Egaña Risco, Juan. Lima (Perú), 31.X.1768 – Santiago (Chile), 20.IV.1836. Jurista, catedrático, político, intelectual de la emancipación, redactor de las Constituciones chilenas de 1811 y de 1823.
Hijo del chileno Gabriel Jorge de Egaña y de la peruana, limeña, Josefa Risco, nació en Lima y estudió Jurisprudencia en la Universidad de San Marcos, donde se graduó en Cánones y Leyes en 1791, inscribiéndose como abogado ya desde dicho año. Obtuvo el doctorado después y llegó a ser, siempre en Lima, profesor de Filosofía, Teología y Derecho. Al morir su madre, se trasladó, con su padre, a Chile, donde se radicó en la Capitanía General, en Santiago. Muy pronto empezó a prestar servicios en la Real Universidad de San Felipe, donde desempeñó las cátedras de Latín y la de Retórica y Elocuencia.
Hombre de gran inteligencia y vasta cultura, además de políglota (dominaba al menos seis lenguas), se adhirió al espíritu de la Ilustración que llegaba raudo desde Europa y su mente empezó a pensar pronto en el espíritu patrio, constituyéndose en un patriota ilustrado. Su vida pública está ligada a los albores de la patria chilena. R. Ezquerra (1979) lo define como “Ideólogo, sin dotes políticas ni perceptor de la realidad, estaba persuadido de que las leyes y la enseñanza podían en breve conseguir el desarrollo económico europeo y, demasiado idealista, proponía la mejora de costumbres y de la justicia, un congreso hispanoamericano y un ejército reducido, por temor al militarismo” (I, 1.211). Amunátegui Solar (1924) dice que “Juan Egaña, mucho antes que Bolívar, lanza la idea de una federación hispano-americana” (pág. 43).
Le correspondió participar en los acontecimientos de la independencia de Chile. Al constituirse la primera Junta de Gobierno, el 28 de septiembre de 1810, siendo ya senador, se le pidió un programa político, y él redactó una Constitución, con un proyecto de derechos del pueblo chileno, cuyo título define su actitud y pensamiento. En ella recomendaba el fomento de la industria nacional y propugnaba la más absoluta libertad comercial, sin darse cuenta de que se podía perder el mercado del Perú, que era la base en que se sostenía la economía exterior chilena.
En 1811 fue nombrado diputado por Melipilla y formó parte del primer Congreso Nacional. Los primeros gobiernos, a tenor de su primera Constitución, fueron débiles, lo que precipitó la invasión realista española de 1814. Había formado un grupo ideológico y de acción con tres grandes políticos, que fueron Bernardo O’Higgins (1776-1842), fray Camilo Henríquez González (1764-1815) y José Miguel Carrera (1786-1821). Ejerció el periodismo político en el diario La Aurora de Chile, fundado por Henríquez González, primer periódico chileno, donde colaboró “con visionarios artículos” y redactó otra Constitución en 1812, a la que se llamó simplemente “Reglamento Provisional”. En 1813 fue gestor del proyecto del Instituto Nacional (que era la reunión de tres centros docentes con la Universidad de San Felipe) en el que se darían todas las disciplinas científicas y humanísticas. También en este año de 1813, muy activo para Egaña, formó parte de la Junta de Gobierno, equivalente a un consejo de ministros, y fue presidente del Senado.
Llegó la reacción española de 1814 y el peligroso idealista, más que peligroso político, Juan Egaña, fue desterrado, por orden de Mariano Osorio, a la pequeña isla Más Afuera del muy alejado archipiélago de Juan Fernández en el Pacífico, con un centenar de destacados compatriotas (entre ellos José Antonio de Rojas Untuguren, el más senecto de todos, y Mariano Egaña, su propio hijo, nacido en 1793, uno de los más jóvenes). Allí escribió Egaña El chileno consolado [...] En la Historia de Chile [...], de D. Barros Arana (vol. X, 1889) se dedican varias páginas, basadas en textos de El chileno consolado, a narrar las penalidades de los confinados, en las épocas de grandes temporales, o cuando un incendio en casas de madera se produjo cerca de un polvorín; de la angustia fallecieron dos confinados (quizás por infartos).
Después de la victoriosa batalla de Chacabuco (12 de febrero de 1817) los patriotas chilenos enviaron la corbeta Sebastiana para rescatar a los desterrados y devolverlos al continente. Inmediatamente, Egaña continuó con su labor de servicio al país y volvió a sus cátedras en la Universidad de San Felipe. Después de la caída de O’Higgins, el nuevo dictador, Ramón Freire Serrano (1787-1851), nombró primer ministro a Mariano Egaña, el joven hijo de Juan Egaña, un hijo que había sido educado por su padre y era como un trasunto del mismo. Ello se comprueba por la importante correspondencia cruzada entre ambos, padre e hijo, que se ha publicado en el siglo xx: Cartas de don Juan Egaña a su hijo Mariano, 1946, y Cartas de Mariano Egaña [a su padre], 1948).
El prestigio de que gozaba Egaña como jurisconsulto hizo que se le volviera a encargar la redacción de otra nueva Constitución, la de 1823, que fue redactada y jurada en el citado año y a la que se le dio el mote de “Constitución Moralista”. En ella Egaña, siempre un idealista, elevado a un mundo abstracto, volvió a sobresalir. Aparte de constituir un director supremo (en vez de llamarlo presidente de la República), un Senado permanente y una Cámara de Diputados, que se convocaría solamente en casos muy especiales, proponía Egaña una especie de reglamentación de la vida tanto pública como privada, con el propósito de alcanzar el bien común, la solidaridad y la moralidad en todos los actos. Esta nueva Constitución apenas duró medio año, pues el presidente Freire la derogó alegando que era inaplicable por completo, debido a su gran complejidad. Y Freire asumió la dictadura, cosa más expeditiva y fácil de aplicar.
La autoestima de Egaña sufrió un duro golpe cuando fue derogada su cuidada Carta Magna; siguió como catedrático en la universidad y con sus polifacéticos escritos. En 1824 fue nombrado senador. Y en 1825 fue diputado por Santiago. A partir de 1826 empezó a publicar en Londres su Colección de algunos escritos políticos, morales, poéticos y filosóficos, en cuatro volúmenes, que fueron continuados con otros dos volúmenes más en Burdeos, en 1836, año de su muerte. Por desgracia, esos seis volúmenes, aunque contienen obras fundamentales, distan mucho de ser unas “Obras completas”, pues Juan Egaña escribió bastante más de todo lo que aparece en esos seis volúmenes de su Colección [...].
Respecto a sus obras, empezó su vida de escritor con un tratado técnico, como secretario del Tribunal de Minería (Informe anual que presenta la Secretaría de este Real Tribunal...) un manuscrito fechado en 1803, que fue publicado en 1894. En el conjunto de sus obras aparece tanto la poesía (por ejemplo, La Fernandina) como el teatro (El amor no halla imposibles).
Estas obras literarias se encuentran en sus volúmenes de Colección de algunos escritos [...] (Londres-Burdeos, 1826-1836). Era buen escritor de ensayos (como ejemplo, sus Cartas pehuenches [...], 1819). Escribió en latín un tratado de filosofía (Tractatus de re Logica, Metaphisica et Moral [...], 1827), aparte de que en El chileno consolado [...] y en Ocios filosóficos [...] hay buenos materiales filosóficos. También se ocupó de la Historia (Épocas y hechos memorables de Chile [...], otro manuscrito, que fue publicado en 1857 y en 1911). Y todos los ejemplos anteriores forman parte de lo que no son sus escritos políticos, que es el terreno donde mejor se desenvolvía. Finalmente, se debe clasificar en un apartado especial las redacciones de sus Constituciones, por lo que puede llamársele, con toda razón, escritor constitucionalista. “La Historia lo recuerda como el principal legislador de los primeros tiempos de la República de Chile” (Amunátegui Soler, 1934: 49). “Hombre de vasta cultura y prolífica producción Egaña fue un enciclopédico que integró junto con Camilo Henríquez [González (1769-1825)] y Manuel de Salas [Corbalán (1754-1840)] el ‘trío de las luces’ en la etapa de la Independencia” (Enciclopedia de Chile. Diccionario, I, 2002).
Su hijo Mariano Egaña, aunque todavía criollo, por haber nacido en 1793, como se ha dicho, tiene ya poco o nada de español y sí un todo chileno (un dato significativo es que en los III volúmenes del Diccionario Biográfico de Chile, Santiago de Chile, 1897, no viene la entrada de Juan Egaña y sí la de su hijo Mariano [I, pág. 395] mientras que en la de su otro hijo, Joaquín, fallecido joven, 1787-1821, se dice: “desempeñó la cátedra de elocuencia y retórica de que era titular su padre, don Juan Egaña” [I, 394]; nada más). Mariano Egaña, aparte de ser nombrado muy joven primer ministro, tuvo la fortuna de redactar la Constitución de 1833 que, ésta sí, permaneció vigente durante muchos años. En 1834 fue elegido senador. Se vio obligado a declarar la guerra al dictador boliviano Santa Cruz en 1836 (el año en que murió su padre) y fundó la Universidad Nacional de Chile. Fue ministro de Justicia, Culto e Instrucción en 1837, y decano de la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile. Murió en 1846, a los cincuenta y tres años de edad.
Obras de ~: Proyecto de una Constitución para el Estado de Chile que, por disposición del alto Congreso, escribió el senador Dr. Don Juan Egaña en el año de 1811 y que hoy manda publicar el Supremo Gobierno. Le precede el proyecto de declaración de los derechos del pueblo de Chile, modificado según el dictamen que por orden del mismo se pidio al autor, Santiago de Chile, Imprenta del gobierno, 1813; Cartas pehuenches, ó Correspondencia de dos Indios naturales del Pire-Mapu, ó sea la quarta tretarquía en los Andes, el uno residente en Santiago, y el otro en las Cordilleras pehuenches [...], Santiago de Chile, Imprenta del gobierno, 1819 (Cartas Pehuenches. El Telégrafo, 1819-1820, ed. de G. Feliú, Santiago, Imprenta del Globo, 1958); Observaciones respetuosas, dirigidas a mi patria, a mi Gobierno, y a mis conciudadanos, que escriben a favor de la concesión de cementerios para los difuntos que han profesado una religión distinta de la católica, Santiago, Imprenta de Valles y Villagron, por Molinara, 1820; Almanak Nacional para el Estado de Chile, en el año bisiesto de 1824, Santiago, Imprenta Nacional, 1823; Constitución Política del Estado de Chile, promulgada en 29 de Diciembre de 1823, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1823; Del Federalismo y de la Anarquía, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1825; Memoria Política Sobre Si Conviene En Chile La Libertad De Cultos. Reimpresa Y Dedicada al Futuro Congreso Nacional Por Algunos Ciudadanos Chilenos, Santiago de Chile, julio de 1825; Colección de algunos escritos políticos, morales, poéticos y filosóficos, vols. I-IV, Londres, Imprenta española de M. Calero [contienen (I y III) “El Chileno consolado en los presidios o filosofía de la religión. Memorias de mis Trabajos y Reflexiones Escritas en el acto de Padecer y Pensar”], vols. V-VI, Burdeos, Imprenta de la Señora Viuda Laplace y Beaume, 1826-1836, [contiene IV “Ocios filosóficos y poéticos, en la Quinta de las Delicias”]; Observaciones en contestación a las Memorias políticas sobre las Federaciones, &c. Número tercero, o sean algunas reflexiones sobre la última contestación del autor de estas Memorias: a los dos anteriores números de las Observaciones, Santiago, Imprenta de la Biblioteca, febrero de 1826; El Chileno consolado en los presidios o Filosofía de la Religión. Memorias de mis Trabajos y Reflexiones Escritas en el acto de Padecer y Pensar, Londres, M. Calero, 1827; Memoria política sobre si conviene en Chile la libertad de cultos. Reimpresa en Lima, con una breve apología del art. 8 y 9 de la constitución política del Perú de 1823, y con actas y adiciones en que se esclarecen algunos puntos de la Memoria y Apología, y en que se responde à los argumentos del señor don José María Blanco à favor de la tolerancia y libertad de cultos en sus consejos a los Hispano-americanos, y a los discursos de otros tolerantistas, Lima, Imprenta de la Libertad, por J. M. Masias, 1827 [figura 1817] (Bogotá, Imprenta de Bruno Espinosa, 1828; Caracas, Imprenta de G. F. Davisme, 1829); Tractatus de re Logica, Metaphisica et Moral pro filiis et alumnis Instituti Nationalis Jacobi Politanae erudiendis, Tipus Raymundi Rengifo, 1827; Escritos y servicios del ciudadano Dr. D. Juan Egaña, Santiago de Chile, Editor Agustín Lizardi, Imprenta de R. Rengifo, 1828 (ed. francesa: Ecrits publiés et services rendus par Le Citoyen Dr. J. Egaña. Traduit de l’espagnol par M. W., Paris, Imprimerie Davis, 1830); Ocios filosóficos y poéticos en la Quinta de las Delicias, Londres, Impreso por D. Manuel Calero, 1829; Alegato del Dr. D. Juan Egaña en el año 1810, dado a la prensa por D. Estanislao Portales Laureón, Santiago de Chile, Imprenta Independencia, 1838; “Plan de gobierno, confeccionado y propuesto al Presidente de la Ecma. Junta de Gobierno, por Don Juan Egaña”, en Historia general de la Independencia de Chile, Santiago de Chile, 1863 (2.ª ed.) (en Colección de historiadores i de documentos relativos a la independencia de Chile, vol. 19, Santiago de Chile, 1911); Informe anual que presenta la Secretaría de este Real Tribunal [de Minas], en el cual con arreglo a las Reales Ordenanzas i disposiciones de la Junta Jeneral de electores se da razon del resultado de las visitas practicadas por los diputados jenerales i territoriales de todo el reino: de los minerales, Minas i trapiches que comprende, sus nombres, laboreos, vetas, direcciones, estado de los trabajos, productos metalicos, leyes jenerales, consumos de azogues, clima, aguas, pastos i demas proporciones locales de los asientos [...] desde el año de 1789 [...] hasta el presente, todo para el año de 1803, ed. de D. Ramos Arena, Sociedad Nacional de Minería, Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1894; “Épocas y hechos memorables de Chile, por el doctor Don Juan Egaña, 1810 a 1814”, en Colección de historiadores i de documentos relativos a la independencia de Chile, vol. 19, Santiago de Chile, 1911, págs. 45-95; Cartas de don Juan Egaña a su hijo Mariano, 1824-1825, intr. de A. Bulnes, Santiago de Chile, Sociedad de Bibliófilos Chilenos, 1946; Escritos inéditos y dispersos, ed. de R. Silva Castro, Santiago, Imprenta Universitaria, 1949; Cartas de don Juan Egaña, 1831-1833, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1951.
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Fernando Rodríguez de la Torre