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Bernardo de Ulloa y Sosa

Biografía

Ulloa y Sosa, Bernardo de. Sevilla, 28.XI.1682 – Madrid, 1752. Político, escritor, caballero veinticuatro del Cabildo de Sevilla, gentilhombre de Boca de Su Majestad, alcalde del Cabildo de Sevilla y su procurador mayor en la Corte.

Hijo de Martín de Ulloa y de su tercera esposa, María de Sosa, Bernardo de Ulloa parece descender por línea materna de una ilustre familia portuguesa con vinculaciones reales. Por línea paterna descendía de una noble familia leonesa procedente de Toro. Bernardo de Ulloa nació en Sevilla el 28 de noviembre de 1682 y fue bautizado en la iglesia parroquial de San Marcos de Sevilla el 9 de diciembre de 1682. Tanto su padre como su abuelo y su bisabuelo habían sido caballeros veinticuatro del Cabildo de Sevilla y Bernardo de Ulloa ostentó este título desde 1705. En la ciudad de Sevilla se llamaba caballeros veinticuatro a los regidores del Cabildo. Tal nombre hacía referencia al número primitivo de ediles con que contaba el Ayuntamiento, aunque a partir del siglo XVI se alteró su número sin variar su denominación. Como caballero veinticuatro, Bernardo de Ulloa desempeñó amplias funciones, de las que se conocen algunas concretas, como su intervención en asuntos de amojonamientos de tierras. Eran también tareas habituales de los caballeros veinticuatro la fiscalización de los tributos, la inspección de los mercados o las visitas a la cárcel. Todos los que poseían este cargo tenían, además, la obligación de asistir a las reuniones del Cabildo y podían ser multados cuando faltaban sin la debida justificación. Como miembro del Cabildo de Sevilla, Bernardo de Ulloa apoyó la causa de Felipe V en la Guerra de Sucesión y votó a favor de los auxilios que la ciudad hispalense prestó al Monarca.

Tras haber sido archivista de la ciudad de Sevilla durante años, Bernardo de Ulloa se recibió de alcalde mayor en julio de 1735 y poco después fue nombrado procurador mayor en la Corte. Bernardo de Ulloa casó con Josefa de la Torre, que pertenecía a una distinguida familia andaluza. Fruto de este matrimonio nacieron nueve hijos: el segundo de los seis varones, Antonio de Ulloa, nacido en 1716, fue el famoso marino que participó en la expedición encargada de medir el meridiano (1735-1745) y llegó a ser teniente general de la Real Armada y comendador de Ocaña en la Orden de Santiago. Antonio de Ulloa redactó, junto con Jorge Juan, la Relación histórica del viaje a la América Meridional (1748), las Observaciones astronómicas y físicas (1748) y las Noticias secretas de América, que narran la situación política social y económica de las colonias americanas y que fueron publicadas en 1826.

Otros dos de los hijos varones de Bernardo de Ulloa sirvieron como cadetes en el Regimiento de Infantería de Castilla. Gonzalo Anes (1992: XX) recuerda que en el Archivo Municipal de Sevilla se conservan referencias sobre una de las hijas de Ulloa, María de la O, así como sobre los varones Martín, Pascual, Vicente y Fernando Ulloa y de la Torre correspondientes a los años 1730, 1736, 1737 y 1763.

Bernardo de Ulloa pasó los últimos años de su vida en Madrid. En 1740 publicó las dos primeras partes de su obra Restablecimiento de las Fábricas y Comercio Español, y en 1746 la tercera. Por este trabajo, que el autor dedicó al rey Felipe V, se le ha considerado el último de los grandes mercantilistas españoles. El libro, conocido en Europa gracias a la traducción al francés que hizo Plumard de Dangenen (Ámsterdam, 1753), muestra la fuerte influencia que ejerció sobre Bernardo de Ulloa la Teórica y práctica de comercio y de Marina de don Jerónimo de Uztariz, cuyo resumen recoge en la primera parte. Otras fuentes de inspiración fueron los escritos de Sancho de Moncada, y de José Veitia y Linaje.

Como escritor de cuestiones económicas, Ulloa ni fue original, ni aportó novedades teóricas respecto a quienes le precedieron. Tampoco incluyó crítica alguna a los saberes económicos anteriores. Esto último le define simplemente como un hijo de su tiempo: según ha indicado Gonzalo Anes (1992), la crítica económica comenzó propiamente en España en el último cuarto del siglo XVIII y sus primeros ejercicios fueron el resultado de aplicar los principios de Adam Smith al análisis de los informes y dictámenes ya existentes.

Sin embargo, la obra de Bernardo de Ulloa, que fue apreciada y conocida dentro y fuera de España, cuenta con el interés de ofrecer una valiosa información sobre las fábricas y el comercio de nuestro país y constituye un ejemplo notable de la actitud proteccionista que compartieron muchos de los escritos económicos de su época. Como ha señalado Martín Rodríguez (1999), la situación internacional de la economía española resulta clave a la hora de comprender el trabajo de Ulloa. La ocupación de Jamaica por los ingleses en 1656, primero, y, más tarde, la firma del Tratado de Utrecht en 1713, hicieron de Inglaterra el centro del comercio internacional y certificaron la pérdida de la hegemonía comercial española. La entrega de Gibraltar, la concesión de un navío de permiso y el asiento de negros con destino a las Indias, o la anterior cesión a Cádiz del Comercio de Indias, sucedida en 1680, son algunos de los hechos que configuraron el panorama vital de Ulloa, otorgándole una perspectiva de la economía española más negativa que la que disfrutaron los primeros autores mercantilistas.

Con este punto de partida, Bernardo de Ulloa comenzó el primer tomo de su obra ponderando la importancia económica de las fábricas para aumentar la producción, crear empleo y fortalecer el poder político del país. No compartía la importancia que algunos mercantilistas habían otorgado a la acumulación de metales preciosos, ni consideraba sensato supeditar toda la política a su atesoramiento. Antes bien, el afán de acapararlos, era, en su opinión, causa de que se hubieran descuidado las fábricas. Sin embargo, los metales preciosos acudían, precisamente, donde se trabajaba y por ello recuerda que los telares son el imán de los metales.

Para Bernardo de Ulloa la principal razón del atraso que presentaban las manufacturas españolas radicaba en su elevado coste de producción. Tres obstáculos eran, a su entender, los responsables de que los costes de nuestras manufacturas fueran mayores que los de la competencia extranjera. En primer lugar, el trato fiscal que reciben las fábricas españolas: los derechos de alcabalas y cientos y, lo que denomina, los “excesos de cobranza”. Propugnaba Ulloa la exención, tanto para los propios fabricantes como para las materias primas que precisaran. La Hacienda compensaría el menoscabo que ello le reportase, puesto que una política menos gravosa aumentaría el número de fabricantes y, por tanto, el de contribuyentes.

El segundo obstáculo lo constituían los derechos de aduanas. A partir de 1717 se habían eliminado oficialmente las barreras aduaneras interiores pero las disposiciones que lo ordenaban no tuvieron efecto en Andalucía, enclave del comercio colonial. Allí existían aduanas en los puertos, en cada cabeza de los cinco Reinos y dos interiores: en Jerez y Lebrija. A este respecto Ulloa sugirió que se liberase de estos gravámenes aduaneros a fabricantes y materias primas.

El tercer y último obstáculo al desarrollo de las manufacturas era, según Bernardo de Ulloa, la carestía de alimentos y las diferencias de precios entre las regiones. El precio de los alimentos incidía directamente sobre los salarios y repercutía en el precio de la manufactura. En opinión de Ulloa, la carestía de alimentos se derivaba, entre otras razones, del abuso de las ventas, mesones y posadas de España, de la mala disposición de caminos y alcantarillas así como del mal uso de los ríos del país que apenas se empleaban para el desplazamiento de las mercancías. Como solución Ulloa insistió en la necesidad de mejorar los medios de transporte.

La actividad fabril no tendría importancia alguna sin el comercio y el tráfico. Por ello, Bernardo de Ulloa dedica el segundo tomo de su obra a analizar la situación del comercio internacional español. Ulloa entiende el comercio como un juego de suma cero, lo que explica su defensa del proteccionismo. Fiel en este aspecto a los planteamientos mercantilistas, Ulloa defiende que la prosperidad de las fábricas depende de un tráfico que no puede abandonarse en manos de extranjeros. En esta segunda parte de su libro analiza los principales obstáculos del comercio exterior español. Precisamente el comercio ilícito que hacían los extranjeros es, a su entender, el principal “estorbo”. Ulloa denuncia el corso de los moros de berbería sobre las costas españolas, el asiento de negros y otras concesiones comerciales a extranjeros. Propone transportar lo que se exporte en navíos españoles que retornen a su vez con las materias primas de importación. Respecto al sistema de flotas y galeones, no lo considera causa de la decadencia comercial y recomienda su mantenimiento corrigiendo simplemente algunos abusos. Entre las soluciones que aporta destaca una de carácter plenamente mercantilista: la prohibición de tejidos que no sean españoles en América. Sin embargo, al mismo tiempo reconoce la imposibilidad de desviar a “las naciones” de Indias.

En el tercer tomo de su obra, Bernardo de Ulloa vuelve sobre muchos de los asuntos tratados en los dos anteriores: apunta de nuevo que las alcabalas y los cientos son la causa de la ruina de las fábricas; insiste en la importancia de suprimir las aduanas interiores; lamenta el fraude en el comercio con Indias y la desigualdad de los derechos exigidos en la aduana de Cádiz, bahía que, en su opinión, ofrecía excesivas facilidades al fraude y debía descartarse para el comercio extranjero. Ulloa explica de forma prolija, y no original, cómo debían reglamentarse los intercambios. Se opone a que se conceda la libertad de comercio con las Indias a distintos puertos de España. No lo considera conveniente puesto que ese tráfico, en vez de llamarse comercio general de España con las Indias bien podría denominarse “comercio general de las naciones con las Indias por medio de todos los puertos de España”. En su opinión, el comercio general de España con las Indias sería el que se hiciera transportando libremente los tejidos desde las fábricas españolas hasta la ciudad que se destinase para ello, sin pagar ni en el tránsito, ni en la entrada a esa ciudad.

En el tercer tomo de su obra, Bernardo de Ulloa trata otras cuestiones como el comercio con Filipinas o el estanco del aguardiente y el de la pólvora. Respecto al comercio con Filipinas, Ulloa lo considera análogo al de Cádiz y explica los inconvenientes que origina el galeón de Manila a causa de la importación fraudulenta de tejidos de seda, supuestamente prohibidos, pero de los que España estaba llena. Respecto a los estancos del aguardiente y la pólvora, expone los perjuicios de ambos. El del aguardiente facilitaba que los asentistas pudieran comprarlo a bajo precio y venderlo mucho más caro. Por su parte, el estanco de la pólvora impedía que se beneficiaran las salitreras de España y que creciera un negocio capaz de generar mucho trabajo.

Como epílogo de su libro, el capítulo X del tomo tercero enumera algunos de los errores que impiden enderezar la situación: entre otros asuntos, propone sustituir las rentas provinciales por el catastro; insiste de nuevo en los perjuicios de las concesiones hechas a Inglaterra a raíz de Utrecht; alerta del daño que provoca la prohibición de los comerciantes americanos para enviar dinero a España y adquirir con él géneros, y de la que impedía a los comerciantes españoles pasar con sus géneros a otras ferias distintas a las de destino.

 

Obras de ~: Restablecimiento de las Fábricas y comercio español, Madrid, Antonio Marín, 1740 (ed. de G. Anes, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1992).

 

Bibl.: R. Calle Sáiz, “La Hacienda Pública en España. El Pensamiento financiero español durante la época mercantilista: Uztáriz y Ulloa”, en Revista de Economía Política, 75 (1978), págs. 7-28; G. Anes, “Estudio preliminar”, en B. de Ulloa, Restablecimiento de las Fabricas [...], op. cit., 1992, págs. I-XLIII; M. Martín Rodríguez, “Bernardo de Ulloa, el último de los grandes mercantilistas españoles”, en E. Fuentes Quintana (ed.), Economía y Economistas españoles, vol. II, Barcelona, Galaxia-Gutemberg-Círculo de lectores, 1999, págs. 605-610; L. Perdices de Blas, “Ulloa y Sosa, Bernardo de”, en L. Perdices de Blas y J. Reeder (eds.), Diccionario de Pensamiento Económico en España (1500-2000), Madrid, Editorial Síntesis-Fundación ICO, 2003, págs. 815-817.

 

Elena San Román López

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