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Carlos de Urries

Biografía

Urriés, Carlos de. Huesca, p. m. s. xiv – Roma (Italia), 8.X.1420. Noble, canonista, cardenal.

Miembro perteneciente a una noble familia aragonesa originaria de Urríes (luego Urriés), pequeña localidad en la provincia de Zaragoza, fundada en el siglo ix por el artífice del linaje, Pedro de Urríes.

Segundogénito de Pedro Jordán de Urriés VIII —mayordomo mayor del rey Pedro IV de Aragón, alcalde perpetuo del Palacio Real de Huesca y señor de la baronía Ayerbe, la Peña y Murillo (fallecido en 1386)— y de María Pérez de Salanova. La mención más antigua de su persona data del 3 de febrero de 1386, cuando el Monarca le recomienda al cabildo catedralicio de Huesca, siendo en ese momento estudiante de Derecho Canónico.

Figura, asimismo, en el séquito de Benedicto XIII durante su estancia en Perpiñán en mayo de 1407, alcanzando la culminación de su carrera eclesiástica al ser nombrado cardenal, con el título de diácono de San Jorge, ad velum Aureum, el 22 de septiembre de 1408. Intervino con ese rango en la lectura del Evangelio en la misa solemne de apertura del Concilio de Perpiñán, que tuvo lugar el 15 de noviembre.

Desempeñando esta dignidad, que conservó hasta el Concilio de Constanza, redactó un opúsculo titulado Allegationes pro Benedicto XIII adversus Cardinales Concilii Pisani (Alegaciones en favor de Benedicto XIII contra los cardenales del Concilio de Pisa), respondiendo a dos preguntas relativas a la legitimidad papal y a la oportunidad de celebrar un nuevo concilio en dicha ciudad italiana. Su argumentación satisfizo enteramente al Sumo Pontífice.

Desde entonces permaneció junto al Papa en actos muy diversos pero significativos, como la lectura de su testamento en Peñíscola (31 de octubre de 1412), acompañándolo en sus desplazamientos a Morella (15 de agosto de 1414) o en su entrada solemne en Valencia (14 de diciembre de 1414). Benedicto XIII le permitió disfrutar de la condición de sacristán de la Catedral de Huesca (25 de junio de 1415), pese a que colisionaba con los estatutos capitulares, que permitían su obtención exclusivamente a los canónigos de la misma.

Tras el edicto de sustracción de obediencia, dictado el 6 de enero de 1416, el Rey de Aragón intentó vanamente atraerse su voluntad —Urriés, junto con los otros dos cardenales, Carrillo y Fonseca, reivindicó su legitimidad y su condición de vicario de Cristo, invocando argumentos teológicos y patrísticos—, cerrando filas al lado de su Papa durante dos años, con licencia expresa de Alfonso V (18 de julio de 1416). No obstante, tras rechazar la invitación cursada por la embajada castellana para que acudiera al Concilio de Constanza (15 de diciembre de 1416), comenzó a mostrar discrepancias, junto con otros miembros del collegium, rogándole que abdicara y enviara una legación. A estos cardenales se unieron obispos y abades de la Corona de Aragón, reclamando su renuncia para poner fin al Cisma. En una misiva, fechada el 16 de diciembre de 1417, unieron a sus súplicas el deseo de reconocimiento de Martín V, escogido recientemente como cabeza de la Iglesia Católica, considerando que una ulterior negativa les conferiría libertad para actuar según su recto saber y entender. Benedicto XIII los acusó de infames e indignos, y merecedores de diversas penas eclesiásticas, culminando con su deposición. No obstante, Martín V, ante quienes se postraron en Florencia, los restituyó en sus beneficios, títulos y dignidades. Carlos de Urriés permaneció en esta nueva obediencia, hasta su muerte, algo más de dos años.

 

Bibl.: J. Hollnsteiner, H. Heimpel y H. Finke, Acta Concilii Constanciensis, Münster, Regensbergsche Buchhandlung, 1896-1928, 4 vols.; A. Durán Gudiol, “La documentación pontificia del Archivo Catedral de Huesca hasta el año 1417”, en Anthologica Annua, 7 (1959), págs. 339-393; J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, ed. A. Canellas López, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1967-1988, lib. 10, cap. 85, y lib. 12. cap. 61; J. Goñi, “Urries, Carlos de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2679; V. Á. Álvarez Palenzuela, “El Pontificado de Benedicto XIII”, en VII Muestra de Documentación Histórica Aragonesa: Benedicto XIII, el Papa Luna, Zaragoza, Centro de Documentación Bibliográfica Aragonesa, 1994, págs. 47-62; F. de Moxó y Montoliu, “La legitimidad de Benedicto XIII”, en Jornadas de estudio VI Centenario del Papa Luna, Calatayud, Centro de Estudios Bilbilitanos, 1997, págs. 353-370; O. Cuella Esteban, “El Papa Luna, promotor de la religiosidad aragonesa”, en A. Hevia Ballina (coord.), XVI Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, Zaragoza, 2000, págs. 81-104; F. Latassa y Ortín, Biblioteca nueva de los escritores aragoneses, ed. G. Lamarca Langa, Zaragoza, Real Sociedad Económica de Amigos del País, Ibercaja, Obra Social y Cultural, 2005, pág. 286.

 

Miguel Ángel Motis Dolader

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