MuḤammad b. Lubb / Lope?, p. m. s. IX – Zaragoza, 898. De la estirpe Banū Qasī, nieto de Mūsà b. Mūsà.
Tras la muerte de Mūsà b. Mūsà es algo complejo explicar al detalle la trama y trayectoria genealógica y política de este clan muladí, en un territorio andalusí sacudido por un sinfín de sediciones locales de origen bereber y muladí.
La desaparición de la mencionada figura supuso el comienzo de una nueva etapa para sus hijos y sucesores, los Banū Mūsà, que al ante los nuevos tiempos mantuvieron una ambigua actitud política: guardar una ficticia fidelidad a Córdoba, por un lado, y establecer y afianzar lazos de amistad y colaboración con la pujante soberanía astur por otro lado, opción por la que finalmente se decantaron los señores de Pamplona. Así se interpretan las actuaciones de los hijos de Mūsà, que desde Tudela, Arnedo, Huesca y Zaragoza actuaban de espaldas a la autoridad emiral (862-871/2).
Fue en este momento de rebeldía cuando Muḥammad I ordenó la reconstrucción de Calatayud como plaza fuerte en la tan agitada “Marca Superior” (872), encumbrando a los hijos de ‘Abd al-’Azīz al-Tuŷībī. Además envió en al menos tres ocasiones, aceifas para restablecer su autoridad en la cuenca del Ebro (873, 874 y 878), dirigiendo personalmente la primera de ellas, aunque la ciudad de Zaragoza no sería arrebatada a los Banū Mūsà hasta el año 884.
La presencia del príncipe al-Munḏir alumbró una nueva colaboración de éste con Muḥammad b. Lope, nieto del gran Mūsà y señor de una amplia zona territorial (Borja, Arnedo, Calahorra y Viguera), que decidió sellar la paz con Córdoba. De esta forma se produciría una fractura familiar y la final disociación de la geografía del Pirineo Occidental. Al norte y resguardados por los rebordes montañosos los Íñigos, en estrecha alianza con los príncipes y condes cristianos de Asturias y Aragón; y al sur, sobre la cinta del Ebro, una dinastía dividida y sobre la que acabaron comandando figuras en las que los intereses políticos, y no la sangre y las viejas tradiciones, pesaron mucho más.
Muḥammad b. Lope, atendiendo quizá a sus propios intereses personales se desmarcó de la política familiar retornando a la fidelidad cordobesa (882) y recuperando tan sólo un año después, y ante su tío Ismªŷīl b. Mūsà, la plaza de Zaragoza. De modo que en las filas emirales condujo las acciones contra los caudillos de Pamplona, destruyendo el castillo de Aibar (882), plaza estratégica prepirenaica en el curso del río Aragón, y más tarde (891) el de Sibrana, en la sierra de Santo Domingo.
Recibió el nombramiento de valí, señoreando las comarcas de Tarazona, Tudela, Calahorra, Viguera y Nájera, fortificando Caparroso y Falces y poseyendo San Esteban de Deyo. Este último punto, de gran importancia, fue arrebatado a sus primos, los hijos de Fortún b. Mūsà el 882 tras el enfrentamiento de Calahorra.
Acabó enemistado con el emir ‘Abd Allªh, que había dado en 890 el gobierno de Zaragoza a los tuchibíes. Fue muerto a traición en el arrabal de Zaragoza, durante su asedio, cuando se estaba negociando su posible coalición con el rebelde ‘Umar b. Hafṣun.
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Julia Pavón Benito