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Antonio Vicent Dolz

Biografía

Vicent Dolz, Antonio, Castellón de la Plana (Castellón), 2.X.1837 – Valencia 9.VI.1912. Jesuita (SI), pionero de la acción social católica, biólogo.

Cursó estudios de Derecho y Letras en la Universidad de Valencia y en la misma ciudad ejerció la abogacía como pasante de Antonio Aparisi y Guijarro.

Ingresó en la Compañía de Jesús en El Puerto de Santa María en 1861, recién cumplidos los veinticuatro años. Tras su noviciado estudió Historia Natural en la Universidad de Sevilla (1863-1865) y la enseñó, junto con la Ética en Manresa (1865-1868). Apenas comenzados los estudios de Teología en Tortosa la Revolución Gloriosa le llevó, junto con sus compañeros, al exilio francés de Vals-près-Le Puy (1868-1869) y Aix (1869-1870). Entre 1870 y 1872, bajo la protección del obispo de Gerona, finalizó la Teología en Bañolas, donde fue compañero de Miguel Mir y Pablo Pastells y se ordenó de sacerdote el 24 de diciembre de 1872. Volvió a Francia, a Saint Chamand (Avignon) para hacer la Tercera Probación, año de reciclaje espiritual para los jesuitas al acabar el ciclo de sus estudios (1872-1873). Enseñó a continuación Sagrada Escritura y Hebreo a estudiantes jesuitas en los diferentes emplazamientos de los teólogos de la provincia de Aragón, primero en Francia (Château Saint-Cassian, 1874-1878) y luego en España: Veruela (1878-1879) y Tortosa (1879-1882). Las divergencias con el rector del Teologado, P. Jaime Nonell, a propósito de la interpretación de la encíclica de León XIII Aeterni Patris (1879), que potenciaba el neotomismo, y de la aplicación de la Ratio Studiorum jesuítica, motivaron el que su provincial, Ramón Vigordán, le desautorizase.

Esto y sus inclinaciones apostólicas hicieron que abandonase la docencia. Continuó un año más escribiendo en Tortosa y al curso siguiente (1883- 1884) fue destinado a Valencia. Para ampliar sus conocimientos de biología e histología viajó a Bélgica y Alemania (1884-1885). Aquí se puso en contacto también con las obras sociales católicas. De nuevo en Valencia, fue profesor de Historia Natural y Agricultura en el Colegio jesuítico. Allí montó un laboratorio biológico, un gabinete de Historia Natural y una biblioteca especializada, que gozaron de un merecido prestigio. Creó en el Colegio una Cátedra de estas cuestiones, que ofrecía cursos a profesores y médicos.

Estuvo en relación con Santiago Ramón y Cajal, potenció la vocación y formación científica de su sucesor, el P. Jaime Pujiula, fundador del Instituto Biológico de Sarriá, pronunció conferencias y publicó estudios: Noticias litológicas de las islas Columbretes, Manual teórico-práctico de Biología y De la vida y de los principales estados psicofisiológicos y psicolopatológicos del hombre (1892, reeditado en 1920, tras su muerte).

Su colaboración científica durante la epidemia de cólera que asoló Valencia en 1885 suscitó admiración y aprobación generales y contribuyó a despertar su segunda vocación, el apostolado social. Ya se sabe que le había influido la acción social de los católicos belgas y alemanes. De hecho, aunque siguió trabajando unos años en el campo biológico, gradualmente ocupan más su tiempo los asuntos sociales, que le atraían desde antiguo. Su tarea en los últimos veinticinco años de su vida (1886-1912) puede dividirse en tres períodos, solapados entre sí: cada uno está en germen en el anterior y, en parte, lo desarrolla y culmina. Son los Círculos Obreros Católicos (1886-1895), su empeño en la agremiación y federación de las obras católico- sociales (1895-1904) y sus últimos intentos como “sembrador para el futuro”: 1905-1912.

Su realización más conocida son los Círculos Obreros Católicos. Hay que descartar la hipótesis de que en 1864 fundase ya uno en Manresa. Ese año estaba en Sevilla. Llegó a Manresa el año siguiente, pero lo que allí fundó fue un Círculo religioso-literario con los alumnos del Colegio. En sus años de Tortosa (1879-1883) fundó diez Círculos, ya obreros. Se le habían adelantado el P. Pastells, que fundó uno en Alcoy en 1873 y el dominico Fr. Zeferino González, que los fundó en Córdoba. Vicent incorporó su experiencia europea y promocionó incansablemente esta obra por toda España, especialmente por Levante y Castilla la Vieja. Los Círculos fueron una obra de la Iglesia destinada a favorecer la asociación obrera, básica para los trabajadores, cuya fuerza estaba en el número. Tenían cuatro características: eran confesionales, interclasistas (unían a patronos y obreros), estaban desligados de cualquier partido político, y su finalidad era la promoción integral de los trabajadores como lo expresaban sus cuatro fines: religioso, instructivo, económico y recreativo. No eran un sindicato. En el aspecto económico crearon cooperativas de producción y consumo, mutuas, Cajas de Ahorro y pósitos.

Aunque no se tiene cifras exactas sobre su implantación se puede afirmar que, al menos, duplicaban en afiliados al único sindicato existente entonces, la Unión General de Trabajadores (UGT). Sobre la base de los Círculos y en su misma línea de actuación, se crearon asociaciones como la Asociación General para el estudio y la defensa de los intereses de la clase obrera, el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico- Obreras y el Centro de Defensa Social. En todas ellas colaboró el II marqués de Comillas. También se apoyó en los Círculos, en la ayuda del marqués y en el empuje del cardenal Sancha, arzobispo de Valencia, la Peregrinación de 1894, que llevó a Roma 18.500 obreros para agradecer a León XIII la publicación de Rerum Novarum. Para hacer llegar el contenido de la encíclica, además de muchas conferencias, Vicent publicó, de nuevo con la ayuda financiera de Comillas, un comentario popular, Socialismo y Anarquismo (1893), muy difundido, que se reeditó dos años más tarde. Los Círculos tuvieron que enfrentarse con dos tipos de dificultades: el empeño de los integristas en politizar la acción social y de adueñarse de los Círculos, contra el espíritu de su fundador, y la deserción de muchos patronos (Comillas fue una excepción), que perdieron interés por la obra. Como ella se sufragaba sobre todo con las aportaciones patronales, los Círculos pudieron conservar las actividades menos costosas: las religiosas, económicas y recreativas, pero no pudieron mantener las económicas, muy valiosas, que les daban una impronta diferente de otras obras sociales. Los católicos sociales tuvieron entonces que impulsar, en los umbrales del siglo XX, Sindicatos Católicos de clase. Únicamente en el campo se mantuvo el esquema (y a veces también el nombre) de los Círculos ya que en propiedades medianas y pequeñas, el patrón (dueño) coincidía con los trabajadores: él mismo o sus familiares próximos.

Para entonces había comenzado ya otra etapa de la acción social de Vicent: la agremiación y federación.

A causa de las realidades ya mencionadas (integrismo y deserción patronal) y también por influjo de León XIII, fue modificando la estructura de los Círculos transformándolos en Escuelas de Reforma Social: su Manual de las Escuelas de Reforma Social apareció en 1896 y se reeditó en 1911, un año antes de su muerte. Muy poco más tarde los convirtió en gremios profesionales, paso previo al sindicato. El de carpinteros de Valencia fue el modelo de otros. Simultáneamente se esforzó por federar las distintas obras sociales católicas. El ya mencionado Consejo General de las Corporaciones Católico-Obreras, creado en Valencia en 1893, se trasladó a Madrid dos años después para que la centralidad geográfica de su nueva ubicación favoreciese su labor de coordinación. Con el mismo objetivo volvió a recorrer las diócesis españolas, como había hecho para ir fundando Círculos en sus primeros años y para preparar la Peregrinación en 1894, esta vez para convocar Asambleas Diocesanas y para recabar colaboración de los párrocos, con frecuencia reticentes ante sus proyectos.

A partir de 1904, Vicent comenzó a transformar los gremios en sindicatos, aunque los agremiados no sentían especial necesidad de hacerlo. A partir de este momento, se ocupó sobre todo del mundo rural, donde el modelo primitivo de los Círculos se adaptaba mejor a la realidad. Con la colaboración de los párrocos intentó crear cooperativas y mutuas para rescatar parte del legado de los Círculos: su finalidad económica. Esta red dio lugar a la Sociedad Mutual y Agraria. Junto a esto siguió difundiendo su ideario social a través de las Semanas Sociales Españolas en su primera época (1906-1912). Nacieron tras los Congresos Católicos españoles (1889-1902), en los que las ideas y obras de Vicent estuvieron presentes en su sección social, las más interesante y fecunda de los Congresos, que por eso se continuaron en las Semanas.

La participación del jesuita fue más directa en éstas: no sólo participó en la primera, llamada entonces modestamente “Curso básico de cuestiones sociales”, sino que se empeñó en dar continuidad al intento.

Formó parte —fue uno de los dos vicepresidentes— de la Comisión Permanente que hizo posible que el proyecto continuase. No fue casual que la segunda Semana se celebrase en Valencia. La primera serie de Semanas Sociales duró hasta 1912, el año de la muerte de Vicent, aunque la última se celebró cuando él ya había muerto. Su ideario social se fue difundiendo, además, de a través de las Semanas, por medio de la revista La Paz Social y de las cátedras de Sociología (Doctrina Social de la Iglesia). Al volver de la Semana Social de Sevilla (1908), ya enfermo, escribió el folleto Eficaz remedio contra los males sociales: los Ejercicios sociales. Siempre había insistido en el carácter religioso de su apostolado social, pero en sus últimos años quiso subrayar la eficacia de los principios de San Ignacio de Loyola como alma de su acción social: los incluyó en la segunda edición de su Manual de Reforma Social. A la vez continuó agrupando las obras existentes, según los modelos de la Unione Popolare italiana y de la Volksverein alemana. Puso las bases de la Hermandad de la Sagrada Familia de Propagandistas Católico-Sociales. Creó la Agremiación Sacerdotal Nacional, alentando a los párrocos para que impulsasen cooperativas y fábricas. Meses antes de su muerte intentó dar vida a una Federación Agraria Católica Nacional. Su influencia llegó también a los legisladores que regularon las cooperativas, los sindicatos y la previsión social por parte del Estado.

Vicent estuvo muy en contacto con otros católicos sociales. Severino Aznar lo calificó como el patriarca del catolicismo social español. Fue el primero que creó obras estables de la Iglesia a favor de los trabajadores.

Y suscitó vocaciones para la acción social: el propio Aznar es una de ellas. Colaboraron con Vicent, además de Comillas y Aznar, Rodríguez de Cepeda, Vázquez de Mella, Carlos Martín Álvarez, Salvador Minguijón, Antonio Monedero y algunos hermanos suyos jesuitas, especialmente Sisinio Nevares, Luis Chalbaud y Juan Antonio Zugasti. Tuvo una correspondencia abundante con Andrés Manjón y también con Dolores Rodríguez Sopeña, fundadora de las Damas Catequistas.

Algunas de estas colaboraciones estuvieron muy lastradas por la división de los católicos, el cisma integrista.

Dentro de las causas políticas estuvo también la insobornable independencia de Vicent, que, aunque no era carlista, era menos dinástico que Comillas y la mayoría de los directivos del Consejo Nacional. Influyeron también las distintas tendencias de la acción católica social en la España de esos años. Vicent se fue abriendo a puntos de vista que no compartían otros católicos sociales: la necesidad del sindicato católico de clase, su interconfesionalidad, el salario familiar, la cogestión y la participación del trabajador en los beneficios de la empresa. En algunos de estos puntos su pensamiento iba por delante del de muchos que estaban en el mismo campo. Algún peso tuvo también su carácter, sensible y visceral, autoritario a veces por el empeño que ponía en llevar a la práctica sus convicciones.

Con su hermano de Orden, el P. Gabriel Palau, las distancias fueron ideológicas y personales. De hecho, en la única Semana Social en la que Vicent no intervino fue en la celebrada en Barcelona (1910). Palau había comenzado en 1905 la Acción Social Popular.

La jerarquía eclesiástica y jesuítica y buena parte del Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras le miraban como una promesa de renovación y le apoyaban más que a Vicent, que era, además, un luchador tenaz, sensible, a veces menos prudente y político y no se doblegaba fácilmente.

Esta desconfianza de parte de sus superiores, eclesiásticos y jesuíticos, no fue constante y estuvo muchas veces contrapesada por la conciencia del bien que hacía y por sus éxitos. A los superiores jesuitas les preocupaba su actividad, tan pública y audaz, y a veces las posibles repercusiones económicas de sus iniciativas.

La jerarquía eclesiástica, en España y en Roma, miró a veces con aprensión los intentos de unión de los católicos que no controlaba directamente. Vicent potenciaba la autonomía seglar, pero siempre fue jerárquico.

También les preocupaba que el jesuita no fuese tan declaradamente dinástico como otros católicos sociales. Vicent no era carlista ni integrista. Tuvo alguna cercanía ideológica al carlismo en su juventud pero fue independiente siempre. Mantenía además buenas relaciones con la Reina Regente y con algunos políticos liberales y, gracias a ellos, consiguió que se reconociese a la Compañía de Jesús como orden docente y que los jesuitas pudiesen formar parte de los tribunales de exámenes. Vicent era independiente de los partidos pero mantenía relaciones muy cercanas con el dinástico Comillas y con el carlista Aznar. Y no precisamente porque fuese diplomático. Es explicable que en el ambiente enrarecido de la división de los católicos, especialmente los años del pontificado de Pío X en los que los Cardenales Merry del Val y Vives i Tutó dirigieron normas sobre esto a los católicos españoles, muchas posturas despertasen recelos.

Además por estos años el cardenal primado, Aguirre, quería conseguir la unión de todas las obras sociales de la Iglesia y no miraba con agrado cualquier iniciativa en este sentido que él no pudiese dirigir. Por otra parte, Palau era entonces un valor emergente y Vicent estaba en su ocaso.

Es mérito indudable de Vicent haber iniciado la primera obra eclesial estable de carácter social. Captó la importancia de la asociación para los obreros y pretendió colaborar a su promoción integral: religiosa, económica, instructiva y recreativa. Fue propagandista incansable que recorrió en varias ocasiones la Península para movilizar personas que secundasen sus ideas. Tuvo un indudable poder de atracción. Contó con los párrocos y movilizó a los seglares. Estuvo en constante renovación de sus propias ideas y abrió muchos caminos nuevos. Personalmente fue hombre de fe sólida y esta fe movió su acción. Como religioso fue obediente en más de una ocasión, cuando sus superiores sentían aprensiones ante una actividad tan pública y audaz. No tuvo un sucesor directo, en parte por los rasgos personales de su carácter, pero tuvo discípulos fieles. Y su obra y sus intuiciones le sobrevivieron.

 

Obras de ~: “Noticia litológica de las islas Columbretes”, en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural (Madrid), XIV (1885), págs. 173-183; Estudios biológicos de la vida y de los principales estados psico-fisiológicos y psico-patológicos del hombre, Valencia, José Ortega, 1892; Socialismo y Anarquismo, Encíclica de Nuestro Santísimo Padre León XXIII “De Conditione Opificum” y los Círculos Obreros Católicos, Valencia, José Ortega, 1893 (2.ª ed. 1895; ed. anotada y comentada por J. M. Cuenca Toribio, Madrid, Narcea, 1972); Manual de las escuelas de Perfección cristiana y de reforma social, Valencia, Manuel Alufre, 1896 (2.ª ed. 1911); “Algunas notas sobre las bacterias. La digestión en las plantas del género ‘Nepenthes’” y “Dybowscella baicalensis”, Razón y Fe (RyF), 2 (1902), págs. 124-127 y 413-414, respect.; Estatuto del Gremio de Labradores o Sindicato Agrícola, 1904; La Agremiación dentro y fuera de los Círculos Católicos de Obreros, 1905; El Problema agrario resuelto por los sindicatos agrícolas: manual práctico para la fundación de sindicatos agrícolas. Conferencias pronunciadas por ~, Zaragoza, Mariano Escart, 1906; Cooperativismo Católico. Cooperativas de consumo de crédito y de producción, Valencia, Imp. y Lit. de José Ortega, 1906; El problema agrario resuelto por los sindicatos agrícolas, Zaragoza, 1906; Conferencias pronunciadas por el P. Antonio Vicent, S.J. en el primer curso social inaugurado en Madrid el 2 de mayo de 1906 en el centro de Defensa Social, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, 1907; Eficaz remedio contra los males actuales: los Ejercicios sociales, Valencia, Tipografía Moderna, 1911; Parábolas sociales de Ntro. Señor Jesucristo: breve exposición hecha en la IV Semana Social de España celebrada en Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, Imp. de Juan Balado, 1911.

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Rafael María Sanz de Diego, SI

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