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Juan Díaz del Moral

Biografía

Díaz del Moral, Juan. Bujalance (Córdoba), 24.I.1870 – Madrid, 7.XI.1948. Historiador, notario y político.

Nacido en el seno de una familia de labradores, de convicciones republicanas y cuya modesta situación económica determinó sus primeros años y su juventud.

Realizó sus estudios de bachiller en el Colegio de la Asunción, anexo al Instituto provincial de Córdoba y, posteriormente, se trasladó a Sevilla en cuya Universidad cursó de forma simultánea las licenciaturas de Filosofía y Letras y Derecho, con expedientes muy brillantes en ambas, siendo Premio Extraordinario de licenciatura y de doctorado. Su profunda inquietud intelectual le llevó a relacionarse con determinados círculos, en Sevilla y en Madrid, que ejercieron una notable influencia en su formación. Fue en Madrid donde, en contacto con Giner de los Ríos, realizó su tesis doctoral de Filosofía y Letras que versó sobre La familia castellana en el siglo xiii, con la que obtuvo la máxima calificación, en un tribunal que presidía Menéndez Pelayo y del que también formaba parte el ilustre republicano y catedrático Nicolás Salmerón y Alonso.

La etapa sevillana fue, sin ningún genero de dudas, una fase crucial en su formación y desarrollo intelectual, pues en ella tuvo ocasión de tomar un inicial contacto con un importante núcleo de profesores, filósofos y pensadores regeneracionistas, de acendradas convicciones krausistas y liberales y de una vastísima cultura, que dejaron una profunda huella en la personalidad y en la obra historiográfica de Juan Díaz del Moral. Ocupan un lugar señero en esta selecta nómina de influyentes intelectuales, sobre todo, Federico de Castro y Fernández y Francisco Giner de los Ríos, “venerables maestros” a quienes dedicó su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas. Tales influencias intelectuales iban a tener continuidad y ser fuente de enriquecimiento en su relación con otros prohombres, en mayor o menor grado, vinculados a la Institución Libre de Enseñanza, tales como Bartolomé Cossío, José Castillejo, Rafael Altamira, Adolfo Posada o José Ortega y Gasset. Fue precisamente durante su etapa sevillana, discurrida por los años de transición entre los siglos xix y xx, cuando desarrolló una —no excesivamente intensa— relación con el mundo universitario hispalense en la medida en que fue nombrado profesor auxiliar de Metafísica, impartió varios cursos de cultura árabe, desarrolló una serie de investigaciones sobre diversas cuestiones prehistóricas y americanistas precolombinas e impartió conferencias en determinados círculos universitarios e intelectuales de la ciudad. En 1898 obtuvo por oposición, con el número uno una plaza de notario que ejerció en su ciudad natal, Bujalance, durante veintiocho años, hasta su traslado a Madrid a la notaría de Chamartín de la Rosa en 1935, cuando la Segunda República vivía sus últimos meses de normalidad constitucional.

Ciertamente, una de las facetas más relevantes en la trayectoria personal de Díaz del Moral fue su compromiso político con el régimen republicano nacido el 14 de abril de 1931. Y es que la instauración de la Segunda República, como ocurrió con gran parte de la intelectualidad española, generó en el ilustre notario e historiador de las “agitaciones campesinas andaluzas” unas fundadas expectativas políticas de que se abordaría una serie de reformas económicas, institucionales y sociales destinadas a la modernización del país, que gran parte de la sociedad española demandaba. La República, para Díaz del Moral, se mostraba como un proyecto político de talante democrático y transformador y, en este sentido, la acción política de Díaz del Moral —no adscrito a ninguna formación política— encontró fácil acomodo en los primeros días del nuevo régimen, en la Agrupación al Servicio de la República, en cuya dirección se habían situado Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, García Valdecasas y Justino de Azcárate, entre otros. En su manifiesto fundacional, además de propugnar la sustitución de la “Monarquía de Sagunto” por la República, “pretende movilizar a todos los españoles de oficio intelectual para que formen un copioso contingente de propagandistas y defensores de la República que será el símbolo de que los españoles se han resuelto por fin a tomar briosamente en sus manos propias su propio e intransferible destino”.

Fue en el seno de la agrupación, en el horizonte liberal, regeneracionista y europeizante que ella plantea y en el contexto de los primeros pasos del régimen republicano, cuando Díaz del Moral tuvo oportunidad de poner en práctica su “compromiso intelectual y político con la República”. Todo ello se expresó en la presentación de su candidatura para las elecciones legislativas de 28 de junio de 1931, en las que obtuvo un escaño por la provincia de Córdoba, siendo el candidato más votado de una lista en la que se integraban, además, importantes dirigentes de la organización provincial del Partido Socialista —tales como el arquitecto Azorín Izquierdo, el catedrático Morán Bayo—, cualificados sindicalistas vinculados a la Federación de Trabajadores de la Tierra de la Unión General de Trabajadores —como Zafra Contreras y Gabriel Morón— y en la que no faltaban algún que otro representante de la propia dirección estatal del Partido Socialista Obrero Español, como Wenceslao Carrillo.

Su preocupación parlamentaria esencial estuvo vinculada con los debates sobre las diferentes disposiciones agrarias aprobadas en los primeros meses de la Segunda República y, sobre todo, con los de la Ley de Bases para la Reforma Agraria (LRA), en cuyas sucesivas comisiones participó al lado de ilustres juristas, agrónomos, técnicos —Flores de Lemus, P. Carrión, B. de Quirós, Vázquez Humasqué, C. Rodrigáñez, Visuales, Dantin, etc.— y cuya aprobación, a la que no fue ajeno el intento de golpe de Estado de Sanjurjo, se difirió hasta el 9 de septiembre de 1932. En este sentido, hay que señalar que, frente al texto de la ley finalmente aprobado, Díaz del Moral defendió su propio voto particular, en el que tuvieron un papel central cuestiones tales como la defensa de la función social de la propiedad, el rechazo de una reforma esencialmente técnica, la conveniencia de una redistribución equilibrada de la propiedad, de las necesarias indemnizaciones, de la limitación de los arriendos y de la potenciación del número de propietarios y cultivadores directos.

Las dificultades de la aplicación de la LRA, paralelas al rápido desencanto de muchos núcleos intelectuales con el nuevo régimen republicano hicieron que también Díaz del Moral fuera atemperando sus expectativas políticas a medida que transcurría esta primera etapa republicana. En Díaz del Moral, como en tantos intelectuales de su generación, se puede advertir el esfuerzo por introducir la razón democrática y la ética civil en la vida pública, como fórmula de modernizar la trayectoria política de la sociedad española de los años treinta.

Quizás por ser autor de la monumental Historia de las agitaciones campesinas andaluzas —aparecida en 1929 y editada por la Revista de Derecho Privado— es por lo que el notario de Bujalance ha pasado a la posteridad como un auténtico “adelantado de la Historia Social”, tal como ha planteado M. Tuñón de Lara. La Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, reeditada con posterioridad en varias ocasiones, forma parte de un proyecto del que también participan otros trabajos del autor como Las reformas agrarias europeas de la posguerra (1918-1919), y un tercero, que se quedó en ciernes, titulado La reforma agraria española desde Mendizábal hasta nuestros días; que comparten planteamientos metodológicos y teóricos —siempre presentes en Díaz del Moral—, como el desarrollo minucioso, interdisciplinar, en el que se entrecruzan argumentos históricos, sociológicos y antropológicos, así como un muy documentado análisis —que realiza en la Historia de las agitaciones campesinas andaluzas— de la conflictividad social agraria y sus condicionantes desde la etapa de la Primera Internacional hasta el fin de la Monarquía restauracionista. Tampoco quedaron fuera de sus preocupaciones analíticas los propios antecedentes de la conflictividad en otros momentos históricos, tanto en lo referente a su naturaleza, a su desarrollo, como a su propia significación histórica.

Puede decirse que la obra de Díaz del Moral —además de su papel de iniciadora de los estudios de Historia social en España— supone la aportación de la propia perspectiva del notario de Bujalance al debate abierto en aquella coyuntura sobre la llamada “cuestión social-agraria”, debate en el que también participaron, entre otros, Bernaldo de Quirós, Pascual Carrión, Pazos y García, A. Marvaud, el vizconde de Eza, Álvarez Buylla, Blas Infante, Álvarez del Vayo o el propio Ortega y Gasset. La “cuestión social-agraria” alcanzó su momento culminante desde los inicios del régimen republicano por lo complejo, tortuoso y enconado de las posiciones planteadas en las Cortes sobre la legislación agraria, por la propia Ley de Bases y su problemática aplicación, así como por las notables incidencias conflictivas sociales y políticas que tal debate llevaba aparejadas.

Díaz del Moral contrajo matrimonio con Paula González Rodríguez y fue padre de nueve hijos. Al finalizar la Guerra Civil se había alejado de la política activa de manera progresiva, aunque mantenía sus profundas convicciones republicanas, y fue expedientado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, sancionado económicamente y trasladado a la notaría de Caravaca (Murcia), donde se jubiló a comienzos de 1945. De vuelta a la capital de España falleció, a los setenta y ocho años de edad, el 7 de noviembre de 1948.

 

Obras de ~: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas: Córdoba (Antecedentes para una reforma agraria), Madrid, Ediciones de la Revista de Derecho Privado, 1929; Las reformas agrarias de la posguerra: 1918-1929, Madrid, Ediciones de la Revista de Derecho Privado, 1967; El pleito de los aceites, Puente Genil, Imprenta de Baldomero Jiménez, 1924; con J. Ortega y Gasset, La Reforma agraria y el estatuto catalán. Discursos pronunciados en las Cortes Constituyentes, Madrid, Imprenta Galo Sáez, 1932; Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Voto particular del diputado por la Agrupación al Servicio de la República D. Juan Díaz del Moral sobre el proyecto de Ley de Bases para la Reforma Agraria, Madrid, 10 de mayo de 1932.

 

Bibl.: G. Brenan, El laberinto español (Antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil), Paris, Ruedo Ibérico, 1962; M. Tuñón de Lara, Medio siglo de cultura española (1885- 1936), Madrid, Tecnos, 1970; E. Malefakis, Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo xx, Barcelona, Ariel, 1971; P. Carrión, Estudios sobre la agricultura española, ed. de J. L. García Delgado, Madrid, Ministerio de Trabajo, 1974; V. Pérez Díaz, Pueblos y clases sociales en el campo español, Madrid, Siglo XXI, 1974; J. Maurice, La Reforma Agraria en España en el siglo xx (1900-1936), Madrid, Siglo XXI, 1975; A. M.ª Calero Amor, Movimientos Sociales en Andalucía (1820-1936), Madrid, Siglo XXI, 1979; M. Pérez Yruela, La conflictividad campesina en la provincia de Córdoba, 1931-1936, Madrid, Ministerio de Agricultura, 1979; A. Tastet Díaz, “Semblanza sobre la vida y obra de D. Juan Díaz del Moral”, en Revista de Estudios Regionales, n.º 4 (1979), págs. 283-313; A. Barragán Moriana, Realidad política en Córdoba 1931, Córdoba, Diputación Provincial, 1980; H. Newy y E. Sevilla Guzmán, Introducción a la sociología rural, Madrid, Alianza Universidad, 1983; J. L. Casas Sánchez, Estudio de la Historiografía sobre Córdoba y provincia, Córdoba, Caja Provincial de Ahorros, 1992; J. Maurice, El anarquismo andaluz. Campesinos y sindicalistas 1868-1936, pról. de A. M. Bernal, Barcelona, Crítica, 1990; P. Aubert, “Intelectuales y cambio político” en J. L. Delgado (ed.), Los orígenes culturales de la II República, Madrid, Siglo XXI, 1993.

 

Antonio Barragán Moriana

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