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Maestro Esteban

Biografía

Esteban, Maestro. ?, s. m. s. xi – p. m. s. xii. Arquitecto, escultor.

En 1928 y 1931, Onofre Larumbe y José María Lacarra publicaron las donaciones que el obispo Pedro de Roda realizó en 1101 a Esteban, maestro de la obra de Santiago (“magistro operis Sancti Jacobi”), por los buenos servicios que hasta entonces había llevado a cabo y por los que en adelante habría de emprender en el edificio de la catedral de Pamplona (“propter seruitium tuum bonum, quod fecisti in hedifitio supradicte ecclesie et, Deo uolente, facturus es”). Años más tarde, Goñi Gaztambide transcribía un tercer diploma por el que el mismo obispo le concedía en 1107 la mitad de los molinos de Maurumilio. Estos textos, procedentes del Libro Redondo de la catedral de Pamplona, proporcionaron datos de gran interés para el conocimiento del románico español y, más concretamente, del desarrollo de la corriente artística que se expandió por el sur de Francia y el norte de la Península Ibérica durante el pleno románico, es decir, en el último tercio del siglo xi y la primera mitad del xii.

Aquel templo construido entre 1100 y 1127 fue sustituido, a causa de un hundimiento parcial, por otro gótico edificado a partir de 1394. Sin embargo, se conservan capiteles, ménsulas y relieves de la portada occidental, actualmente expuestos en el Museo de Navarra, varios de los cuales presentan rasgos estilísticos y temáticos cercanos a la portada de Platerías de la catedral compostelana. En razón de estos parecidos, en 1934 Gómez Moreno conjeturó la identificación de Esteban con el llamado Maestro de Platerías. Con este proceder, el gran historiador español seguía la corriente atribucionista tan habitual en la primera mitad del siglo xx. A partir de estas escuetas referencias y del argumento de autoridad, durante años fue admitida entre los especialistas la existencia de una personalidad artística descollante en el panorama de su época, la del supuesto Maestro Esteban escultor, a cuyo cincel se asignaron esculturas en Santiago, León y Navarra, territorios todos ellos recorridos por el Camino de Santiago. A lo largo de las últimas décadas análisis más pormenorizados de todas estas producciones han resaltado no sólo las diferencias entre las tallas de los diferentes lugares, sino también la intervención de distintas manos dentro de cada uno de los conjuntos, por lo que se ha descartado la existencia de un maestro común para todas estas obras, al tiempo que se ha puesto en duda la propia condición de escultor de Esteban.

En los últimos tiempos no es la faceta de escultor la que ha ofrecido mayores novedades, sino la mucho más verosímil del Esteban arquitecto, especialmente como consecuencia del descubrimiento de la planta de la desaparecida catedral románica de Pamplona. Las excavaciones efectuadas en el subsuelo catedralicio entre 1991 y 1993 sacaron a la luz la cimentación del edificio que presumiblemente diseñó y construyó. Se trataba de un templo de grandes dimensiones (de unos setenta por cincuenta metros) conformado por tres naves longitudinales y una de crucero, a la que se abrían las tres capillas de la cabecera. La capilla mayor ofrecía una peculiar disposición, con exterior poligonal e interior semicircular. Las laterales se abrían promediadas en los brazos del transepto. La meridional estuvo edificada sobre una cripta que siglos más tarde se consagraría a uso funerario. La combinación polígono-semicírculo evidencia el eco del modelo compostelano, donde las capillas abiertas a la girola combinan testeros absidados con otros poligonales y cuya capilla mayor, vista desde la tribuna, dibuja con claridad un polígono exterior.

Otros aspectos de la catedral pamplonesa trazada por Esteban resultan mucho más problemáticos. La rapidez con la que todo el templo fue edificado (en tiempos del obispo Guillermo, entre 1115 y 1122, pavimentaron la iglesia y rodearon las capillas con verjas de hierro, lo que prueba su terminación temprana) permite atribuir al arquitecto el alzado de la cabecera, cuyos elementos se deducen de las secuelas que dejó en el reino navarro. Así, la combinación de óculos, ventanas y arcos ciegos en las iglesias de Santa María de Irache y Santa María de Sangüesa permite aventurar que este trío también se dio en la seo pamplonesa.

Igualmente se aprecia la derivación compostelana en la composición de la portada occidental, cuya planta nos es conocida a través del proyecto de la nueva fachada que en la segunda mitad del siglo xviii dibujó Ventura Rodríguez, superponiéndolo al de la románica todavía en pie. El modelo vuelve a ser Platerías. Constaba de portada doble, organizada mediante once columnas dispuestas tres y tres a cada lado de ambos vanos, siendo la central común para los dos derrames. El pormenorizado dibujo ha permitido conocer que el resalte total de la puerta mediría casi trece metros y que cada vano tendría poco más de dos metros. A partir de estos y otros datos también ha sido posible deducir el lugar que ocuparon cada uno de los capiteles conservados en el Museo de Navarra.

En cuanto a su labor como escultor, nada se puede afirmar con seguridad. Aunque en los casos que logran documentar se constate que la mayor parte de los arquitectos que ejercieron en la España medieval iniciaron su carrera como escultores de prestigio, siempre resulta aventurado afirmarlo cuando no hay referencias escritas al respecto. Apenas quedan restos escultóricos de la parte oriental de la catedral pamplonesa, que habría sido ejecutada en los años en los que Esteban dirigió personalmente las obras. Quizá todavía vivía cuando se emprendieron los trabajos de la portada occidental, de la que nos han llegado cinco capiteles, dos ménsulas y tres relieves figurativos. Los capiteles presentan motivos habituales en el repertorio de tradición languedociano-compostelana. El más conocido muestra parejas de aves que se dirigen hacia el centro del capitel mientras picotean sus propias patas adelantadas, bajo volutas y sobre un fondo con motivos vegetales. El trabajo de las plumas, talladas en formas volumétricas y con marcados cañones centrales, así como el modo en que se trenzan las colas en las aves laterales, personalizan la labor de un artista que se inspiró en modelos jacobeos. Otro capitel, con entrelazos de tallos triples que brotan de cabecitas monstruosas y entre los que asoman margaritas y otros temas de hojarasca, tiene un antecedente directo en una capilla de la girola compostelana. Lo mismo se podría decir de los leones de largas patas y lomos arqueados que se ven en otro capitel, muy deteriorado; o de los tallos terminados en cabezas de pájaros, o de las grandes hojas hendidas festoneadas que adornan el mayor de los cinco. En las ménsulas, dos cabezas monstruosas amenazaban a quienes atravesaban los umbrales. Una de ellas devora un cuerpo humano en postura compleja, sin duda copiado de un antecedente clásico. La otra ofrece una acumulación de mechones curvados que hallarán notable seguimiento en la escultura navarra. En una de las ménsulas perduran restos de la inscripción, que fue copiada íntegra en el siglo xvii y que nos informaba del inicio de las obras de la catedral en el año 1100. De los tres relieves figurativos, uno incluye las cabezas de la mula y el buey comiendo de un pesebre, lo que lleva a suponer que formaban parte de una escena de la Natividad, quizá dentro de un ciclo dedicado a la infancia de Cristo. Otro muestra a un zapatero sentado confeccionando una bota, iniciador de una muy rica estirpe de figuraciones de oficios en el románico navarro posterior. La tercera pieza, descabezada, se dedica a un personaje sedente de identidad desconocida junto a una columna. Puesto que las obras del claustro se iniciaron poco después, se supone que la puerta occidental estaría concluida para la consagración de la catedral en el año 1127. Las directas relaciones con Santiago hacen verosímil que hubieran venido escultores procedentes de Compostela, quizá en la década de 1110, quizá los que abandonaron la ciudad gallega con motivo de la revuelta de 1117. Como hoy en día es imposible averiguar cuál fue la labor del arquitecto dentro de este taller de escultores, los estudiosos actualmente prefieren hablar del “taller de Esteban” en vez de atribuir al maestro la ejecución de todas o alguna de estas piezas escultóricas.

Merece la pena destacar la personalidad del obispo que le contrató: Pedro de Andouque o de Roda. Nacido en Rodez, se formó como monje primero en Santa Fe de Conques, uno de los principales focos de espiritualidad y arte de la época, y más tarde en San Ponce de Tomeras, de donde era abad Frotardo, el legado papal impulsor de la reforma gregoriana en Navarra y Aragón. Conocedor directo de las obras compostelanas, el obispo Pedro consagró allí un altar a Santa Fe en 1105. Sus buenas relaciones con el obispo jacobeo Gelmírez constan documentalmente; de ahí que Gaillard se preguntara si Esteban habría llegado a Pamplona acompañando al prelado durante su viaje a Roma en la primavera de 1100. Otros estudiosos suponen que el arquitecto habría venido antes, con el obispo Diego Peláez, depuesto en 1088 y posteriormente refugiado en Sos del Rey Católico, en territorio perteneciente a la diócesis pamplonesa. Desde luego, Peláez y Pedro de Roda coincidieron en varias ocasiones, como en la consagración de Leire de 1098.

Una vez descubierta la planta de la catedral de Pamplona, queda fuera de toda duda la importancia del Maestro Esteban en el panorama del románico español.

La seo pamplonesa destaca por sus dimensiones, por la peculiar combinación de sus formas y, especialmente, por el eco que despertó en los reinos navarro y aragonés.

Hemos citado secuelas directas de sus soluciones arquitectónicas en Irache y Sangüesa; son reconocibles asimismo en San Martín de Unx, San Miguel de Cizur Menor, Zamarce, etc. El eco de las fórmulas escultóricas es mucho más amplio, puesto que además de las citadas cabría recordar la ampliación de Leire, la cripta de Sos del Rey Católico, así como innumerables templos rurales (Navascués, Aibar, Esparza de Galar, Gazólaz, etc.).

En cuanto al papel de Esteban en las obras de Santiago de Compostela, su actividad ha de encuadrarse entre la de los otros arquitectos de quienes hay noticias. El Liber Sancti Iacobi (Codex Calixtinus), escrito en el segundo cuarto del siglo xii, expone que “los maestros canteros que empezaron a edificar la catedral de Santiago se llamaban don Bernardo el Viejo, maestro admirable, y Roberto, con otros cincuenta canteros”. Gómez Moreno propuso intercalar a Esteban en una dinastía puramente especulativa: habría sido hijo de Bernardo el Viejo y padre de Bernardo el Joven (citado como tesorero de la catedral), quien tuvo un hermano apellidado Stefanides, o sea hijo de Esteban. Los tres se habrían sucedido en la dirección de las obras, pero nada hay que confirme esta suposición. Por su parte, Williams propuso atribuir a Esteban el diseño inicial del edificio en tiempos del obispo Diego Peláez, de forma que Bernardo el Viejo habría sido su sucesor ya con Diego Gelmírez. La historiografía reciente no considera a Esteban como tracista inicial de la seo compostelana en tiempos de Peláez, pero quizá sí como quien prosiguió las obras tras la reanudación de los trabajos ya con Gelmírez. En paralelo cabe interrogarse acerca de su intervención en Compostela una vez contratado en Pamplona. ¿Abandonó la obra gallega? ¿Compaginó la dirección de dos fábricas separadas por más de setecientos kilómetros? En la España del siglo xv se encuentran arquitectos que dirigen edificios muy distantes entre sí, pero se desconoce si esta práctica pudo haber sido factible más de trescientos años atrás, cuando la tecnología edificatoria no había alcanzado las cotas derivadas de la construcción de las grandes catedrales góticas. Resulta indudable que hubo más de un cambio de planes en la seo compostelana, si bien se ignoran las fechas exactas de las modificaciones y su autoría.

Aunque no es un dato definitivo, el nombre de Esteban lleva a presuponer un origen francés. Desde luego, las formas empleadas son de tradición francesa, pero tal y como se habían plasmado en una obra hispana, la compostelana, de tal forma que habría argumentos para defender tanto una formación ultrapirenaica como una peninsular en la catedral santiaguesa. Un aspecto a tener en cuenta radica en la presencia de capillas abiertas al transepto pamplonés, más o menos en el centro de cada uno de sus brazos, rasgo que cuenta con mayor número de antecedentes franceses que hispanos.

Junto a la referencia profesional, los documentos antedichos incluían información de interés acerca de la vida privada de Esteban, pues citaban a su esposa, llamada en 1101 Marina y, en 1107, María Renaldis, y a sus hijos (uno en el primer documento de 1101, varios en el segundo). Durante un tiempo se pensó que su esposa era la María hija de Urraca Sendoa y casada con un tal Esteban que figura en otro diploma de 1101, de donde se derivaba que la esposa era navarra y que, en consecuencia, Esteban llevaba en el reino pirenaico cierto tiempo. La reciente edición de este documento por Goñi Gaztambide nombra a esta mujer como Mancia, no María ni Marina, por lo que no es posible mantener la identidad con la esposa del arquitecto. El patronímico Renaldis avalaría una procedencia ultrapirenaica.

 

Obras de ~: Catedral románica, Pamplona.

 

Bibl.: J. O. Larumbe, “La catedral de Pamplona. El templo”, en Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Navarra, 3.ª ép. II (1928), págs. 91-120; J. M. Lacarra, “La Catedral románica de Pamplona. Nuevos documentos”, en Archivo Español de Arte y Arqueología, VII (1931), págs. 73- 86; M. G ómez Moreno, El arte románico en España. Esquema de un libro, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934; T. Biurrun y Sotil, El arte románico en Navarra o las órdenes monacales, sistemas constructivos y monumentos cluniacenses, sanjuanistas, agustinianos, cistercienses y templarios, Pamplona, Aramburu, 1936; G. Gaillard, Les débuts de la sculpture romane espagnole. León-Jaca-Compostelle, París, Paul Hartmann, 1938; J. Goñi Gaztambide, “La fecha de construcción y consagración de la Catedral románica de Pamplona”, en Príncipe de Viana, X (1949), págs. 385-395; J. C. Valle Pérez, “Maestro Esteban”, en S. Cañada (edit.), Gran Enciclopedia Gallega, t. XX, Santiago de Compsotela, Gran Enciclpedia Gallega, 1974-1991, págs. 34-37; J. Goñi Gaztambide, Historia de los obispos de Pamplona. I. Siglos iv-xiii, Pamplona, Eunsa, 1979; S. Moralejo Álvarez, “Notas para una revisión de la obra de K. J. Conant”, en K. J. Conant, Arquitectura Románica de la catedral de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, Colegio de Arquitectos de Galicia, 1983, págs. 221-236; J. Williams, “La arquitectura del Camino de Santiago”, en Compostellanum, XXIX (1984), págs. 267-290; M. A. Mezquíriz Irujo y M. I. Tabar Sarrías, “Excavaciones arqueológicas en la catedral de Pamplona”, en Trabajos de arqueología navarra, 11 (1993-1994), págs. 310-311; Los niveles del tiempo. Arqueología en la Catedral de Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993-1994; E. Aragonés Estella, “Época prerrománica y románica.”, en La Catedral de Pamplona, 1394-1994, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1994, págs. 133-161; M. C. García Gainza et al., Catálogo Monumental de Navarra. V*** Merindad de Pamplona. Pamplona, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1997, págs. 7-9; J. Goñi Gaztambide, Colección Diplomática de la Catedral de Pamplona. Tomo I (829-1243), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1997; C. Fernández-Ladreda Aguadé (dir.), J. Martínez de Aguirre y C. J. Martínez Álava, El arte románico en Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002; F. J. Ocaña Eiroa, “La controvertida personalidad del Maestro Esteban en las catedrales románicas de Pamplona y Santiago”, en Príncipe de Viana, LXIV (2003), págs. 7-58; J. Martínez de Aguirre, “Catedral románica de Pamplona: el templo”, en Sancho el Mayor y sus herederos. El linaje que europeizó los reinos hispanos, II, Pamplona, Fundación para la Conservación del Patrimonio Histórico de Navarra, 2006, págs. 873-901.

 

Javier Martínez de Aguirre Aldaz

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