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Vincenzo Carducci

Biografía

Carducci, Vincenzo. Vicente Carducho. Florencia (Italia), c. 1574 – Madrid, 1638. Pintor y tratadista.

Este artista nació en Florencia a principios de la dé­cada de 1570 aunque residió casi toda su vida en la Península Ibérica. Vicente Carducho se trasladó a la Corte escurialense junto a su hermano mayor, Bar­tolomé, que en esa época se encontraba trabajando a las órdenes de Federico Zuccari. A pesar de su corta edad, apenas tenía siete años cuando llegó a Madrid en el otoño de 1585, se incorporó en una fecha muy temprana al equipo de pintores que estaban deco­rando el monasterio-palacio de San Lorenzo de El Escorial. Junto a su hermano también colaboró en la creación del aparato efímero diseñado para el reci­bimiento de la reina Margarita en Madrid, en el año 1599. Una de sus primeras obras en solitario fue el retablo con la representación del episodio evangélico de la Predicación de San Juan Bautista, destinado a la basílica de San Francisco el Grande de Madrid.

 El traslado de la Corte a Valladolid en el año 1601 le obligó a residir en la capital castellana, en donde permaneció hasta 1606. Allí trabajó junto a Barto­lomé en la decoración del convento de San Pablo, en la decoración del teatro del palacio Real y en el Palacio de la Ribera, una de las residencias favoritas del duque de Lerma. Asimismo, el convento de San Diego de esta localidad le encargó dos cuadros: Los estigmas de San Francisco y La Anunciación, que en la actualidad se conservan en un museo vallisoletano. La falta de tiempo, en cambio, le obligó a rechazar la comisión del retablo de la capilla mayor del mo­nasterio de las Descalzas Reales de Valladolid, obra de la que finalmente se hizo cargo el pintor Santiago Morán.

En este período solicitó la plaza de pintor del Rey, vacante desde el fallecimiento de Miguel Barroso, pero no logró su objetivo. Años después, en 1608, logró hacerse con este puesto gracias a la interven­ción del duque de Lerma, quien favoreció su candi­datura respecto a otros participantes. La documen­tación conservada acerca de este proceso confirma que se estipuló un salario anual de cincuenta mil maravedís, la misma cantidad que había recibido su hermano hasta su muerte. El nombramiento se hizo oficial en una Cédula Real impresa el 28 de enero de 1609.

Vicente Carducho se comprometió a concluir la decoración de la capilla y la galería del mediodía del palacio de El Pardo, que Bartolomé había dejado inacabadas a su muerte. Por desgracia, la decora­ción de la capilla no se ha conservado, aunque sí se sabe que fue decorada con varias representaciones acerca del sacramento de la Eucaristía. En el programa figurativo también participaron el italiano Bernardino dell’Acqua y Eugenio Cajés, quienes trabajaron en el proyecto junto al maestro floren­tino hasta el verano de 1611, fecha en la que se con­cluyeron las obras. El artista, consciente de la tras­cendencia de este encargo, se ocupó de divulgarlo en uno de los capítulos del tratado que publicó en 1633, los Diálogos de la pintura, en el que descri­bió cómo debía acondicionarse una casa de campo y, para ello, puso como ejemplo las intervenciones de toda una generación de artistas italianos y espa­ñoles en el Palacio Real de El Pardo. En este texto realizó una completa descripción de cada una de las dependencias de la residencia y de los arquitectos, pintores y escultores que habían participado en su decoración.

Felipe III, especialmente satisfecho con los resulta­dos, le invitó a participar en otras empresas artísticas e incluso promovió su figura en diferentes ámbitos culturales.

El pintor trabajó intensamente durante el año 1614 en el convento de La Encarnación de Madrid, para cuya iglesia realizó tanto el retablo mayor como los colaterales, de acuerdo con las trazas ideadas por Juan Gómez de Mora. Asimismo, también pintó un cuadro con la representación de La última cena para el refec­torio que, por su belleza, llamó la atención del colec­cionista Cassiano del Pozzo, quien lo describió en su diario de viaje. Una parte de la crítica ha planteado la posibilidad de que también interviniera en la decora­ción del techo del relicario y en la realización de otras obras, hoy conservadas en dependencias conventua­les. En esta misma época también intervino en uno de los retablos laterales de las Descalzas Reales, así como en la decoración de la iglesia que tutelaban los capu­chinos de El Pardo. Menor atención ha despertado la recuperación de un proyecto olvidado, el retablo de Nuestra Señora de Guadalupe, que Felipe II ordenó realizar a Francisco de Mora, Bartolomeo Cardu­cho y Pompeo Leoni. El fallecimiento del Rey, en el año 1598, paralizó el proyectó hasta que Juan Gómez de Mora, Vicente Carducho y Eugenio Ca­jés escribieron un memorial a Felipe III en el que solicitaban retomar el trabajo iniciado. La obra fue finalmente ejecutada por Cajés y Carducho, quie­nes decidieron dividir el trabajo a partes iguales en el año 1618.

El número de encargos disminuyó con la subida al trono de Felipe IV, un período en el que Carducho perdió protagonismo frente a Velázquez, aunque el segundo se dedicó especialmente al género del re­trato, una circunstancia que le permitió continuar la producción de obras religiosas. Sin embargo, su in­fluencia en la Corte no se vio mermada puesto que preparó, junto con Eugenio Cajés y Diego Velázquez, un informe en octubre de 1627 sobre los aspirantes más idóneos a la plaza de pintor que había dejado vacante Bartolomé González. El deseo de colmar sus aspiraciones en la Corte le llevó a solicitar una vara de alguacil en el año 1631, una gratificación que con­sideraba necesaria, puesto que, como él mismo re­conoció en el informe que redactó, llevaba más de cuarenta años al servicio de la Corona. A cambio, estaba dispuesto a exonerar a la Hacienda Real del pago de un cuadro y de la decoración que había reali­zado de varios aposentos del Rey en el Alcázar de Madrid. Una distinción que no le fue concedida, aunque dos años más tarde Velázquez la recibió de manos del Monarca, señal inequívoca de que, en aquella época, gozaba del favor real.

A pesar de esto, Felipe IV no olvidó los servicios prestados por Vicente Carducho y le asignó, junto al famoso artista sevillano, la tarea de revisar los retra­tos del Rey para su venta pública. Además, el floren­tino realizó un lienzo para decorar el salón dorado del Alcázar de Madrid, una obra que probablemente formaba parte de una serie de retratos de reyes seden­tes, similar al que ya existía en la residencia real de Segovia.

Un proyecto de similar envergadura le llevó a par­ticipar en la decoración del salón de reinos del Pala­cio del Buen Retiro, un ambicioso programa figura­tivo del que también formaron parte Eugenio Cajés, Fabricio Castelo, Pereda, Jusepe Leonardo o Veláz­quez, entre otros pintores. Se trataba de la estancia más importante del palacete madrileño, en la que se dispusieron doce cuadros entre las ventanas con re­presentaciones de escenas bélicas. Estas obras fueron encargadas a los artistas más importantes de la Corte, quienes se ocuparon de crear un programa figurativo relativo a las victorias más significativas de los ejérci­tos del rey Felipe IV. Vicente Carducho se ocupó de pintar tres lienzos: La victoria de Fleurus, El socorro de Constanza y El sitio de Rheinfelden durante el año 1634. Un tercer proyecto decorativo, en cambio, no fue jamás concluido: la serie de los reyes visigóticos que el italiano comenzó con la representación del rey Ataúlfo.

La intimidad existente entre el monarca y el artista seguramente constituyó un aliciente para que le es­cribiese un memorial, junto con Angelo Nardi, en el que solicitaba la exención de los pagos de la alcabala a los pintores de la Corte, al considerar que se trataba de criados del Rey. La negativa de Felipe IV no su­puso un obstáculo para que, en el año 1627, convo­case un concurso entre los pintores de Corte para la representación de La expulsión de los moriscos en 1609. Diego de Velázquez, Angelo Nardo, Eugenio Cajés y el propio Carducho presentaron sus proyectos, pero el vencedor fue el sevillano. Desgraciadamente no se conserva el cuadro que ganó este concurso, pero sí un magistral esbozo del dibujo que presentó Vicente Carducho.

La crítica artística de los últimos años ha subrayado la importante aportación de Vicente Carducho a la pintura monástica española con la realización, entre 1626 y 1632 de una serie de cincuenta y cuatro lien­zos sobre los cartujos destinados a la decoración del claustro de la cartuja del Real Monasterio de El Pau­lar. Este conjunto destaca por la habilidad narrativa del pintor, la intensidad en la representación de las emociones y el naturalismo en la representación pic­tórica. Juan de Baeza, prior de la institución religiosa, encargó esta serie cartujana a Carducho para que éste narrase la vida de san Bruno de Colonia, fundador de la Orden, así como la historia de la misma. La desamortización del año 1835 obligó a repartir las obras entre diversas instituciones, fundamentalmente mu­seos, pero a día de hoy, se conserva la práctica tota­lidad de la serie, aunque no en el lugar para el que fueron concebidas.

En cuanto a la faceta del artista como escritor, su tratado, los Diálogos de la pintura, no sólo es una interesante disertación sobre el origen del arte o los conceptos estéticos popularizados por italianos como Federico Zuccari o Gian Paolo Lomazzo, sino que también reunió un completo repertorio de noticias acerca de las colecciones más importantes de la época, las actividades de otros pintores o las lecciones que debían pronunciarse en las academias. En este sen­tido, sus reclamaciones a favor de la fundación de una institución de aprendizaje de las artes en Madrid po­tenciaron el nacimiento de una corriente de adeptos a la causa, que se sumaron a su deseo en un memorial informativo sobre el estado de las artes en España, y que además fue publicado como apéndice a su tra­tado.

Los contemporáneos de Vicente Carducho e incluso los tratadistas posteriores fueron los primeros que re­conocieron su talento para la pintura y la escritura. Lázaro Díaz del Valle, uno de los teóricos del arte menos conocidos de esta época, manifestó que el propio rey de Francia distinguió al artista con el hábito de San Miguel mientras que el papa Clemente VIII le concedió otro hábito nobiliario. Escritores de este ámbito como Juseppe Martínez y Antonio Palomino reconocieron su papel como fundador de la escuela madrileña de pintura del primer tercio del siglo XVII.

Vicente Carducho falleció en el mes de noviem­bre de 1638, los historiadores del arte han localizado dos testamentos, el primero, fechado el 15 de julio de 1630 y el segundo cinco años más tarde. El inven­tario de sus bienes, realizado en noviembre de 1638, resulta muy revelador puesto que el gran número de publicaciones, grabados y pinturas reunidas por el pintor explican el interés por la cultura que demostró durante toda su trayectoria profesional y vital. En este sentido, y al igual que su hermano, mantuvo un es­trecho contacto con su país natal, y de hecho, casi to­dos los libros de su biblioteca habían sido editados en Italia. En los últimos años, el interés por la figura de este artista se ha recuperado, quizás en un intento por restaurar la gloria de la que disfrutó en vida.

 

Obras de ~: Pintura: Predicación de San Juan Bautista, basí­lica de San Francisco el Grande de Madrid; Diversas decoracio­nes, convento de San Pablo, Valladolid, 1601-1606; Diversas decoraciones, teatro del Palacio Real de Valladolid, 1601-1606; Diversas decoraciones, Palacio de la Ribera, Valladolid, 1601-1606; Los estigmas de San Francisco, convento de San Diego, Valladolid (hoy en un museo); Varias representaciones acerca del sacramento de la Eucaristía, Palacio de El Pardo, Madrid (desaparecidas); Retablo, convento de la Encarnación, Madrid, 1614; La última cena, refectorio del convento de la Encarna­ción, Madrid; con E. Cajés, retablo de Nuestra Señora de Gua­dalupe, Madrid, 1618; Cincuenta y cuatro lienzos sobre los car­tujos, claustro de la Cartuja del Real Monasterio de El Paular, Rascafría (Madrid) 1626 y 1632; La victoria de Fleurus, El so­corro de Constanza y El sitio de Rheinfelden, Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, 1634 (hoy en el Museo del Prado).Escritos: Diálogos de la pintura, su defensa, origen, esencia, definición, modos y diferencias [...] siguense a los Diálogos Infor­maciones y pareceres en fabor del Arte escritas por varones insignes en todas las letras, Madrid, editorial F. Martínez, 1633 (ed. de G. Cruzada Villaamil con el tít., Diálogos de la pintura, Ma­drid, ed. M. Galiano, 1865; ed. de F. Calvo Serraller, Madrid, ed. Taurus, 1979).

 

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Macarena Moralejo Ortega