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Fernando Villaamil y Fernández Cueto

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Biografía

Villaamil y Fernández Cueto, Fernando. Villamil, parroquia de San Andrés de Serantes (Asturias), 23.IX.1845 – Santiago de Cuba (Cuba), 3.VII.1898. Capitán de navío, político.

Hijo de Fermín Villaamil y Cancio, de Serantes (Castropol), de familia hidalga, abogado y fogoso político dado a las venturas revolucionarias, y de Rosario Fernández-Cueto y Roza, de ilustre familia ovetense tradicionalista. Fernando fue el tercero de los ocho hijos de este matrimonio.

Entre los antepasados de Villaamil no hay marinos, pero desde la edad de once años acude a la Escuela de Náutica y Comercio de Ribadeo. A los doce años se dedica de lleno a los estudios matemáticos como vía para llegar a ser piloto. Se va a Madrid y se matricula en la academia de Manuel Becerra, cuando salen a oposición unas plazas en el Colegio Naval de San Fernando (Cádiz). Villaamil se presenta, hace los ejercicios con gran brillantez y es admitido como aspirante a la Marina de guerra, el 1 de julio de 1861.

Al ascender a guardia marina de 2.ª, el 20 de junio de 1862, embarca en la fragata Esperanza y, luego, en los navíos Isabel II y Francisco de Asís, dando comienzo sus navegaciones por las costas de España y Portugal.

Transborda al Villa de Madrid, el 2 de noviembre de 1863, y sale en este buque para Cuba fondeando en el puerto de La Habana. Allí pide voluntario para ir a la división que opera en Santo Domingo y va de transporte en el vapor Velasco para embarcar en el vapor Isabel la Católica el 8 de febrero de 1864, con el que navega por las costas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico y asiste a varias operaciones de guerra. Es en Santo Domingo, la inquieta isla que va y viene de la tutela española, donde recibe el bautismo de valor y de sangre, de tal modo que por su comportamiento se le concede la Cruz de Marina de Diadema Real, el 10 de octubre de 1866. En este vapor sale para la Península desde La Habana, el 4 de julio de 1864, y llega a Ferrol el 12 de agosto. Al poco, transborda al Francisco de Asís y hace algunas navegaciones por la costa de España antes de pasar a la Villa de Bilbao y de nuevo al barco anterior, para salir otra vez para Cuba, el 7 de octubre de 1865, y fondear en el puerto de La Habana el día 31. Allí continúa navegando por las Antillas, tocando Cuba Monte-Cristo y Matanzas.

Pero mientras tanto se examina a bordo y pasa a ser guardia marina de 1.ª Clase, el 24 de junio de 1865.

Un nuevo transbordo, ahora a la fragata Cortés, en la que sale para la Península haciendo guardias de oficial.

Ya en Cádiz, pasa a la fragata Esperanza, 1 de junio de 1866, y, luego, a la Tetuán, con la que hace un viaje a Vigo y otro a La Habana, donde transborda al vapor Pizarro (1867), en el que volvió a la Península, fondeando en Ferrol, el 24 de abril de 1867. En mayo se va a Cádiz de transporte en el vapor San Quintín y allí se traslada a la urca Santa María y se examina para ascender a oficial, obteniendo el aprobado. Asciende a alférez de navío, el 23 de junio de 1867, y comienza una nueva etapa de su carrera: Filipinas. Villaamil sale para Manila embarcado en la goleta Wad Ras. Pide ir allí voluntario para encontrarse con su padre, que estaba deportado en esas tierras por los moderados, por el peligro que representaba un hombre de ideas tan avanzadas. Eran en los tiempos revueltos y tumultuosos previos a la revolución septembrina en la Península,y en Filipinas asistían a conspiraciones de carácter quizá más grave. La Reina era atacada por unos y por otros y sólo coincidían en desear su marcha.

En Filipinas se siente el oleaje de estas convulsiones.

La sublevación se hace audaz, pero a él no le roza.

Villaamil navega por el archipiélago en labores de vigilancia de costas y reconocimiento de canales en la goleta Valiente (1869), en el vapor Marqués de la Victoria (1870) y en el vapor Patiño (1870), hasta que se le da el mando del cañonero Bojeador (1870), una embarcación poco más grande que una lancha. Luego manda el Arayat (1871), cañonero destinado a la División del Sur, a la escuadra que a fines de 1871 opera en aguas de Joló. Sale con su cañonero hacia la costa norte de Mindanao para impedir el paso de los piratas. Luego vuelve a las aguas de partida para ayudar al bloqueo de los puertos de Parang, Boal y Joló. Después de la campaña de Joló, asciende a teniente de navío, el 5 de abril de 1872, y se le concede la Cruz Roja de 1.ª Clase por su comportamiento. Embarca sucesivamente en la fragata Berenguela y el vapor Patiño, y en la corbeta Circe como segundo comandante y oficial de derrota.

El año 1873 trae consigo la renuncia al trono de Amadeo de Saboya. Se proclama la República y empieza el baile presidencial de las figuras más ilustres: Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar, y ante el descontento carlista, la agitación cantonal y los intentos separatistas, entra Pavía en el Congreso y la desaloja.

Villaamil embarca en el vapor mercante Pasig de Davao a Manila y allí toma la fragata Concepción y sale para España, 24 de julio de 1873. Tiene veintiocho años.

Regresa a la Península para hacerse cargo del destino de profesor en la Escuela Naval Flotante en la fragata Asturias, el 12 de enero de 1874. El ambiente político en España sigue revuelto, de tal modo que la fragata donde regresa viene con la tripulación sublevada. Cuatro meses de licencia es el premio a los seis años de lucha, y los pasa íntegramente en Madrid disfrutando de los conciertos de música y asistiendo a los teatros de zarzuela; frecuenta los cafés y va a alguna cacería. Luego sale para Ferrol a tomar posesión del citado destino de profesor, el 30 de junio de 1874, que desempeña hasta que se le destina a la isla de Cuba, el 20 de julio de 1878, con la interrupción de una licencia para disfrutar en esta isla, licencia a la que reunció más tarde, cuando ya estaba allí.

Fernando Villaamil contrae matrimonio con Julia Cancio Villota el 9 de octubre de 1876, en la pequeña iglesia de Cambre (Coruña). Hija de Mariano Cancio, hacendista, político, director del Banco de España en La Coruña y, por entonces, intendente general de la isla de Cuba. Es su madre Julia Villota Morales, hija de uno de los propietarios de una línea de barcos correo a Cuba. De este matrimonio nace solamente una niña, a la que le ponen de nombre Rosario, como su abuela.

La España política se ha aquietado un poco con la restauración de la Monarquía tradicional en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Termina definitivamente la guerra carlista y se ha logrado hacer una nueva Constitución con el asentimiento de casi todos los partidos. Con la normalización del funcionamiento de las cámaras, Mariano Cancio representa a Ribadeo como diputado.

Villaamil, después de entregar un proyecto de reforma de la Escuela Naval Flotante que llama la atención del Ministerio, pasa destinado al Apostadero de La Habana, al que llega embarcado en el vapor correo Habana, el 23 de agosto de 1878. Allí está ocho meses a las órdenes del capitán general de la Isla, Martínez Campos, hasta que embarca en el vapor correo Méndez Núñez para la Península, el 4 de abril de 1879, donde quedará a las órdenes del entonces ministro de la Guerra y presidente del Consejo de Ministros y, luego, del ministro de Marina. Se le concede un año de licencia, el 19 de febrero de 1880, que disfruta con una prórroga de seis meses. Con motivo del santo del Rey, obtiene la Cruz del Mérito Naval de 1.ª Clase con distintivo blanco (1882), y el 5 de abril de ese año asciende a teniente de navío de 1.ª Clase (capitán de corbeta).

Al regresar de la licencia toma el mando del cañonero Eulalia, el 14 de agosto de 1882, todavía en construcción en Ferrol, y, una vez entregado a la Armada, se traslada con él a Sevilla, donde está Isabel II con su hija del mismo nombre que el barco, y se pone a sus órdenes.

Las dos señoras van a bordo muchas veces y dan largos paseos por el Guadalquivir en el cañonero.

Destinado a la Corte, se hace cargo del destino de oficial 2.º del Ministerio de Marina, el 12 de mayo de 1884. Por entonces la Marina ha visto disminuir alarmantemente el número de barcos y los arsenales están llenos de unidades esperando la reparación o el desguace.

Villamil insiste en exponer sus ideas acerca del problema naval. Tiene la certeza de que para conservar los territorios ultramarinos es necesario disponer de una escuadra poderosa. No es un orador brillante, pero sí un expositor certero. Escribe con frecuencia en El Globo, el periódico de Castelar, aunque no deja su firma. No tiene vocación auténtica de escritor; utilizó el periódico para exponer sus planes y criticar los de los demás. Más adelante, cuando embarca por primera vez en el Destructor, le dice la Reina Regente: “Me aseguran que es usted de ideas avanzadas, Señora —declara Villaamil respetuosamente—, soy en mi carrera un revolucionario, porque quiero que la Marina responda a los sacrificios del país”. Pero no está solo en esta línea de pensamiento, es decir, hablar alto y claro sobre el estado de la flota. Entre otros, además de Villaamil, hay cuatro oficiales jóvenes cuyo nombre estaba destinado a dejar una huella indeleble en la Armada: Antonio Piñeiro, Víctor María Concas, Federico Ardois y Ramón Auñón. Este es el famoso “Pentágono” que tiene en el contraalmirante Antequera su más ardiente valedor. Quieren una Marina más numerosa, más fuerte, más eficaz. Todos están de acuerdo en que se necesitan barcos inmediatamente, que no se puede esperar a que se construyan en España, por falta de infraestructuras adecuadas, hay que comprarlos en el extranjero o encargarlos donde los hagan más rápidamente. Son conscientes de que sobre España gravita un peligro inminente. En este equipo de colaboradores, que luego lo será de Rodríguez Arias, hay dos tendencias en cuanto al tipo de buques que se deben construir: los de Antequera y sus grandes blindados y los de la Jeunne École francesa, que apuestan por las pequeñas unidades, entre otros, Villaamil.

Dentro del país se suceden los trastornos eternos. La situación, mejorada momentáneamente con el advenimiento de Alfonso XII no se ha estabilizado y vuelven las sublevaciones (1883). Ruiz Zorrilla consigue, de nuevo, complicar en sus planes a generales muy conocidos (1884). Y para colmo de inquietudes, la muerte de Alfonso XII (1885) dejando al país en el trastorno de otra Regencia. Desde el 18 de julio de 1884 hasta el 12 de julio de 1886, está al frente del Ministerio el contraalmirante Antequera, quien nombra una Comisión para la reforma profunda de la Marina y propone su Plan Naval del que sólo lograría un barco, el acorazado Pelayo, uno de los mejores de su tiempo. Luego, el conflicto de las Carolinas (1885) les da la razón a los del Pentágono.

Las ideas bullen en las cabezas de un ramillete de oficiales únicos en la historia de la Marina: Bustamante con su torpedo fijo (mina), González-Hontoria con su cañón, Isaac Peral con su submarino... Villaamil tiene también su proyecto: un barco que supere todas las deficiencias de los existentes, seguro y rápido, con la misión de servir de explorador a las grandes escuadras, que defienda a los acorazados contra los torpederos y pueda atacar por sí solo. Es un proyecto atrevido que los ingleses consideran irrealizable. Pero lo quiere ya y la autorización no llega. La fortuna le sale al encuentro, pues está al frente del Ministerio de Marina el vicealmirante Pezuela, quien le dice a Villaamil: “construya usted su destructor”. Se le nombra inspector del cazatorpedero Destructor y se traslada a Clydebank, en Escocia para hacerse cargo de las obras, el 1 de febrero de 1886, adjudicadas a los astilleros Thomson. Y se inicia con ello un calvario parecido al de Isaac Peral, llegándose a suspender los trabajos. Pero un cambio de Gobierno y el tesón de Villaamil hacen que progrese el proyecto y que el buque, el Destructor, sea una realidad y cumpla todas las expectativas, habiendo alcanzado los 22,98 nudos en pruebas. Villaamil permaneció en Escocia durante la construcción, influyó con sus ideas en la concepción del buque y fue su primer comandante. Los periódicos de la época y la prensa de todo el mundo consideraron aquello un verdadero y trascendental acontecimiento en la historia de las construcciones navales. El nombre de su inventor aparece en todos los periódicos de los países más avanzados. Las revistas técnicas, como The Engineer le dedican grandes elogios. La prueba definitiva: en la madrugada del 24 de enero de 1887 sale de Falmouth; a la mañana siguiente, día 25, a la misma hora, está a la vista de Muros, en la costa española, ante el asombro de los técnicos. Villaamil es ya comandante en propiedad de su barco, el 20 de enero de 1887, y el Destructor el origen de los llamados “destroyers”, que adoptarían todas las marinas.

Llegada la hora de entregar el Destructor, Villaamil sale de Ferrol el 5 de abril de 1888, para Cartagena acompañando a los torpederos Azor, Habana, Ariete, Halcón y Rayo cuando, a la altura de cabo Finisterre les sorprende un fuerte temporal. La zona es peligrosa para los pequeños barcos. Al Habana le explota una caldera que origina una verdadera catástrofe: casi todo el personal ha desaparecido, sólo dos personas quedan vivas, el comandante y un marinero. En una operación arriesgada, con mar y con viento, Villaamil se acerca al barco siniestrado y logra salvar a aquellos hombres.

Al enterarse de lo ocurrido, el Gobierno, de real orden, dispone la apertura del juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando, que no llegó a concederse por haber pasado más horas de las que previene el Reglamento desde el suceso hasta la disposición. Se le compensa con la Placa de 2.ª Clase de la Orden de María Cristina y con el nombramiento de coronel de Infantería del Ejército. A su llegada al Seijo (Ferrol) con un permiso, empieza la popularidad que le llevará a representar a este distrito en las Cortes.

También está relacionado Villaamil con la compra en Inglaterra del buque escuela Nautilus. Se le había encomendado el estudio de un proyecto de reformas para la preparación de los oficiales de Marina. Villaamil consciente de que los marinos se hacen en la mar, propone que hagan largas navegaciones en buques de vela, aun cuando pudiera chocar este criterio en alguien que acababa de concebir un buque de hierro y vapor. Convencido el ministro, le hace el encargo de adquirir un barco para navegar los guardias marinas de la Marina española, al propio tiempo que se va a Inglaterra a estudiar el proyecto del Destructor. Villaamil, ya en los muelles de Londres, se fija en un clipper esbelto y airoso que lleva aparejo de fragata y casco de hierro y madera; es el Carrick-Castle, de mil setecientas toneladas, construido en Glasgow en 1866. Lo compra por menos del coste de un flete de material que acababa de adquirir España. Carga la mercancía en el barco y atraca en Cádiz con el flete, un barco y 8000 pesetas sobrantes. Quedó de base en este departamento haciendo salidas cortas, hasta que se nombra comandante a Villaamil (1892). Con ligeras reformas y un nombre nuevo este buque se convertirá en la corbeta Nautilus, la de la vuelta al mundo.

Durante su estancia en Inglaterra también se le encarga a Villaamil el estudio de la organización del Cuerpo de Maquinistas de la Marina inglesa, el 8 de febrero de 1886. A él también se debe la redacción de un nuevo Reglamento del Cuerpo de Maquinistas de la Armada española, el 27 de diciembre de 1894.

De vuelta el Destructor a Ferrol se dedica a desempeñar diversas comisiones entre las que están la ida a San Sebastián a disposición de la Reina Regente y del ministro del Ramo. Del 10 al 15 de septiembre de 1889 recorre la costa vasca y entra en Deva para recoger al exministro Juan Bautista Antequera como invitado regio. Habiendo ascendido a capitán de fragata, 10 de agosto de 1888, y una vez terminado el verano regio, hace entrega del barco y se pasa al crucero Reina Regente como segundo comandante, el 30 de febrero de 1889. Luego tomaría el mando de la fragata Almansa, el 11 de julio de 1890, buque depósito y Escuela de Marinería anclado en Ferrol, en el que estaba izada la insignia del capitán general del Departamento. Para Villaamil es como un destino de tierra, en el que permanecerá dos años.

Pero Villaamil tiene en la cabeza un sueño largamente acariciado y es hacer un viaje de circunnavegación con el buque escuela de guardias marinas. La Nautilus ya estaba en condiciones de cumplir su destino, cuando le llega un telegrama del ministro de Marina (1892) reclamando su presencia en Madrid para recibir órdenes. El almirante Beránger viaja con él a Cádiz y le hace entrega del barco, el 28 de junio de 1892, y lo que iba a ser un viaje de cuatro meses se convierte en el sueño de Villaamil. El alistamiento se hace en Ferrol y el 15 de noviembre se despide de la Reina Regente, del presidente del Consejo, Antonio Cánovas del Castillo y del ministro de Marina Beránger.

El 30 de noviembre de 1892 durante las celebraciones del cuarto centenario del descubrimiento de América, sale la Nautilus de Ferrol para hacer un viaje de circunnavegación por la derrota del cabo de Hornos y sur de Australia que durará año y medio, siendo capitán general del departamento el contraalmirante José de Carranza. Sólo un accidente empañó este periplo lleno de experiencias para los futuros oficiales.

Cuando navegaban de Lytellton a Valparaíso, uno de los gavieros que laboraban el velacho alto, pierde el equilibrio al largar los tomadores y cae a cubierta por barlovento a los pies del oficial de guardia y muere del impacto. Era cabo de Mar, había nacido en Santurce y se llamaba Esteban Letamendía. La Nautilus fondea en la Concha, en San Sebastián, el 16 de julio de 1894, después de navegar durante cuarenta mil millas por el cabo de Hornos, Río de la Plata, Puerto Rico, Nueva York, Plymouth y Brest, siendo visitados a bordo por la Reina Regente y su hijo el rey Alfonso XIII. El 11 de agosto entra la corbeta en Ferrol dando por concluido el viaje, después de año y medio de haber salido de esta ciudad. Villaamil, animado por sus amigos, escribe el Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus, lleno de ideas y de comentarios comparativos acerca de las colonias inglesas y españolas; una edición que sale a la luz a finales de 1895. Por Real Orden de 20 de julio de 1894 se crea la medalla conmemorativa del viaje de la corbeta Nautilus. A Villaamil se le concede Cruz de Carlos III. Entregado el mando de este buque, pasa a Madrid a disfrutar de una licencia, el 30 de agosto de 1894, y el 28 de diciembre queda a las órdenes del ministro.

La ermita de Chanteiro (Ares, La Coruña) tiene una campana con la inscripción “Jesús, María y José, la dotación del Nautilus a la Hermita [sic] de Chanteiro.

1813”, donada por Fernando Villaamil el 21 de noviembre de 1894, probablemente como una ofrenda a la Virgen de la Merced con ocasión de su viaje de circunnavegación.

Corren días tristes para España. El horizonte ya gris se ennegrece aún más. La insurrección en Cuba se convierte en una grave amenaza por el apoyo de los norteamericanos. En Washington se propone abiertamente reconocer la beligerancia de los insurrectos y ya en tiempos del presidente Mac Kinley se produce la explosión del Maine. España se conmueve; el Gobierno toma nota e intenta comprar barcos en Italia.

Se envía a Villaamil a Inglaterra formando parte de una Comisión para encargar la construcción de barcos con destino al resguardo de Cuba.

Mientras tanto, tiene lugar el hundimiento del crucero Reina Regente en el estrecho de Gibraltar a causa de un fuerte temporal (1895). Es uno de los mejores barcos de la escuadra española. Villaamil está en Madrid a las órdenes del ministro del Ramo, estudiando y redactando el Reglamento del Cuerpo de Maquinistas, cuando se le nombra presidente de la Comisión que debía investigar las causas de la pérdida del crucero, 21 de marzo de 1895. La consecuencia es que se suspende la construcción de dos buques semejantes en Ferrol y Cartagena: el Alfonso XIII y el Lepanto.

Villaamil, ya oficial primero del Ministerio, hace un viaje a Ferrol para estudiar el crucero Alfonso XIII, y tres a Inglaterra y a Escocia en comisiones de adquisición de material flotante. A su vuelta, Su Majestad, el Rey, dispone que “sin perjuicio de tenerlo en cuenta oportunamente, se le den las gracias en su Real nombre por el servicio que acaba de hacer”, Real Orden de 10 de septiembre de 1895. Más problemas: en Cuba se ha ido a pique el Sanchez Barcáiztegui al colisionar con el Conde de la Morcuera.

Estos sucesos originan una crítica de Leopoldo Alas, en términos tan crudos que molesta a la Marina.

Interviene Villaamil, y Clarín, apadrinado por Armando Palacio Valdés y Adolfo Buylla, firma un acta en la que quedan a salvo el prestigio de la Marina y la libertad del escritor.

Villaamil, después de haber presentado la candidatura a diputado a Cortes por Castropol en 1881 sin éxito, vuelve a presentarla en la legislatura de 1896 y sale diputado por Ferrol, como también saldrá elegido en las que se celebran en 1898. Por entonces, el 27 de octubre de 1897, asciende a capitán de navío, máximo empleo que llegaría a alcanzar; iba a cumplir cincuenta y dos años de edad.

El año 1898 se presenta estremecedor. Mac Kinley quiere la guerra y no atiende a los mediadores, entre ellos el Papa. El Gobierno que preside Sagasta y tiene como ministro de Ultramar a Segismundo Moret, en cuyo grupo personal de diputados figura Villaamil, toma la medida de preparar en Cádiz una flotilla de tres torpederos y tres destructores: el Terror, Plutón, Furor, Rayo, Azor y Ariete, a los que debe acompañar el vapor mercante Ciudad de Cádiz. Villaamil pide el mando y se lo da el de jefe de la 1.ª División de destructores y torpederos, el 16 de febrero de 1898.

El Rey y la Reina le despiden en Madrid con un almuerzo.

Ella le entrega un retrato suyo con una dedicatoria que dice “Dios le proteja en su viaje”. La escuadrilla zarpa de Cádiz y, después de carbonear en el Puerto de La Luz (Las Palmas) se dirige a Cabo Verde el 18 de abril. España declara la guerra a Norteamérica el 24 de abril y Cervera recibe órdenes de dirigirse a las Antillas y devolver a la Península los tres torpederos y el vapor Cádiz, por tener las calderas en mal estado. Los destructores pasan a formar parte de la escuadra y Villaamil, sin reponsabilidades concretas, tiene que meterse en el Oquendo de transporte mientras cruza el océano. Pudo volver a Cádiz, pero, consciente del desastre, prefirió correr la suerte de los demás. Después de innumerables tropiezos con el problema del carbón, entran en Santiago de Cuba sin ser vistos por la flota norteamericana el 19 de mayo de 1898. Amanece el 3 de julio de 1898. La escuadra tiene órdenes de salir sin más dilaciones. La flota enemiga bloquea el puerto. El Infanta María Teresa sale en cabeza y hace de blanco para que los demás buques puedan escapar. Villaamil sale en el Furor, a mil metros del Oquendo y detrás del Plutón. Se ve solo en la mar y pone proa al Indiana, a toda máquina, pero el acorazado destroza al destructor con varios impactos de su artillería, dejándolo sin gobierno y con una vía de agua que inundaba la popa y la cámara de máquinas.

Villaamil ordena el abandono del buque y se queda a bordo, hundiéndose con el barco, ya muerto por una granada.

Fernando Villaamil era un marino de guerra entregado a la práctica profesional, pero al mismo tiempo era un intelectual amante de los libros y de la especialización científica. Trató de utilizar la política para promover su idea de la Marina de Guerra. En su Hoja de Servicios puede leerse: “El 3 de julio de 1898 asistió al combate naval que en aguas de Santiago de Cuba se libró entre la escuadra española y la americana, falleciendo en él a bordo del Furor”.

Se le concede la Cruz Laureada de San Fernando de 2.ª Clase, a título póstumo, con dos mil pesetas de pensión para su viuda y su hija, el 8 de febrero de 1901. En 1902 se colocó en la iglesia de San Andrés de Serantes, su pueblo, una lápida con su busto, laureles, robles, emblemas militares y calabrotes que recuerda su memoria. Otra lápida ocupa su lugar en el Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz).

Un monumento en el Parque de Castropol (Asturias), mirando al mar, obra del escultor ovetense Cipriano Folgueras, también le recuerda desde 1912.

 

Obras de ~: “Torpedos”, en La Ilustración Gallega y Asturiana (LIGA), julio de 1879; “Pocos y mal avenidos”, LIGA, septiembre de 1879; Hemeroteca Municipal de Madrid, El Globo, n.os 14 de abril de 1882, 26 de abril de 1882, 22 de abril de 1882, 9 de junio de 1882, 11 de julio de 1882, 8 de agosto de 1882, 2 de septiembre de 1882, septiembre de 1882, 29 de diciembre de 1882 y 8 de enero de 1883; El Carbayón, n.os de 30 de septiembre y de 2 de noviembre de 1895; “Telegrama a Sagasti”, en Revista de Historia Naval, 19 (1887), págs. 133-136; “El Destructor”, en Revista General de Marina, t. XX, (1887), págs. 397-420; Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus, Madrid, Tip. Sucesores de Rivadeneyra, 1895 (reed. Madrid, Naval, 1989); “La práctica de mar”, en Heraldo de Madrid, septiembre de 1895; con J. Castellote, Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero Reina Regente, Madrid, Tip. Sucesores de Rivadeneyra, 1896; con J. Castellote, “Disposición importante”, en El Mundo Naval Ilustrado (junio de 1897).

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (Viso del Marqués, Ciudad Real), Cuerpo General, leg. 620.

R. Peñaranda et al., “En defensa de la Marina” [carta a la prensa sobre la cuestión Clarín], en La Época, 26 de noviembre de 1895; L. Trenor, “D. Fernando Villaamil y Fernández Cueto”, en El Mundo Naval Ilustrado, n.º 30 (julio de 1898), págs. 327- 328; “A la heroica memoria de Fernando Villamil”, en La Pequeña Industria, n.º 23 y 24 (1 de febrero de 1902); F. Arderius, La Escuadra española en Santiago de Cuba. Diario de un testigo, Barcelona, Imp. de la Casa Edit. Maucci, 1903; VV. AA., Castropol Decenario, n.º 30 [especial dedicado a Villaamil] (1912); F. Camba, Fernando Villaamil, Madrid, Editora Nacional, 1944; M. Fernández Almagro, Política Naval de la España Moderna y Contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1946; J. F. Guillén y Tato, Historia de las condecoraciones marineras: cruces, medallas y escudos de distinción, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1958; J. A. Labandeira, “Con esta cruz delante, Villaamil avante”, en Faro de Tapia, n.º 7 (1958); L. Carrero Blanco, España y el Mar, t. I, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1962; F. J. Espiago Sobrecasas, “Un asturiano universal: Fernando Villaamil”, en Mundo Asturiano (1963); R. Fernández de la Reguera y S. March, “La destrucción de la escuadra de Cervera”, en Historia y Vida (Barcelona-Madrid), extra 15 (1978), págs. 127-149; J. Fernández-Arias Campoamor, “Fernando Villaamil y su frustración política”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo), separata n.º 105-196, (1982), págs. 231-251; M. A. Serrano Monteavaro, Fernando Villaamil. Una vida entre la mar y el dolor: la guerra de Cuba, pról. de P. O’Dogherty, Madrid, Asamblea Amistosa Literaria, 1988; F. F. Bordejé y Morencos, Crónica de la Marina Española en el siglo XIX, 1868-1898, t. II, Madrid, Museo Naval, 1995; R. García Méndez, A. Camblor Ordíz y A. García Martínez, “Fernando Villaamil circunnavegante y precursor del buque escuela español”, en Revista General de Marina (agosto-septiembre de 2003), págs. 293-302.

 

José Antonio Ocampo Aneiros