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Juan Alfonso de Polanco

Biografía

Polanco, Juan Alfonso. Burgos, 24.XII.1517 – Roma (Italia), 20.XII.1576. Jesuita (SI), secretario de los tres primeros prepósitos generales.

Sus padres eran Gregorio y María de Salinas. Fue enviado a los trece años a estudiar a París, donde escuchó las disciplinas de Humanidades y Filosofía, entre 1535 y 1538. De allí salió con el título de maestro.

En 1541, cuando el papa Pablo III ya había aprobado la Compañía de Jesús con la bula Regimini militantes ecclesiae, se encontraba en Roma como “scriptor apostolicus”.

Trataba de conseguir beneficios en España, con una formación eclesiástica adecuada en París.

Pero, al mismo tiempo, hizo los ejercicios espirituales —el recurso para entrar en la Compañía—, dirigidos por el jesuita soriano de Almazán, Diego de Laínez.

A partir de ahí, decidió convertirse en miembro de la Compañía de Jesús. Al mismo tiempo que escuchaba la Teología, repasaba en Padua las disciplinas propias de Filosofía entre 1542 y 1546. Se ordenó sacerdote en ese último año y ejerció su ministerio en Bolonia, Pistoya y otras ciudades de la región de la Toscana, donde trabajaron los primeros jesuitas. No todos los miembros de su familia aceptaron su pertenencia a la Compañía, pues su hermano Luis trató de que la abandonase, cuando se encontró con él en la ciudad de Florencia.

Su nombramiento como secretario de Ignacio de Loyola llegó cuando se hallaba ya en Roma, en los inicios de la primavera de 1547. Francisco Javier, por ejemplo, había ejercido estas funciones antes de su salida hacia Lisboa para embarcarse a la India. Las Constituciones que estaba elaborando el fundador de la Compañía afirmaban que el secretario, en este oficio, debía ser “memoria y manos” del general, y así ocurrió ininterrumpidamente por espacio de veintiséis años: “debría de ser persona de cuidado y juicio, y si se pudiesse, de doctrina, y que tuviesse presencia y modo de tratar de palabra y por letras con todas suertes de personas, y sobre todo que fuesse persona de confianza y amador de la Compañía en el Señor nuestro”. Juan de Polanco fue un auténtico auxiliar en los trabajos de su superior general, incluso un “inteligente coordinador, consejero e inspirador de proyectos”.

Se mostró, en su tarea, como un hombre de una gran capacidad de trabajo, como le ha definido Cándido de Dalmases, de una distinguida inteligencia, dotado de una bella y clara caligrafía y plenamente identificado con la misión de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros. Esa asociación continuó con sus sucesores Diego Laínez y Francisco de Borja hasta 1572. Muy pronto, después de haber asumido este trabajo, el propio Juan de Polanco escribió unas reglas para su propio oficio, tituladas “Del officio del secretario”.

En realidad, desde el principio fue un manifiesto colaborador con su superior Ignacio en la elaboración de las Constituciones, documento que necesitaba un tiempo prolongado de redacción. Polanco se mostró muy útil en la labor de preparación de documentación, pues estudió los diplomas que habían sido concedidos a la Compañía de Jesús y trabajó en profundidad sobre las reglas de las antiguas y anteriores órdenes religiosas. Así, el secretario Polanco se convirtió en un inminente hombre de leyes para los jesuitas. Sus “Industrias” se convirtieron en un anteproyecto de las deseadas Constituciones; al igual que “Constitutiones Collegiorum” (1548-1550) sirvieron de prólogo para la cuarta parte de las Constituciones, dedicadas a la enseñanza, embrión a su vez de la “Ratio Studiorum” que promulgó finalmente, en 1599, el quinto prepósito general Claudio Aquaviva.

Así, por espacio de tres años, estuvo trabajando en la redacción de un primer texto de las Constituciones de la Compañía. Un segundo texto, después de haber sido corregido por Ignacio de Loyola, fue presentado en 1551 a los padres profesos que se habían reunido en Roma. Además, Polanco intervino en un tercer texto definitivo y en su posterior traducción latina.

Sin duda, puede ser considerado el arquitecto de la piedra angular en el primer y más importante edificio que define a la Compañía de Jesús.

Desde esa dimensión de hombre de letras al servicio del Instituto, se entiende su trabajo de archivero, en realidad el primero de los que lo ejerció como jesuita y para los jesuitas. La Orden había nacido con una dimensión de perduración a través del estudio de su trayectoria y Polanco consideró esencial la sistematización de los documentos para la elaboración más o menos cercana de una historia. Así pues, también Polanco puede ser considerado como el primer historiador de los jesuitas. De esta manera, en 1548, redactó un Sumario del origen de la Orden, esta vez en lengua castellana, abarcando hasta 1541, en los días inmediatos a la bula pontificia de Pablo III. Prosiguió este Sumario, cronológicamente, en otro Sumario que llegaba hasta 1551, aunque esta vez en lengua italiana.

Restaba el “Chronicon” que ya redactó libre de disposiciones de gobierno. Como hombre de organización y gestión fue procurador y tramitador de los asuntos de la Compañía en la Santa Sede. En la dramática noche del 30 al 31 de julio de 1556, en la cual murió Ignacio de Loyola, Polanco fue el enviado para dar aviso del óbito al papa Pablo IV. Como hombre de dineros, ejerció de ecónomo de las casas de los jesuitas en los tiempos más complicados.

Intervino en la discusión que la Universidad de París, antigua alma máter de los primeros compañeros, interpuso a la Compañía de Jesús. Fueron cuatro doctores los que se oponían desde un decreto de 1 de diciembre de 1554, desde el que no compartían el reconocimiento de esta Orden. Polanco respondió a este posicionamiento a través de las letras, escribiendo una apología de la Compañía de Jesús. En 1555 era nombrado asistente general y tras la muerte de Ignacio de Loyola, el 31 de julio de 1556, vicario general, cuando se encontraba enfermo el que habría de ser el segundo prepósito general, Diego de Laínez, elegido en la congregación general I (1558). Fue entonces, cuando Polanco se convertía en asistente de España y admonitor del general. De esta manera, este burgalés continuó siendo la mano derecha del superior, pues acompañó a los que ejercieron este oficio en los viajes que efectuaron fuera de Roma. Así ocurrió con Diego de Laínez durante el coloquio de Poissy en Francia. Después participó en la última de las sesiones del Concilio de Trento, entre agosto y diciembre de 1563. La contribución de Polanco se cifró en un discurso sobre el sacramento del orden. También, cuando entre 1571 y 1572 Francisco de Borja tuvo que acompañar al cardenal legado Michele Bonelli en el viaje que realizaron a Francia, España y Portugal, Polanco hizo lo propio con Borja.

Apenas había llegado el prepósito general a Roma cuando falleció y de nuevo el secretario Polanco se convirtió en vicario general, convocando la celebración de la congregación general III en abril de 1573.

Fue entonces cuando, suponiéndose que el jesuita burgalés se iba a convertir en el cuarto superior general de la Compañía, el papa Gregorio XIII impidió esta supuesta elección, expresando su deseo de que el nuevo prepósito no fuese español. Detrás existía, no solamente, un capricho nacional, aunque el italiano Benedetto Palmio sí manifestó rivalidades nacionalistas.

Sin embargo, ciertos sectores no podían aceptar la condición de cristiano nuevo de Juan de Polanco, así como la actitud abierta que manifestaba hacia la entrada y presencia de éstos dentro de la Compañía. De esta manera, el jesuita portugués Leâo Henriques manifestó en sucesivas cartas al rey de Portugal, el adolescente Sebastián I, y al cardenal-infante don Enrique, la necesidad de impedir que un nuevo español se convirtiese en cuarto prepósito de la Compañía. De esta manera, el papa Gregorio XIII propuso para la elección al jesuita flamenco Everardo Mercuriano, respaldado por la mencionada congregación general III.

Polanco se vio libre de responsabilidades de gobierno y se dedicó a la redacción del Chronicon. Era una historia de la Compañía desde los orígenes hasta la muerte de Ignacio de Loyola, en la forma de anales.

Con los materiales que habrían de incluirse, se podrían elaborar las historias de las casas de la Compañía, así como reseñas de los jesuitas principales. Además, como hombre conocedor de Ignacio, Polanco redactó un esbozo en lengua latina de la “Vida” del fundador y primer prepósito general. No desconsideró la importancia de períodos más recientes y así, en el comprendido entre 1564 y 1573, lo hizo a través de los Commentariola. Polanco además, y no solamente en este período, se convirtió en un autor de referencia espiritual, pues escribió destacadas obras apostólicas y de aviso hacia la vida del cristiano, de la oración y de ayuda a los agonizantes y moribundos, no olvidando la importancia de los ejercicios espirituales. En 1575 le fue encomendada la visita a Sicilia, regresando después a Roma, donde falleció a los pocos meses.

 

Obras de ~: “12 Industrias con que se ha de ayudar la Compañía”, en Polanco Complementa Epistolae et Commentaria, Monumenta Historica Societatis Iesu, 2 vols.; “Industrias con que uno de la Compañía mejor conseguirá sus fines”, en Polanco Complementa Epistolae, págs. 776-807; Breve Directorium ad confessarii ac confitentis munus rite obeundum concinnatum, Roma, apud Antonium Bladum, 1554; Doctrina Cristiana, Venetia, Francesco Pampezzetto, 1570; Methodus ad eos adjuvandos qui moriuntur, Romae, apud Victorium Allanum, 1577; Monita vitae spiritualis, Colonia, 1622; Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu Historia, Chronicon, Madrid, excudebat Augustinus Avrial, 1894-1898, vols. 1-6; Polanco Complementa. Epistolae et Commentaria, Madrid, typis Gabrielis López del Horno, 1916- 1917, vols. 1-2; “Directorium tradendorum Exercitiorum”, Monumenta Historica Societatis Iesu, Sancti Ignatii de Loyola Exercitia Spiritualia et eorum Directoria, Madrid, typis Successorum Rivadeneyrae, 1919, págs. 829-846; Directoria, págs. 328- 346; “Quomodo ad exercitia spiritualia trahendi sint homines et disponendi”, AUG, ms. 477, 342-365; Tractatus de humilitatis virtute et de eius perfectione adquirenda, ARSI, Inst 15a, 64-186; Tractatus de beatitudine, Archivo Provincia de Toledo, Alcalá de Henares; “Chroniques de la Compagnie de Jesús”, en “Textes ignatiens, ser. 4”, 1975-1981, 6 vols.; La Compagnie de Jésus sous le gouvernement d’Ignace de Loyola, París, 1991.

 

Bibl.: P. de Leturia, “De ‘Constitutionibus Collegiorum’ Patris I. A. de Polanco ac de earum influxu in Constituciones Societatis Iesu”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 7 (1938), págs. 1-30; C. de Dalmases, “De scriptis historicis P.I. de Polanco”, en Fontes Narrativi de S. Ignacio de Loyola, vol. II, Roma, Monumenta Historica Societatis Iesu, 1943, págs. 23-39; C. Gutiérrez, Españoles en Trento, Valladolid, 1951, págs. 680-689; A. Martini, “Gli studi teologici di Giovanni de Polanco”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 21 (1952), págs. 225-281; P. de Leturia, “Lecturas ascéticas y místicas entre los jesuitas del siglo XVI”, en Arch. Ital storia pietà, 2 (1953), págs. 10-11 y 35-37; Cl. Englander, Ignatius von Loyola und I. von Polanco. Der Ordenstifter und sein Secretär, Regensburgo, 1956; M. Scaduto, “Uno scritto ignaziano inedito. Il ‘Del offiçio del secretario’ del 1547”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 29 (1960), págs. 305-328; F. Gilmont, Les écrits spirituels des premiers jésuites, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1961; J. Calveras, “Un ensayo primitivo de declaración de los Ejercicios, obra de Polanco”, en Manresa, 33 (1961), págs. 215-238 y 341-362; A. de Aldama, “La composición de las Constituciones de la Compañía de Jesús”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 42 (1973), págs. 201-245; Imagen ignaciana del jesuita en los escritos de Polanco, Roma, CIS, 1975; J. H. Amadeo y M. A. Fiorito, “Las Industrias del P. Polanco y las Constituciones S.I.”, en Stromata, 44 (1988), págs. 23-90; L. de Cañigral, “La traducción castellana del ‘Methodus’, una obra desconocida de Pedro Simón Abril”, en Al-Basit, 17 (1991), págs. 169-189; C. de Dalmases, “Polanco, Juan Alfonso de”, en Ch. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico Compañía de Jesús, vol. IV, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 3168-3169; F. García de Cortázar, Los perdedores de la Historia de España, Barcelona, Planeta, 2006.

 

Javier Burrieza Sánchez