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José García Hidalgo

Biografía

García Hidalgo, José. Villena (Alicante), 1645 – Madrid, 28.VII.1717. Pintor, tratadista, grabador y poeta.

Nacido en el seno de una familia hidalga afincada en Villena —entonces del reino de Murcia—, su entorno familiar e infancia son desconocidos salvo su linaje de origen asturiano y su temprana vocación artística. Con apenas once años (1656) comienza su aprendizaje en la capital murciana con Nicolás de Villacis (1616-1694), pintor viajero por Italia que le familiariza con los modos e ideas del Barroco italiano, continuando con Francisco Gilarte (1626-1667), de quien recibe un estilo naturalista y tenebrista.

Acabada su formación con apenas diecisiete años (c. 1661), José García decide marchar a Roma para perfeccionar sus estudios. Aquí conoce el pleno Barroco decorativo y se adscribe al mundo de las academias donde recibe consejos de Cortona, Brandi, Maratta y Salvator Rosa. En la Ciudad Eterna reside tres años hasta que unos problemas de salud le hacen regresar a España.

A su vuelta (1664) fija su residencia en Valencia, contactando con Jerónimo Jacinto de Espinosa y los March —Esteban y Miguel—, cultivadores de un rezagado naturalismo claroscurista de tradición ribaltesca.

Asiste a sus talleres, en donde los principiantes le apodan El Castellano (por la historia de su ciudad natal Villena, fiel a Castilla), y a la Academia de Dibujo, sita en el convento de Santo Domingo, importante centro cultural valenciano de esos años. Su perfeccionamiento con estos pintores, especialmente con Espinosa, y el conocimiento directo de las obras de Orrente, Juanes y los Ribalta marcarán de modo definitivo el estilo de José García.

Siete u ocho años permaneció en Valencia, hasta trasladarse a la Corte (1671-1672) con el deseo de estudiar las pinturas de la colección real. Aquí establece amistad con el entonces recién nombrado pintor de cámara Juan Carreño de Miranda —también de rancio linaje asturiano, como él—, quien le recibe en su taller abriéndole las puertas de Palacio. Desde ese momento José García fija su residencia en Madrid estrechando su vínculo con el mundo palatino.

Sus primeras obras para Palacio datan de 1672 y gran parte de su actividad en estas fechas se emplea en retratar a personalidades de la vida palaciega, como Don Fernando Valenzuela (c. 1674, colección particular, Madrid), el todopoderoso valido de la reina viuda Mariana de Austria, regente hasta que Carlos II cumpliese la mayoría de edad en 1675. Los recursos que emplea son los habituales del retrato cortesano de su tiempo, si bien utiliza una técnica algo desfasada, a lo Espinosa, que por su gran verosimilitud le hace destacar en el género.

Entre tanto, García Hidalgo se abre paso como pintor dentro y fuera de Madrid gracias a importantes encargos que recibe en estos años por parte de quienes van a ser, desde este momento, sus principales clientes: los agustinos y carmelitas. La Orden agustina le encarga hacia 1674, para el claustro bajo del convento madrileño de San Felipe el Real, un conjunto de veintisiete grandes lienzos con “pasajes de la vida de san Agustín” (muchos de ellos en el Museo del Prado), donde traduce la configuración de un estilo ecléctico muy personal, basado en amplias y complejas escenografías, de recuerdos italianos, que se pueblan con multitud de figuras inspiradas en modelos de Espinosa pero con una técnica y un colorido más vibrante, a lo Carreño. La serie le lleva gran parte de su vida artística, pues la concluye en 1711 y en ella deja algunos de sus lienzos más granados, como el de Agustín es consagrado obispo o el de Agustín discute con Fortunato.

Para los carmelitas realiza hacia 1675 la decoración mural de la capilla funeraria de san Juan de la Cruz en el convento segoviano del Carmen y comienza un nutrido grupo de lienzos alusivos a la vida del santo (Éxtasis místico de santa Teresa y san Juan de la Cruz) que, por sus complejas iconografías, hacen de García Hidalgo un pintor cualificado en temas carmelitanos al servicio de la Orden.

Su prestigio crece y en 1676 realiza para la Congregación de Plateros madrileños un importante lienzo de San Eloy resucitando a un ahorcado (Palacio Real, Madrid), obra maestra en la composición de gran aparato que, según el relato del pintor y biógrafo Antonio Palomino (1655-1726) (con quien al parecer García Hidalgo mantuvo enemistades), fue rehecha por el villenense tras haberse comenzado por el valenciano Juan Conchillos, a quien García, “por hacer del maestro”, hizo retoques.

Su culminación como pintor cortesano llega a comienzos de la década de 1680, cuando participa en las decoraciones efímeras preparadas en ocasión de las bodas reales de Carlos II con María Luisa de Orleans.

García Hidalgo, entre muchos artistas a los que convocó este importante evento, intervino principalmente en los decorados para la zarzuela calderoniana Hado y divisa de Leonido y Marfisa, representada en el teatro del Coliseo del Buen Retiro. El éxito fue rotundo y ello le reportó un enorme prestigio como pintor decorativo. En 1681 remite un memorial al rey Carlos II donde solicita una plaza como su pintor ad-honorem. La petición, aunque apoyada por sus triunfos en la Corte, queda en suspenso, si bien, José García comienza a firmar como “Pintor del Rey” en algunos de los lienzos de la serie de San Felipe el Real que continúa por estos años (Transverberación de san Agustín).

Aparte de estos trabajos y otros como retratista (efigies de Carlos II y María Luisa de Orleans, 1680, colección particular, Londres), García Hidalgo mantiene ahora una intensa actividad como pintor religioso para parroquias y conventos de Madrid, ampliando sus redes artísticas a otras zonas como Sigüenza, Guadalajara y Ávila. A estos años corresponden un San Pascual Bailón (1681, Museo de Bellas Artes, Zaragoza), de fuerte influjo espinosiano; las pinturas de un retablo dedicado a san Agustín (1681-1682) para la parroquia de San Pedro, en Sigüenza, con trozos excelentes de naturaleza muerta; una Adoración de los Reyes (1682, colección particular, Madrid), en la que muestra una singular delicadeza en la representación de las cosas reales; un San Joaquín con la Virgen niña de carmelita (convento de carmelitas descalzos, Ávila), de profunda y sincera convicción contrarreformista; y otras muchas obras, algunas para los carmelitas de Guadalajara, no todas conservadas.

Estos primeros años de la década son, además, cuando García Hidalgo pone en marcha una de sus empresas más ambiciosas: los Principios para estudiar el nobilísimo y real Arte de la Pintura, tratado “eminentemente práctico”, cuya elaboración prolongada a lo largo de casi quince años, incluye más de ciento cincuenta grabados con ejemplos de ojos, cabezas, cuerpos, perspectivas y otros modelos, que constituyen, sin duda, uno de los conjuntos más ricos y novedosos de su siglo en España. Dirigido a la formación de pintores noveles, da buena idea de su vibrante preocupación por la docencia, mantenida hasta el final de su vida, y en suma por la ciencia, pues a la vez elabora otro tratado con veintidós grabados: Geometría práctica, sobre los problemas no resueltos, que le hacen versado especialmente en arquitectura.

Su incorporación al ambiente artístico madrileño es ya plena. En 1682 interviene, junto a otros muchos artistas, en un largo pleito por la liberalidad y nobleza de la pintura que los pintores sostienen contra la Hermandad de los Siete Dolores sobre la obligación perpetua de sacar un “paso” en la procesión del Viernes Santo, y que los artistas consideran entonces como algo indigno. Sigue trabajando para Madrid: en 1683 pinta un soberbio San Francisco de Paula por el estrecho de Mesina (Museu d’Art de Catalunya, Barcelona), y un año después, en 1684, consigue otro triunfo significativo cuando pinta, para el oratorio privado del Rey, una Virgen del Carmen —conocida por un grabado de su tratado pictórico—, que muestra su habilidad para la pintura de devoción con imágenes solas, dando otras muestras en un Niño Jesús de la pasión (convento de Santa Isabel, Madrid; ermita Cantalapiedra, Salamanca) y en una Magdalena penitente (comercio, Madrid), siempre con modelos muy personales.

Su prestigio aumenta cuando recibe en 1686 el título de “Corrector y Calificador” de las pinturas sagradas por el Tribunal de la Santa Inquisición (c. 1684-1690) y se le nombra en 1687 caballero hijodalgo de Madrid.

Pero García Hidalgo es artista de múltiples registros, y con una enorme capacidad de trabajo asistida por un amplio taller, y aunque en estas fechas su pintura es principalmente religiosa (Sagrada Cena, 1687, colección particular, Madrid; Muerte de San José, 1688, Wadsworth Atheneum, Hartford), también realiza otros trabajos como ilustrador de libros. Para el Obelisco Fúnebre, Pirámide Funesto (1684), escrito por su amigo Gaspar Agustín de Lara en homenaje póstumo a Calderón de la Barca, hace un grabado aprobatorio y un retrato del dramaturgo. Además, realiza otras planchas para su tratado de pintura (San José, 1687) que en estas fechas se hace depositario con grabados de sus cuadros más famosos, simultaneando estos trabajos con retratos de los Monarcas y personajes más influyentes de su tiempo. En 1685 realiza el del arcediano de Segovia Don Antonio de Ayala y Berganza (catedral, Segovia), con solemne e intensa persuasión religiosa, y en 1688 las efigies de Carlos II y María Luisa de Orleans (Rychnov nad Knênou, Bohemia), que satisfacen la demanda de nobles y funcionarios palaciegos, y que, junto a otras obras decorativas menores para el Buen Retiro entre 1689 y 1690, mantienen sus servicios para la Casa Real.

El auge de las demandas artísticas en Valencia a finales del siglo hace que García Hidalgo —hombre acostumbrado a viajar y cambiar de residencia— comience a trabajar activamente para iglesias y conventos de la ciudad del Turia sin perder el contacto con la Corte y Madrid, que mantiene gracias a esporádicos viajes. Inicia así una nueva etapa que incide en la coloración más siena de su pintura y en un dibujo más acentuado por influjo de lo valenciano. En 1691 realiza para el convento de Santo Domingo, sede de la academia de pintura, una serie de santos: San Lorenzo y San Vicente Mártir (Museo de Bellas Artes, Valencia), de fuerte influencia espinosiana, y ese mismo año imprime por primera vez su tratado de los Principios tras realizar varios grabados con supuestos de perspectiva. De resultas, hacia 1692, imprime su otro tratado de Geometría práctica, cumpliendo sus expectativas como tratadista. Vive ahora en la plaza valenciana de la Olivera, barrio de extranjeros y comediantes, y son años de múltiples trabajos para Valencia.

Así, entre 1692 y 1694 realiza otras obras para el convento de Santo Domingo (1692, en paradero desconocido); una Defensa de Malta (1692) para la iglesia de San Juan del Hospital; dos importantes lienzos para las monjas valencianas del convento de Santa Úrsula: Fundación de la casa carmelitana de Alcoy (1693) y Fundación de la casa en Valencia por el Beato Ribera (1694), obras éstas de empeño y complejidad notables con multitud de figuras que traducen su ímpetu barroco y su preocupación por el espacio, y otras muchas obras, algunas no conocidas, como la pintura de la bóveda para la capilla del Santo Sepulcro en la parroquial de San Bartolomé, que aseguran su actividad en los lugares de culto más significativos de la ciudad. Simultáneamente, y con gran participación de taller, también atiende una serie de la Prefiguración de Cristo para la capital toledana (1692, jesuitas, Toledo).

De regreso a Madrid, y aunque sigue trabajando para otras zonas como Toledo, su carrera profesional comienza una ligera inflexión, decayendo sus encargos madrileños en un momento en que las novedades de Luca Giordano, de sensibilidad bien diversa a la suya, acaparan en la Corte la mayoría de los trabajos.

Precisamente, a la vuelta de uno de sus viajes, en 1696, García Hidalgo es metido preso en la cárcel de Pinto por un robo de joyas a un compañero de viaje que, tras aparecer entre los fardos de las galeras después de una presunta broma, el pintor es puesto en libertad. Ese mismo año firma unos Desposorios místicos de santa Catalina (comercio, Madrid) y atiende diversos trabajos para Toledo y carmelitas de Peñaranda de Bracamonte.

Son años de gran inestabilidad para García Hidalgo, que vive, al parecer, con deudas en un “cuarto” alquilado (1698) sin perder su conexión con la capital valenciana.

En 1697 se le pagan obras que había hecho para Valencia.

Asimismo, las relaciones que mantiene ahora con los pintores madrileños son también controvertidas, pues en 1699 José García, tras dejar la Hermandad de San Lucas —asociación que entonces reunía a los pintores en la Corte—, pone a dicha Hermandad una demanda donde reclama dinero.

A la muerte de Carlos II en 1700, y tras la subida al trono del primer Borbón Felipe V, la situación de García Hidalgo no cambia sustancialmente. Continúa sin encargos significativos para Madrid y sigue estrechando sus lazos con la capital valenciana, pues el citado año compra una casa en la ciudad del Turia.

Pero en marzo de 1702 muere el pintor del Rey Isidoro Arredondo, un discípulo suyo, y su plaza, aunque denegada con anterioridad a Juan Vicente de Ribera, la solicita García Hidalgo que, gracias al favor del marqués de Villafranca, la consigue ad-honorem y sin gajes el 20 de julio de 1703.

García Hidalgo es ya pintor del Rey, pero los graves problemas que atraviesa la Monarquía hispánica por la instauración de la dinastía borbónica no son favorables a su cargo. En 1705 estalla la Guerra de Sucesión y Valencia es tomada por los partidarios del archiduque Carlos de Austria. La revolución es encabezada por Joan Baptista Basset, hombre experto en ingeniería militar, a quien García Hidalgo había dado clases como aprendiz. Este hecho da pie al villenense para ir a Valencia y mostrar su fidelidad al rey Felipe V, quien, a través del embajador de Francia, le expide un indulto para Basset en el caso de que éste se rinda a la causa borbónica. Su empresa falla y, tras saquearle su casa, tenerle preso en la cárcel de San Narciso y estar a punto de ahorcarle, es liberado por el general inglés Peterborough, quien le obliga a no salir de las murallas de Valencia.

Continúa, pues, trabajando para la ciudad del Turia —se le pagan obras en 1706— y lleva a cabo su segunda reimpresión de los Principios. Vive ahora en la calle de la Congregación.

La batalla de Almansa a favor de Felipe V pone fin a su confinamiento en la capital valenciana regresando a Madrid. Aquí, sin recursos, enferma gravemente, pero pronto comienza a trabajar en los decorados de la comedia Todo lo vence el amor, representada en el Coliseo del Buen Retiro (1707), para cuya obra también trabajó su “rival” Antonio Palomino.

García Hidalgo normaliza su situación “crítica” en Madrid, y en 1708 intenta acelerar su carrera en Palacio solicitando una plaza vacante de ayuda de la Furriera.

Su petición es denegada dos años después, al igual que sus gajes como pintor, que ya pretenderá en vano hasta el final de su vida.

Corren malos tiempos y sus servicios para la Casa Real en estos años se centran principalmente en obras de divertimento, como poesías y jeroglíficos, dedicados a los Reyes y a su primer hijo Luis I en fiestas y cumpleaños.

Los últimos años de la vida de García Hidalgo, a pesar de estar marcados por sus circunstancias biográficas y por los nuevos aires pictóricos franceses e italianos, recuperan en parte su actividad pictórica “tradicional”, trabajando abundantemente para el estamento eclesiástico de Madrid y otras poblaciones.

Su estilo, ciertamente desfasado, como evidencian los retratos de monjas para las agustinas de Madrigal de las Altas Torres (1705) o algunas de sus obras para Salamanca (Desposorios místicos de santa Catalina, 1714, convento de San Esteban), realizadas con viejas recetas y uso de grabados tradicionales, se debate entre el eclecticismo pasado y un nuevo deje académico, que marca ya algunas de sus últimas obras, como un Santo Toribio de Mogrovejo confirmando a santa Rosa de Lima (1710) del convento madrileño del Corpus Christi, realizado con una cierta sequedad de color y excesivo rigor académico en el dibujo. Estos aires académicos y su profundo amor a la enseñanza hacen que García Hidalgo eleve en 1715 una propuesta al rey Felipe V, donde le pide fundar en Madrid una academia oficial de pintura para que pudiesen estudiar “los Españoles Ingenios”. Esta importantísima propuesta académica y su moderno libro de Principios de la Pintura convierten al viejo García Hidalgo en el germen de la futura Real Academia de San Fernando fundada en 1752.

Su actividad como retratista también se mantiene hasta el final de su vida según atestigua el interesante retrato de Don Manuel de Coloma (Museo de Bellas Artes, Salamanca), realizado hacia 1713.

Fallece en Madrid en 1717, y aunque en su declaración testamentaria se declara sin bienes, su mujer, Josefa Fraile de La Gasca, con quien casó en la década valenciana de los sesenta, sobreviviéndole cinco años, vende en 1718 su casa de Valencia.

García Hidalgo firmó sus obras generalmente con el “Don” como consideración social.

 

Obras de ~: Pasajes de la vida de San Agustín, Museo del Prado, Madrid, 1674-1711; Éxtasis místico de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, convento carmelitas, Segovia; San Eloy resucitando a un ahorcado, Palacio Real, Madrid, 1676; Cristo en el lagar, 1679, convento del Corpus Christi, Segovia; Confesión de Santa Teresa por San Juan de la Cruz, Museo del Prado, Madrid; San Pascual Bailón, Museo Bellas Artes, Zaragoza, 1681; Lienzos de San Agustín, parroquia de San Pedro, Sigüenza, 1681-1682; San Francisco de Paula, Museo del Prado, Madrid, 1683; Estigmatización de san Francisco, Museu Diocesá, Barcelona, 1684; San Agustín con el Niño, iglesia de San Ginés, Madrid; Santa Teresa de Jesús, 1685, y San Pedro Alcántara, palacio de la condesa de la Granja, Orihuela (Alicante); Sagrada Cena, colección particular, Madrid, 1687; Muerte de San José, Wadswoth Atheneum, Hartford (Conneticut), 1688; Carlos II y María Luisa de Orleans, Rychnov Knêznon, Bohemia, 1688; Inmaculada Concepción, convento de Jesús y María, Toledo; Fundaciones de la Casa Carmelitana en Alcoy y Valencia, convento de Santa Úrsula, Valencia, 1693 y 1694, respect.; Virgen de los Desamparados, real basílica de la Virgen de los Desamparados, Valencia, 1694; Pinturas del retablo de Santa Teresa, convento de carmelitas, Peñaranda de Bracamonte (Salamanca); Confirmación de santa Rosa de Lima, convento del Corpus Christi, Madrid, 1710; Manuel de Coloma, Museo de Bellas Artes, Salamanca, c. 1713; Serie de santos, convento de mercedarias de Don Juan de Alarcón, Madrid, 1713; Santo Entierro, iglesia parroquial, Estremera (Madrid); Jesús en Getsemaní, mercado anticuario, Madrid; Retrato de Luis I, niño, mercado anticuario, Madrid; Dios padre pintando a la Virgen, antigua colección Fórum.

Escritos: A la Católica y Real Magestad de Carlos II (Que dios Guarde) Rey de las Españas. Mandose glosar esta dezima, por inglosable, al affunto de la debida, y Católica acción que executó Carlos Segundo (que Dios guarde) viniendo del Pardo el dia 20 de Enero deste año de 1685, Madrid, 1985; Principios para estudiar el Nobilísimo, y Real Arte de la Pintura, Valencia 1691; Geometría práctica, sobre los problemas no resueltos, Valencia, c. 1692; A los escritos, y demostraciones admirables de la destreza de la Espada y Daga, Madrid, 1705; Memorial de agravios suplicando al rey Felipe V, 1707; Natalicio festivo y plausible obsequio al feliz cumpleaños de un año, del Serenísimo Señor Don Luis Fernando Primero deste nombre en España, Príncipe de Asturias, Madrid, 1708; En Ocasión del Feliz Cumplimiento de los Dos años del Serenísimo Señor Luís Fernando, Príncipe de Asturias, Madrid, 1709; En la celebridad de la Jura del Serenísimo Señor D. Luis Fernando, Príncipe de Asturias, Madrid, 1709; Al Serenísimo Príncipe de Asturias Don Luis Primero deste nombre en España, en ocasión de su felicísima llegada a esta Corte, Madrid, 1711; En ocasión del feliz casamiento del Rey nuestro Señor Don Felipe Quinto, que Dios guarde, con la Reina nuestra Señora Doña Isabel Farnesio, que Dios prospere: da la Enhorabuena al Serenísimo Príncipe de Asturias, Don Luís primero desde nombre en España, nuestro señor, Madrid, 1715.

 

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Álvaro Piedra Adarves