Vera Mendoza, Pedro de. Jerez de la Frontera (Cádiz), p. m. s. XV – 1505. Conquistador y gobernador de Gran Canaria, alcaide de Jimena, Cádiz y Arcos, regidor de Jerez.
La biografía del que fuera conquistador de Gran Canaria y luego gobernador de la misma se ha reconstruido con dificultades, a causa de la escasa precisión de las fuentes conocidas y al hecho de la existencia de homónimos en puestos semejantes, en la misma época y región. El equívoco es notable si se tiene en cuenta que, en la documentación jerezana de la segunda mitad del siglo XV, aparecen al menos cuatro personajes denominados Pedro de Vera desempeñando un papel relevante en la sociedad de la época. Así un Pedro de Vera que fue comendador de la Orden de Santiago, alcaide de Estepona y veinticuatro de Jerez. Otro que a partir de 1464 participó en la suscripción, como jurado o como alcalde mayor del concejo jerezano, de los documentos pacificadores de las banderías que enfrentaron a las casas de Niebla y Marchena, y al que los coetáneos llaman Pedro de Vera, hijo de Rodrigo de Vera, seguramente con la intención de distinguirlo de los homónimos. Un tercero al que las fuentes denominan Pedro de Vera Banades, al que algún historiador del siglo XIX identificó con el conquistador de Gran Canaria, y que se distinguió por sus servicios en la Guerra de Granada y en expediciones a África. Y finalmente este cuarto Pedro de Vera a quien la documentación llama alcaide, por serlo de Cádiz, Jimena y Arcos desde su participación en la conquista de Gran Canaria, gobernador de la isla.
Descartado un origen semilegendario que le hacía entroncar, por línea materna, con los señores de la isla de Cádiz y, por línea paterna, con los señores de Hita y Buitrago, almirantes de Castilla y duques del Infantado, hoy se sabe que sus padres fueron Diego Gómez de Mendoza y María de Vera. Según la documentación custodiada en el Archivo Municipal de Jerez, su progenitor fue regidor de la ciudad durante varios años, llegando a ocupar el oficio de alguacil mayor (desde 1435), fiel ejecutor (1446) y escribano público. En el desempeño de sus cargos, acompañó a las huestes de Jerez en el socorro al maestre de Alcántara o en las campañas para la toma de Gibraltar. De la madre de Pedro de Vera tan sólo se conoce su nombre y algunas divagaciones genealógicas que, como ya se indicó, la hacen descender de importantes familias de la sociedad xerieciense. Contaba el futuro conquistador de Gran Canaria con, al menos, dos hermanas. De una de ellas se conoce su nombre, Elvira García, y su matrimonio con el regidor Cristóbal López de Mendoza. De la otra sólo se sabe que se casó con Antón Pocasangre, personaje que ha dejado escasa huella en la documentación de la época. Existen dudas sobre si un tal Martín Gómez, al que el cronista Diego de Valera en su Memorial de diversas hazañas hace hermano del futuro gobernador, era también pariente de Pedro de Vera.
En fecha incierta, Pedro de Vera contrajo matrimonio con una jerezana, vecina de la collación de San Mateo, Beatriz de Hinojosa, mujer de la que apenas se tienen noticias, si bien los genealogistas la hacen nieta de Francisco Camacho y de Catalina Gil, personajes que ocupaban un lugar de honor y privilegio entre los caballeros jerezanos de la época. En 1488 Pedro de Vera contrajo segundas nupcias con Catalina de Zurita, probablemente hija de Diego Fernández de Zurita, maestresala de Juan II y su embajador en Granada, y de Mencía Suárez de Moscoso. Del primer enlace nacieron sus hijos legítimos: el primogénito Diego Gómez de Vera, Martín de Vera, Francisco de Vera, Hernando de Vera, Rodrigo de Vera, Francisca de Hinojosa y probablemente, puesto que se ha discutido si era hijo o nieto, uno llamado igual que el aquí reseñado. De todos ellos quizás el más conocido sea Francisco de Vera, padre de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, explorador de La Florida y más tarde adelantado del Río de la Plata. Sin embargo es el mayor de los hijos de Pedro de Vera el que ha dejado más huellas en la documentación de la época, especialmente por su participación en las empresas militares de los Reyes Católicos.
Como regidor del concejo jerezano, tomó parte en las entradas de los caballeros de su ciudad en tierras del Reino nazarí y en algunas campañas en el norte de África —como la que en 1480 intentó la conquista de Azamor—. También es conocido su hijo Hernando, especialmente porque en 1490 compuso unos versos en los que criticaba a los Reyes y al corregidor de Jerez, lo que le obligó a refugiarse en Portugal.
Las noticias que se tienen sobre la actividad pública de Pedro de Vera, tras sus orígenes como escribano público heredando el oficio de su padre, comienzan cuando en 1454 fue designado alcaide de Tempul —una de las más importantes fortalezas del amplio alfoz de Jerez— y jurado de la collación de San Mateo, barrio que acogía el mercado de la ciudad y, por tanto, era residencia de muchos mercaderes y notables de la misma. Por la titularidad de este último oficio mantuvo Pedro de Vera un pleito con Esteban de Villacreces, quien había obtenido el nombramiento de Enrique IV, y que le obligó a retirarse del cargo hasta conseguir en 1455 confirmación de la elección con la que había sido beneficiado. A comienzos de 1463 fue designado alcaide de Jimena por Enrique IV. Al frente de la alcaidía participó en diversas entradas contra los granadinos en tierras fronterizas, defendió la fortaleza contra los intentos de anexionarla por parte del duque de Medina Sidonia, y se vio envuelto en las luchas que enfrentaron a las casas de Niebla y Marchena por el control político de la Baja Andalucía. Desde 1470 hasta 1480, en que los Reyes le encomendaron la conquista de Gran Canaria y le nombraron gobernador de la isla, Pedro de Vera desarrolló una intensa actividad militar y política. Así, en 1470 fue nombrado alcaide de Arcos de la Frontera por el señor Rodrigo Ponce de León; entre el año siguiente y 1474 participó en diversas campañas contra las tierras y bienes del duque de Medina Sidonia; en 1476 renunció la veinticuatría de Jerez en uno de sus hijos; finalmente, entre 1477 y su partida para la conquista de Gran Canaria, participó en varias cabalgadas en tierras granadinas con las que obtuvo cuantiosos botines.
Los Reyes Católicos, tras su acceso al Trono y la guerra contra Portugal, decidieron afrontar la conquista de las islas Canarias insumisas —Gran Canaria, La Palma y Tenerife— como medida para garantizar a Castilla una vía de penetración en el proceso de expansión atlántica, encabezado por las dos grandes Monarquías ibéricas. Clarificado el marco jurídico en el que debía hacerse —ya que la conquista de las islas había sido atribuida, por monarcas anteriores, a los titulares del señorío del archipiélago—, los Reyes acordaron con los capitanes Rejón, Bermúdez y el obispo Frías, los preparativos para afrontar la conquista de Gran Canaria en los primeros meses de 1478. La designación de varios capitanes para dirigir la campaña —se les uniría posteriormente el contino Pedro de Algaba— y la inesperada resistencia de los aborígenes canarios, propiciaron el enfrentamiento, las discrepancias tácticas y la lucha por el poder entre los castellanos. Para acabar con aquellas disensiones y reforzar unos efectivos que resultaban claramente insuficientes para garantizar la incorporación de la isla, la Corona decidió concertar, el 24 de febrero de 1480, nuevas capitulaciones. En esta ocasión con el contador Alonso de Quintanilla y el capitán Pedro Fernández, a los que se unió posteriormente Pedro de Vera, ya como gobernador.
En el biografiado los Monarcas decidieron unificar los poderes militares y civiles, dotándole de unas competencias que acababan con la dualidad de poderes que había caracterizado a las tropas conquistadoras de la primera etapa. En las mismas fechas, los Reyes le facultaron para hacer los repartimientos de tierras y aguas de Gran Canaria, así como para reclutar, en tierras de Sevilla, todos los ballesteros y peones que necesitara.
Su llegada a la isla inauguró una nueva fase de la conquista castellana (agosto de 1480-abril de 1483): aprovechando las discrepancias en el seno del mundo indígena y el elemento disuasorio que representaba su mejor armamento, consiguió abrir nuevos frentes de batalla en el norte y noroeste de la isla —refugio en los que los aborígenes habían resistido hasta el momento—. La captura de varios jefes canarios, las epidemias que sufrieron, las continuas razias y la pérdida de su ganado, terminaron por mermar la resistencia insular, dándose por concluida la conquista en abril de 1483, salvo pequeñas cabalgadas posteriores.
La Corona mantuvo a Pedro de Vera como gobernador de Gran Canaria durante algo más de diez años y durante ese período compaginó su estancia en la isla con su presencia en Castilla. Terminada la conquista y tras su participación en algunas campañas de la Guerra de Granada —como se indicará más adelante—, Vera inició la organización administrativa y económica del nuevo territorio. Con los poderes concedidos en 1480 inició el repartimiento de tierras y aguas, dividiendo la isla en tres distritos. Distribuyó, fundamentalmente, los bienes situados en las zonas costeras, que coincidían con las tierras de mejor calidad, las que ofrecían mayores facilidades para el riego y las mejores condiciones climáticas para la instalación de la caña de azúcar.
A finales de 1488 se produjo la rebelión que sublevó a los gomeros contra su señor, Fernán Peraza, y que desembocó en la muerte de éste. En marzo de 1489, con autorización de los Reyes, Vera intervino en la isla de señorío, iniciando un proceso de represión contra los gomeros pertenecientes a los bandos rebeldes, cuyo resultado fue la captura de numerosos aborígenes que fueron trasladados a la fuerza y vendidos como esclavos en la Península. No era la primera vez que el gobernador esclavizaba a un grupo de aborígenes. Unos años antes, en 1481, engañó a buen número de canarios pues, bajo la promesa de permitirles participar en la conquista de Tenerife, los trasladó a otras islas para abandonarlos o esclavizarlos.
La dureza y crueldad de las actuaciones de Pedro de Vera fueron denunciadas a la Corte. Como consecuencia de ello, los Reyes ordenaron la libertad de todos los gomeros vendidos y exigieron al gobernador el depósito de una fianza de medio millón de maravedís, para hacer frente a las reclamaciones de los que habían comprado alguno de estos esclavos.
Terminadas las campañas de conquista de Gran Canaria, en torno a los primeros meses de 1484, Pedro de Vera regresó a Andalucía y, sin perder su condición de gobernador de la isla, participó en la conquista del Reino de Granada, proceso impulsado a partir de la toma de la plaza de Alhama en 1482, ya que como caballero andaluz la guerra contra el Reino nazarí formaba parte de una vocación y un medio de vida, al que numerosos miembros de la nobleza, alcaides, adalides o vigías dedicaron su existencia. Las primeras referencias que se tienen aluden a su posible participación en la llamada batalla de Lopera y a su segura intervención, bajo el mando del maestre de Santiago y del marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, en las operaciones de asedio a las que se vio sometida Málaga en abril de 1484. Su presencia en las campañas de ese año se ven confirmadas, además de por el pago de 15.000 maravedís librados por la Hacienda Real, por el hecho de que en el cerco de Alora tomaran parte huestes traídas desde Canarias por el gobernador.
A finales de 1484 volvió a las islas para ocuparse del gobierno de Gran Canaria, regresando a la Guerra de Granada durante las campañas de 1486 y 1487. En la primera acudió como simple vecino de Jerez, aunque durante el asedio de Illora los Reyes lo situaron al frente de una de las capitanías, formadas por un grupo variable de “vasallos del rey”, sujetos a obligaciones militares personales y que recibían un pago en dinero como sueldo o acostamiento. En 1487 acudió en su puesto de capitán a los cercos de Vélez Málaga y Málaga, siendo en esta última ciudad el responsable de la vigilancia en el real o campamento de don Fernando.
En esta campaña, y formando parte de su capitanía, se encontraba uno de sus hijos Diego Gómez de Vera, encargado del pago a los miembros de la capitanía.
Conquistada Málaga, los Reyes encomendaron a Pedro de Vera la misión de conseguir la rendición de Mijas y Oznar, localidades que durante el asedio de la ciudad se habían convertido en avanzadilla de la defensa de la zona. Antes de cesar en su puesto de gobernador de Gran Canaria, Pedro de Vera aún prestó dos importantes servicios en las campañas granadinas. El primero en 1489, durante el asedio de Baza, actuando como proveedor de las armadas reales, y finalmente en el tránsito entre 1490 a 1491 ocupándose de organizar las guardas o vigías necesarias para controlar la costa malagueña y evitar la connivencia de los mudéjares y sus correligionarios del norte de África.
Las protestas en torno a las arbitrariedades cometidas por Pedro de Vera durante los repartimientos de tierras en Gran Canaria —al que se acusó una y otra vez de reservarse para sí y sus allegados las mejores tierras—, los pleitos con algunos vecinos por la posesión de determinadas cabezas de ganado, y sobre todo las injusticias cometidas contra los aborígenes canarios y gomeros, terminaron por convencer a la Corona de la necesidad de sustituir al gobernador. La documentación que se conoce demuestra que en los primeros meses de 1491 fue designado un nuevo gobernador —Francisco de Maldonado—, que sustituyó a Pedro de Vera. Después de haber jugado un papel fundamental en la incorporación del archipiélago a la Corona de Castilla, el que fuera gobernador iría desapareciendo de la documentación regia. Todavía entre 1502 y 1505 tuvo que hacer frente a nuevas reclamaciones por los actos de su gobierno, pero en agosto de este último año su hijo Martín declaraba en un proceso abierto contra su padre que éste había fallecido recientemente.
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Eduardo Aznar Vallejo