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Salvador Cea Bermúdez y Buzo

Biografía

Cea Bermúdez y Buzo, Salvador. Conde de Colombí (I). Málaga, 17.II.1803 – Roma (Italia), 31.X.1852. Diplomático.

Último de los hijos de la familia malagueña formada por Manuel Cea Bermúdez Lacosta y Juana Buzo Silva que, con ancestrales ascendientes nobiliarios en Galicia, se dedicaba a armar buques y al alto comercio marítimo. Dada la corta edad que aún tenía al fallecimiento de su padre, fue su hermano mayor que le llevaba veintitrés años, el primogénito Francisco —el que fuera embajador en Rusia (1816-1821), en Turquía (1821-1823), en Gran Bretaña (1824 y 1827-1832), y Sajonia (1825-1828), y primer ministro en 1824-1825 y 1832-1834— quien suplió su papel. A él se debió que Salvador estudiara en la academia de los jesuitas de Stomshursh en Lanscashire (Gran Bretaña) y que, tras aprender a la perfección inglés y francés, siguiera la carrera diplomática. Para ello resultó trascendental la experiencia que a partir de 1818 adquirió en la legación española en San Petersburgo, en donde Francisco era embajador y desde 1820 su otro hermano Joaquín fue cónsul. Además fue aquí, en la capital rusa, donde comenzó su carrera pública al ser nombrado en marzo de 1824 agregado diplomático.

En este cargo estuvo pocos meses porque ascendido en julio Francisco, en pleno dominio de la segunda etapa de absolutismo fernandino, a la presidencia del Consejo de ministros con la agregación de la cartera de Estado, en octubre le integró como oficial séptimo en las oficinas centrales de este ministerio. Aquí se mantuvo Salvador tras la caída en octubre de 1825 de ese ejecutivo y durante todo el tiempo que su hermano estuvo de embajador en Dresde y parte del de Londres. Fue una época en la que Salvador, además de progresar en el escalafón administrativo —en marzo de 1830 era ya oficial tercero—, recibió los primeros honores y condecoraciones, tales como el título de oficial de la legión de honor francesa conferido en febrero de 1825 o la cruz supernumeraria de la real y distinguida orden de Carlos III lograda en octubre de 1826, para alcanzar la cruz de número en diciembre de 1829.

En la fecha extrema anterior abandonó la labor en la administración interior del Ministerio de Estado, recuperando la actividad pública en el exterior, al ser destinado como secretario de la embajada española de París, a cuyo frente en esos momentos se encontraba el conde de Ofalia. Si de nuevo la influencia de su hermano Francisco estuvo detrás de este nombramiento, también lo estuvo y de forma muy palmaria en el cambio fundamental que, durante el ejercicio del cargo de secretario, se produjo en la vida personal de Salvador: su matrimonio en octubre de 1832 en Friburgo de Brisgovia (ducado de Baden, Alemania) con María Gertrudis Colombí Bode, primera condesa de Colombí, única hija de María Bode Kynnersley, baronesa de Bode, y de Antonio Colombí Payet. Así es, con el citado Antonio Colombí, al que a su fallecimiento en 1811 las Cortes de Cádiz otorgaron el título de Castilla con esa denominación por los eminentes servicios prestados en calidad de cónsul general de España en Rusia, la familia Cea mantenía estrechos lazos comerciales y de amistad, y de forma particular Francisco, hasta el punto que en el testamento, en lo referente a su cuantiosa fortuna, le nombró tutor de su hija. Pues bien, este enlace, arreglado de esta manera, proporcionó a Salvador, aparte de posición económica y el título de conde de Colombí, con el que sería conocido a partir de diciembre de 1832, un conjunto de nuevas relaciones, al verse emparentado por la vía de su suegra con las familias nobles más sobresalientes de Europa.

Tras los sucesos de La Granja, que hicieron dominante al realismo moderado, el establecimiento definitivo en ese mes del segundo gabinete presidido por Francisco Cea con la integración del conde de Ofalia, hasta entonces embajador en París, impulsó la carrera del ya conde de Colombí, al asumir esta función como encargado interino de negocios de la legación. La política del despotismo ilustrado que intentó implantar su hermano no le facilitó la labor: primero, porque tuvo que seguir controlando a muchos refugiados liberales que no se habían acogido a la amnistía y les parecían insuficientes las reformas administrativas planteadas, y, segundo, porque cuando la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, evidenció que el mantenimiento del régimen político de monarquía absoluta no había servido para impedir el levantamiento carlista, tuvo que intensificar las gestiones ante el gobierno francés no sólo para el reconocimiento de la reina Isabel, sino también para que en su apoyo le facilitaran recursos militares y financieros. Esto no se logró, al igual que fracasó la política transaccional de su hermano, por lo que en enero de 1834 le sustituyó al frente del ejecutivo Francisco Martínez de la Rosa. El conde de Colombí muy pronto siguió sus pasos, al ser cesado en marzo, entregando al mes siguiente la dirección de la legación al nuevo embajador, el duque de Frías.

A partir de entonces, se inició un período de diez años de alejamiento de la actividad pública. Fue un tiempo, primero, durante la vigencia del Estatuto Real de retiro con su familia en el reino Lombardo-Venetto.

Después, en la etapa inicial del régimen constitucional de 1837 de residencia en París. Aquí, donde se exilió María Cristina tras el triunfo de la revolución progresista de 1840, participó en la trama del levantamiento conservador de octubre de 1841, en la que, estando totalmente involucrado su hermano Francisco, su función principal consistió en comunicar y buscar adhesiones a la causa de la ex regente en las Cortes europeas. Con su fracaso, de nuevo se retiró con los suyos al ducado de Baden.

Abierta ya la década de monopolio del poder por los moderados, el conde de Colombí recuperó la carrera diplomática con un ritmo francamente aligerado.

Así, nombrado en julio de 1844 encargado de negocios de la embajada española en Bruselas, al mes inmediato ya ocupaba el cargo de ministro residente.

Cumplido este cometido, todo lo indica, a satisfacción de los dirigentes conservadores, en octubre de 1846 le fue concedida la gran cruz de la real orden de Isabel la Católica y en abril del siguiente año, designado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en la capital de los belgas. Siendo ya embajador, el siguiente paso era el progreso en la categoría de la legación. Algo que ocurrió en febrero de 1848 cuando se le puso al frente de la embajada de Lisboa.

Fue durante el ejercicio de este cargo cuando recibió el nombramiento de ministro de Estado del gobierno relámpago del 19 al 20 de octubre de 1849 presidido por el conde de Clonard. Un ejecutivo, que fue el resultado de una fallida intriga palaciega contra Ramón María Narváez, en la que el conde de Colombí no tuvo intervención alguna. Tanto es así que no sólo fue designado sin su conocimiento, sino que además resignó el puesto nada más tener noticia telegráfica del mismo, argumentando “su insuficiencia y falta de todas aquellas superiores dotes que se requerían para llenarlo cumplidamente y con acierto”. Lógicamente, detrás de esta renuncia había un rechazo a la situación que la había provocado, sintiéndose el conde de Colombí francamente incómodo —como así se lo hizo saber a su hermano Francisco, al igual que él en estos momentos moderado narvaísta— por haberse asociado su nombre “a lo que claramente se apreciaba como un golpe de estado”. Al final, ese nombramiento se quedó en una simple anécdota, que para nada afectó a la carrera del conde.

Así, inmediatamente se mantuvo en la jefatura de la embajada de Lisboa y cuando la abandonó en agosto de 1850, pendiendo de su pecho la gran cruz de la orden de Cristo portuguesa, fue para ponerse al frente de la legación española en Viena, cuyo título de embajador se le había otorgado el mes anterior. De la capital del imperio austro-húngaro en julio de 1851 pasó a Roma como embajador ante la Santa Sede y desde septiembre también como agente general de preces. Aquí, ocupando esta representación, el conde de Colombí a consecuencia de una apendicitis falleció el 31 de octubre de 1852, siendo enterrado en la iglesia de Montserrat.

Todos los bienes que dejó (títulos de la deuda francesa y acciones del Banco de San Fernando) se tuvieron por propietarios de su mujer, ya que por ella fueron aportados al matrimonio, en calidad de heredera de la inmensa fortuna de Antonio Colombí Payet. Ésta, María Gertrudis Colombí Bode, con los cinco hijos retornó a España y, tras pasar un tiempo primero en Madrid y después en Málaga, finalmente fijó la residencia en Friburgo de Brisgovia, donde hizo construir un edificio de estilo español, el Colombí- Schloesschen, que será sede del gobierno de Baden.

 

Bibl .: A. y A. García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, ts. 16 y 25, Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina, 1924-1926, págs. 74- 86 y págs. 182-190, respect.; E. R. Eggers y E. Feune de Colombí, Francisco Zea Bermúdez y su época, 1779-1850, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1958.

 

Javier Pérez Núñez