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Diego García de la Gasca

Biografía

García de la Gasca, Diego. Navarregadilla (Ávila), p. s. XVI – Madrid, 26.VIII.1572. Oidor de la Real Chancillería de Valladolid, oidor del Consejo Real.

Este letrado abulense se benefició a lo largo de su carrera de la influencia conseguida por su hermano, el obispo Pedro de La Gasca. Fue nieto de Pedro García de Navarregadilla y de Pedro de La Gasca, quien poseía numerosas propiedades en Puente del Congosto, e hijo de Juan Jiménez de Ávila y María Gasca. De familia anónima pero económicamente desahogada, fallecido su padre, el joven Diego acompañó a su hermano a Salamanca en enero de 1522, para iniciarse en el estudio de ambos Derechos. Pedro se trasladó a la ciudad del Tormes debido a los problemas tenidos en el estudio de Alcalá con el rector Hontañón, por defender la causa realista durante las Comunidades.

En esta etapa, Pedro había cultivado el círculo político del cardenal Cisneros, a cuyo Consejo arzobispal perteneció su tío el licenciado Diego González del Barco.

Obtenido grado de bachiller en Utroque en agosto de 1526, en un principio Diego García de La Gasca no se incorporó a ningún establecimiento colegial salmantino, permaneciendo a la sombra de su hermano, quien desde el comienzo de su estancia en Salamanca mostró preocupación por desempeñar cargos académicos y eclesiásticos y tender relaciones personales.

Tras un conflictivo paso por el rectorado de la Universidad entre noviembre de 1528 y marzo de 1529, Pedro de La Gasca sustituyó de forma interina al maestrescuela Francisco de Mendoza y Bobadilla, quien acompañaba a Carlos V a su coronación en Bolonia.

Si esto ya denotaba relación con la elite cortesana, las ceremonias que condujo en ese período estrecharon vínculos con destacados personajes del mundo académico, al imponer el emblema de maestro en teología al dominico fray Domingo de Soto, en presencia del catedrático Vitoria. Ambos hermanos no sólo compartieron con ellos ambiente docente, sino residencia, pues inundado el monasterio de la Trinidad, los La Gasca se trasladaron a San Esteban. Todo ello desembocó en la incorporación de Pedro La Gasca al colegio de San Bartolomé y la designación para distintos cargos bajo protección de Juan Tavera. Tras entrar en el Capítulo Catedralicio de Salamanca, Tavera le nombró juez de la Audiencia arzobispal de Santiago en Salamanca, sucediendo al licenciado Francisco de Montalvo. Además, La Gasca ejerció como subcolector apostólico por designación del nuncio Juan Poggio.

Ya en el Arzobispado de Toledo, Tavera otorgó a La Gasca el cargo de vicario en Alcalá y posteriormente de todo el arzobispado. Tres años después le promovía a la Suprema.

Sin duda, la influencia conseguida por su hermano en la Universidad salmantina —su promoción al vicariato de Alcalá sobre 1536 truncó su rectorado de la Universidad, ya ejercido en el curso 1533-1534— facilitó la etapa estudiantil a Diego de La Gasca. Recibido en el colegio de San Bartolomé el 18 de octubre de 1537, fue protegido por profesores que ya conocían a Pedro (caso de Gonzalo de Minaya, maestro de primeras letras de su hermano en Barco de Ávila, quien regentó cátedra de Gramática en la Facultad de Artes de la Universidad de Salamanca entre 1530 y 1541), se licenció en ambos Derechos en septiembre del año siguiente y alcanzó grado de doctor en la misma materia el 11 de abril de 1540. Asimismo, ejerció como juez de la Audiencia arzobispal y como rector del colegio de San Bartolomé durante el curso 1541-1542. El favorecimiento por parte de Pedro de La Gasca —que pareció alcanzar aparentes minucias como la renuncia a usar su título de doctor, para subrayar el de su hermano— se extendió a un terreno más dificultoso: la obtención de una plaza en la Administración hispana.

Los oficios de Pedro de La Gasca en favor de su hermano no se hicieron esperar. Llegado a la Suprema el 28 de noviembre de 1540 por obra de Tavera, la suficiencia mostrada en su comisión en el Tribunal inquisitorial de Valencia iniciada en octubre del año siguiente, así como en la subsiguiente inspección dirigida a la Administración de ese reino (tareas en las que mostró la orientación ideológica del grupo “fernandino”, al defender la conveniencia de desarmar a todos los cristianos nuevos de levante; planteamiento que no concitó el apoyo de la elite valenciana), animó a Pedro de La Gasca a solicitar de Cobos la promoción del doctor Gasca a una plaza judicial, encareciendo: “Ha veynte y un años que él y yo junctos empeçamos a studiar Leyes y Cánones, y sin hauer hecho ausençia del studio que llegase a un mes todos estos annos, ny deuertídose en viçios ny descuydos con que los studiantes a uezes suelen perder el tiempo, ha residido continuamente en Salamanca”. Testimonio de la confianza de ambos patrones en el flamante consejero de Inquisición fue la inmediata promoción de Diego Gasca a la Chancillería de Valladolid, pues consta que abandonó San Bartolomé el 14 de julio de 1542. La llegada al tribunal se produjo en el momento de remodelación posterior a la visita de Juan de Córdoba, deán de Córdoba, que culminaba una etapa de cambios en la Audiencia. La mencionada carta del licenciado Gasca invalida la fecha de entrada en el tribunal que propuso Cilia Domínguez, 1540, si bien dio principio a una de las líneas de sucesión de oidores trazadas por la autora desde 1549, para investigar la evolución de la plantilla del tribunal.

Simultánea a esta promoción fue la consolidación socioeconómica del doctor en la ciudad de Valladolid.

Tras casarse y enviudar al poco tiempo sin descendencia, recibió como heredero universal todos los bienes de su tío el licenciado Diego González del Barco, aporte económico suficiente para sustentar su carrera administrativa y tentar nuevo matrimonio. Éste se produjo en 1546, al casarse con Ana de la Vega Barros y Matanza, noble señora de la familia Mendoza de ascendencia portuguesa y montañesa. Por su padre, Juan de Barros, procedía de un noble solar cercano a Tuy. Por parte de madre, era Mendoza, por el apellido Vega. Su segundo apellido materno, Matanza, provenía del valle de Villaverde, hoy Villaverde de Trucios.

El significado del enlace para la posición social del doctor Gasca tuvo pronta expresión, cuando falleció el arcediano de la Calzada Antonio de la Vega y dejó a su sobrina Ana de la Vega notable casa en Valladolid, el señorío de las villas de Sardón y Peñalba de Duero, los pinares de Tudela y diversas tierras en Villalón y Bolaños de Campos. Herencia a la que después se añadió el señorío sobre el coto de Tortoreos y Asehetados.

Del matrimonio nació amplia descendencia, que no llegó a alcanzar el mismo protagonismo en la Administración regia, formada por cuatro varones y tres mujeres. Los primeros, Pedro, Diego, Juan y Bartolomé, siendo el segundo clérigo; las mujeres, Antonia, María e Inés. La primera y la tercera fueron monjas en el convento de Santa Catalina. La intermedia casó con Francisco de Contreras, del Consejo Real.

La disposición de tales medios materiales y vinculaciones personales auguraba al doctor Gasca la continuidad de su progreso administrativo, al margen de su valía personal como magistrado. Mientras permanecía en la Chancillería, entre sus tareas judiciales y el trato del cronista Florián de Ocampo, a quien mantenía informado de los pasos de su hermano en Perú, fue nominado para alcalde de Casa y Corte en 1545 y para el Consejo Real en 1551.

La fecha de estas nominaciones evidenciaba un apoyo del presidente de Castilla y futuro inquisidor general Valdés, incongruente con el favor que Tavera había prodigado al licenciado Pedro de La Gasca.

Quizá la razón de la ayuda del patrón asturiano a los Gasca fue el prestigio ganado por el licenciado como pacificador de Perú, que le convirtió en objeto del interés de Valdés pese a su origen político. Asimismo, no debe olvidarse el vínculo familiar que los Gasca habían poseído en el Consejo del difunto Cisneros, al que Valdés había pertenecido. El responsable del envío de Pedro de La Gasca a Perú, una vez recibida la noticia en la Corte de la rebelión de Gonzalo Pizarro, fue el secretario Cobos. Esta mediación ha sido interpretada como testimonio de aprecio por el licenciado, pero se puede tomar como señal de afirmación del secretario respecto a Tavera, alejando a uno de sus clientes. Fallecido Cobos y vuelto La Gasca con 1.500.000 ducados para el necesitado Emperador, todos los indicios le convertían en vía adecuada para acceder a la persona imperial.

Pese a la amplia suma traída a Castilla, Pedro de La Gasca regresó sin medios económicos de las Indias, y Valdés le ayudó. Pronto Carlos V le ordenó trasladarse a Alemania para que le diera cuenta en persona de su labor en Perú. Fue entonces cuando se apreció un estrechamiento de la relación del doctor Gasca con su hermano. Desde Valladolid, le envió sendas cartas del Emperador y del inquisidor general. En la primera, Carlos V le comunicaba su deseo de premiarle con la sucesión de Luis Cabeza de Vaca en el Obispado de Palencia. Al corriente de esta muestra de aprecio real, Valdés le conminaba en su carta a no abandonar Castilla sin antes conversar con él. Llegado desde Navarregadilla a Valladolid el 21 de febrero de 1550, tras comunicar con Valdés partió hacia Alemania, acompañado hasta Aranda de Duero por su hermano el doctor Gasca, con quien perfiló el plantel de oficios —vicario, provisores, oficiales, secretario— de los que se serviría en su destino palentino. Consagrado en Barcelona el 17 de mayo de 1551, permanecería en Alemania hasta el 16 de enero de 1553. Pese a no disponer todavía de indicios documentales, posible resultado del contacto con el inquisidor general fue la promoción del doctor Diego de La Gasca al Consejo Real de Castilla, por título de 28 de marzo de 1552, promoción en la que sin duda también influyó el informe favorable del licenciado Diego de Córdoba, quien estaba dirigiendo una concienzuda visita a la Chancillería de Valladolid. Mientras su vacante en ésta era ocupada por el licenciado Juan Tomás, él tomó posesión en el Consejo Real de la plaza ocupada hasta su muerte por el doctor Escudero. Continuaba evidenciándose que el doctor Diego de La Gasca constituyó “una suerte de sombra afortunada al lado de don Pedro”, como ha señalado Hampe. Parece que el mismo autor acierta al afirmar que, con su acceso al Obispado de Palencia, el licenciado Pedro de La Gasca “mostró preocupación por colocar a sus parientes cercanos en una ventajosa situación socio-económica, con el objeto de instituir un clan poderoso”.

El contacto del obispo de Palencia con el Consejo Real, canalizado por su hermano, permite abordar a su vez las relaciones entre jurisdicción temporal y jurisdicción eclesiástica, en el contexto del enfrentamiento entre Felipe II y el pontífice Pablo IV. Se deduce al respecto la prioridad de la relación personal sobre el interés jurisdiccional, al menos hasta que éste comenzó a alcanzar importancia en la política real.

En un principio, la conclusión de la segunda etapa tridentina condujo a Pedro de La Gasca a defender su derecho de visita a su Cabildo como lo hicieron otros prelados. En 1552 ordenó detener casi a un tercio de los capitulares de Palencia, caso del deán, el tesorero Francisco Ruiz de la Mota, siete canónigos y el tesorero Sarmiento. Pero pronto la presencia del doctor Gasca en el Consejo fue aprovechada por el obispo en beneficio de sus intereses. En 1554 reivindicó la concesión otorgada por el papa Alejandro VI hacia 1500, quien, en recompensa por haber perdido los obispos la jurisdicción temporal sobre la ciudad de Palencia, les concedió ostentar a un tiempo título de abades de Valladolid. Alejandro VI falleció antes de que se despachase esta bula de anexión, y el documento publicado por Julio III contenía cláusula en salvedad de la independencia económica de ambas piezas. Con todo, el abad Fernando Enríquez hizo fracasar incluso esta menguada concesión, originando tiempo después la intervención del obispo Gasca. Prevaliéndose de su influencia en el Consejo, solicitó que se consumase la gracia otorgada a su sede. En mayo de 1554, el organismo dispuso que la iglesia de Palencia y la abadía de Valladolid presentaran ante él sus alegaciones. Los representantes de la última llegaron a solicitar la transformación en arzobispado, del que sería sufragánea la diócesis palentina. El pleito se alargó mucho tiempo, y no alcanzaría solución en vida de los Gasca.

Asimismo, por aquel entonces el corregidor quiso introducir novedades en el nombramiento de los doce regidores de la ciudad, que desde antiguo dependía en última instancia del obispo. Junto a su competencia exclusiva en el terreno judicial —conseguida desde su implantación en la ciudad en tiempo de los Reyes Católicos, en perjuicio de los alcaldes y el merino del regimiento—, hacia 1554 el licenciado Villegas pretendió apartar al prelado de aquella atribución. La Gasca reclamó tanto a Roma como al Consejo, donde parece que la intervención de su hermano permitió una decisión en su favor. Ello se desprende de la rapidez del procedimiento instruido: comisionado el licenciado Alvar García de Toledo, oidor de Valladolid y juez en las causas de Palencia, para que informase al Consejo Real de las desavenencias entre obispo y corregidor, cuatro días después el Rey ordenó al licenciado Villegas que no introdujera novedades en el nombramiento de regidores.

Con el conflicto abierto entre Felipe II y el pontífice Pablo IV, se apreció coordinación y cooperación inmediata por parte del prelado con la política de afirmación jurisdiccional practicada por el Consejo Real, si bien Pedro de La Gasca hubo de padecer la misma resistencia capitular registrada en otras diócesis.

El Concilio de Trento había mandado establecer la canonjía lectoral, para exponer las sagradas escrituras.

Tras haberse producido varias vacantes de canonjías sin atender el mandato, el 15 de agosto de 1558 Felipe II y el Consejo ordenaron que, sin atender a expectativas ni reservas apostólicas —el Rey había emitido la orden a sabiendas en mes de provisiones reservadas al Papa—, se cumpliese lo dispuesto en el Concilio y se diese la canonjía vacante a un lector de Sagrada Escritura. El obispo Gasca atendió la orden sin dar cuenta a su Cabildo, que se negó a permanecer ajeno al proceso.

La sintonía apreciable con su hermano permitió al doctor Gasca participar en la gestión de su riqueza como prelado y beneficiarse de la misma. En 1558 le confirió carta de traspaso cediéndole la propiedad de todos sus bienes, con el requisito de que permanecieran vinculados por vía de mayorazgo. En 1563, ya como obispo de Sigüenza, manifestó su deseo de ser enterrado en la iglesia vallisoletana de la Magdalena, en capilla de nueva edificación asimismo reservada para sus padres, su tío, los sucesivos patronos y sus descendientes. Los preparativos de la construcción, atribuida por la crítica al remordimiento por una larga actividad política incompatible con su condición episcopal, fueron confiados por Pedro a su hermano Diego, primer patrono a la muerte del obispo en noviembre de 1567. Junto con los señoríos de Revilla de Campos, Padilla y las alcabalas y tercias de Santovenia de Campos, el obispo de Sigüenza dejó a su hermano el encargo de culminar la construcción de la capilla, que sería atendida por su sobrino Diego Gasca de la Vega. El obispo de Sigüenza confió la ejecución de sus disposiciones testamentarias al doctor Diego Gasca y el capellán mayor de Sigüenza, Francisco Salazar. En principio, la iglesia seguntina pujó por hacerse con el cuerpo de su obispo, en lo que en un principio pareció estar de acuerdo el doctor Gasca, pero, una vez conocida la voluntad testamentaria de su hermano, la cumplió con firmeza provocando la queja del Cabildo de Sigüenza. Por entonces, el doctor añadió a sus cargos el de alférez mayor de la villa de Valladolid y tesorero de la Casa de la Moneda.

Al tiempo que esta consolidación social, la habilidad del doctor Gasca para adaptarse a las alteraciones del poder en la Corte le garantizó una amplia intervención en los asuntos. Sólo tales dotes de aclimatación permiten comprender la combinación de servicio a Valdés e indicios de proximidad al emergente grupo “ebolista” que mantuvo el doctor abulense. Si en 1559 formaba parte de la comisión erigida por el inquisidor general para determinar sobre los luteranos de Valladolid y ejerció como uno de sus testamentarios a su muerte (según el testamento de 2 de mayo de 1566, junto al licenciado Francisco Soto de Salazar, del Consejo de Inquisición, Hernando de Salas, arcediano de Granada, del Consejo de Indias y hermano de Valdés, Hernando de Valdés, canónigo de Oviedo, así como a sus criados Diego de Valdés y Cristóbal de Vega), en 1564 había ingresado en el Consejo de Hacienda para alejar de él a consejeros como Juan Vázquez de Molina, tras dar muestra de su eficacia en la resolución de pleitos en Contaduría durante 1561.

En el Consejo Real trabó estrecha relación con el doctor Hernán Pérez de la Fuente, hasta el punto de ser su testamentario junto a Juan Rodríguez de Figueroa, cuando falleció el 16 de octubre de 1562, y cederle el Rey la ayuda de costa del difunto desde ese día hasta el final del año por cédula en Madrid de 8 de marzo de 1565. Seguidamente, ejerció una comisión relevante por mostrar la flexibilidad jurisdiccional de la Monarquía autoritaria: la de juez de la traza de Valladolid, desde el 16 de mayo de 1563. Dado que sucedió a los camaristas Menchaca y Velasco, como comisario de la traza “assí en lo concerniente a las dichas trazas como diferencias de particulares”, añadió a la jurisdicción técnica otra judicial. En agosto del mismo año, sus facultades fueron ampliadas para actuar sobre cualquier lugar o persona de la comarca de Valladolid. La entidad de este espontáneo proceso de ampliación jurisdiccional fue tal que se produjo incluso respecto al propio presidente de la Chancillería, ganándole la facultad de nombrar un tercer tasador en discordia. Su estancia en la ciudad del Pisuerga continuó hasta que fue llamado al Consejo para fiscalizar la actividad de Vaca de Castro, presidente interino entre el retiro de Mondéjar y la presidencia de Figueroa. La sensibilidad propia de esta labor aumentó al coincidir con la jornada real para celebrar cortes en Aragón.

Decidido el Rey a atenuar la influencia “ebolista” en el Consejo, llamó al doctor Gasca para ejercer cierto control sobre Vaca, quien le precedía en antigüedad.

Desde entonces, para evitar el mismo perjuicio a la reconstrucción de Valladolid, se nombró el comisario de la traza entre los oidores de la Audiencia.

Tras abordar con los representantes del estado eclesiástico los plazos del subsidio de galeras renovado por Pío V el 1 de agosto de 1564, la trascendencia de la actuación del doctor Gasca en el Consejo Real aumentó con el desempeño de labores de presidente interino, como oidor decano, entre marzo de 1565 —momento en que falleció el presidente Figueroa— y el nombramiento de su sucesor Espinosa en agosto. Llegado el nuevo presidente, no menguó su grado de intervención en el despacho consiliar, más allá de su entendimiento en el expediente judicial —en el que destacó el pleito entre el condestable y el conde de Benavente—.

La sintonía ideológica con Diego de Espinosa motivó que procurara tenerle cerca en momentos de reducción de efectivos en el organismo que presidía. Así, en junio de 1566, ocupado Gasca en una comisión fuera de la Corte, le reclamó para mitigar la falta que harían los camaristas, ausentados con el Rey. Asimismo, durante sus frecuentes ausencias de la Corte, Espinosa dejó el Consejo en manos de Gasca con más confianza que la supuesta por su condición de oidor decano —como se aprecia en delicadas cuestiones como cierto pleito que afectaba al monasterio de Yuste, momentos en los que se ocupó de exigir la limpieza de la villa al Concejo de Madrid, en septiembre de 1571, promover el funcionamiento judicial o fiscalizar la actuación de los corregidores—. Permaneció en el Consejo Real hasta su muerte, el 26 de agosto de 1572. Su testamento, del día anterior, ante el escribano Gaspar Testa, mostró sobre todo preocupación por la conclusión de la capilla de la Magdalena, y dejó instituido un mayorazgo formado en su mayor parte con los bienes heredados de su hermano Pedro. Asimismo, con los bienes dejados por su hermano Juan Jiménez de Ávila, quedó formado un segundo lote patrimonial para su tercer hijo, Juan. Con todo, con la muerte de Gasca no cesó la influencia de su familia en los asuntos de la Monarquía.

Entre sus descendientes destacaron el licenciado Diego Gasca de Salazar y su hermano Francisco, hijos de su hermana María Gasca y su marido Francisco de Salazar. El primero recibió beneficio más directo del doctor Gasca, pues en 1565 accedió a la Chancillería de Valladolid y en 1569 llegó a la Corte como oidor de contaduría, de la que sucesivamente pasó al Consejo de Indias y al Consejo Real. Por su parte, Francisco alcanzó celebridad como maestrescuela de Salamanca.

 

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Ignacio Javier Ezquerra Revilla

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