Manfredo de Sicilia. ?, 1232 – Benevento (Italia), 1266. Rey de Sicilia (1258-1266).
Hijo del emperador germánico Federico II (1197- 1250) y de Blanca Lancia. Federico II de Sicilia se casó en tres ocasiones: con Constanza, hija de Alfonso II de Aragón; con Yolanda de Brienne, y con Isabel, hija de Juan sin Tierra. De la segunda esposa tuvo a Enrique, Conrado y Margarita, además de otros hijos, como Enzo y Federico de Antioquía, de relaciones extra-conyugales.
El programa político —sostenido a lo largo de su reinado— de Federico II era el de la unificación de Italia bajo su dominio; en función de tales supuestos, creó una planta administrativa coordinada por un legado imperial y cinco vicarios provinciales, el establecimiento de un nuevo código legislativo, el Liber Augustalis, y la creación de la Universidad de Nápoles (1224), destinada a proporcionar cuadros a la nueva administración. En el terreno fiscal estableció que, la colecta, un impuesto sobre el patrimonio, tuviera un carácter anual. Organizó el sistema de gobierno, asociando a sus hijos al poder, de forma que el primogénito Enrique, y después Conrado, actuaran como reyes de Alemania; Enzo fue nombrado Rey de Cerdeña y legado en el Norte de Italia; Manfredo, vicario general del imperio, y Federico de Antioquía legado en Toscana. En el terreno militar, a las tropas feudales, Federico sumó tropas mercenarias alemanas y árabes.
Las circunstancias familiares y políticas acabaron favoreciendo a Conrado y a Manfredo; Enrique había fallecido en 1242 y Enzo, capturado por los boloñeses en 1249 y encarcelado hasta su muerte en 1272. El testamento de Federico, efectivo en 1250, establecía que Alemania, el Norte de Italia y el reino (Nápoles y Sicilia) serían la herencia de Conrado IV, pero Manfredo actuaría como balio o regente tanto en el reino como en los demás dominios italianos. Este esquema duró poco, por la desconfianza de Conrado respecto a Manfredo, de ahí que decidiera nombrar como balio al margrave Bertoldo.
A la desunión de los imperiales se sumó la iniciativa del papa Inocencio IV, en 1253, de ofrecer la Corona del reino de Italia (Nápoles y Sicilia) a Carlos de Anjou, hermano de Luis IX de Francia; Carlos de Anjou no mostró interés inicialmente, dada la vigencia de los derechos de Conrado IV, aunque sí se mostró interesado Enrique III de Inglaterra, que propuso como candidato a su hijo Edmundo de Crouchback. La muerte de Conrado IV en 1254 pareció abrir nuevas perspectivas para Manfredo. Conrado IV había dejado un heredero, menor de edad, Conradino, puesto primero bajo protección papal y después bajo custodia del duque Luis de Baviera. Inocencio IV reclamó para Conradino las posesiones imperiales en Italia para su protegido, en garantía de patrimonio para cuando fuera mayor de edad, aunque su proyecto era unir Nápoles y Sicilia a los dominios papales. Tropas pontificias, con el apoyo de Enrique III, iniciaron operaciones contra Manfredo, quien, tras algunos descalabros, logró sostenerse tanto en Calabria como en Sicilia.
En 1258, aprovechando la confusión creada en torno a la supuesta muerte de Conradino, Manfredo decidió dar un golpe espectacular, su autoproclamación como Rey de Sicilia. Su decisión suponía un reto al papado y una modificación del statu quo en Italia, donde Conradino seguía siendo acreedor de derechos legítimos, y donde los Capetos tenían aspiraciones de relevo de la influencia imperial. Su coronación fue rápidamente contestada por el Papa, que le excomulgó y declaró la nulidad de su coronación. Manfredo, sin embargo, supo tejer una inteligente trama de alianzas con ciudades y territorios del Norte (Siena, Venecia, Génova, Marca de Ancona) con cuyo apoyo logró doblegar a la güelfa Florencia.
El sistema de alianzas se extendió fuera del ámbito italiano, al concertar el matrimonio de su hija Constanza con el infante Pedro, hijo de Jaime I de Aragón, en el año 1262, con los musulmanes de Túnez, tributarios de Manfredo, y con el gobernador del Épiro.
Manfredo intentaba restaurar el proyecto de unificación de Italia, en lugar de limitarse a asegurar su dominio del reino (Nápoles y Sicilia); el rey de Aragón, tenía sus propias razones para participar en la coalición, por la sustitución de la influencia catalana-aragonesa por la anjevina en Occitania, rubricada en el tratado de Corbeil (1258) y la instauración de una Monarquía francesa en Navarra (desde 1234).
La elección de un Papa de origen francés Urbano IV, en 1261, renovó los proyectos de adjudicar a los Capetos el papel de protectores de la Santa Sede frente a Manfredo, destituyendo a Edmundo de Crouchback.
Su sucesor, el papa Clemente IV (1265-1268), antiguo canciller de Luis IX, fue quien finalmente estableció la alianza con Carlos de Anjou. A éste a cambio de renunciar a los dominios pontificios, a la Toscana y Lombardía, se le confió temporalmente el cargo de senador de Roma y se le dotó de medios financieros y humanos, reunidos tanto en Italia como en Francia, para realizar la ofensiva contra Manfredo de Sicilia.
La investidura del reino de Sicilia a favor de Carlos de Anjou, vino acompañada de una campaña de desprestigio de Manfredo, a quien se denominaba “el sultán de Lucera”, la colonia musulmana establecida por Federico II, en 1223, en la provincia de Foggia (Apulia).
La ofensiva de Carlos de Anjou fue preparada con minuciosidad a lo largo de 1265; en enero del año siguiente, las tropas se concentraron en Roma; se trataba de un ejército formidable, de cinco mil hombres a caballo y veinticinco mil hombres a pie. Manfredo realizó algunos ataques contra el ejército de Carlos de Anjou, sin conseguir resultados tangibles.
Pese a que logró reunir tropas alemanas, musulmanas y feudales no pudo resistir el empuje del Ejército francés y el 26 de febrero de 1266, tras presenciar la huida de sus tropas feudales, su ejército resultó aplastado en Benevento, cayendo él mismo en combate.
Dos años después era derrotado Conradino, hijo de Conrado IV, en la batalla de Tagliacozzo, desapareciendo la influencia germánica en Italia. Se iniciaba una nueva era, bajo el dominio de los Capetos. Pero la Corte del rey de Aragón se convirtió en refugio de exilados sicilianos y Constanza de Sicilia, la única descendiente de Manfredo, en depositaria de la legitimitad de los Hohenstaufen.
Manfredo fundó una ciudad, en 1256, a la que dio su nombre: Manfredonia. Situada en la costa de la Apulia, se convirtió en un importante mercado de productos agrícolas, puerto dedicado a actividades pesqueras y base naval para operaciones en la costa de Albania.
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Pau Cateura Bennasser