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Hamet

Biografía

Hamet el Zegrí. ?, m. s. XV – f. s. XV. Alcaide de Málaga que dirigió la heroica resistencia de la ciudad frente al asedio de los Reyes Católicos en 1487.

Son muy escasos los datos que se conocen sobre este personaje que, hasta la fecha, no ha sido documentado en fuentes árabes y sólo se conoce su existencia por las referencias de las fuentes castellanas.

Su nombre aparece como Hamet (variantes: Hamete, Hamed, derivado del árabe Aḥmad) el Zegrí (variantes Cegrí, Cegri, Çegri, Zelí, Zagir, quizás derivado de al-Ṯagrī, el Frontero o Fronterizo, etimología poco probable filológicamente, por lo que hay que considerar otras posibilidades para su origen, como Zikrī, forma dialectal del clásico Zakariyyā’ bastante extendida en todo el Magrib).

Parece seguro su origen norteafricano, beréber. Los únicos datos cronológicos sobre su vida se refieren a su actividad militar, especialmente su alcaidía de Málaga en 1487, de lo que cabe deducir que debió de nacer hacia mediados del siglo XV y es probable que falleciera a finales del mismo siglo, en prisión.

Ha pasado a la historia por dirigir, como responsable militar de Málaga nombrado por Muḥammad XII al-Zagal (1485-1487), la resistencia numantina que sostuvo la ciudad ante el asedio de los castellanos en 1487, que acabó en unas durísimas condiciones. Su conducta en tal situación puso de manifiesto que era un hombre de honor y principios y reveló sus extraordinarios valor, lealtad y máxima entrega en la defensa de su ciudad, su gente y sus valores. Además, tuvo que luchar no sólo con los de fuera, sino también con los de dentro, que querían rendirse para evitar el sufrimiento.

Hamet el Zegrí ya antes había participado en la defensa de diversas plazas, como la de Loja, que tuvo lugar en ŷumādàa I de 891/mayo de 1486. Puede que también hubiera participado antes en la batalla de Lopera (Cádiz) en octubre de 1483 como alcaide de Ronda, así como en la defensa de Coín, en donde habría entrado con un grupo de gomeres y andalusíes en abril de 1485 para reforzar a los sitiados, o en el hostigamiento del asedio castellano sobre Ronda en mayo de 1485.

Posteriormente, cuando los castellanos emprendieron el asedio de Vélez-Málaga, la capital malagueña no sólo mantuvo una actitud neutral o pasiva, sino que llegó a colaborar en el abastecimiento del real castellano con el fin de acogerse a la paz que el rey Fernando V había acordado para los seguidores de Muḥammad XI, Boabdil (1482-1483 y 1487-1492), que entonces intentaba volver al trono y derrocar a Muḥammad XII al-Zagal. Cabe suponer que con ese fin de acogerse a la paz y, quizás, para negociar la entrega de la capital malagueña, el visir Ibn Kumāša, en funciones de alcaide de Málaga en representación de Boabdil, se había presentado en el real cristiano de Vélez-Málaga el 26 de abril de 1487 acompañado de un cautivo ilustre que acababa de negociar su rescate, el corregidor de Jerez Juan de Robles.

Sin embargo, estas posibles negociaciones se frustraron porque ese mismo día Hamet el Zegrí, alcaide del castillo de Gibralfaro nombrado por al-Zagal, y el grupo de gomeres (beréberes gumāra de origen norteafricano venidos como voluntarios para socorrer a al-Andalus frente al enemigo) que comandaba ocuparon también la alcazaba, que Ibn Kumāša había dejado en manos de un hermano suyo. Hamet y los gomeres, opuestos a la política colaboracionista y de apoyo a los cristianos dirigida por Ibn Kumāša, se hicieron con el control de la ciudad para evitar la entrega de la misma.

Ante ello, los cristianos tuvieron que negociar con Hamet, que recibió nuevas propuestas de rendición enviadas a través de un caballero musulmán, Mahomad Mequer/Megues, salido de Vélez-Málaga tras su capitulación, y dirigidas por el marqués de Cádiz.

En ellas se ofrecía al Zegrí la población de Coín y 4.000 doblas, a sus dos lugartenientes, Abrahem Cenete/Cenetí (Ibrāhīm al-Zanātī), y el elche o renegado Hazam/Hazán (Ḥasan) de Santa Cruz, sendas alquerías a su elección y 2.000 doblas a cada uno, mientras que para el resto de defensores de Gibralfaro prometía otras 4.000 doblas. Hamet rechazó la oferta atendiendo al compromiso que había adquirido para defender Málaga y contestó que para ello le habían entregado la ciudad y el castillo de Gibralfaro y que no podía traicionar esta confianza, sobre todo disponiendo de hombres y víveres suficientes para resistir.

Pero los cristianos insistieron y el rey castellano envió una carta fechada el 1 de mayo de 1487 en Vélez a Alí Dordux/Durdux mediante Fernán Pérez del Pulgar para que la ciudad respondiera a su exigencia de rendición y ofreciendo mercedes para Dordux y sus parientes. Aunque Alí Dordux lo intentó, Hamet el Zegrí rechazó de nuevo la claudicación. Tampoco claudicó ni permitió que los favorables a la rendición —comerciantes que deseaban proteger sus intereses económicos— entregaran la ciudad cuando antes del día 12 de mayo el rey castellano conminó públicamente a los malagueños a la rendición.

Hamet el Zegrí dirigió con energía y valor la defensa de la ciudad e impuso con dureza una férrea disciplina a los más tibios. Sin embargo, tras más de tres meses y medio de riguroso asedio, sin refuerzos —la ayuda que solicitaron allende y aquende apenas llegó— ni aprovisionamiento, con numerosas bajas, y, sobre todo, con el total agotamiento de víveres y hambre extrema de la población, que ya estaba muriendo de inanición, la situación era insostenible. En una salida final para jugárselo el todo por el todo y en un día señalado por el alfaquí “santo” que les alentaba espiritualmente, fueron derrotados y muertos muchos de ellos, incluidos gran parte de los gomeres y sus capitanes. Ante ello y por las presiones del clamor popular, Hamet se retiró a la alcazaba o Gibralfaro y autorizó que se entablaran negociaciones para entregar la ciudad. Alí (cAlī) Dordux junto con Omar Abenómar/Amar Abenamar (cUmar b. cUmar) —no parece posible que participara en la negociación Hamet, aunque algunas crónicas así lo indican— entablaron conversaciones, pero Fernando V exigió rendición incondicional.

Obligados a aceptarla, esta sumisión absoluta sólo benefició a cAlī y su familia pues no sirvió para preservar la libertad y bienes de la población, que perdió ambas cosas.

El 18 de agosto de 1487 los castellanos entraron en Málaga y dos días después Hamet entregó la fortaleza de Gibralfaro, su último reducto. En contra de lo habitual tras la rendición de una ciudad, los malagueños fueron sometidos a una cruel cautividad —además, los renegados fueron acañavereados y los conversos quemados vivos—. Con el fin de extraerles la mayor riqueza posible, las capitulaciones firmadas el 4 de septiembre de 1487 les otorgaban un escaso plazo para comprar su libertad. Una cláusula final excluía de esta posibilidad de rescate a Hamet el Zegrí, el Cenetí, al alfaquí santo (que había alentado y apoyado espiritualmente la revuelta), los sobrinos del Zegrí, el renegado Hazam de Santa Cruz y las mujeres e hijos de todos ellos. Hamet fue reducido a “duro cautiverio” y “estrechamente encarcelado” en el castillo más fuerte de Carmona, junto con el alfaquí Alphages y Hazamet, valeroso guerrero y compañero de armas de Hamet.

La gran resistencia y extrema dureza del sitio que soportó la ciudad de Málaga se debió en buena parte a la férrea disciplina y fuerte autoridad que impusieron Hamet el Zegrí y los gomeres. Los castellanos, que esperaban una conquista fácil y rápida, sufrieron una gran contrariedad. Las crónicas cristianas culpan de ello a Hamet y los soldados gomeres, motejándolos de fanatismo y tiranía puesto que la población de Málaga, próspera urbe mercantil, hubiera preferido claudicar por intereses económicos, cosa que los gomeres consideraron una traición y castigaron, en algún caso, incluso, parece que con la muerte. También explican los cronistas castellanos la heroica resistencia por los augurios de éxito que un santón musulmán, un alfaquí denominado Alphages, les vaticinaba sugestionando a los gomeres y dándoles una razón más para mantener la lucha.

Esta imagen negativa de fanatismo y obstinación que ignora la lógica y legítima defensa de los malagueños, se ha mantenido por parte de la historiografía tradicional. Sin embargo, las mismas crónicas cristianas también señalan que todos los malagueños habían jurado sobre el Corán no negociar antes de pasados cuarenta días del inicio del asedio, que confiaban en sus medios y en que no podría prolongarse el asedio por las lluvias, que desertores y espías cristianos informaban exagerando las dificultades de los sitiadores y animaban a los malagueños a resistir, o que a primeros de junio intentaron una negociación que fracasó por la exigencia del rey castellano de rendición incondicional.

Pero, sobre todo, resulta clarificadora la respuesta de Hamet el Zegrí cuando los castellanos, una vez que entraron en Málaga y encadenaron a este caíd, le pidieron explicaciones por su tenaz lucha. Sus palabras revelan una fuerte convicción moral y voluntad de proteger la libertad y dignidad de su ciudad hasta el extremo de dar su propia vida: “avia tomado aquel cargo con obligacion de morir o ser preso defendiendo su ley e la cibdat e la honra del que gela entrego, e que si fallara ayudadores quisiera mas morir peleando que ser preso non defendiendo”.

 

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Francisco Vidal Castro