Ayuda

Leonor de Guzmán

Biografía

Leonor de Guzmán. La Favorita. Sevilla, 1310 – Talavera de la Reina (Toledo), 1351. Noble, protegida del rey Alfonso XI y madre del rey Enrique II de Trastámara.

Hija segunda de Pedro Núñez de Guzmán y de Juana Ponce de León. Sus progenitores estaban emparentados respectivamente con dos de los linajes de ricos hombres castellanos más importantes, poderosos e influyentes en Andalucía; los Guzmanes, señores de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), y los Ponce de León, señores de Marchena (Sevilla). Su padre era además dueño de notables propiedades rústicas en el Aljarafe sevillano y tenía casas mayores en la colación de Santa María de esta misma ciudad en donde vivía.

De este matrimonio habían nacido también otros dos hijos. El primogénito, Alfonso Méndez de Guzmán, caballero privado del monarca Alfonso XI, su camarero mayor, y desde 1338 maestre de Santiago y señor de Huelva; y la menor, Juana de Guzmán, casada con Enrique Enríquez, descendiente del infante don Enrique, el Senador, rico hombre sevillano, alguacil mayor de esta ciudad, y personaje muy influyente en toda la alta nobleza de la Frontera.

Según la Crónica de Alfonso XI, Leonor se había educado con su abuela; si bien no se sabe con exactitud si se trataba de María Girón, casada con Álvar Pérez de Guzmán, alcalde mayor de Sevilla; o bien de Urraca Gutiérrez de Meneses, casada con Fernán Pérez Ponce, adelantado de la Frontera en tiempos de Sancho IV, y madre de Fernán Pérez Ponce, I señor de Marchena. En cualquier caso, ambas señoras representaban en la sociedad andaluza y castellana de su tiempo altos niveles de diligencia y prestigio nobiliario.

Muy joven, Leonor de Guzmán había estado casada con Juan de Velasco, rico hombre y poderoso noble castellano, adelantado de Andalucía en los años finales del reinado de Sancho IV. En el verano de 1327 de regreso de la campaña militar de Olvera (Cádiz), Alfonso XI la conoció por primera vez en Sevilla, en las casas de Enrique Enríquez, su cuñado. A la sazón era ya viuda con tan sólo diecisiete años, casi los mismos que tenía el joven monarca castellano. Desde entonces el Rey jamás la apartaría de su favor. La privanza de Leonor con el Monarca no fue fortuita ni arbitraria. Se inició públicamente hacia 1330, después de la campaña militar de Teba (Málaga).

Para el secretario de la poridad del Rey y autor de su crónica, Fernán Sánchez de Valladolid, siempre tan atento a la personalidad del Soberano, Leonor colmó en mucho la soledad de un joven e impetuoso Monarca, tras las aflicciones de matrimonios de estado o conveniencia poco gratificantes, como el frustrado intento nupcial con Constanza Manuel, hija del díscolo don Juan Manuel en 1326; y más tarde, en 1328, con María de Portugal, de la que, consumadas las nupcias, aún no tenían descendientes, ni simpatías personales mutuas. En efecto, una vez más la Crónica de Alfonso XI no duda en señalar el recíproco afecto y cariño entre los dos jóvenes. Ninguna otra mujer de su tiempo adquirió en la vida privada del rey de Castilla relieve e influencia comparable a la de aquella dama sevillana. Pues a causa de su reconocida y pública concupiscencia con el Monarca, durante casi veinte años, tuvo la ocasión de ejercer no sólo gran influjo en la Corte y en la sociedad política castellana de su tiempo, sino también en las directrices internas y externas del reino.

Leonor de Guzmán, a la sombra protectora del poder regio, correspondería siempre a la privanza del Monarca con absoluta entrega, ejemplar fidelidad y entrañable compañía familiar en sus desplazamientos militares y cinegéticos, especialmente a Andalucía, en donde siempre contó con numerosos adeptos.

El amor de Alfonso XI por su favorita, prácticamente convertida de facto en reina de Castilla frente a la legítima esposa, María de Portugal, recluida en el monasterio sevillano de San Clemente, donde hoy reposan sus restos mortales, se manifestaría muy pronto en la dotación vitalicia, con jurisdicción plena, de un vasto patrimonio señorial. Pues entre 1332 y 1345 llegó a ser dueña y señora de Alcalá de Guadaira, Medina Sidonia, Huelva, Cabra, Lucena, Aguilar de la Frontera, Montilla y diversos bienes rústicos y urbanos en las ciudades de Sevilla, Córdoba y Algeciras. Además y casi al mismo tiempo, fue propietaria también de numerosas villas y lugares en León y en Castilla la Vieja, como Oropesa, Paredes de Navas, Villagarcía de Campos, Tordesillas, etc., entre otros lugares.

Pero no sólo ella, sus hijos bastardos con Alfonso XI recibieron del Rey reconocimiento social y apoyo económico, equiparándolos en todo momento con el infante heredero Pedro. De esta forma se inició una práctica política que a la larga se reveló muy peligrosa para el destino final de la Corona de Castilla. Pues los numerosos infantes bastardos, bien parapetados en sus respectivos señoríos, condados y maestrazgos, se prepararon de la mano de miembros noveles, impetuosos y ávidos de prestigio de la nobleza nueva de caballeros, próximos a los círculos del gobierno regio, para el asalto final al poder durante el reinado del legítimo heredero y rey Pedro I.

Mientras tanto, la privanza de Leonor iba en aumento en toda Castilla. Y su nepotismo, fruto en gran parte de su vasto patrimonio y de su influencia determinante sobre el Monarca, se dejaba sentir abiertamente en toda la sociedad política andaluza y castellana de mediados del trescientos. Se gestaría de esta forma, en la Corte y fuera de ella, una auténtica camarilla integrada por ricos hombres y caballeros de familias singulares y apellidos poderosos —Coronel, Guzmán, de la Cerda, Girón, Ponce de León, Enríquez, Portocarrero, Garcilaso de la Vega, Álvarez de Asturias, Albornoz, etc.—; por altos dignatarios y funcionarios regios —laicos como Fernán Sánchez de Valladolid y clérigos como Juan de Campos, obispo de León—, parientes y amigos casi todos, que en unos casos toleraban y en otros justificaban, cuando no halagaban, el público adulterio del Monarca. Y todo a cambio de obtener mayores beneficios económicos y prestigio social y político en el reino por la mediación de la favorita del Rey.

Ahora bien, Leonor, mujer inteligente y de buen sentido político, en todo caso prudente y diplomática, no abusó de su valimiento. Sólo trató de conseguir las mayores ventajas que su privilegiada situación le deparaba para sus hijos y parientes. El Rey lo sabía. Y sin duda, por el amor que le tenía, lo consentía. En vano aconsejaron al Monarca, en ocasiones juramentados todos y conminados por la fuerza de las armas, su suegro el rey Alfonso IV de Portugal y su abuela materna Isabel, su cuñado Alfonso IV de Aragón, casado en 1329 con su hermana la infanta Leonor, e incluso el sedicioso y rebelde don Juan Manuel y su poderosa liga nobiliaria, para que abandonase cuanto antes la privanza de la favorita. Nada consiguieron.

Así las cosas, tolerada la obligada fidelidad de la favorita del Monarca al reino de Castilla tras el nacimiento en Burgos en 1334 del infante Pedro, se consolidaba abiertamente su privanza a despecho de los partidarios de la reina María, que encabezaba su vasallo y amigo, el noble portugués Juan Alfonso de Alburquerque, mayordomo mayor de la casa del infante heredero. Con la protección de Alfonso XI, la preferida regia llevó, a partir de ahora y hasta la muerte del Monarca en 1350, una manifiesta vida pública, en la Corte y en el reino, confirmando privilegios regios a nobles y a municipios, otorgando mercedes y cartas de poblamiento a villas y ciudades en las Cortes, ordenando libremente su patrimonio y el de sus hijos, incluso recibiendo embajadores extranjeros como mediadora ante el Monarca, etc.; en una palabra, según los crónicas de su tiempo, era la indiscutible dueña y señora de Castilla junto al Soberano. La prolija descendencia de Leonor de Guzmán y Alfonso XI constituye la clave de su prolongado valimiento.

A la muerte del Rey en 1350, vivían ocho de los diez hijos en común. Todos vanidosos de riquezas, distinciones nobiliarias y altos cargos del gobierno central, conseguidos no tanto por la ambición materna como por la generosidad paterna sobre unos bienes territoriales y fiscales que bien hubieran podido perseverar en el realengo. Las mercedes de Alfonso XI hacia sus hijos bastardos se fundamentan en la aceptación y aprobación cortesana y nobiliaria de su situación familiar y en la progresiva desaparición de parientes regios directos —los infantes Pedro, Juan, Felipe— con señoríos vitalicios, que bien pudieron regresar a la Corona, o bien ser de nuevo entregados por el Monarca, con el mismo concepto, a su amplia prole, lo que sucedería a la larga con notable menoscabo del patrimonio regio. Los diferentes infantes bastardos aparecen confirmando privilegios rodados, y al poco de su nacimiento, con casas privadas con oficiales y vasallos nobiliarios de linajes fieles.

La repentina muerte de Alfonso XI en marzo de 1350 a causa de la epidemia de peste negra en el cerco de la ciudad de Gibraltar, marcó lógicamente el principio del fin para la favorita y la multiplicación de los problemas políticos y sociales para su vasta descendencia. Apenas muerto el Rey, Leonor, que con gran dolor no pudo acompañar sus restos mortales hacia Sevilla por enfermedad, se refugió en su fortaleza de Medina Sidonia. Pero el canciller Pedro López de Ayala, autor de la Crónica de Pedro I, informa que el verdadero motivo estaba en la desconfianza que tenía hacia el nuevo rey de Castilla y, sobre todo, hacia su madre, María de Portugal, y su consejero Juan Alfonso de Alburquerque.

Leonor de Guzmán, la favorita del Rey, la fiel amante de Alfonso XI, se fue quedando literalmente sola. Sus parientes y amigos de Sevilla, de Andalucía, sus partidarios de siempre en Castilla y León, aquellos que años antes habían halagado su situación en la Corte castellana, e incluso se habían servido de su privanza con el Monarca para aspiraciones personales, la condenaban ahora y corrían solícitos a ofrecer su vasallaje al nuevo Rey de Castilla. Aconsejada por el conde de Trastámara, su hijo mayor, el infante Enrique, acudió por fin a Sevilla en los primeros días de abril de 1350. Juan Alfonso de Alburquerque, privado de la reina María, y Juan Núñez de Lara, señor de Vizcaya, le prometieron, en nombre del Rey, protección y seguridad si definitivamente rendía homenaje a su señor natural. Pero una vez en Sevilla, en sus casas de la collación de Santa María, el Monarca y sus colaboradores faltaron a la palabra dada. Apenas llegó a su ciudad natal, Pedro I le confiscó sus bienes y la retuvo presa en el Alcázar.

No obstante, todavía conservó Leonor fuerzas suficientes para fomentar en Andalucía, especialmente en Sevilla, una liga nobiliaria contra Pedro I, que lógicamente encabezó su hijo, el infante Enrique. Incluso, desaparecido don Juan Manuel, su tradicional adversario, desde su prisión sevillana Leonor consiguió, a la desesperada, el matrimonio de Juana Manuel, con su hijo, el infante Enrique, en un intento de legitimar la bastardía del conde de Trastámara y ganar partidarios para su causa dinástica. Lo que evidentemente enojó violentamente a Pedro I, a la reina María de Portugal, a Juan Alfonso de Alburquerque, e incluso al infante Fernando de Aragón, primo del Rey, pues también aspiraba al mismo matrimonio. Por ello su prisión se hizo más rigurosa, más ingrata durante el invierno de 1350-1351 en Sevilla y sobre todo en el Alcázar de la ciudad de Carmona. Pero Leonor había conseguido un interesante matrimonio para su hijo, quien con su nueva esposa huyó a Asturias, protegido de la ira regia por familiares y amigos, aliados sevillanos.

En la primavera de 1351, el Monarca y su madre, abandonaron Sevilla hacia Valladolid, donde habían convocado Cortes. Y junto a ellos, como un botín de guerra, iba presa la favorita. En Llerena se encontró con su hijo el infante Fadrique, maestre de Santiago, quien proclamó homenaje y lealtad a su hermano Pedro I. Pero la reconciliación familiar no consiguió borrar del todo los viejos resentimientos. Por el contrario, la reina María de Portugal la acusó públicamente en las Cortes de los males del reino, de sostener la liga nobiliaria e incitar a la nobleza castellana a la rebelión contra el Rey. Hizo de todo ello una cuestión personal.

Para mayor seguridad, a instancias de Juan Alfonso de Alburquerque, Leonor fue trasladada a la villa de Talavera, propiedad de la Reina, donde su prisión se extremó por encargo del alcaide de la fortaleza, su vasallo, Gutierre Fernández de Toledo. Hasta que por fin en el verano de 1351 el odio y la saña acumulados y contendidos durante tantos años de ultrajes y vejaciones estalló violentamente. Con el consentimiento de Pedro I, su madre ordenó a su escribano y hombre de toda confianza, Alfonso Fernández de Olmedo, el homicidio de Leonor de Guzmán.

 

Bibl.: A. Ballesteros Beretta, “Doña Leonor de Guzmán”, en España Moderna, 232 (1908), págs. 76-76; “Doña Leonor de Guzmán a la muerte de Alfonso XI”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, C (1932), págs. 624-636; C. Rosell (ed.), “Crónica de Alfonso el Onceno” y “Crónica de Pedro Primero”, en Crónicas de los Reyes de Castilla, t. I, Madrid, Atlas, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles); P. E. Russell, “Una alianza frustrada. Las bodas de Pedro I de Castilla y Juana Plantagenet”, en Anuario de Estudios Medievales, 2 (1965), págs. 301- 331; S. de Moxo, “La sociedad política castellana en la época de Alfonso XI”, en Cuadernos de Historia, 6 (1975), págs. 259-264; D. Catalán (ed.), Gran Crónica de Alfonso XI, Madrid, Gredos- Cátedra Seminario Menéndez Pidal, 1976, 2 ts.; F. Moxó y Montoliu, “La política aragonesa de Alfonso XI y los hijos de Leonor de Guzmán”, en En la España Medieval, 5 (1986), págs. 697-708; H. Grassotti, “Un singular negocio de doña Leonor de Guzmán”, en Cuadernos de Historia de España, LXX (1988), págs. 61-88; E. González Crespo, “El afianzamiento económico y social de los hijos de Leonor de Guzmán”, en Anuario de Estudios Medievales, 18 (1988), págs. 289-303; M. García Fernández, El Reino de Sevilla en tiempos de Alfonso XI (1312- 1350), Sevilla, Diputación Provincial, 1989; Andalucía guerra y frontera, 1312-1350, Sevilla, Fondo de Cultura Andaluza, 1990; E. González Crespo, “El patrimonio dominical de Leonor de Guzmán”, en En la España Medieval, 14 (1991), págs. 201-219; M. García Fernández, “Doña Leonor de Guzmán y Andalucía: La repoblación del patrimonio señorial”, en Historia. Instituciones. Documentos, 20 (1993), págs. 145-163; J. Sánchez Arcilla Bernal, Alfonso XI (1312-1350), Palencia-Burgos, Diputación Provincial-La Olmeda, 1995.

 

Manuel García Fernández