviembre, donde el padre Jerónimo de Narni, vicario general de los capuchinos, le amonestaba por la actividad llevada a cabo por el padre Felipe contra los holandeses, así como por su actitud despojándose del hábito religioso, y mostrando así claramente una actitud contraria al espíritu propio de la regla franciscana. Al mismo tiempo, le pide explicaciones de con qué autoridad religiosa llevó a cabo esa incursión. El provincial de Bélgica escribirá a Roma el 25 de abril, dando cuenta de cómo se había procedido con él, al mismo tiempo que se explicaba que dicha incursión se había llevado a cabo con el beneplácito del rey de España y de la gobernadora de los Países Bajos. Muy al contrario del proceder de las autoridades de su orden religiosa, el conde-duque le escribe una carta afectuosa para consolarlo después del desastre sufrido, y para animarlo en nuevas empresas que éste le irá encomendando en los años sucesivos.

En diciembre de 1633 falleció la archiduquesa, y el padre Felipe, en vez de retirarse a la vida claustral, continuó al servicio de la Corte, esta vez en la persona del cardenal-infante. Fue precisamente en estos años cuando comenzó a darse a conocer en los medios oficiales españoles bajo el seudónimo de Juan Bautista Stercq. A partir de este momento, su tarea se redujo casi exclusivamente al espionaje al servicio de Olivares. Viajaba siempre disfrazado con ropa de seglar y sin residir nunca en los conventos de su Orden, a los que se acercaba para asistir a la eucaristía.

De 1633 a 1635 residió casi ininterrumpidamente en Madrid. En 1635 realiza un viaje a los Países Bajos nuevamente con la encomienda de una misión secreta. En 1636 realiza su último viaje a Madrid, siendo esta vez enviado por el cardenal-infante para tratar algunos asuntos con el conde-duque, en relación con los problemas existentes en los Países Bajos.

Unos meses más tarde, el 25 de junio de 1637, presentaba a Olivares un informe sobre las operaciones militares y las fortificaciones de Flandes, que será su última intervención en el campo de la política de Estado.

Es de suponer que a partir de este momento no se movió más de Madrid, ya que el 3 de noviembre de 1637 fallece en el convento capuchino de San Antonio del Prado. De él ha quedado reseñado que había estado en Madrid ocho veces, “aviendo asistido en hábito seglar con su compañero a negocios muy graues de Iglesia y del Rey nuestro señor”.

 

Bibl.: R. da Cesinale, Storia delle Missioni dei Cappuccini, vol. II, Parigi, Lobrajo-Editore, 1872; B. de Ciudad Rodrigo, Documentos para la Crónica de los Frailes Menores Capuchinos de Castilla, Salamanca, Imprenta de la Viuda de R. Guervós, 1910; Hildebrand, “Capucins-Diplomates au service de l’Archiduquese Isabelle, goubernante des Pays- Bas”, en Revue d’Histoire Ecclésiastique, 35 (1939), págs. 479 y 496-508; “Philippus a Bruxelles”, en Lexicon Capuccinum. Promptuarium Historico-Bibliographicum OFMCap (1525-1950), Romae, Biblioteca Collegii Internationalis S. Laurentii Brundusini, 1951, pág. 1355; L. de Aspurz, “Bruselas, Felipe de”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 286; H. van Hooglede, “Onuitgegeven teksen over des Paters Seraphinus en Philippus van Brussel (1630-1638)”, en VV. AA., Miscellanea, vol. II, Leuven, Paters Kapucijnen, 2000, págs. 1090-1099.

 

Miguel Anxo Pena González, OFMCap.

 

 

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