Terrena, Guido. Guido de Perpiñán. Perpiñán (Francia), c. 1265 – 21.VIII.1342. Carmelita (OCarm), teólogo, obispo.
El nombre más conocido y el más importante de los carmelitas de Perpiñán es, sin duda, Guido Terrena (Guido de Perpiñán), quien ha tenido la fortuna de que le dedicara una extensa monografía el padre Xiberta (1932). En esta excelente monografía estudió su vida y su doctrina con la diligencia del historiador y la profundidad del teólogo.
Guido Terrena ingresó joven en la Orden del Carmen, probablemente en el Convento de su ciudad natal.
Estudió en París, donde fue discípulo de Godofredo de Fontaines. Obtuvo el grado de maestro en Teología antes de 1313. A partir de esta fecha, debió de ejercer el magisterio en París o en Aviñón. Entre los discípulos de Guido de Terrena es preciso mencionar a Juan Baconthorp y probablemente a Siberto de Beka; el primero se considera como el creador de la escuela filosófico-teológica carmelitana.
En cuanto a su postura doctrinal, fue uno de los principales representantes del aristotelismo exagerado de Godofredo de Fontaines, quien mantenía una oposición absoluta entre potencia y acto, de donde se deriva un intelectualismo no lejano del optimismo psicológico. Evolucionó posteriormente, admitiendo algunas tesis pre-nominalistas.
Dentro de la Orden del Carmen, fue provincial de Provenza en fecha que no se puede determinar. En 1318, fue elegido general de la Orden, entonces en plena expansión por tierras de Europa. Aunque hay pocas noticias de su actividad, como general se sabe que visitó conventos de diversos países y obtuvo algunas bulas pontificias a favor de los carmelitas.
Mientras ocupaba el cargo de general, fue nombrado obispo de Mallorca el 15 de abril de 1321. Durante su gobierno, manifestó especial desvelo por el culto divino y por las obras de la catedral; parece ser que se mostró un poco duro con los judíos, cuya sinagoga convirtió en templo católico.
En 1332 fue trasladado a la sede de Elna. En esta diócesis celebró cinco sínodos: en 1335, 1337, 1338, 1339 y 1340; se conocen los estatutos de los mismos.
Terminó también las obras de la catedral y en defensa de los derechos de la Iglesia mantuvo un gran litigio con Jaime III de Mallorca.
Conviene resaltar otras facetas en la vida del obispo carmelita. Como inquisidor se conoce una intensa actividad contra los beguardos, contra el noble Ademar de Moset y contra los espirituales franciscanos, Bartolomé Peregrín, Bernardo Laurent y Bernardo Fuster; particularmente contra este último se conocen algunas acciones judiciales. Sentía casi una aversión innata hacia sus exageraciones.
Durante los largos años de pontificado, continuó con la afición por los estudios. Precisamente las obras que le han dado más fama las escribió en estos años: De perfectione vitae, Concordia quatuor evangeliorum, Summa de haeresibus. A diferencia de las obras escritas en el período docente, esas últimas están orientadas a la edificación de los fieles. Aparece en ellas como un hombre moderado, enemigo de todo extremismo. En este intento, tal vez haya algunas frases que se prestan a interpretaciones extravagantes.
Hombre de confianza de los reyes de Mallorca, le encomendaron misiones diplomáticas delicadas ante el Papa, como la obtención de dispensa de consanguinidad para el matrimonio de un hijo de Jaime III con la infanta Constanza o el arreglo de las diferencias de tipo económico, existentes entre Cataluña y Mallorca. En la correspondencia mantenida con el Rey desde Aviñón, en los años 1321, 1325, 1326, 1327 se muestra un negociador experto y prudente. La lectura deliciosa de esta correspondencia acerca a la práctica de la diplomacia medieval entre los reyes y papas.
Sobre estos mismos asuntos, ejerció también de mediador desde la Corte de Aragón con la de Mallorca.
El documento de esta delegación fue firmado en Zaragoza por el rey Jaime II el 5 de octubre de 1325.
Murió Guido Terrena en 1342 y fue sepultado en la capilla de Santa Ana de la iglesia del Carmen de Perpiñán, donde se conservaba su efigie en mármol, con sus armas.
A través de su vida y escritos, aparece como un hombre entregado a sus deberes ministeriales y al estudio, hasta el punto de que esas preocupaciones hicieron que su salud se resintiera. Defensor de la pureza de la fe y de los derechos de la Iglesia, no olvidó sus deberes de amor a la patria. Aunque de carácter conciliador, mantuvo con energía sus puntos de vista a la hora de defenderlos.
Fue un pensador independiente, pero no fundó escuela.
Puede ser contado entre los grandes escolásticos del siglo xiv, como Hervé Natal, Durando de San Porciano y Pedro Aureolo que cabalgan entre la edad de oro de la escolástica y el nominalismo.
En la historia de la Orden del Carmen, ocupa un lugar de excepción y se le considera como una de las mayores figuras del siglo xiv.
Obras de ~: Summa de haeresibus, Paris, 1528 (Colonia, 1631); Quodlibetos, s. l., s. f.; Cuestiones disputadas (trece), s. l., s. f.; Cuestiones ordinarias (doce), s. l., s. f.; Comentarios [a las obras de Aristóteles sobre el alma, Física, Ética y Política], y Comentario [sobre el Libro de las Sentencias], s. l., s. f.; De perfectione vitae, s. l., s. f.; Concordia quatuor evangeliorum, s. l., s. f.
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Balbino Velasco Bayón, OCarm