Ayuda

Tomás Antonio de la Cerda y Aragón

Biografía

Cerda y Aragón, Tomás Antonio de la. Marqués de La Laguna de Camero-Viejo (III), conde consorte de Paredes de Nava (XI). Cogolludo (Guadalajara), 24.XII.1638 – Madrid, 22.IV.1692. Virrey de la Nueva España.

Nació en la villa de Cogolludo (hoy en la provincia de Guadalajara) el viernes 24 de diciembre de 1638 y recibió el bautismo en la iglesia parroquial de San Pedro el jueves 30 siguiente. Fue el segundo hijo del VII duque de Medinaceli, Antonio Juan Luis de la Cerda, y de Ana María Luisa Enríquez de Rivera y Portocarrero. Su mencionado padre fue adelantado mayor de Andalucía, su notario mayor, alguacil mayor de Sevilla y, en 1641, Felipe IV le nombró virrey, lugarteniente y capitán general de Valencia. Por su parte, Tomás Antonio era sobrino en segundo grado del V marqués de Ladrada, Juan Francisco de Leiva y de la Cerda, quien fue virrey de la Nueva España; y su sobrina carnal, Juana de la Cerda y Aragón, hija de su hermano mayor el VIII duque de Medinaceli, fue la esposa del X duque de Alburquerque, Francisco Fernández de la Cueva, también virrey de la Nueva España.

Tomás Antonio fue maestre de campo del Tercio Provincial de Sevilla. Desempeñaba la capitanía general de las costas de Andalucía cuando fue elegido en 1679 para el mando supremo de Galicia. Sin embargo, la Corona prefirió destinarlo como virrey de la Nueva España. Antes había sido designado consejero de Indias el 31 de octubre de 1675.

En el mismo Palacio Real se casó el 10 noviembre 1675 con la aristócrata María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, dama de la reina madre Mariana de Austria y XI condesa de Paredes de Nava, título que usó su marido en el virreinato de Nueva España. Era hija primogénita del príncipe del Santo Imperio Romano Vespasiano de Gonzaga, virrey y capitán general de Valencia, y de María Inés Manrique de Lara Enríquez y Luján, X condesa de Paredes de Nava.

Coincidiendo con que su hermano Juan Tomás de la Cerda, duque de Medinaceli, era primer ministro de Carlos II, Tomás Antonio fue nombrado virrey de la Nueva España el 7 de mayo de 1680 para suceder al arzobispo-virrey fray Payo Enríquez de Rivera. La instrucción de gobierno fue la misma que la dada al VI duque de Veragua, Pedro Nuño Colón de Portugal y Castro, y no existe relación de gobierno. El día 9 de dicho mes de mayo se le concedió el privilegio de prórroga del período virreinal por una Real Cédula secreta, testimonio del favor de que gozaba cerca del trono. En el viaje le acompañó su esposa María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, gran protectora de la monja poetisa Sor Juana Inés de la Cruz. El día 7 de noviembre de 1680 tomaba posesión, haciendo la entrada solemne el sábado 30 del mismo mes, pasando bajo un arco de triunfo que representaba pictóricamente a los dioses y emperadores aztecas y que fue ideado por el erudito Carlos de Sigüenza y Góngora, quien más tarde lo describió en su obra Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe; advertidas en los monarcas antiguos del mexicano imperio [...] (México, 1680).

Al conde de Paredes le tocó en suerte estar al frente del gobierno novohispano en unos años (1680-1686) en los que se acumularon una serie de infortunados sucesos. Al llegar se encontró con que acababan de sublevarse los indios de Nuevo México. El alzamiento, iniciado el 10 de agosto de 1680, fue el desastre más grave en la historia de la frontera, ya que no sólo detuvo la expansión española hacia el norte, sino que los hispanos se vieron obligados a abandonar un territorio en el que casi durante una centuria se habían mantenido a costa de muchos esfuerzos. Unos trescientos ochenta colonos y veintiún misioneros franciscanos fueron muertos y Santa Fe evacuada, refugiándose los españoles en el presidio de El Paso del Norte, aguas abajo del río Grande. Desde allí se dio aviso al nuevo virrey de lo que había sucedido. En el origen de esta gran insurrección se encontraban los conflictos por la distribución de la mano de obra, el maltrato a los indios y la conducta de los funcionarios corruptos.

Además, los franciscanos habían comenzado a atacar los rituales indios, que continuaban junto a la práctica católica. Las autoridades españolas no finalizaron la reconquista hasta 1692.

En un momento en que la frontera del norte parecía hundirse, el conde de Paredes tuvo que hacer frente a los ataques corsarios a Veracruz y Campeche. Al amanecer del 17 de mayo de 1683 una flota corsaria al mando de Juan Jacques, Nicolás Grammont, Nicolás Bromon y Lorenzo Graff, Lorencillo, asaltaba de imprevisto Veracruz. El saqueo de la ciudad duró seis días, causando centenares de muertos y obteniendo un rescate de 150.000 pesos por la vida de las personas principales del puerto. El marqués de la Laguna levantó varias compañías de soldados en México para que, bajo el mando del III conde de Santiago de Calimaya, Fernando de Altamirano y Velasco, se dirigiera a Veracruz; pero fue inútil, ya que los corsarios se retiraron con anticipación. Por su parte, el virrey en persona salió para aquel puerto el 17 de julio, donde, con el parecer de su asesor, condenó a la pena capital al gobernador de la plaza, Luis Fernández de Córdoba; sin embargo, habiendo apelado al Consejo de Indias, fue enviado a España con la flota. La negligencia en la defensa del puerto importó más de cuatro millones de pesos en pérdidas.

Dos años más tarde, exactamente el 6 de julio de 1685, los bucaneros, al mando esta vez de los citados Lorencillo y Nicolás Grammont, cayeron sobre el puerto yucateco de San Francisco de Campeche.

Aquí la depredación duró cerca de dos meses, pero las fuerzas reunidas por el gobernador de Yucatán, Juan Bruno Téllez de Guzmán, lograron expulsar a los filibusteros.

Mientras Yucatán sufría los embates de los corsarios, otra invasión de carácter más oficial se preparaba en el noreste de la Nueva España. En este caso, se trataba de los franceses, quienes, desde sus posesiones de la Nueva Francia, trataban de apoderarse de Texas, un territorio prácticamente abandonado por los españoles. Después de haber llegado a las bocas del Misisipi en abril de 1682 y denominado a aquel territorio Luisiana, René Robert Cavalier, señor de La Salle, propuso a la Corte francesa explorar las bocas del citado río desde el golfo de México y establecer en las riberas una colonia. Aprobado el plan, a fines de 1684 una flota de cuatro navíos al mando de La Salle llegaba a las costas de la Florida; desde allí intentaron llegar a las bocas del Misisipi, pero sin darse cuenta la expedición francesa las rebasó unas cien leguas, yendo a parar a una bahía que denominaron San Bernardo —conocida anteriormente por los españoles con el nombre de Espíritu Santo—, donde fundaron Fort Saint Louis. La Salle exploró la bahía y el territorio; pero una serie de infortunios tanto con la población indígena como entre sus propios hombres terminó con su asesinato (20 de marzo de 1687), cuando intentaba por tierra conectar con la Nueva Francia. Poco después, los indígenas exterminaron la guarnición francesa del fuerte San Luis.

Las actividades de La Salle en las costas septentrionales fueron conocidas en México pocos meses después.

El conde de Paredes pidió al gobernador de Cuba, Antonio de Viana Hinojosa, cooperación en la búsqueda de aquel establecimiento. Su localización fue encargada al piloto Juan Enríquez Barroto, quien fracasó en sus esfuerzos. A su vez la Corona, considerando que el establecimiento francés en las costas del seno mexicano era una seria amenaza a la seguridad del virreinato novohispano y que ponía en peligro las provincias norteñas, ordenó al marqués de la Laguna que a cualquier coste se reconocieran esas costas.

Sin embargo, sendas expediciones al mando del capitán Alonso de León, poco después gobernador de Coahuila, en junio-julio de 1686 y febrero-marzo de 1687, esta última ya en tiempos del virrey conde de la Monclova, resultaron también infructuosas.

También resultó ser un fracaso el intento de colonización de California ocurrido bajo el gobierno del conde de Paredes. A su frente estuvo Isidro Atondo y Antillón y en ella fueron varios misioneros jesuitas, entre ellos el padre Eusebio Francisco Kino, nombrado cosmógrafo de la expedición. Entre 1683 y 1685 se exploró gran parte de la costa y se levantaron algunos establecimientos. En los primeros días de febrero de 1686 el conde de Paredes convocó una Junta General de Hacienda en la que, tras discutir los informes escritos por Atondo y Kino, se determinó finalmente encomendar la empresa a los hijos de San Ignacio con un subsidio anual de la Corona. Sin embargo, los jesuitas rechazaron el proyecto, alegando que no podían aceptar la administración temporal de la empresa. Se decidió entonces proporcionar a Atondo un subsidio anual de 30.000 pesos calculados como presupuesto indispensable. Ya estaba a punto de emprenderse una nueva exploración por ambos personajes cuando fue necesario suspenderla por haber llegado de España una petición urgente de dinero y por haberse rebelado los tarahumaras en Nueva Vizcaya.

Un suceso curioso en el gobierno del conde de Paredes fue el acaecido en 1683, después de que los piratas saquearan Veracruz. Se presentó un supuesto visitador con el nombre de Antonio de Benavides. Fue descubierto en la ciudad de Puebla de los Ángeles por sus evidentes supercherías. Se le arrestó inmediatamente y, trasladado a la capital, se le tuvo prisionero un año y el 10 julio 1684 fue ajusticiado en la Plaza Mayor. El hecho hizo fomentar las murmuraciones populares contra el virrey y la Audiencia por haberse arriesgado a imponer la pena de muerte al que se consideraba por los vecinos como todo un visitador.

Hasta hoy permanece en el misterio la verdadera personalidad de Benavides, pues mientras unos afirman que fue un agente de los piratas, otros alegan que fue un impostor. Ese mismo año (5 de julio) la virreina parió un hijo, que —según el cronista Antonio de Robles— fue bautizado nueve días después en la catedral con el nombre de José María Francisco. Merece ser asimismo reseñado que durante el gobierno del conde de Paredes comenzó la erección del seminario conciliar de México, gracias a los 40.000 pesos que había destinado a tal efecto el capitán Diego Serralde, fallecido el 27 de marzo de 1682.

El 30 de noviembre de 1686, al final de su segundo período de mandato, el conde de Paredes fue sustituido en el mando virreinal por el conde de la Monclova, Melchor de Portocarrero y Lasso de la Vega.

Estuvo, por tanto, en el mando seis años y nueve días.

Su residencia produjo un gran número de documentos, entre ellos un informe muy detallado del juez de residencia.

En 1687 regresó a España, donde supo cómo proteger sus intereses. Según L. Hanke, tras un cuantioso donativo Carlos II le favoreció con los honores de la grandeza, que recibió de manos del Monarca en el Palacio Real de Madrid el 22 de junio de 1689; asimismo le fue conferido el puesto de mayordomo mayor de la Reina de España, doña Mariana de Baviera- Neoburgo, la segunda esposa del último Habsburgo español. Por último, a su hijo mayor se le dio el título de duque de Guastala.

Tres años después fallecía en Madrid el marqués de la Laguna (22 de abril de 1692). Su viuda, María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, abrazó la causa de los Habsburgo en la Guerra de Sucesión en España.

Ello le costó el destierro; murió en el exilio de Milán el 3 de septiembre de 1721.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Indiferente General, 514, lib. 2 (instrucción de gobierno); Escribanía, 229B (informe del Juez sobre su residencia).

C. Sigüenza y Góngora, Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe; advertidas en los monarcas antiguos del mexicano imperio, con cuyas efigies se hermoseó el Arco Triunfal que la muy noble, muy leal, imperial ciudad de México erigió para el digno recibimiento en ella del Excelentísimo Señor Virrey Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, etc. Ideólo entonces y ahora lo describe [...], Catedrático propietario de Matemáticas en su Real Universidad, México, 1680 [reed. en Obras históricas de Carlos de Sigüenza y Góngora, México, Porrúa, 1960 (2.ª ed.), págs. 225-361]; M. Rivera Cambas, Los gobernantes de México, t. I, México, 1872-1873, págs. 252-260; A. de Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), México, Porrúa, 1946, 3 vols.; J. I. Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes, México, Universidad Nacional Autónoma, 1959, 4 vols.; L. Hanke (ed.), Los virreyes españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria: México, t. V, Madrid, Atlas, 1978, págs. 91-92.

 

Patricio Hidalgo Nuchera