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Santiago de Vera

Biografía

Vera, Santiago de. Madrid, s. XVI – México, 30.XII.1606. Oidor en Santo Domingo, Guadalajara y México, gobernador de Filipinas, presidente de Guadalajara.

Hijo del doctor Santiago y de Catalina de Rivas, después de graduarse de bachiller, licenciado y doctor se dedicó algún tiempo al ejercicio de la abogacía hasta que se le libró título de oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo (19 de junio de 1568) y a principios del año siguiente (25 de enero de 1569) se le concedió licencia para que embarcara rumbo a su destino en compañía de su mujer, Isabel Rodríguez, natural de Valladolid, hija de Juan de Jerez y de Leonor Rodríguez, de sus hijos Mariana, Gaspar, María y Lucas y de siete criados.

Sirvió poco tiempo en La Española, pues fue suspendido por dos años del uso y ejercicio de su oficio por el visitador Valdivia, sin perjuicio de lo cual, prontamente, fue destinado como oidor a la Real Audiencia de Nueva Galicia (30 de abril de 1572) ordenándose (26 de noviembre de 1573) al presidente de Santo Domingo, Francisco de Vera, que una vez cumplido el término de la suspensión le entregara su título de oidor para que saliera rumbo a Guadalajara, donde permanecería cortos años, pues, sobre consulta del Consejo de Indias (11 de abril de 1578), fue ascendido a una alcaldía del Crimen de la Real Audiencia de México en la vacante por muerte del doctor Loayza, de la que se le libró título un mes más tarde (20 de mayo de 1578).

Cuando Felipe II decidió que se estableciera una Real Audiencia en la ciudad de Manila, sobre consulta del presidente del Consejo de Indias Hernando de la Vega Fonseca (10 de abril de 1583), fue nombrado como presidente fundador del nuevo tribunal, concediéndosele, además, los empleos de gobernador y capitán general de Filipinas (5 de mayo de 1583).

Desde México, en unión de dos oidores, se dirigió a Manila para instalar el tribunal, embarcándose en Acapulco (9 de marzo de 1584) junto a doscientos cuarenta hombres de guerra, y arribó al puerto de Cavite el 27 de mayo siguiente, de acuerdo con el calendario reformado por aquel tiempo, y de inmediato entendió en los preparativos de la recepción del real sello y de la apertura de la Audiencia, lo que se verificó pronto (9 de junio de 1584).

A su llegada, la ciudad de Manila acababa de ser abrasada por las llamas, desatadas durante las exequias del gobernador Gonzalo Ronquillo, de modo que encontró gobernando interinamente al maestre de campo Diego Ronquillo, e inmediatamente se ocupó en disponer que las edificaciones no se construyeran de madera, sino de piedra y tapiería, para evitar los daños en los incendios, y como no hallara galeras en las islas, ni hacienda con la que mandar fabricarlas, dispuso que los encomenderos las hicieran en sus provincias, y también reparó transitoriamente el fuerte con maderas, a la espera de hacerlo de piedra, y montó en él veinte piezas de artillería que se habían salvado en la quema de la ciudad, dio principio también a la construcción del fuerte de Nuestra Señora de Guía e hizo levantar un hospital real en fábrica de piedra, fortaleciendo el comercio con los chinos, con lo cual la ciudad de Manila pudo recuperarse, aunque nunca al punto en que lo tenían el mismo gobernador cuando escribía que gracias a toda su actividad, “parece otra Venecia”.

Durante su gobierno se intentó establecer relaciones de amistad y comercio con el Reino de Siam, en el que habían sido bien recibidos Juan Rodríguez de Noriega y el factor Juan Bautista Román, quienes, en el año de 1584, junto a unos soldados, al dirigirse a Macao perdieron la ruta y llegaron a Cochinchina desde donde pasaron al Reino de Siam y a su regreso a Manila (1585) informaron al gobernador de la buena disposición de aquella nación para mantener trato y comercio. Envió, por otra parte, al general Juan Morón y al capitán Andrés de Villanueva a una jornada al Maluco (1585).

En su tiempo, los indios de la provincia de Cagayán se rebelaron (1587) y desde dicha época se hallaron permanentemente en pie de guerra, sin que las expediciones que envió el gobernador pudieran someterles (1587, 1588), porque se retiraban a los montes sin que fuera posible seguirles para castigarles. También algunos de los principales del pueblo de Tondo y otros vecinos suyos se conjuraron para alzarse enviando por auxilios al reyezuelo de Burney (1588), pero fueron descubiertos por el gobernador y condenados a pena capital y, casi al mismo tiempo, se alzaron los indios del Cebú y de Panay (1588), pero fueron pacificados por su alcalde mayor.

A las ocupaciones anteriores debió sumar el doctor Vera las continuas desavenencias con los ministros de la Real Audiencia y así no pasó mucho tiempo desde que instalada la Audiencia y comenzaran las disputas entre el oidor Dávalos y el presidente Vera, pues el primero en carta fechada en Manila el 18 de junio de 1585 informaba a la Corona que deseaba hacerse solo en el tribunal y que se dedicaba al comercio y enviaba a México “cinco o seys arrobas de oro” y, pocos meses después, el presidente Vera levantó información (3 de febrero de 1586) contra los oidores Dávalos y Rojas y contra el fiscal Ayala por haberse entrometido en las cosas de gobierno y guerra, disputas éstas que influyeron en el real ánimo para ordenar la supresión del tribunal y la designación de Gómez Pérez das Mariñas como gobernador y capitán general para reemplazar a Santiago de Vera.

Con la llegada a Manila de Pérez das Mariñas (1 de junio de 1590), en calidad de gobernador y capitán general, se cumplió la real cédula que ordenaba el cese de la Real Audiencia y, aunque el doctor Vera se hallaba presto a viajar a la Nueva España, hubo de permanecer en Filipinas debido a una grave enfermedad que atacó a su mujer, poco antes de la partida de las naos, pues sobre consulta del Consejo de Indias (11 de noviembre de 1588) había sido nombrado oidor de la Real Audiencia de México, cuyo título se la había despachado en el mismo año en que se ordenaba el cese de la Audiencia (21 de agosto de 1589).

Casi no llegó a despachar en su plaza de oidor de México porque, sobre consulta del Consejo de Indias (28 de noviembre de 1592), fue promovido a la presidencia de la Real Audiencia de Nueva Galicia en la vacante que dejaba Diego Zamudio de Alfaro, fallecido en los Reinos de España antes de ir a servir, despachándosele su título en el año siguiente (11 de enero de 1593) y en su cumplimiento salió de la Ciudad de México a finales de aquel año (17 de noviembre de 1593).

En Guadalajara se preocupó, especialmente, de la pacificación de la provincia de Guainamota y elevó reiteradas instancias al Consejo de Indias para que sus largos servicios fueran remunerados en cabeza de uno de sus hijos y, tras diez años de servir la referida presidencia, solicitó que se le jubilara, lo que no logró, porque aunque en consulta del Consejo (27 de octubre de 1605) se proponía su jubilación con el salario en su casa, debido a que se tenía entendido que se hallaba con muchos achaques e impedimentos para asistir a la Audiencia, el Monarca solamente decidió que: “No dice el Consejo cuyas son las relaçiones en que funda el impedimento deste hombre y assí me lo avise”, lo que no llegó a verificarse debido a la muerte del doctor Vera.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación, 5.537, l. 3, fol. 329r.; Filipinas, 6, r. 6, n. 60; Filipinas, 18 A, r. 2, n. 3, 7; Filipinas, 18 A, r. 4, n. 23; Filipinas, 18 A, r. 7, n. 46, 47; Filipinas, 18 A, r. 8, n. 52; Filipinas, 27, n. 18; Filipinas, 34, n. 69, 79; Filipinas, 339, l. 1, fols. 218v.- 219r.; Guadalajara, 6, r. 18, n. 108; Guadalajara, 7, r. 1, n. 3, 6, 10; Guadalajara, 7, r. 2, n. 14; Guadalajara, 7, r. 3, n. 26; Guadalajara, 31, n. 41; Guadalajara, 303; Indiferente General, 739, n. 63; Indiferente General, 740, n. 112; Indiferente General, 741, n. 177, 178; Indiferente General, 742, n. 72; Méjico, 25, n. 10; Méjico, 71, r. 6, n. 79, 82; Patronato, 25, r. 23, 36; Patronato, 46, r. 20; Santo Domingo, 868, l. 3, fols. 30r.-30v.

L. Páez Brotchie, La Nueva Galicia a través de su viejo Archivo Judicial, México, Robredo, 1939, págs. 27 y 29-30; E. Schäfer, El Consejo Real y Supremo de las Indias, t. II, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1947, págs. 89- 90, 445, 459, 493-494, 520 y 534; M.ª L. Díaz-Trechuelo, “El Consejo de Indias y Filipinas en el siglo XVI”, en El Consejo de las Indias en el siglo XVI, Valladolid, Universidad, 1970, págs. 129-130 y 134; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, t. III, Madrid, Alianza Editorial, 1979, pág. 965.

 

Javier Barrientos Grandon

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