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Juan Francisco de Castro

Biografía

Castro, Juan Francisco de. Lugo, 25.II.1721 – 24.XII.1790. Eclesiástico, teólogo, canónigo, jurisconsulto.

Hijo de Juan Antonio de Castro y de Catalina Uzianda Vacariza, fue bautizado con el nombre de Juan Francisco Vitorio. Estudió Teología y Derecho en las universidades de Santiago y Ávila, donde obtuvo el grado de doctor. Tras ordenarse como sacerdote, en 1749 fue regente de las parroquias de San Pedro de Losón y su aneja Santiago de Fontao, en el actual municipio de Vila de Cruces (Pontevedra).

El 29 de diciembre de 1767 tomó posesión como canónigo de la catedral de Lugo.

Fue en estos años cuando publicó su obra más conocida, los Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes.

En 1765 publicó los dos primeros volúmenes, en los que, tras un amplio recorrido histórico sobre las fuentes del derecho, se muestra partidario de su compendio y sistematización, de acuerdo con los presupuestos racionalizadores de la mentalidad ilustrada.

Según Marcelino Menéndez Pelayo, este libro “influyó mucho en la difusión del estudio del derecho natural y en la reforma de los métodos”. También se muestra crítico en esta obra con las “gravosas imposiciones a que los vasallos viven sujetos para con los dueños de las jurisdicciones y solariegos; esto es, opresión, violencia y tiranía”, aun cuando reconoce que “hay tributos que no oprimen por sí mismos, sino por recaer sobre tantas contribuciones”.

Cinco años más tarde publicó el tercer volumen, dedicado a los mayorazgos, lo que le valió la consideración, en opinión de Bartolomé Clavero, de primer historiador de esta forma de vinculación de la tierra.

Para Castro, la circulación de los bienes caracteriza el aspecto dinámico de la economía. “Del mismo modo que la sangre que todo lo nutre, o fomenta, circula por todo el cuerpo natural [...] la sangre del cuerpo civil son los bienes”, afirma, siguiendo la tradición de asimilar la vida económica y la fisiología humana; y los mayorazgos “no tienen otro más pronto efecto que impedir su curso”. A diferencia de otros autores, se refiere tanto a los mayorazgos grandes como a los pequeños, y realizó una crítica sistemática y demoledora de la propiedad vinculada. Castro, sin embargo, no asume una alternativa liberal al Antiguo Régimen, ya que considera que este tipo de propiedad juega un papel fundamental en la reproducción de las relaciones sociales: “Sin bienes perpetuos, en que se sostuviesen sus familias, jamás éstas conservarían los blasones o señales de su descendencia”. La necesidad política de la nobleza, y de la propiedad vinculada para su conservación, le lleva a formular un programa meramente reformista: prohibición de fundación en el futuro sin permiso real, limitación de los privilegios, aplicación y extensión de la ley de incompatibilidades, compatibilidad entre mayorazgos y cesión enfitéutica, etc., lo que representa unas propuestas muy moderadas en relación con la contundente crítica que efectúa a lo largo de su obra.

En 1776, el arzobispo Francisco Armañá le nombró arcediano de Dozón y Provisor y vicario general del obispado de Lugo. En 1783 falleció su hermano, el boticario Vicente Francisco de Castro, que le dejó todos sus bienes, entre ellos la fábrica de tejas y ladrillos y varias casas en el barrio lucense de O Paxaro, que formaban parte de un proyecto de renovación tecnológica y urbanística que había puesto en marcha este último, y que Juan Francisco intentó reactivar mediante su aforamiento. A finales de 1783 fundó, con otras autoridades civiles y eclesiásticas, la Real Sociedad de Amigos del País de Lugo. Un año después, su director, Armañá, fue nombrado obispo de Tarragona, y Castro, vicedirector, se convirtió en el principal impulsor de la sociedad.

Según Veiga Valiña renunció a ser nombrado obispo de León, para poder dedicarse a sus actividades en Lugo y a la redacción de lo que consideraba su obra más importante, Dios y la naturaleza, que empezó a publicarse en 1780, y cuya redacción sólo se vio interrumpida —tras la edición de diez volúmenes— por su muerte. En esta obra Castro intenta hacer compatibles los desarrollos de la filosofía natural con la teología cristiana. La revolución científica del siglo anterior y el énfasis de los ilustrados en la importancia de la razón y la observación como fuentes del conocimiento cuestionaban la visión católica tradicional.

Castro, sin embargo, ve en la armonía y la grandeza de las leyes físicas la mejor prueba de la existencia e inteligencia divina. “La contemplación de la Naturaleza, con la multitud de seres que la integran, los maravillosos enlaces en sus procedimientos, y la historia del mundo y, singularmente, la del corazón humano, me pareció un estudio muy propio y menos expuesto a errar que el de las leyes.” E insiste en que el orden y la interdependencia entre las distintas manifestaciones de la creación, y su subordinación al todo, no puede deberse al azar, sino al designio de una inteligencia ordenadora. Realiza una historia de las creencias religiosas a lo largo de distintas culturas, y encuentra en ellas como base común la necesidad de buscar una causa a la uniformidad y armonía universal.

En este contexto, la existencia del mal, moral o físico, debido al libre albedrío, tiene por objetivo que el hombre se haga consciente de su pequeñez material y busque su significado en los bienes del espíritu.

 

Obras de ~: Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes, en que se demuestra la incertidumbre de estos, y la necesidad de un nuevo y metódico cuerpo de derecho, para la recta administración de la justicia, Madrid, Joachin Ibarra, 1765, 2 ts. (2.ª ed.

ilustrada con citas a la Novísima Recopilación, Madrid, E. Aguado, 1828); Discursos críticos sobre las leyes y sus intérpretes: incertidumbres y detrimentos de los Mayorazgos y otras disposiciones análogas para el bien común: su ofensa a la población, agricultura, artes y comercio: necesidades de remedio: tentativa de algunos medios. Paradojas sobre la nobleza y mérito para fundar Mayorazgo, Madrid, Joachin Ibarra, 1770; Dios y la naturaleza. Compendio histórico natural, y político del Universo, en que se demuestra la existencia de Dios y se refiere la Historia Natural, y Civil, la Religión, Leyes y costumbres de las Naciones antiguas y modernas más conocidas del Orbe, Madrid, Joachin Ibarra y Viuda de Ibarra, 1880-1891, 10 ts.

 

Bibl.: J. Sempere Guarinos, Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, t. II, Madrid, Imprenta Real, 1785, págs. 158-160; M. Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, t. III, Madrid, Librería Católica de San José, 1880-1881, págs. 327-328; G. Laverde Ruiz, “El Doctor D. Juan Francisco de Castro”, en La Ilustración Gallega y Asturiana, 24 (1881), págs. 278- 279; M. Castro López, “El doctor Castro”, en Galicia, 10 (1887), págs. 173-73; A. Veiga Valiña, “El Doctor Don Juan Francisco de Castro”, en Boletín de la Comisión de Monumentos de Lugo, 14-15 (1945), págs. 66-74; E. Baltar Santaló, Exégesis de la obra del jurisconsulto gallego D. Juan Francisco de Castro. Discurso leído el día 29 de octubre de 1971 y contestación de Manuel Ojea Otero, La Coruña, Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación, 1972; B. Clavero, Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla (1369-1836), Madrid, Siglo XXI, 1974; F. Dopico, “Juan Francisco de Castro: un ilustrado galego entre a reforma e a superación da sociedade feudal”, en Grial, 53 (1976), págs. 356-360; A Ilustración e a sociedade galega. A visión de Galicia dos economistas ilustrados, Vigo, Galaxia, 1978; V. Tau Anzoátegui, “El pensamiento español en el proceso de codificación hispano-americana: Los ‘Discursos críticos’ de Juan Francisco de Castro”, en Index. Internacional Survey of Roman Law, 14 (1986), págs. 69-85; A. de Abel Vilela, “El alfar del barrio del Pájaro y el doctor Castro”, en Lucensia, 17 (1998), págs. 231-242.

 

Fausto Dopico Gutiérrez del Arroyo

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