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Narciso Pascual y Colomer

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Biografía

Pascual y Colomer, Narciso. Madrid, 1808 – 9.VI.1870. Arquitecto.

Hijo del académico y bibliotecario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Juan Pascual, conoció una temprana aproximación al mundo del arte y la arquitectura. Antes de su ingreso como alumno de la Academia se preparó en el estudio de Custodio Teodoro Moreno, uno de los grandes epígonos del neoclasicismo de Villanueva. Contando con destacados proyectos en su etapa de formación (en 1831 fue premiada su “Galería abierta y transitable para entrada principal al Palacio de Buenavista”) obtuvo el título de arquitecto en 1833. Tres años después consiguió una pensión gubernamental para viajar a Londres y París; en esta ciudad pudo conocer y seguir de cerca el auge de las ideas eclécticas, así como el clasicismo italianizante que, con arquitectos como Percier, se imponía en la cultura francesa del momento.

A su vuelta a Madrid fue nombrado arquitecto ayudante del edificio que entonces ocupaba el Congreso de los Diputados, la desamortizada iglesia del antiguo Convento del Espíritu Santo —habilitada a tal fin por Pérez Cuervo—, en la carrera de San Jerónimo.

Lo inadecuado de este establecimiento propició que, en 1842, se convocara un concurso nacional para el nuevo Palacio del Congreso, que debía ser erigido en el mismo lugar. Pascual y Colomer presentó al concurso, resultando ganador, un innovador y funcional proyecto que proponía —en esos momentos en que se tanteaba el tipo arquitectónico parlamentario— un gran salón de sesiones en forma de hemiciclo; el lenguaje arquitectónico recreaba en el exterior —retomando las ideas de que se había nutrido en París— su dilecto tema del palacio quattrocentista, al que yuxtaponía, como código semántico ajustado para el parlamento democrático, un pórtico neogriego.

El edificio, que se comenzó al año siguiente y se culminó en el centro del siglo, logró una excelente acogida por la sociedad madrileña, que situó rápidamente el nombre de Pascual y Colomer como el del arquitecto más notable de la Corte.

En 1844 fue nombrado arquitecto mayor de Palacio, lo que le llevó a emprender destacados proyectos para Madrid; entre otros, los que conformarían el actual entorno de Palacio: la plaza de Oriente —que, abierta por José I, seguía sin conformarse, tras la interrupción y posterior demolición del proyecto de Isidro González Velázquez—, la nueva plaza de la Armería y el proyecto —muy alterado en la actualidad— de los jardines del Campo del Moro. Como arquitecto de Palacio, y particularmente interesado por los jardines, propuso a Isabel II la creación de una Escuela Normal de Jardineros Horticultores (aprobada por Real Orden de 1847), para la formación de los profesionales que debían atender los jardines de los Reales Sitios; dirigida por él mismo —junto a los grandes jardineros Boutelou y Viet—, se estableció inicialmente en los jardines del Campo del Moro y, más tarde, en los de la Casa de Campo.

En esos años, Pascual y Colomer trabajó también en intervenciones representativas del Madrid del momento, como los nuevos cementerios exteriores al recinto urbano y la adaptación a otros usos de los edificios desamortizados. Así, en 1843 realizó el proyecto del Cementerio de la Sacramental de San Luis, una de las más importantes realizaciones de arquitectura funeraria del momento —anterior al gran patio de la Purísima de la Sacramental de San Isidro—, demolido en 1915; y concluyó, tras las obras iniciadas por Javier de Mariátegui, la transformación del noviciado jesuita en sede de la Universidad Central, conformando la nueva fachada a la calle de San Bernardo (1847) e ideando, más tarde, uno de los espacios más representativos del nuevo edificio: la conversión de la antigua iglesia en Paraninfo (1852), tarea para la que contó con el escultor Ponzano —con quien ya había trabajado en el frontón del Congreso— y el pintor Espalter.

Cuando en 1844 se creó la Escuela de Arquitectura, segregándose de la Real Academia de Bellas Artes, Pascual y Colomer fue llamado, junto con otros representantes de lo que Pedro Navascués ha denominado la “última generación académica” —Juan Miguel Inclán Valdés, Antonio Zabaleta, Aníbal Álvarez Bouquel, Juan Bautista Peyronnet—, para formar el nuevo claustro de profesores; impartió desde entonces la asignatura de Teoría General de la Construcción, llegando a ser, por dos veces (1852-1854 y 1864- 1868), director de la Escuela.

En 1845 incluyó en su ya prestigiosa clientela a José de Salamanca, el cosmopolita hombre de negocios y mecenas de las artes, que le encargó un singular palacio en el paseo de Recoletos, cuando éste era un enclave periférico de la ciudad. Pascual y Colomer levantó un edificio entre jardines —muy ajeno al tradicional casón-palacio madrileño— con un delicado sentido italianizante, evocador de las villas renacentistas (se ha señalado, particularmente, el ascendiente de la romana Villa Farnesina, obra de Peruzzi), que se impondría con fuerza en el Madrid isabelino. El paseo de Recoletos sería a partir de entonces el escenario de una magnífica secuencia de palacetes, presididos y guiados por esta obra maestra de Pascual y Colomer: la nueva aristocracia comercial, que representaba el marqués de Salamanca, planteaba con este edificio un eje en paralelo al eje áulico del Palacio Real, en el otro extremo de Madrid. Esta obra, concluida en 1855, constituyó una avanzadilla del ensanche urbano —el barrio de Salamanca— que el propio marqués promovería, y por el que su nombre ha quedado inscrito en el urbanismo madrileño.

Más adelante trabajó de nuevo para Salamanca en la finca de Vista Alegre, en Carabanchel, zona de las afueras de Madrid donde a la aristocracia le había gustado construir lujosas quintas de recreo y casas de campo. En esta posesión que, proveniente de la herencia de la reina María Cristina, fue vendida a Salamanca por los duques de Montpensier en 1859, Pascual y Colomer diseñó los ajardinamientos según lo que se ha llamado “jardín isabelino”: una aproximación a la nueva tendencia del paisajismo romántico inglés, sin olvidar completamente un cierto sentido de la geometría; y reformó y amplió el original palacio, que serviría de casa-museo para la amplia colección de antigüedades y obras de arte de Salamanca.

Construyó numerosos edificios y palacios para la nobleza y la nueva burguesía madrileña; entre ellos, reformó el Palacio del duque de Frías y Uceda (1845) y levantó los del duque de Riánsares (1846-1847), frente al Senado, y del empresario Montagud (1861), en la nueva plaza del Rey. Por otra parte, las ordenanzas sobre la construcción de los edificios de la plaza de Oriente, que redactó en 1850, constituyeron una importante contribución a la incipiente reglamentación urbanística madrileña, previa a la que se originó con motivo de la reforma de la Puerta del Sol.

Pascual y Colomer, interesado por la restauración monumental —según el signo de los tiempos—, formó parte de la comisión que publicaba Monumentos arquitectónicos de España; y aun tuvo ocasión de intervenir —dejando un personal sello— en importantes monumentos madrileños. Finalizó las obras del Museo del Prado (1847-1852), creando la Sala de Isabel II en el cuerpo absidial del eje, espacio a doble altura destinado a exposición de pinturas y esculturas.

Se ocupó también del remate de algunas otras obras de Villanueva, ya por inacabadas —caso de algún lienzo de la plaza Mayor—, ya por haber resultado muy dañadas durante la ocupación francesa —caso del Observatorio Astronómico—. Pero la restauración más importante que llevó a cabo fue la de un monumento tan de peso en Madrid como la iglesia de los Jerónimos; al enfrentarse aquí al lenguaje gótico —ajeno a su formación en la Academia—, operó desde presupuestos románticos no exentos de desprejuiciada libertad, como prueban las dos torres de nueva planta que levantó abrazando la cabecera del templo.

En 1844 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para la que un año antes había preparado su Programa sobre la historia de la Arquitectura, demostrar su utilidad, la necesidad que hay en toda república bien ordenada de edificios correctos, cuáles sean indispensables y qué carácter y orden requieren, manuscrito que hoy se conserva en esa biblioteca.

Junto a sus títulos como arquitecto, contó con los de gentilhombre de cámara, secretario de Su Majestad y comendador de la Real Orden de Carlos III.

Su ejercicio profesional coincidió plenamente con la etapa isabelina; sus construcciones y proyectos constituyen un preclaro registro del refinado momento arquitectónico y cultural del Madrid romántico, así como de los grandes —y determinantes— cambios urbanos que la ciudad, con su emergente burguesía, experimentó en el segundo tercio del siglo XIX.

 

Obras de ~: Cementerio de la Sacramental de San Luis, Madrid, 1843; Palacio del Congreso de los Diputados, Madrid, 1843-1850; Proyectos de estufas para flores en la Casa de Campo, Madrid, 1844; Proyecto de jardines para la plaza de Oriente y Campo del Moro, Madrid, 1844-1846; Restauración del Monasterio de la Encarnación, Madrid, 1844-1847; Reforma del palacio del duque de Frías y Uceda, Madrid, 1845; Restauración y conclusión del Observatorio Astronómico, Madrid, 1845- 1847; Palacio del marqués de Salamanca, Madrid, 1845-1855; Terminación de la plaza Mayor, Madrid, 1846; Casa palacio del duque de Riánsares, Madrid, 1846-1847; Proyecto de ajardinamiento en el Buen Retiro y los Jerónimos, Madrid, 1847; Reforma del Noviciado de Jesuitas para Universidad Central, Madrid, 1847-1852; Restauración y conclusión del Museo del Prado, 1847-1852; Plaza de la Armería, Madrid, 1849-1851; Ordenanzas para la construcción de los edificios de la plaza de Oriente, Madrid, 1850; Restauración de la iglesia de San Jerónimo el Real, Madrid, 1851-1855; Proyecto de puente sobre el río Henares, 1852; Reforma del palacio de Vista Alegre, Carabanchel (Madrid), 1859-1861; Palacio de Fontagud, Madrid, 1861; Edificio para vivienda propia, Madrid, 1864.

Escritos: Programa sobre la historia de la Arquitectura, demostrar su utilidad, la necesidad que hay en toda república bien ordenada de edificios correctos, cuáles sean indispensables y qué carácter y orden requieren, 1843 (ms.); Memoria histórico-descriptiva del nuevo Palacio de Congresos de los Diputados, publicado por la Comisión del Gobierno Interior del mismo, Madrid, 1856.

 

Bibl.: R. Loredo, “Arte español desde principios del s. XIX hasta el momento actual. La arquitectura”, en Historia del Arte en todos los tiempos y pueblos. Arte contemporáneo, t. VI, Madrid, Saturnino Calleja, 1924; M. López Otero, “Pasado y porvenir de la enseñanza de la arquitectura” y “Los directores de la Escuela de Arquitectura. 1844-1944”, en Revista Nacional de Arquitectura (RNA), 38 (febrero de 1945), págs. 38-51 y págs. 52-57, respect.; M. Lorente, “Don Narciso Pascual y Colomer (1801-1870)”, en RNA, 81 (septiembre de 1948), págs. 362-363; F. Chueca Goitia, Arte de España. Madrid y Sitios Reales, Barcelona, Seix Barral, 1958; J. A. Gaya Nuño, Arte del siglo xix, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, IXI, Madrid, Plus Ultra, 1966; E. Pardo Canalís, El Palacio de las Cortes, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1971; P. Navascués Palacio, Arquitectura y arquitectos madrileños del siglo XIX, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1973; “Del Neoclasicismo al Modernismo. Arquitectura”, en Historia del Arte Hispánico, t. V, Madrid, Alambra, 1979; Un palacio romántico. Madrid 1846-1858, Madrid, El Viso, 1983; VV. AA., La sede central de Tabacalera. Dos edificios para la historia de Madrid, Madrid, Tabapress, 1986; C. Ariza Muñoz: “Creación y mejoras de los jardines madrileños pertenecientes a la Corona”, en Reales Sitios, 88 (2.º trimestre de 1986), págs. 29- 36; “La creación de escuelas de jardinería durante los siglos XVIII y XIX”, en Reales Sitios, 88 (3.er trimestre de 1986), págs. 29-36; C. Saguar Quer, “Una gran obra olvidada de Narciso Pascual y Colomer: el cementerio de la Sacramental de San Luis”, en Academia, 68 (1.er trimestre de 1989), págs. 315-338; N. Panadero Peropadre, “La restauración de San Jerónimo el Real por Narciso Pascual y Colomer”, en Goya, 213 (noviembre-diciembre de 1989), págs. 161-171; P. Navascués Palacio, Arquitectura española. 1808-1914, en J. Pijoán (dir.), Summa artis: historia general del Arte, t. XXV, Madrid, Espasa Calpe, 1993; VV. AA., El Palacio del Marqués de Salamanca, Madrid, Argentaria, 1994; J. García-Gutiérrez Mosteiro, “Diez arquitectos en Madrid”, en Madrid y sus arquitectos. 150 años de la Escuela de Arquitectura, Madrid, Comunidad de Madrid, 1996, págs. 75-96.

 

Javier García-Gutiérrez Mosteiro

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