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Antonio Montesino

Biografía

Montesino, Antonio. ?, c. 1480 – Venezuela, 27.VI.1540. Fraile dominico (OP), predicador.

Nació en lugar desconocido hacia 1480. Formó parte de la primera comunidad de frailes de la Orden Dominica que pasó a Indias con vocación misionera.

Embarcó hacia la isla de La Española bien entrado el mes de agosto de 1510 con el primer grupo de misioneros dominicos que había gestionado fray Domingo de Mendoza.

El conocimiento e importancia históricos de fray Antonio Montesino están inseparablemente unidos a un famoso sermón de enorme repercusión que pronunció el cuarto Domingo de Adviento de la Navidad (21 de diciembre) de 1511 contra la encomienda y a favor de los indios.

El padre Las Casas define a Antonio Montesino como “amador del rigor de la religión, muy religioso y buen predicador”. Por estas cualidades fue elegido por la comunidad religiosa, encabezada por fray Pedro de Córdoba, para protestar con toda solemnidad.

A pesar de que llevaban en la isla poco más de un año, se percataron pronto de las duras condiciones en que vivían los indios, los malos tratos que sufrían por parte de muchos encomenderos y la extinción a la que se veían condenados si no se remediaba la situación.

Un predicador “áspero y colérico”, de nombre fray Antonio Montesino, fue el elegido por la comunidad dominica para clamar desde el púlpito contra tamaña injusticia.

No ha llegado el texto escrito del sermón; sólo se conoce un resumen que ha transmitido el padre Bartolomé de Las Casas, que estaba entre los oyentes.

Pero por las repercusiones directas e indirectas que se conoce que tuvo, por las posteriores reacciones de la Corte, incluida la del Rey, y por las alusiones de otros testigos, parece que lo que ha transmitido Las Casas es lo que sucedió. En ello hay coincidencia por parte de los historiadores.

Cuenta Las Casas que, llegado el cuarto domingo de Adviento (21 de diciembre) de 1511, a la hora de predicar, se subió al púlpito el padre fray Antonio Montesino, y tomando por tema la frase evangélica Ego vox clamantis in deserto, lanzó el siguiente sermón que llevaba escrito y firmado por los demás frailes de su comunidad: “Para os los dar a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla, y por tanto, conviene que con atención no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, lá más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oir [...]. Esta voz dijo él, que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a si Dios y Criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? “Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis, no os podéis más salvar que los moros o torcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo. Finalmente de tal manera explicó la voz que antes había muy encarecido, que los dejó atónitos, a muchos como fuera de sentido, a otros más empedernidos y algunos algo compungidos, pero a ninguno, a lo que yo después entendí, convertido”.

La denuncia que hizo Montesino en su famoso sermón es doble: por una parte atacaba duramente el sistema de la encomienda, al mismo tiempo que denunciaba las injusticias contra los indios. Por otra parte, ponía en entredicho la legitimidad de los títulos de soberanía de la Corona de Castilla sobre el Nuevo Mundo.

Las autoridades de la isla, perplejas ante lo escuchado en la iglesia, instaron a los religiosos para que fray Antonio Montesino se desdijese el domingo siguiente en la misma iglesia y ante el mismo auditorio.

Pero en lugar de hacer lo que se le pedía, confirmó su denuncia y la apoyó con nuevos argumentos.

Informado el Rey de estas peligrosas doctrinas, ordenó el 20 de marzo de 1512 a las autoridades de la isla que impusieran el silencio a los predicadores y, si no obedecían, debían ser embarcados inmediatamente para España. El superior de la Orden Dominica recriminó igualmente a la comunidad que presidía fray Pedro de Córdoba, a la vez que les recomendaba prudencia.

Ante la polémica suscitada, el rey Fernando el Católico convocó la Junta de Burgos, formada por expertos teólogos y juristas, para estudiar y pronunciarse sobre tan controvertido asunto.

En la primavera de 1512 fray Antonio Montesino junto con el franciscano fray Alonso del Espinar se embarcaron hacia España, con la intención de participar en las deliberaciones que terminarían dando origen a las famosas Leyes de Burgos de 1512-1513.

En la elaboración de estas “Reales Ordenanzas dadas para el buen regimiento y tratamiento de los indios” influyó más el comprensivo Alonso del Espinar que el crítico Montesino. Dichas leyes mejoraron la situación de indio, pero manteniendo las encomiendas.

Fue un triunfo, aunque no completo.

En 1514 Antonio Montesino fue elegido por el padre fray Pedro de Córdoba para dirigir una experiencia evangelizadora en la costa de Paria. Camino de su misión enfermó gravemente en la isla de Puerto Rico, por lo que no pudo seguir a sus compañeros el padre Francisco de Córdoba y el hermano Juan Garcés y gracias a lo cual salvó la vida. Los captores de esclavos y los pescadores de perlas rebelaron a los indios provocando el asalto y muerte de los misioneros.

Un año después, a finales del verano de 1515, tomó rumbo a España en compañía de Bartolomé de Las Casas con el fin de negociar en la Corte un sistema de evangelización pacífica en la costa de Cumaná.

A la muerte de fray Pedro de Córdoba en 1521 predicó Montesino. A mediados de 1526 fray Antonio Montesino formó parte de la expedición dirigida por Lucas Vázquez de Ayllón buscando un paso siguiendo la costa norte de Florida y llegando hasta el paralelo treinta y tres. Resultó un absoluto fracaso.

Se cree que fray Antonio Montesino murió asesinado en Venezuela en 1540, probablemente envenenado.

 

Bibl.: M. Jiménez Fernández, Bartolomé de Las Casas, I. El plan Cisneros-Las Casas para la reformación de las India, y II. Política inicial de Carlos I en Indias, Sevilla, 1953 y 1960; B. de Las Casas, Historia de las Indias, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Atlas, 1957 (col. Biblioteca de Autores Españoles), lib. 3, cap. 4; J. M. Pérez (OP), Estos, ¿no son hombres?, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1984; VV. AA., Actas del I Simposio sobre La ética en la conquista de América (1492- 1573), Salamanca, 1984; L. Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, Madrid, Istmo, 1988; L. Arranz Márquez, “Alonso del Espinar O.F.M. y las Leyes de 1512- 1513”, en VV. AA., Actas del I Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo (La Rábida 16-21 de septiembre de 1985), Madrid, Deimos, 1986 [Archivo Ibero-Americano (AIA), 46 (1986)]; P. Borges Morán, “Un drama lascasiano: franciscanos y dominicos en la actuación de Montesinos de 1511 a 1512”, en AIA, 48 (1988).

 

Luis Arranz Márquez

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