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Luis González de Polanco

Biografía

González de Polanco, Luis. ?, s. t. s. XV – 26.I.1542. Alcalde de la Real Chancillería de Valladolid, alcalde de Casa y Corte, miembro del Consejo Real, del Consejo de Inquisición y de la Cámara de Castilla.

El primer oficio que desempeñó este letrado de familia radicada en Santillana del Mar fue el de alcalde del Crimen de la Chancillería de Valladolid, en cuya documentación aparece firmando ya en mayo de 1492, cargo en el que tomó residencia a los tenedores de la vara de la merindad de Valladolid, en nombre del conde de Benavente. Seguidamente pasó a alcalde de Casa y Corte, plaza para la que fue nombrado el 11 de octubre de 1494. Su servicio atrajo bien pronto la atención de la reina Isabel, que le incluyó entre los ministros al servicio del príncipe Juan en Almazán, en opinión de Gan Giménez, si bien no aparece entre los servidores de don Juan indicados por Cotarelo y Valledor, en su obra sobre fray Diego de Deza. Con el alejamiento de la Reina Católica de la toma de decisiones tras la muerte de su hijo, la progresión política de los servidores de éste continuó en el entorno del Rey Católico. Polanco no escapó a esta tendencia, y fue acompañante habitual en los desplazamientos de Fernando, apreciándose su rúbrica en el título de Francisco de los Cobos como escribano de cámara, despachado en Perpiñán el 18 de noviembre de 1503, al ejercer por entonces labores de registrador en el Consejo Real. El aprecio regio alcanzó tal punto, que una de las últimas decisiones que el Rey Católico tomó —con su yerno y su hija ya desembarcados en Castilla— fue la confirmación de la entrada de Polanco en el Consejo Real por título de 8 de mayo de 1505, consolidando así una inclinación al grupo de poder “fernandino” que ya no abandonaría.

Ello tendría ocasión de manifestarse con la muerte de Felipe I. Durante su breve reinado, Polanco supo mantenerse en un discreto segundo plano, sin verse obligado a abandonar el organismo (caso de otros correligionarios como Vargas o Zapata) e incluso presidiendo con Garcilaso de la Vega y el licenciado Hernán Tello las Cortes convocadas por este Rey. Una vez fallecido Felipe, su esposa ordenó la reintegración de estos últimos al Consejo, mientras Polanco se implicaba con decisión en las gestiones para conseguir el regreso de Fernando el Católico a Castilla. Después de su muerte, la superposición de intereses entre los servidores forasteros del rey Carlos y el grupo de origen “fernandino” evitó a Polanco consecuencias indeseadas de su clara inclinación política. Desde entonces, el letrado cimentó su carrera en favorecer la consolidación del nuevo Monarca, como se advirtió en el curso de la alteración comunera. Participó con el almirante y otros ministros del bando imperial en las frustradas negociaciones con los sublevados, en las personas de Pero Lasso de la Vega y el bachiller Alonso de Guadalajara, procurador de Segovia, en Tordesillas, antes de la batalla de Torrelobatón. Igualmente, para el momento en que el gobernador Adriano tuvo que marchar a la silla pontificia, había conseguido introducir en el Consejo de Inquisición de Aragón a Germán de Ugarte como fiscal y a Polanco como consejero, interviniendo éste activamente en el organismo durante la interinidad de García de Loaysa. Por todo ello, no es de extrañar que el licenciado Galíndez de Carvajal culminara así su opinión sobre González de Polanco, en su conocido informe de 1523: “Es hombre asaz conveniente para consejo”, si bien antes afirmó que “[...] es mediano letrado, buen cristiano y fiel y tiene mucha experiencia. Es hidalgo y hombre limpio de defectos personales y honestidad de su persona. Ninguno en este mundo se excusa [...]”. Desde entonces, esa idoneidad para el Consejo Real no hizo sino fortalecerse, correspondiendo a momento cercano al del citado informe un memorial de Polanco al Emperador sobre elección de personal.

La tarea relacionada con el Consejo Real no tardó en dominar la dedicación de Polanco, en perjuicio de la inquisitorial. En 1525, intervino con Ibáñez de Aguirre y Hernando de Guevara, compañeros del Consejo Real y la Suprema, en la junta sobre los moriscos y dos años después llegó a asentarse algún voto de Polanco en la junta que trató sobre la ortodoxia de la obra de Erasmo (pese a que sólo podían intervenir los teólogos convocados al efecto), asambleas ambas en las que mostró la firmeza ideológica propia del grupo “fernandino”. Con todo, ya el 2 de agosto de 1526 había sucedido al doctor Guevara en la presidencia de la Mesta, y su carga de trabajo quedó prácticamente monopolizada por las materias propias del Consejo Real después de la boda de Carlos V. Pues intervino a comienzos de 1527 en los preparativos de las Cortes de Castilla, con las que se hizo coincidir convocatoria de la nobleza y el clero para transmitir a todas las asambleas la necesidad económica del Emperador. El 11 de febrero, el secretario Cobos leyó al clero la solicitud de ayuda financiera, ante la que los prelados no reaccionaron. Pero en el curso de la Congregación se produjo un conflicto de precedencia entre los arzobispos de Sevilla y Santiago que, llevado ante el Emperador, decidió que fuera dirimido por el arzobispo de Toledo, García de Padilla, el doctor Carvajal y el licenciado Polanco. Conocido su dictamen, seguidamente convocó a los dos arzobispos en presencia de Cobos, para anunciarles que por el momento en las inmediatas reuniones ambos podrían hacer uso de la palabra indistintamente. A continuación, les ordenó que en el plazo de seis meses presentasen documentos relevantes para asentar la cuestión. Se iniciaba así una profunda intervención de Polanco en los problemas derivados de las asambleas del reino, que aconsejó su salida de la Suprema y favoreció su nombramiento para la Cámara en la primavera de 1528. Esta decisión tuvo trascendencia especial, porque el nombramiento implicó que Polanco ejerciera la gestión de la gracia con rango de práctica igualdad con el presidente Tavera durante la regencia iniciada entonces por la emperatriz Isabel, al pasar su marido a celebrar Cortes en Monzón. Si se valora la atención que Carlos V recomendó poner a su esposa en la sensible tarea de conceder mercedes, se apreciará la entidad de la promoción recibida por Polanco. En la Instrucción que dejó el Emperador a su esposa al pasar a las Cortes de Monzón, se leía: “Que porque Vuestra Alteza durante la ausencia de Su Magt. de estos Reinos se escuse de ymportunidades y henojos que algunas personas le darán, suplicándole e pidiéndole mercedes de ofiçios e benefiçios, e rentas e fortalezas y encomiendas, e otras cosas que vacaren, o asientos en los libros, o ser proueidos e resçebidos en algunos oficios e otras cosas semejantes, de las quales e de la calidad dellas conuiene que V. Magt. (primero que ninguna cosa otorgue ni conçeda) sea ynformada por el dicho Presidente e Licenciado Polanco, a quien el Emperador nuestro señor ha nombrado para el despacho de los negoçios de la Cámara [...]”.

Esta composición administrativa recibió confirmación en marzo de 1529, con el paso del Emperador a Italia. Su rúbrica apareció en la declaración sucesoria de 8 de marzo en favor del príncipe Felipe, quedando la Emperatriz como regente hasta que cumpliera catorce años. Asimismo, las definitivas Instrucciones dejadas a Isabel en la misma fecha, parecían otorgar preferencia a Polanco en la gestión de la Cámara sobre el propio presidente Tavera: “Para lo de la expediçión de la Cámara queda por agora el Licenciado Polanco, el qual todo lo que convenga comunicará con el Presidente, a quien dexo mandado que por el presente tome trabajo de entender en ello y señalar juntamente con él lo que se houiere de hazer [...]”, al tiempo que avisaba que al cargo de la secretaría de los negocios de la Cámara dejaba a Juan Vázquez de Molina, toda vez que su tío Cobos había partido con él. Desde el campo imperial, Carlos se preocupó de recordar el trámite que debían seguir los asuntos de la Cámara, como hizo durante su estancia en Augsburgo entre junio y noviembre de 1530. Conocida por el Emperador la propensión de Juan Vázquez de Molina a enviar cartas de intercesión en favor de terceras personas, le advirtió contra esta actividad, ordenándole “mirar mucho lo que hazéys y que no despachéys cosa ninguna, por liviana que sea, syn que el señor Presidente y el señor licenciado Polanco lo vean [...]”. Sin duda, fue tan relevante posición la que le permitió beneficiarse personalmente de la difusión de la gracia, pese a la calidad de quienes la disputaban. En unas “Consultas de oficios vacos para proveer que se enbio a Su Magd., de Castilla”, sin año, al tratar de “teny[en]te de Durango por muerte de Monjaraz” se lee: “Sup[li]có por ella el lic[encia]do Polanco p[ar]a un cri[a]do suyo y tiene señalada la c[édul]a. Sup[li]ca se firme”. Al margen se dice “vease”. Entre los numerosos peticionarios se hallaban la propia Emperatriz, los compañeros de la Camara y el contralor, el virrey de Aragón.

Con el Emperador todavía ausente, Polanco condujo las Cortes de 1532 con su compañero el doctor Guevara.  Junto a la eterna diferencia entre los procuradores de Burgos y Toledo, la convocatoria se caracterizó por la entidad del servicio extraordinario solicitado a las ciudades en razón de la “guerra del turco”, fijado en un servicio de trescientos cuentos a pagar en tres años, o doscientos cuentos en dos años, cantidad que superaba el servicio ordinario, fijado en 150 cuentos pagados en tres años. Los procuradores de Burgos adujeron que tal guerra no tocaba a Castilla, y al fin se otorgaron 180 cuentos pagados en dos años. Asimismo, estuvo presente en el acompañamiento que llevó la Emperatriz a Barcelona para recibir a Carlos V, en febrero y marzo de 1533, junto al conde de Miranda, don Juan Manuel, los marqueses de Aguilar, Cañete y Lombay, el clavero de Calatrava, los condes de Salinas y Chinchón y otros caballeros, y los del Consejo de Aragón, así como los oficiales de la casa de la emperatriz, comitiva a la que fueron añadiéndose otros personajes, como el propio presidente Tavera.

Dada su condición de camarista, la implicación de Polanco en la organización de las asambleas de Cortes no disminuyó con el regreso del Emperador, como se aprecia en la convocatoria de 1534. En ella, con el doctor Guevara y el secretario Cobos y bajo la dirección de Tavera indujo las peticiones alusivas a la limitación de las dotes y de la renta de las casas de mayorazgo. Asimismo, en el curso de esta asamblea se constituyó junta para luchar contra la saca de moneda del reino, formada por Tavera, Loaysa, el conde de Miranda, el de Osorno, don Juan Manuel y el comendador mayor de León; Polanco y Guevara, los licenciados Acuña y Leguizamo, del Consejo Real, y del de Indias el doctor Beltrán y el licenciado Juan Suárez de Carvajal; así como Praet y Granvela, junto a los contadores, los procuradores de Cortes y otras personas particulares, como Alonso Gutiérrez de Madrid y Juan de Vozmediano, acordándose que la consideración de la materia debía retrasarse.

La jornada a Túnez acometida por el Emperador en 1535 dio ocasión a un nuevo testimonio de la posición orgánica disfrutada por Polanco, al señalar con el doctor Guevara, el doctor Montoya y el presidente Tavera, el poder general para el gobierno de los reinos hispanos extendido a la Emperatriz por su marido el 1 de marzo, así como las restricciones de la misma fecha.

De las rúbricas de tan importante documento se deduce la entrada de Montoya en la Cámara, alteración a la que vinieron a unirse con el inicio del viaje la entrada de Ibáñez de Aguirre, mientras Guevara partía con el Emperador.

Con el regreso de Carlos V, el camarista habría de ocuparse nuevamente en la organización de la asamblea de Cortes de 1537, nuevamente presididas por Tavera, con Polanco por asistente, Guevara como letrado de Cortes y Juan Vázquez de Molina como secretario. Argüida como siempre la necesidad económica del Emperador por el secretario Cobos, los procuradores otorgaron 200 cuentos de servicio a pagar en dos años, a lo que se opusieron cinco ciudades, que preferían ampliar el plazo a tres años. Vencida la resistencia de la mayoría, tan sólo se opusieron los representantes de Sevilla, que hicieron notar su desacuerdo incluso cuando se votó definitivamente el servicio. Esta convocatoria de Cortes alcanzó celebridad por proponerse la derrama de sisa por todo el reino. Los procuradores juzgaron que esta decisión tenía “algún olor o sabor de inpusición y pecho sobre los hidalgos” y expresaron su rotunda oposición, por lo que no volvió a tratarse el asunto. Igualmente, se aprobaron diferentes disposiciones suntuarias sobre el vestido y adornos de hombres y mujeres, parece que con un sentido económico en la línea de Sempere y Guarinos, todavía sin un propósito definido de reformación de las costumbres. Con todo, es llamativo que, descritas y estudiadas estas leyes por el cronista y oidor del Consejo Pedro Girón, su hijo García de Loaysa Girón fuera puntal de la política confesionalizadora de Felipe II, promoviendo medidas que consideraban la moderación en el vestir elemento no desdeñable del disciplinamiento social, a través de la Junta de Reformación.

Ésta debió de ser de las últimas ocupaciones de Polanco en la Corte, tan rigurosamente afectado por los achaques de la edad y la salud que desde 1538 parece cobrar su remuneración apartado en su casa, ocupando su plaza de forma interina el licenciado Cristóbal de Alderete. En 1541, el Emperador le concedió 410.000 maravedís de merced, que terminó cobrando su mujer María de Cepeda, así como 100.000 maravedís anuales de por vida tras fallecer el licenciado el 26 de enero de 1542. Parece que anteriormente estuvo casado con Isabel de Quintanilla. Su vacante en el Consejo Real fue ocupada por el licenciado Martínez de Montalvo.

 

Bibl.: A. Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de Sevilla, Madrid, 1677, pág. 491; J. Sempere y Guarinos, Historia del Luxo, vol. II, Madrid, 1788, págs. 22-23 (ed. facs., Madrid, Atlas, 1973); C. González García-Valladolid, Valladolid. Sus recuerdos y grandezas: religión, historia, ciencias, literatura, industria, comercio y política, vol. II, Valladolid, Imprenta Juan Rodríguez, 1900-1902, pág. 242; A. Cotarelo y Valledor, Fray Diego de Deza. Ensayo biográfico, Madrid, José Perales Martínez, 1905, pág. 84; M. Escagedo Salmón, Viejos linajes de la provincia de Santander (antes montañas de Burgos), vol. VII, Torrelavega, Artes Gráficas Fernández, 1933, pág. 118 (ed. facs. Acedo, Wilsen, 1991); P. Mexía, Historia del Emperador Carlos V, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, Espasa Calpe, 1945, pág. 235; M. C. Mazario Coleto, Isabel de Portugal, emperatriz y reina de España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1951, págs. 65-66; F. P. de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, vol. I, Madrid, Atlas, 1955, pág. 30; A. Enríquez de Guzmán, Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán, ed. de H. Keniston, Madrid, Atlas, 1960, pág. 310; P. Girón, Crónica del Emperador Carlos V, ed. de J. Sánchez Montes, Madrid, CSIC, 1964, págs. 17, 48, 53, 99-102 y 176; V. Beltrán de Heredia (OP), Cartulario de la universidad de Salamanca. La universidad en el siglo de oro, vol. II, Salamanca, Universidad, 1970, págs. 498 y 501; A. Redondo, “Un conseiller de Charles- Quint, ancien boursier du Collège Espagnol Saint-Clément de Bologne: le docteur Fernando de Guevara (1485?-1546)”, en E. Verdera y Tuells (ed. y pról.), El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, vol. II, Bolonia, Real Colegio de España, 1972, pág. 283; M. Fernández Álvarez, Corpus Documental de Carlos V, vol. I, Salamanca, Universidad, 1973, docs. XXXI, XXXIV, XXXVI, CLXVIII y CLXIX, págs. 133, 137-142, 149, 408-413 y 414-416; A. Redondo, Antonio de Guevara (1480?- 1545) et l’Espagne de son temps. De la carrière officielle aux oeuvres politico-morales, Genève, Librairie Droz, 1976, pág. 225-228; H. Keniston, Francisco de los Cobos. Secretario de Carlos V, Madrid, Castalia, 1980, págs. 8, 95 y 323; M. A. Varona García, La chancillería de Valladolid en el reinado de los Reyes Católicos, Valladolid, 1981, pág. 321; J. Martínez Millán y T. Sánchez Rivilla, “El Consejo de Inquisición (1483-1700)”, en Hispania Sacra, 73 (1984), págs. 71-193, espec. pág. 118; P. Gan Giménez, “Una colección de Pareceres que en diversos tiempos el Consejo ha dado en cosas generales (1523-1549)”, en Chronica Nova, 14 (1984-1985), págs. 161-247, espec. pág. 186; J. Martínez Millán, “Las elites de poder durante el reinado de Carlos V a través de los miembros del Consejo de Inquisición (1516-1558)”, en Hispania, 168 (1988), págs. 103-167, espec. págs. 108-109 y 117-118; P. Gan Giménez, El Consejo Real de Carlos V, Granada, Universidad, 1988, págs. 254-255; M. Bataillon, Erasmo y España, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1991, pág. 248; C. Domínguez Rodríguez, Los alcaldes de lo criminal en la chancillería castellana, Valladolid, Diputación Provincial, 1993, pág. 32; S. de Dios, Gracia, merced y patronazgo real. La Cámara de Castilla entre 1474-1530, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993, pág. 162; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispana, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998, págs. 22 y 24; J. Martínez Millán (dir.), La corte de Carlos V (2.ª parte). Los Consejos y Consejeros de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000.

 

José Martínez Millán e Ignacio J. Ezquerra Revilla

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