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Juan de Velasco

Biografía

Velasco, Juan de. ?, c. 1368 – Tordesillas (Valladolid), IX.1418. Merino mayor de Castilla y camarero mayor del Rey.

Hijo de Pedro Fernández de Velasco y María Sarmiento. Debió nacer en torno al año 1368 si se de cree a Fernán Pérez de Guzmán, quien al trazar su semblanza biográfica afirma que murió en 1418 a los cincuenta años. En cualquier caso, cuando murió su padre en 1384, víctima de la peste en el campamento sobre Lisboa, no había cumplido aún los quince años.

Heredero de un rico y extenso patrimonio formado por su progenitor, sus aspiraciones iniciales se van a centrar al menos hasta los últimos años del breve reinado de Enrique III, en asegurar para sí y para su linaje el control y monopolio de los oficios de merino y camarero mayor. Desempeñó un papel destacado en la regencia de Enrique III, siempre en alianza con el arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio. Sería ya en el reinado personal de este Monarca cuando Juan de Velasco iniciaría una nueva andadura política más firme, más madura, claramente determinada por su amistad con el Rey. Se convertiría a partir de entonces, junto con Diego López de Estúñiga, en una de las personas de su máxima confianza. El Monarca, frente a la nobleza de parientes del Rey, se apoyó decididamente en estos dos personajes y algunos otros que formaban parte de la nueva nobleza trastamarista, sin títulos pero con cargos importantes en el gobierno del reino. Tras la eliminación de los parientes del Rey, la nobleza de segunda fila —nobleza de servicio— recurriría a pactos y alianzas entre sus miembros a fin de mantenerse en el poder. Juan de Velasco sería uno de los hombres clave en este juego de confederaciones y bandos políticos. El hecho cierto es que a principios del siglo XV la oligarquía se hallaba plenamente consolidada: Ruy López Dávalos, Diego López Estúñiga, Gómez Manrique y Juan de Velasco tendrían en sus manos las riendas del poder.

Tras la muerte de Enrique III, el nuevo rey, Juan II, un niño de pocos años, fue confiado, por disposición testamentaria de su padre, a Diego López de Estúñiga y a Juan de Velasco. Una promesa más que evidente de la confianza que del Monarca difunto le inspiraban ambos personajes, la decidida oposición de la reina viuda, Catalina de Láncaster, a entregar a su hijo, impidió que el Rey niño cayera en poder de ambos magnates. Velasco y Estúñiga se vieron obligados a renunciar a la tenencia de Juan II a cambio de una elevada suma de dinero. Poco después, Juan de Velasco participaría en la campaña granadina llevada a cabo por el regente don Fernando, y que terminaría con el fracaso de Setenil. Las desavenencias entre el regente y Velasco fueron una de las causas, aunque no la única, de esta frustrada tentativa de conquista.

De regreso a la Corte, las malas relaciones entre los regentes de Juan II, el infante don Fernando y la reina Catalina, fueron aprovechadas por Velasco y Estúñiga a fin de debilitar la posición política de don Fernando, al que se le acusaba también de ser el principal responsable del fracaso de la campaña granadina, para crear en torno a sí un partido de oposición. Dos concepciones políticas se enfrentaban en el seno del Consejo Real: frente a un gobierno de parientes del Rey al que aspiraba el infante don Fernando, el grupo de nobles cortesanos defendía su legítimo derecho a intervenir en el gobierno de la regencia. La rivalidad entre ambos bandos alcanzó su punto álgido en junio de 1408, cuando partidarios de una y otra facción se enfrentaron cuerpo a cuerpo en las calles de Segovia.

Tras este grave altercado, el obispo de esa ciudad fue expulsado del Consejo, Juan de Velasco y Diego López de Estúñiga, por su parte, temiendo correr igual o peor suerte, abandonaron voluntariamente la Corte y se refugiaron en Hita. Tras la huida de ambos nobles, aumentaron las diferencias entre los dos regentes. Don Fernando intentaría llegar a una concordia con la Reina y sus partidarios ofreciéndoles el restablecimiento del Consejo en la forma prevista en el testamento de Enrique III. Al final, en marzo de 1409, Velasco y Estúñiga retornaron de nuevo a la Corte. A partir de entonces, la reconciliación entre el infante y los dos nobles fue de tal naturaleza que en adelante Juan de Velasco y Diego López de Estúñiga colaboraron con ahínco en todas las empresas del futuro rey de Aragón, como fue el caso de la campaña de Antequera. Si en el asedio de Setenil de 1407, la actuación de Juan de Velasco no fue nada brillante, no puede decirse lo mismo de su participación en la conquista de Antequera de 1410. Al decir del cronista Fernán Pérez de Guzmán, fue su más elogiosa y memorable intervención militar, pues éstas fueron realmente escasas: “de su esfuerzo no se mostró más, salvo que en la batalla de Antequera ovieron la delantera él y don Sancho de Roxas, é ovose alli bien”. Según las Crónicas, la ayuda militar prestada por el camarero mayor en la campaña de Antequera fue bastante elevada: “y en el ala derecha iba el almirante de Castilla y Juan Velasco con la gente de sus casas e hasta mil hombres de pié”.

Desde la toma de Antequera, Juan de Velasco colaboró activamente con el infante en las tareas de gobierno. Era uno de los hombres clave en el panorama político del momento. Haciendo gala de una diplomacia y habilidad sumas, supo granjearse, en medio de las diferencias entre la Reina viuda y el infante don Fernando, la confianza de los dos regentes. Velasco sería uno de los nobles que formaría parte del séquito castellano que asistiría a la ceremonia de la coronación de don Fernando como rey de Aragón en 1414.

Tras la muerte del regente en 1416, Juan de Velasco y Diego López de Estúñiga volvieron a exigir que se cumpliese el testamento de Enrique III y reclamaron para sí la tenencia del Rey. Juan II acababa de cumplir once años. A fin de conseguir su objetivo buscaron la alianza y el apoyo del nuevo arzobispo de Toledo, Sancho de Rojas, que había alcanzado gran privanza junto a la Reina. Por su parte, el arzobispo encontraba en la aproximación a estos dos hombres la baza perfecta para controlar el poder.

La reina Catalina de Láncaster, reconciliada con ambos nobles merced a la intercesión del primado, accedió a entregarles la custodia del Rey a ellos, que, agradecidos por tal gesto, volvieron a poner la tenencia del joven Monarca en manos de su madre. Ésta consintió en que cada uno de estos tres nobles, para mejor guarda y control de la persona del Rey, pusieran cerca del mismo a sus propios hombres. De esta forma, Sancho de Rojas, Juan de Velasco y Diego López de Estúñiga se convertían en árbitros de la situación política. Sin embargo, la hegemonía de este grupo duraría muy poco tiempo. Estúñiga murió en noviembre de 1417 y poco después, el 2 de junio de 1418, fallecía la Reina. Juan de Velasco, que en los últimos tiempos había gozado de una gran privanza junto a la Soberana, procuró seguir manteniéndola junto a la persona del Rey, pero en este caso todos los grandes del Reino que lo tenían “por hombre muy porfioso e de condición muy apartada y áspera”, hicieron lo imposible por impedirlo. De todas formas, poco podría haber hecho, pues en el mes de septiembre de 1418 moría en Tordesillas.

Juan de Velasco estuvo casado con María de Solier, hija de Arnao de Solier, señor de Villalpando, uno de los capitanes franceses de las llamadas Compañías Blancas, que había acudido a Castilla en ayuda del pretendiente Enrique de Trastámara en su lucha contra Pedro I. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Pedro —futuro conde de Haro y heredero principal del mayorazgo de la casa de Velasco—, Juan, Fernando y Sandra. Todos ellos serían bien heredados por su padre, uno de los nobles más ricos de su época.

 

Bibl.: E. Mitre Fernández, Evolución de la nobleza en Castilla bajo Enrique III, Valladolid, Universidad, 1969; L. Suárez Fernández, Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la historia política de Castilla en el siglo XV, Valladolid, Universidad, 1969 (2.ª ed., 1975).

 

Alfonso Franco Silva