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Diego de Escudero

Biografía

Escudero, Diego de. Viguera (La Rioja), ú. t. s. XV – Igualada (Barcelona), 11.VIII.1551. Letrado y consejero real.

Oriundo de Viguera, perteneciente a la diócesis de Calahorra, inició su carrera de letrado en la Universidad de Valladolid como estudiante de Cánones, donde se graduó de bachiller, lo que le permitió acceder como becario al ya prestigioso Colegio Mayor de Santa Cruz, el 4 de agosto de 1509. Sucesivamente, y siempre en la misma universidad, y en el ámbito del derecho de la Iglesia, pasó los estudios y las pruebas que se requerían para el licenciamiento y acabó alcanzando la distinción de doctor.

Su formación como canonista y colegial no le pasó inadvertida al cardenal Cisneros, quien en su calidad de inquisidor general pensó promocionarle a un asiento en el Consejo de la Suprema Inquisición. Los deseos de Cisneros no se llevaron a cabo, entre otras cosas, porque Escudero no sintió vocación por el sacerdocio. Sin embargo, esta contrariedad no fue obstáculo para que después el propio cardenal, ahora desde su posición de gobernador de los reinos de Castilla, fuera el valedor de un destino notable para él: el de oidor de la Chancillería de Granada, que, como en el caso de otros muchos juristas, supondría el comienzo de una larga dedicación al servicio del Rey, hasta el fin de sus días. El doctor Escudero dejó el Colegio de Santa Cruz para tomar posesión de su oficio en mayo de 1517.

En la Chancillería de Granada permaneció durante nueve años, algunos de ellos muy difíciles, pues fueron momentos de consolidación de la Audiencia en esta ciudad luego de su traslado desde Ciudad Real, en los que, además de enfrentamientos continuos con el capitán general de Granada, que pretendía ejercer su autoridad sobre el regio tribunal, hubieron de padecerse diversos interregnos sin la existencia de presidente que dirigiera la institución, con los problemas de funcionamiento interno que ello entrañaba. Particularmente complicada fue la vida de la chancillería durante 1520, teniendo en cuenta que la vacante de la presidencia se vio acompañada de grandes alborotos en la ciudad, hasta el punto de que los oidores, entre ellos el doctor Escudero, se sintieron obligados de escribir al Rey sobre la crítica situación de la Audiencia, solicitando nombramiento de presidente e incluso la propia presencia del Monarca. La respuesta regia a la situación de desgobierno de la chancillería fue la habitual en estos supuestos: ordenar una visita, designando como visitador a Francisco de Herrera, que luego sería su presidente. De la visita, iniciada en 1522, surgieron una serie de capítulos y provisiones y cédulas complementarias, con fechas de 1524 y 1525, debiéndose destacar que en gran medida responden a un amplio parecer que el doctor Escudero había presentado al visitador Francisco de Herrera durante el transcurso de las pesquisas. En este parecer, donde se aprecian las letras y el atinado juicio del doctor, se pasa revista a los más variados aspectos relativos a la reforma que se pretendía para la buena administración de la justicia en la Chancillería de Granada, como el número y las cualidades de los oidores, ordenanza en el votar y deliberar sobre los asuntos, conveniencia de un semanero por sala, papel de los receptores, relatores, procuradores y abogados en los procesos, tratamiento específico de los recursos de fuerzas eclesiásticas, tasas de costas, visitas a la cárcel, cuidado de los testigos para la veracidad de las pruebas y, cómo no, proposiciones y disposiciones para abreviar los pleitos.

Su fama de letrado y hombre diligente en los negocios, junto con sus inequívocos deseos de regresar a Valladolid, donde estaban sus intereses y su casa, provocaron que el doctor Escudero fuera promovido como oidor a la chancillería de Valladolid a fines de 1526, después, eso sí, de la oportuna estancia del rey Carlos en Granada, largamente deseada. En la propia propuesta de candidatos para oficios de justicia que se dirige al Monarca desde el entorno de Juan Tavera, presidente del Consejo Real y anteriormente de la Audiencia de Valladolid y visitador de la misma, se recogen los extremos referidos, de solicitud de traslado del propio Escudero, así como el reconocimiento existente en la Corte de su condición de suficiencia, muchas letras y gran trabajador, que, por cierto, también le habrían capacitado para ser destinatario de otras proposiciones que sobre su persona se hacen por esta época, en concreto para oficios en los Consejos de Indias o de las Órdenes.

Diego de Escudero sería recibido como oidor en la chancillería de Valladolid en marzo de 1527 y ejerció el mencionado oficio por espacio de siete años. En este tiempo, dado que todavía no existían prohibiciones al respecto, tuvo la oportunidad de poder opositar a una cátedra vacante de Vísperas de Cánones de la Universidad de Valladolid, que ganó y compatibilizó con su oficio de oidor, bien que no desempeñó las tareas universitarias por sí mismo, sino por un sustituto, por lo que percibiría del Rey una ayuda de costa en alguna equivalencia de lo que dejaba de percibir de su salario de catedrático, a semejanza de lo que ocurría en casos semejantes, como era el del doctor Lorenzo Galíndez de Carvajal. La cátedra en la vida de Escudero supondría un peldaño más en sus aspiraciones de letrado, que le abría las puertas a mayores responsabilidades y le hacía creciente acreedor de gracias y mercedes, para sí y para sus hijos. Entre las responsabilidades, una de ellas fue particularmente relevante: el pleito que se seguía en la Audiencia de Valladolid sobre la herencia y sucesión del duque de Béjar, que enfrentaba a su viuda con los hijos, porque la duquesa, al parecer, estaba disponiendo y gastando de los dineros y otras cosas contra la voluntad expresada por el duque en el testamento. Sobre el pleito recibió especial comisión el doctor Escudero, a quien se le encargó de hacer las pertinentes pesquisas y la no menos precisa relación de los términos en que se movía la contienda, según se puso de manifiesto en sendas cartas que en noviembre de 1531 envía el emperador Carlos a la emperatriz Isabel y al cardenal Tavera, presidente del Consejo Real, preocupado como se mostraba el Rey porque se cumpliera el testamento del duque de manera estricta, pero cauto en la provisión que había de tomarse antes de que se examinaran en el Consejo las diligencias efectuadas por el doctor Escudero. De esta y otras responsabilidades, como la visita efectuada a la Chancillería de Valladolid por Pedro Pacheco, que fue sustanciada en el Consejo en 1534, saldría bien librado Escudero, quien al decir del cronista Pedro Girón era un buen letrado y muy buen juez, como para recibir una de las principales mercedes que podía ambicionar un jurista castellano: el título de consejero de Castilla, con fecha de 23 de mayo de 1534, en lugar del fallecido Toribio de Santiago, teniendo lugar la posesión en el Consejo en Valladolid el 2 de julio.

Ya en el Consejo Real de Castilla, se observa que fue uno de los letrados más apreciados por el presidente Tavera, como lo atestigua el hecho de que se le mantuviera su cátedra de Vísperas de Cánones de Valladolid, así como una recompensa dineraria por lo que dejaba de percibir de su salario universitario, o su entrada en los turnos de la presidencia de la Mesta, que desde hacía años se asignaba a los consejeros de Castilla, e igualmente es testimonio de su posición en el Consejo la asistencia, junto a otros dignatarios, a actos públicos, como al entierro del obispo de Palencia, Francisco de Mendoza. Todos estos hechos están documentados en 1536, a los dos años de su presencia en el Consejo, pero aún antes, en 1535, a 4 de mayo, cuando no llevaba un año de consejero, estampa Escudero su firma en una disposición regia de alcance para los letrados, recogida en el Cuaderno de las Cortes de Madrid de 1534, donde se ampliaba a los graduados de Alcalá las preeminencias, libertades y privilegios concedidos previamente, en respuesta del Rey a petición de los procuradores, a los que hubiesen estudiado en las universidades de Salamanca y Valladolid y en el Real Colegio de España en Bolonia. Otras notables apariciones de Escudero en el mundo de las pragmáticas y leyes se produjeron en 1537, el 6 de noviembre, a la hora de establecerse una prohibición, que las tarjas no corran por moneda, o el 20 de diciembre, en una declaratoria de la pragmática dada en las Cortes de Valladolid de 1537, sobre la moderación en el uso de trajes y vestidos. El beneplácito de Tavera perduró hasta el final de su presidencia, puesto que el 24 de mayo de 1539 todavía se contempla el nombre de Escudero señalando una provisión emanada del Consejo en la que se ordena que los egipcianos, o gitanos, no permanezcan en el reino.

La actividad de Escudero en el Consejo continuó siendo importante durante la presidencia de Fernando de Valdés, que sucedió a Tavera en 1539, según se desprende, en primer lugar, de la participación del doctor en diversas pragmáticas de notorio interés, para el Rey, y para el reino, recogidas en su tenor literal en una colección publicada en 1544. De este modo, con la rúbrica de Escudero y del nuevo presidente Valdés, aparte de otros consejeros, se establece en 1539, el 20 de noviembre, que ningún extranjero pueda tener pensión en los beneficios eclesiásticos de los reinos. Asimismo, estampa su firma junto a la del presidente en una nueva pragmática, de 24 de agosto de 1540, por la que se determinaba que los pobres pidieran en sus tierras y no en otras partes. No es de menor significado la aparición de Escudero en dos pragmáticas de 27 de febrero de 1543; mediante una de ellas se reafirmaba el derecho de patronato eclesiástico del Rey, por privilegio y costumbre inmemorial y, por la segunda, se regulaban los criterios que se habían de seguir a la hora de otorgar la posesión a las personas llamadas a los mayorazgos, de acuerdo con las leyes de Toro de 1505. En otro orden de cosas, es señal también de su dedicación al Consejo en la etapa de Valdés que prosiguiera con las presidencias rotatorias del Consejo de la Mesta, en particular Escudero sería presidente en 1543 y 1544, en este último año compartiéndola con Mercado, colega suyo en el Consejo.

Todo este esfuerzo de Escudero en el alto tribunal mereció la comprensión de Valdés, porque el presidente se dirigió al emperador Carlos, en sucesivas cartas de 24 de marzo de 1541 y 12 de mayo de 1544, pidiendo recompensas para el doctor en forma de beneficios eclesiásticos para sus hijos, argumentando su antigüedad en el Consejo, además de que trabajaba y servía con toda diligencia. Aunque algún disgusto se procuró Escudero con Valdés, como fue la muerte de un criado suyo en circunstancias nada claras.

Dilatada venía siendo la trayectoria de letrado del antiguo colegial de Santa Cruz, mas su culminación se produjo tras el acceso de Fernando Niño a la presidencia del Consejo de Castilla, en enero de 1547, en práctica simultaneidad con la muerte del consejero Fernando de Guevara, fallecido a últimos de noviembre de 1546, a quien sucederá Escudero en la Cámara de Castilla, órgano secreto de despacho de las gracias, mercedes y regalías de la monarquía, reservado a unos pocos consejeros de Castilla. Del nombramiento informa el mismísimo rey Carlos en carta dirigida al secretario Francisco de los Cobos el 20 de marzo de 1547, donde le comunica que la vacante de Guevara en la Cámara ha decidido cubrirla con el doctor Escudero, justificando la decisión por la buena opinión que tenía del consejero, tanto por la calidad de su persona como por sus letras y experiencia, que esperaba continuaran en el futuro. Tanta confianza le causaría la persona de Escudero al Emperador, que en la citada carta determina que sea este doctor uno de los dos consejeros que habían de nombrarse para entender en las pretensiones que enfrentaban a Juan de Granada con la Corona.

Como integrante de la Cámara, participa con consejeros de Estado y de Hacienda, en diversas juntas de preparación de las Cortes de Castilla de 1548, en cuyas asambleas previas, con la opinión favorable del príncipe Felipe, gobernador del reino, se propugnó la conveniencia de que se convocaran para Segovia, en lugar de Valladolid, sede inicialmente prevista y a la postre resultante, o que no se solicitara de los procuradores contribución alguna para el viaje que iba a emprender el propio príncipe fuera de la Península, como tampoco estimaban pertinente pedir ayuda de casamiento para la infanta María, que iba a desposarse con el príncipe Maximiliano de Austria. Asimismo, en cuanto consejero de la Cámara, fue asistente de las referidas Cortes de Valladolid de 1548, encargado de tratar de los asuntos de ellas y reunirse con los procuradores junto al secretario, Juan Vázquez de Molina, y el presidente del Consejo y de las propias Cortes, el patriarca Niño, sin necesidad de otro asistente consejero, según comunicaba el emperador Carlos a su hijo Felipe en carta de abril de ese mismo año. No es de menor significación su actividad como consejero de Castilla y de la Cámara en el Consejo de Hacienda de Castilla, en sustitución del ya recordado Guevara, aunque pronto interrumió las correspondientes funciones por tener que acompañar al príncipe Felipe fuera de España a fines de 1548. Pero probablemente su tarea más llamativa, heredada una vez más de Guevara, tuvo lugar con motivo de la lenta elaboración de la Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla, que venía siendo demandada por los procuradores de Cortes y las más diversas instancias desde la poco acertada de Montalvo en 1484, sólo paliada por la Colección de Bulas y Pragmáticas de Juan Ramírez de 1503, a tenor de las quejas persistentes, a veces muy críticas, entre las que se encuentra el codicilo de Isabel la Católica de 1504. El testimonio del trabajo compilador de Escudero se recoge ya en la petición V de las Cortes de Valladolid de 1548, donde los procuradores suplican al Rey que se impriman y publiquen las leyes del reino que recopiló el doctor Pedro López y que al presente corregía y enmendaba el doctor Escudero, del Consejo y de la Cámara. Al igual que sucedería desde 1536 con Pedro López de Alcocer, abogado de la Chancillería de Valladolid, y luego clérigo, Escudero percibió remuneración específica por esta labor, que exigía mucha dedicación.

La proximidad al príncipe Felipe le acarreó la estima de éste, de tal modo que el doctor Escudero fue uno de los letrados escogidos por él para acompañarle en su periplo por Flandes y diversos estados de la Monarquía emprendido en octubre de 1548, al tiempo que en Castilla quedaban por gobernadores Maximiliano y María. El viaje lo ilustra Calvete de la Estrella, cronista del mismo, donde se refiere al doctor Diego de Escudero, del Consejo de la Cámara del Emperador, como varón entero y de singular bondad, prudencia y gobierno, alabanzas que no eran nuevas. Según los despachos conservados atendería a la Cámara de Castilla junto al príncipe hasta marzo de 1549, cuando el príncipe y su padre el emperador se reunieron en una misma sede, lo cual provocó, a su vez, el despacho conjunto de Escudero con los responsables de la Cámara que residían al lado de Carlos V, el consejero Figueroa y el secretario Eraso. Decidido el regreso del príncipe Felipe a España, con poderes de gobernador, para sustituir a Maximiliano y María, Escudero volvió a acompañarle, sin duda con un futuro prometedor, de altas responsabilidades, pero la muerte le acaeció en Igualada el 11 de agosto de 1551, truncando todas las expectativas. Entre éstas estaba la finalización de la Nueva Recopilación de las leyes de Castilla, que aún hubo de esperar, pues en el cuaderno de las Cortes de Valladolid de 1555, en su petición IV, se recuerda el nuevo encargo hecho al licenciado Arrieta, tras la muerte de Escudero, que como su antecesor Guevara, debido a sus ocupaciones, no pudo dar término, cosa que sí ocurriría, con carácter sistemático y de refundición de textos en 1567, de conformidad con la pragmática regia de promulgación de 14 de marzo, donde con las cualidades que se le atribuyeron permanentemente, de autoridad, letras y experiencia.

Escudero se casó con Ana Sedano y tuvo varios hijos, uno, Leonardo, fue contador mayor de la Orden de Calatrava; otro, Diego, llegó a alcalde de Casa y Corte y regente en el Consejo de Italia y, en fin, Gaspar obtuvo una capellanía en la casa real del Emperador, mercedes todas con las que se recompensaban los servicios prestados a la Corona por el doctor riojano.

 

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