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Juan Bautista Iturralde y Gamio

Biografía

Iturralde y Gamio, Juan Bautista de. Marqués de Murillo el Cuende (I). Arizcun (Navarra), 28.X.1674 sup. – Madrid, 20.I.1741. Secretario de Estado del Despacho de Hacienda y hombre de negocios.

Nació en Arizcun (valle de Baztán) en el Pirineo navarro, de familia campesina media. Sus padres, Pedro de Iturralde y María de Gamio, eran dueños de una casa vecinal, “Iturraldea”, que dejaron en herencia a una hermana. Esto favoreció que Juan Bautista emigrara a Madrid, lo mismo que, unos años antes, había hecho Juan de Goyeneche y Gastón, otro nativo de Arizcun famoso, con el que trabó estrecha amistad personal y desarrolló muchos negocios en común.

Es probable que este vínculo de paisanaje, u otro semejante, favoreciera su traslado a la Corte, aunque no se sabe ni cuándo ni cómo se produjo exactamente. Quizás se estableciera, como Goyeneche mismo, desde su adolescencia, atraído por las posibilidades que ofrecía a los navarros, en aquel momento de finales del siglo xvii, la carrera burocrática, en la que habían triunfado secretarios como los Eguía, o letrados como los Marichalar, López de Dicastillo o Aguirre.

Las primeras noticias, de 1699, lo presentan ya como tesorero del gasto secreto de Carlos II, y solicitando el puesto de tesorero del palacio del Buen Retiro, que finalmente obtuvo. En 1701 aparece inscrito en la Congregación de San Fermín de los Navarros, de la que llegó a ser prefecto en 1730 y 1731. Quizás no cursó estudios; desde luego, no parece que desarrollara inquietudes intelectuales o literarias, ni personales ni en el ámbito de sus relaciones sociales o de su actividad económica.

Se ignora cómo se vio introducido en el manejo de las finanzas personales de la Familia Real durante los últimos años de Carlos II. En cualquier caso, su trayectoria inicial reproduce la del mencionado Juan de Goyeneche, su amigo y socio, que fue tesorero de las reinas Mariana de Neoburgo, María Luisa de Saboya e Isabel de Farnesio. Iturralde, precisamente, le sucedió como tesorero del gasto secreto del Rey. Tales puestos, aunque meramente burocráticos y mal remunerados, facilitaban, además de prestigio, los contactos y la confianza personal del Monarca y de sus cortesanos, necesarios para la ampliación a otros ámbitos de negocio privilegiado, con los que era posible enriquecerse rápidamente.

Juan Bautista Iturralde acumuló a lo largo de su vida una gran fortuna, que es fundamento tanto de su mecenazgo religioso-artístico, que ha perdurado, como la explicación de su paso por la Secretaría del despacho de Hacienda de Felipe V, que resultó muy poco trascendente. Los orígenes remotos de su enriquecimiento siguen siendo oscuros. Muy probablemente, como los de Juan de Goyeneche, tienen que ver, en lo fundamental, con los monopolios y con el aprovisionamiento militar (asientos) que otorgaba el favor del Monarca. Felipe V confió en la fidelidad política de este grupo de burócratas y hombres de negocios de origen navarro y vasco, que ya se movían con habilidad en la Corte de Carlos II, y que estuvieron dispuestos a adelantarle dinero al nuevo Rey en unos momentos de incertidumbre. Ellos apostaron fuertemente por la casa de Borbón, a diferencia de otros financieros castellanos, lo que les abrió el campo privilegiado de los asientos de provisiones militares y de los arrendamientos de rentas provinciales, los dos grandes negocios de la época. A este grupo pertenecía Juan Bautista Iturralde, a quien vemos, desde sus inicios y durante la mayor parte de su vida, como socio de Goyeneche, que es la personalidad más relevante entre todos.

En 1712, Juan Bautista Iturralde y Juan de Goyeneche formaron compañía junto con las casas comerciales del marqués de Valdeolmos (administrada por Pedro López de Ortega) y del marqués de Santiago (Francisco Esteban Rodríguez de los Ríos). Estas dos últimas tenían más prestigio y experiencia en el abastecimiento militar, en el arrendamiento de impuestos y en los préstamos financieros. Pero, probablemente, la concesión del contrato de aprovisionamiento de pan y cebada para las tropas de Aragón, Valencia y Cataluña, otorgado en 1712 en su favor, se debiera a la seguridad y fidelidad que personificaban los dos socios navarros. Goyeneche ya había obtenido su primer asiento para el abastecimiento de la Marina (mástiles, tablazón, brea, etc.) en 1699, que renovó en 1703 y 1717. No se sabe que Iturralde participara inicialmente en el mismo pero, en cualquier caso, en 1712 ambos aportaron la misma cantidad en la nueva sociedad, por lo que consta que Iturralde ya disponía de importantes recursos. La actividad de la compañía, que se mantuvo hasta su disolución en 1729, abarcó los campos habituales del negocio privilegiado: el asiento de provisión de pan, vestuario y munición del Ejército (1712-1713, 1717-1721), el arrendamiento de las rentas provinciales de Burgos, Granada, León, Valladolid, Cuenca, Guadalajara, Toledo y Sevilla (1714-1717), y el de frutos vacantes del Arzobispado de Sevilla, y la provisión (préstamo) de ciertas cantidades de dinero para el Rey (1720, 1726).

En 1725, con dinero propio y de sus socios, Iturralde adelantó a Felipe V 1.000.000 de pesos; como pago, obtuvo la administración de la renta de la población de Granada, que heredaron sus sobrinos, hasta que Carlos III la rescató en 1760.

Desde 1717 y hasta 1740, Juan Bautista de Iturralde participó, también, en otra compañía similar, asociándose en esta ocasión con Juan de Goyeneche y con el sobrino de éste, Juan Francisco Goyeneche, en el aprovisionamiento de pertrechos para la Marina y en el arrendamiento de rentas provinciales (Burgos 1722-1741, Córdoba 1730-1741). Probablemente, Iturralde, como era habitual entre los hombres de negocios de la época, también se dedicó al préstamo a particulares. En una época en que todavía estaba condenada la usura, y no existían instituciones crediticias, los grandes comerciantes actuaban como prestamistas del Rey y de su familia, de miembros de la alta nobleza y de otras muchas personas. Sus actividades comerciales y financieras, particulares o, más bien, en sociedad, se diversificaron y abarcaron toda la Península. Así, arrendó la renta del tabaco de Madrid y su partido, la sisa del vino de Olivenza, etc. Sin embargo, no se sabe que su dedicación se extendiese a las manufacturas y al fomento industrial, actividades éstas que han enaltecido la memoria de su socio Juan de Goyeneche, promotor de la fábrica de paños de Olmeda e impulsor del complejo fabril del Nuevo Baztán.

El 10 de marzo de 1739, de forma inopinada, Felipe V confió a Juan Bautista Iturralde la “secretaría del despacho de Hacienda y el gobierno del Consejo de ella y sus tribunales, con la superintendencia de rentas generales”. José Patiño había desempeñado el cargo durante una década, hasta su muerte en 1736, y su sucesor, el marqués de Torrenueva, no consiguió enderezar las cuentas. Contaba, a favor de su nombramiento, con una enorme fortuna personal y con la fama de administrador honrado y eficaz de las rentas reales, que había demostrado en la gestión de las de Granada. Por otra parte, estaba muy bien relacionado con el círculo de hombres nuevos en los que confiaba Felipe V, asentistas, arrendadores y financieros, navarros, vascos, riojanos y montañeses, que no desperdiciaron la oportunidad de mantener el control de un puesto que tanto interesaba a sus negocios. No parece que Iturralde, ya de salud precaria, tuviera ningún tipo de ambición personal: “Me sacó la venignidad de VM de mi retiro. En él vivía aprendiendo a morir [...], salí de él por obediencia”. Las sátiras del “Duende crítico”, aparecidas en 1735-1736, que se ensañaron con Patiño y sus más allegados colaboradores del círculo vasco-navarro —como hombres cargados de honores pese a su humilde origen—, apenas hicieron caso de Iturralde.

No ha sido estudiada su brevísima gestión al frente de la Secretaría. El 8 de septiembre de 1740 fue nombrado miembro del Consejo de Hacienda y abandonó el cargo; además, la enfermedad le inhabilitó durante meses. Siguen pesando las valoraciones negativas que hiciera Francisco Cabarrús en 1785 al compararlo con otro baztanés que también ejerció la misma secretaría, Miguel de Múzquiz, quien se inició en el trabajo burocrático de la Hacienda precisamente durante estos años. Probablemente Iturralde, que había destacado como administrador hábil, austero y honrado al frente de sus empresas financieras, no reunía las condiciones políticas que necesitaba entonces la Monarquía.

Conocía bien la Administración, pero no se sabe que participara de las inquietudes reformistas de Patiño, tendentes a una contribución única basada en un catastro de la propiedad, y a una administración centralizada por parte del estado, que iba en contra de los intereses de los arrendadores de rentas reales. Iturralde optó por la creación de cajas autónomas, independientes y particulares, que descentralizaban la Real Hacienda. Pero lo que funcionaba bien en el negocio privado no daba los mismos resultados en la Administración pública. La situación, además, era particularmente delicada por los gastos continuos de las guerras italianas, que habían acumulado un enorme déficit.

Iturralde se vio obligado a tomar, al poco tiempo, dos medidas demasiado impopulares. La suspensión de pagos de 21 de marzo de 1739, la prohibición de percibir dobles sueldos y del cobro de ciertas pensiones (8 de abril de 1739) arruinaron su prestigio y fue sustituido por Fernando Verdes Montenegro.

Juan Bautista Iturralde estaba casado con Manuela Munárriz, natural de Alcalá de Henares, aunque de procedencia también navarra. La familia de sus suegros, Benito Munárriz (Estella, Navarra) y María Aramburu (Escariche, Toledo), no se movía en el mundo de los negocios, sino más bien en el de la Administración, las letras y la Iglesia. Ambos esposos, que no tuvieron hijos, destacaron por su religiosidad tradicional, adaptada a las formas de piedad barroca propias de la época. Y gastaron buena parte de su fortuna en fundaciones devocionales y asistenciales de todo tipo, tanto en Navarra como en Madrid y sus alrededores.

En 1731 promovieron la creación de un colegio-seminario en Pamplona, bajo la advocación de San Juan Bautista. Financiaron la construcción de un elegante edificio y la dotación de su renta para mantener doce plazas de colegiales, más otras cuatro de porcionistas.

Los estatutos (1732) estipulaban la preferencia que tendrían para residir allí los nacidos en Arizcun y los originarios del valle de Baztán, que cursarían estudios en el colegio de los jesuitas y en la Universidad de los dominicos de Pamplona. Ese mismo año de 1731 emprendieron las gestiones para fundar un convento de franciscanas clarisas lindando con su casa natal de “Iturraldea”, en Arizcun. Gastó más de 30.000 ducados en la fábrica y en el ornato de la iglesia, que encargó a prestigiosos artistas, y en la dotación de un convento de veinticinco monjas, preferentemente nativas de Arizcun u originarias del Baztán y atendidas por capellanes de su familia. Sin embargo, el matrimonio Iturralde-Munárriz no fue sepultado allí, como inicialmente quiso, sino en el monasterio de Jesús y María de Valverde, junto a Fuencarral. Felipe II había fundado un pequeño convento dominico, que desde 1717 estuvo bajo su protección. Juan Bautista Iturralde financió la construcción de la capilla de la Virgen de la Guía y la renovación total de la mayor parte de la iglesia y dependencias, y allí construyeron una casa y sus sepulturas. En su testamento de 1737 otorgaron otras muchas mandas piadosas a conventos e instituciones de asistenciales y educativas de Alcalá, Madrid y otras localidades.

A falta de descendencia directa, Juan Bautista fundó siete vínculos, de 60.000 ducados cada uno, en favor de diversos sobrinos suyos y de su mujer. Entre ellos, se vio particularmente favorecido Pedro de Astrearena e Iturralde, hijo de su hermana Graciana, nacido como él en la casa familiar de Arizcun, y como él, postergado en la herencia de “Iturraldea”, al que inició en el mundo de los negocios financieros. Este sobrino, a quien formó y asoció en sus empresas financieras, le sucedió, además de en los negocios, en el título de marqués de Murillo el Cuende (1739), un pequeño pueblo navarro cuya jurisdicción media y baja había comprado. También adquirió los palacios de Olóriz, Sansomain y Benegorri, que dejó en herencia a otro sobrino, Juan Bautista Salaberría e Iturralde, de modo que él y sus descendientes pudieran ingresar en el brazo militar de las Cortes de Navarra.

 

Fuentes y bibl.: Base de datos Fichoz (Grupo PAPE).

J. Caro Baroja, La Hora navarra del XVIII (Personas, familias, negocios e ideas), Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1969; J. A. Escudero, Los orígenes del Consejo de Ministros. La Junta Suprema de Estado, vol. I, Madrid, Editora Nacional, 1979, págs. 104-108; M.ª C. García Gaínza, “Economía, devoción y mecenazgo en Juan Bautista de Yturralde”, en Juan de Goyeneche y su tiempo. Los navarros en Madrid (ciclo de conferencias celebrado del 10 al 24 de marzo de 1999 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999; S. Aquerreta, Negocios y finanzas en el siglo XVIII: La familia Goyeneche, Pamplona, Eunsa, 2001, págs. 67-70 y 110-135.

 

Alfredo Floristán Imízcoz

 

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