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Juan de Vergara

Biografía

Vergara, Juan de. Toledo, 4.IX.1492 – 20.II.1557. Canónigo, teólogo, catedrático, helenista, humanista erasmista.

Aunque no existen datos plenamente rigurosos sobre la fecha de nacimiento y sobre su origen, parece verosímil afirmar —a partir de la información de su epitafio— que vino al mundo en la fecha señalada de 1492, y que procedía de una familia conversa de ascendencia judía por vía materna. Se ha especulado que su familia era oriunda de Cortona (Italia), que su abuelo se instaló en Medina del Campo y que su padre se trasladó a Toledo donde contrajo matrimonio.

Tanto él como sus hermanos mostraron una gran inclinación por el estudio de las lenguas griega y latina. Francisco, considerado uno de los grandes maestros del helenismo español, fue catedrático de Griego en Alcalá entre 1521 y 1541, editó varios textos griegos, entre ellos una gramática, y trabajó en la traducción de la Historia Etiópica de Teágenes y Clariclea escrita por Heliodoro. Bernardino de Tovar, infatigable propagandista del culto interior, hombre de letras que se vio implicado en las causas de alumbramiento de la beata Francisca Hernández, e Isabel, quien leía griego y latín y conocía las obras de Erasmo.

Su carrera eclesiástica es conocida, si bien de forma sumaria, a través de su testamento, donde informa de los diversos cargos sacerdotales que desempeñó a lo largo de su vida: arcipreste en Santa Olalla, cura en Torrelaguna y en Camarma de Esteruelas con su anexo Villaviciosa, beneficios en Alcabón, Novés, Tortuero y La Puebla. Tras su nombramiento como canónigo de la Colegial de Alcalá, la culminación de su trayectoria eclesiástica le llegará al obtener una canonjía en la Santa Iglesia Primada de Toledo, por concesión del arzobispo Alonso de Fonseca, que conservará hasta el final de sus días.

Ingresó en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la recién creada Universidad Complutense en 1514 como colegial, donde realizó estudios de Filosofía, fue maestro en Artes, obteniendo posteriormente el grado de doctor en Teología. El nombramiento en 1516 de secretario del cardenal arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, le vinculará de manera intensa con el proyecto universitario cisneriano y con algunas de las iniciativas más señeras como la Biblia Políglota. Colaboró junto al comendador Hernán Núñez y el burgalés Bartolomé de Castro, los tres latinistas y helenistas, en la corrección de la Vulgata. Igualmente, hizo la traducción interlineal del texto griego de los Proverbios, de la Sabiduría, del Eclesiastés, de Job y de otros libros. Por indicación del cardenal Cisneros, recibió el encargo de editar las obras de Aristóteles en griego con versión latina traduciendo entre 1514 y 1515 las obras De Ánima, Física y Metafísica. También tradujo del hebreo al latín Salomonis libros et Jesu Sirach. Estaba tan familiarizado con las lenguas clásicas que despertó la admiración de Erasmo y Vives. Ejerció a veces el oficio de copista —el Enchiridion de Epícteto y las obras de Arquímedes— y formó una modesta colección de códices griegos.

A la muerte del primado toledano, se mantuvo en su cargo de secretario del nuevo arzobispo Guillermo de Croy, motivo por el cual se trasladó en 1520 a Flandes donde tendría lugar un hecho decisivo en su trayectoria intelectual, el conocimiento personal de Erasmo de Rótterdam, quien sin duda alguna ya le era familiar desde su etapa de estudiante. Defendió ante Erasmo a Diego López de Zúñiga y a Sancho Carranza, autores de obras (Annotationes, el primero y Opúsculo, el segundo) donde se atacaba el pensamiento del holandés. Recorrió varias ciudades, Brujas, Lovaina, Basilea, en las que tuvo oportunidad de entrar en contacto con Juan Luis Vives, español de gran prestigio en la república de las letras. En 1521, acompañando a su señor, estuvo en Worms con ocasión de la Dieta en la que se intentó la retractación de Lutero; de entonces, más adelante recordaría la admiración que el reformador despertaba en todos, en particular en los hispanos si bien él nunca “quiso dar un paso por le ver” y jamás compró un libro suyo a pesar de las facilidades que encontró en Alemania. A principios del verano de 1521, fue a Bruselas para, posteriormente, en 1522 regresar a España formando parte del cortejo que acompañaba a Carlos V.

Durante su estancia en Brujas en 1520, Vergara se entrevistó con Erasmo. Para introducirle en la atmósfera erasmiana que se respiraba en Brujas, contó con la ayuda inestimable de Juan Luis Vives, quien le pone en contacto con los hombres más acreditados y con el que trabará una sólida amistad.

Con el maestro rotterdano, Juan de Vergara mantuvo una fluida correspondencia a lo largo de los años, a través de la cual le enviaba obras de erasmistas como Alonso Ruiz de Virués, o le narraba la agitación antierasmiana desatada por las órdenes monásticas que dará origen a la conocida conferencia teológica de Valladolid en 1527.

Su admiración por el humanista holandés queda patente en los continuos elogios que lanza sobre su talla intelectual, sobre el culto entusiasta que se la da entre los sabios europeos, usando sus propias palabras, “profeso verdadero amor y veneración por el celo infatigable de este anciano, por su pasión increíble de las letras, por su vida y trato, verdaderamente dignos de un sabio”. Un último dato ilustra respecto al apego que sentía por su maestro. Entre las pinturas que deja en el inventario de sus bienes en 1557, figura “un retrato de Erasmo en una tablilla”, junto a otros dos de quien fue uno de sus grandes benefactores, el arzobispo Fonseca, más uno propio.

Cuando vuelve de Flandes y tras la muerte de Nebrija y la huida del comendador griego Hernán Núñez por su compromiso con la causa comunera, el Colegio de San Ildefonso de Alcalá le ofrece las cátedras de griego y latín, que él declina, dado que inicialmente recién regresado de los Países Bajos lo que más desea es descansar.

Entre 1522 y 1525, el prestigio de Erasmo en España alcanza una de sus cotas más elevadas, sobre todo en Alcalá, y Vergara se convertirá en el lazo de unión entre los erasmistas de la Corte y de la Universidad de Alcalá. Proclamado arzobispo de Toledo, Alonso de Fonseca, prelado cortesano en quien Erasmo encontrará un firme apoyo, quiere a un humanista por secretario, y ofrece el cargo a Vergara quien durante meses con sucesivas evasivas lo rechaza, aunque finalmente lo aceptará.

En 1530, recién establecido en Toledo, Juan de Vergara se vio inmerso en un proceso del Santo Oficio en el que se le imputan numerosas acusaciones, entre las que sobresalen su inclinación luterana, su excesiva amistad con Erasmo, proximidad a las ideas alumbradas, comprar libros sospechosos en el extranjero, sospechas de observancia de los preceptos eclesiásticos —oración vocal y horas canónicas—, indulgencias, acción de los sacramentos, celebrar la misa sin rezar, la confesión no era de derecho divino, cargo sobre las Bulas, actitud de rechazo contra los frailes, soborno al tribunal inquisitorial. A pesar de la defensa que hizo llena de seguridad en sus conocimientos teológicos, no exenta de una actitud orgullosa mezclada con arrebatos de ira, la sentencia será de abjuración de vehementi en el cadalso en auto de fe celebrado en Zocodover el 21 de diciembre de 1535, multa de 1500 ducados y un año de prisión, que pasará en el Monasterio de San Agustín y luego en la Catedral de Toledo. El 27 de febrero de 1537 recobra la libertad plena, tras cuatro años de confinamiento.

Con ocasión de la instauración del estatuto de limpieza de sangre en la Catedral de Toledo por iniciativa del arzobispo Juan Martínez de Silíceo, en 1547, Juan de Vergara obtendrá un protagonismo que le acarreará numerosos disgustos y enfrentamientos. El estatuto fue aprobado por veinticuatro votos a favor y diez en contra, entre ellos el del deán Diego del Castillo, el capiscol Bernardino Zapata, el maestrescuela Bernardino de Alcaraz y el de Vergara. El cardenal Silíceo se dedicó a desacreditar a la decena de canónigos díscolos. De Juan de Vergara no vaciló en traer a la memoria el auto de fe de 1535 en el que se vio condenado. A ello añadía su origen judío y el hecho de tener en prisión (Santo Oficio) a su hermano Bernardino Tovar. Vergara era autor de una memoria de contradicción que parece haberse perdido. Sicroff apunta la posibilidad de que fuera el Voto de un canónigo reproducido por Baltasar Porreño (Defensa del estatuto de limpieza que estableció en la Iglesia de Toledo el cardenal Silíceo, manuscrito). El estatuto encontró cierta hostilidad fuera de las fronteras españolas, instigada por los canónigos conversos que se habían opuesto a su implantación y desde Francia un fraile franciscano Henry Mauroy escribió una Apología contra la nueva norma, sus seguidores y el mismísimo cardenal Silíceo. Se sospechaba que uno de los instigadores, sino el mismo autor, fue el doctor Vergara, canónigo que se había opuesto con vehemencia a la implantación de la limpieza de sangre.

En esta época, la ciudad de Toledo vivía un momento de fuerte impulso intelectual al que no fue ajeno Juan de Vergara. En la primera mitad del siglo XVI existió en la ciudad del Tajo un círculo literario compuesto, con diferente grado de implicación, por personajes como Sebastián de Horozco, Diego López de Ayala, canónigo obrero de la catedral toledana, Alvar Gómez de Castro, algunos de los cuales tenían gran amistad con Juan de Vergara. No es erróneo establecer una cierta afiliación erasmista en muchos de los componentes de esta “cofradía” como la cita Horozco en su Cancionero.

Toledo, ciudad universal y floreciente en el siglo XVI, albergó a un grupo de helenistas, eruditos y cultos, que tuvo el principal foco en la Universidad de Santa Catalina, donde se creó una Cátedra de Griego ocupada por prestigiosos estudiosos: Alvar Gómez de Castro, Andrés Schot, Pedro Pantino, Antonio de Covarrubias. Precursores que dieron un fuerte impulso al estudio del griego fueron los hermanos Vergara, Francisco y Juan. Otro capítulo importante sobre el helenismo toledano está reflejado en los copistas que trabajaron en la ciudad para abastecer de obras griegas a las colecciones de eruditos, profesores y helenistas. Entre estos copistas estaba Juan de Vergara al que se añadirá a su primo Alfonso de Cortona, quien copió las Historias de Herodiano (1540). El tercer aspecto significativo del helenismo toledano fue el de las colecciones de códices, una de las cuales, aunque modesta, propiedad del doctor Vergara.

La erudición, su pensamiento cosmopolita, su afición y entusiasmo por las letras se detecta a través de la tipología de los sesenta y ocho libros que configuraban su biblioteca y que fueron vendidos en almoneda pública después de su fallecimiento. Predominan los textos del mundo clásico, retórica y lengua (latina y griega), religión, ciencias y artes y hay una práctica ausencia de obras en castellano, excepto la Biblia de Enzinas. De Erasmo tenía Apotegmata, Annotationes, Enchiridion, Nuevo Testamento, Annotationes sobre el testamento nuevo. Igualmente poseía obras de humanistas como Pomponio Mela, Lorenzo Valla, Mártir de Anglería. Su erudición y su afición a las ciencias queda patente con la presencia de tratados de matemáticas, medicina, cosmografía, agricultura. A estas obras habría que añadir una docena de libros griegos y latinos que dejó en el testamento a su primo Alonso de Cortona, al igual que la concesión a su hermana Isabel para que eligiera otra docena de libros latinos o de romance para su lectura y no para darlos o venderlos.

Una formación tan amplia explica que sus estudios no sólo se centraran en aspectos filológicos como los que realizó en Alcalá, o en la publicación pormenorizada y erudita del Tratado de las ocho questiones del templo en respuesta a una carta dirigida por el duque del Infantado proponiéndole ocho interrogantes sobre la reparación del templo de Salomón, sino también en escritos tan singulares como la Callioperria, un poema épico de carácter paródico cuyo protagonista central es Cérbero, el perro guardián del Averno clásico. Vergara se esconde bajo el jocoso seudónimo de Spurius Nasonius Saluomensis, jugando con el modelo imitado de Ovidio (Publius Ovidius Naso Sulmonensis). Está dedicado a un “nobilísimo poeta” que evoca fónicamente a Cicerón, en su calidad de crítico literario y editor. Se escribió en la primera mitad del siglo xvi, entre 1522 y 1556, y por su género supone un caso único dentro de la poesía épica neolatina española. La influencia erasmiana de su autor se transparenta en la fina ironía que pone en boca de algunos personajes al criticar temas refutados por Erasmo, como la superstición, los vaticinios o el culto a las reliquias. No hay que perder de vista la importancia de las numerosas cartas que escribió a través de las cuales expresa su pensamiento erasmista.

Juan de Vergara falleció en Toledo, la ciudad que le vio nacer, en 1557 tras otorgar sus últimas voluntades en las que dejaba como heredero universal al Hospital de la Visitación de Nuestra Señora, también conocido como el Hospital del Nuncio, fundado por el canónigo Francisco Ortiz, para atender a dementes. Fue enterrado en la capilla de San Pedro bajo una lápida en cuyo epitafio se recogían sus cualidades de canónigo, doctor y eximio hombre de letras. A pesar de las inevitables controversias en que se vio sumido, gozó del reconocimiento de sus coetáneos quienes como Rodrigo Manrique, hijo del inquisidor general, resaltó en carta escrita desde París a Vives “la distinción de su espíritu, su erudición superior y (lo que cuenta más) su conducta irreprochable”. Otro humanista, Constantino, recuerda a Vergara “por su franqueza de espíritu, por su humor espontáneo, por sus ocurrencias”; Alvar Gómez lo califica de “varón excelente en todos los aspectos” y el maestro Vives escribió que “era hombre de una erudición tan rara como inasequible a la generalidad, así como de un juicio tan exacto, que supera a cuanto pueda decirse”.

 

Obras de ~: Tratado de las ocho questiones del templo propuestas por el Ilmo.Duque del Infantadgo: respondidas por el Doctor Vergara, canónigo de Toledo, Toledo, 1552; Representación original que con otros capitulares dio al Consejo de Castilla contra el estatuto de Siliceo (inéd.); Callioperria y Ad Dominum Baldum (poemas macarrónicos), (inéd.); Epigrammata (inéd.); Salomonis libros et Jesu Sirach (inéd.); De Ánima, Física et Metafísica (inéd.); De Academia Complutensi (inéd.).

 

Bibl.: M. Serrano y Sanz, “Juan de Vergara y la Inquisición de Toledo”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (RABM), 5 (1901), págs. 896-912; 6 (1902), págs. 24-42 y 466-486; M. de la Pinta Llorente, “Una testificación del erasmista Alonso de Virués contra el doctor Juan de Vergara”, en La Ciudad de Dios (CD), septiembre-diciembre de 1941, págs. 345-355; “El humanista toledano Juan de Vergara”, en CD, mayo-agosto de 1942, págs. 365-373; El erasmismo del Dr. Juan de Vergara y otras interpretaciones, Madrid, Sánchez, 1945; J. E. Longhurst, “Alumbrados, erasmistas y luteranos en el proceso de Juan de Vergara”, en Cuadernos de Historia de España (Buenos Aires), fasc. XXVII (1958), págs. 99-163; fasc. XXVIII (1958), págs. 102-165; fasc. XXIX-XXX (1959), págs. 266-292; fasc. XXXI-XXXII (1960), págs. 322-356; fasc. XXXV-XXXVI (1962), págs. 337-353; fasc. XXXVIIXXXVIII (1963), págs. 356-371; M. Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo xvi, México, Fondo de Cultura Económica, 1966; J. L. Abellán, El erasmismo español, Madrid, Las Ediciones de el Espejo, 1976; J. M. Lasperas, “Librería del doctor Juan Vergara”, en RABM, n.º 79 (2) (1976), págs. 337-352; M. Bataillon, Erasmo y el erasmismo, Barcelona, Crítica, 1978; Albert A. Sicroff, Los estatutos de limpieza de sangre, Madrid, Taurus, 1985; V. Becares Botas, “Cartas de Alvar Gómez a Juan de Vergara”, en Helmántica. Revista de Filología Clásica y Hebrea, n.º 46 (1995), págs. 539-545; A. Fernández Collado, La catedral de Toledo en el siglo XVI, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y estudios Toledanos (IPIET), 1999; G. de Andrés, Helenistas del Renacimiento en Toledo, Toledo, IPIET, 1999; R. Sánchez González, Iglesia y sociedad en la Castilla moderna: El Cabildo catedralicio de la Sede Primada (siglo XVII), Cuenca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2000; J. M. Domínguez Leal, “La influencia de la poesía macarrónica en la poesía latina humanista en España: la Callioperria de Juan de Vergara”, en Myrtia: Revista de Filología Clásica, n.º 17 (2002), págs. 297-312.

 

Ramón Sánchez González

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