Coello de Portugal y Quesada, Francisco. Jaén, 26.IV.1822 – Madrid, 30.IX.1898. Geógrafo, cartógrafo e ingeniero militar.
Hijo de un oficial del Ejército estudió la enseñanza primaria en el colegio de los escolapios de Getafe, y a los once años ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería del Rey. Subteniente a los trece años, hizo estudios de Matemáticas en la Real Academia de San Fernando, y el 1 de septiembre de 1836 ingresó en la Academia de Ingenieros del Ejército de Guadalajara. Obtuvo el despacho de teniente el 26 de septiembre de 1839 con el número dos de su promoción, siendo destinado al entonces único Regimiento de Ingenieros. Participó al año siguiente en las operaciones del Maestrazgo y de Cataluña contra los carlistas, por las que obtuvo el grado de capitán del Ejército (los oficiales de Ingenieros, Artillería y Estado Mayor podían ascender en tres escalas: la de su Cuerpo, por antigüedad, y por méritos en las de grado del Ejército, y efectivo en el mismo), y la Cruz de San Fernando de 1ª clase.
El 4 de diciembre de 1841 recibió el grado de teniente coronel del Ejército, y poco después comenzó a colaborar con Pascual Madoz en la preparación del Diccionario geográfico [...] de España; surgió entonces el proyecto de publicar un Atlas de España y sus posesiones vinculado al Diccionario, para lo que constituyeron una empresa que presidió Coello. Pero en abril de 1844 fue designado, con otros dos ingenieros militares, para formar parte de la Comisión que debía estudiar las operaciones del ejército francés en Argelia, visitando antes en Francia diversas fortificaciones y el Depósito de la Guerra, organismo cartográfico que interesaba personalmente a Coello y en el que, a lo largo de varios años, hizo copiar un gran número de mapas inéditos, con destino al Atlas de España. En Argelia, y en Túnez, la Comisión participó en operaciones de guerra y realizó múltiples expediciones, estudiando las construcciones militares y civiles y las obras de colonización.
Esas expediciones permitieron a Coello ampliar su formación geográfica al desarrollar su interés por la Geografía histórica, por la realización de mapas topográficos y las cuestiones coloniales, asuntos que centraron luego su quehacer geográfico en España. Fruto de los dos años de estancia de la Comisión en África fue una extensa memoria sobre Argelia, acompañada de un atlas que se atribuye a Coello, ambos inéditos.
Vuelto a Madrid en septiembre de 1846, se hizo de nuevo cargo de los trabajos del Atlas, simultaneándolos con sus obligaciones militares. La dificultad de compaginar ambas cosas le llevó a solicitar en 1847 licencia por un año en el Ejército, la cual, en forma de comisión de servicio con sueldo, para trabajar en el Atlas, se prolongó hasta 1860 como forma indirecta de subvencionar la obra, dado su interés público. Con anterioridad, el 20 de julio de 1854 se le concedió el grado de coronel del ejército, siendo promovido a teniente coronel de ingenieros por antigüedad el 18 de noviembre de 1856. En 1866 obtuvo el retiro definitivo del Ejército; era entonces coronel de Ingenieros, ascendido el 22 de agosto de 1863.
Así pues, Coello, que había adquirido en el Ejército la competencia técnica como cartógrafo, abandonó el servicio de armas a los veinticinco años de edad, y no volvió a él, para dedicarse a tareas cartográficas privadas.
El Atlas de España y sus posesiones de Ultramar, que representa un hito en la historia de la cartografía española, fue su obra más importante, y en ella trabajó de forma activa más de treinta años, hasta 1874, y después con menor intensidad.
Cuando, apenas cumplidos los veinte años, Coello decidió acometer la obra, España no disponía de cartografía general de carácter científico, al haber quedado inédito, si no inconcluso, el mapa cuya ejecución se encomendó a Felipe Bauzá durante el Trienio Liberal. A escalas medias sólo se contaba con el atlas de Tomás López, obra precientífica, sin escalas uniformes, con representación arbitraria del relieve y con errores notables. El Atlas de Coello, en cambio, representó la modernización cartográfica, a través de la elección de una escala uniforme, de su expresión numérica, del sistema de representación del relieve, del empleo de cotas de altitud, del correcto enlace entre hojas colindantes, etc. Pero, sobre todo, su carácter científico se manifiesta en la exactitud de las situaciones, fruto del cuidado puesto en conseguirla mediante el uso de la triangulación y de las observaciones astronómicas.
Desde el punto de vista formal, sin duda por razones comerciales, pero también para difundir la nueva base territorial del Estado liberal, Coello optó para España por los mapas provinciales. Eligió la escala 1:200.000 (salvo para Canarias), la proyección de Bonne, como meridiano de origen el del Observatorio de París, y representación del relieve mediante curvas de nivel simuladas. Cada provincia llevaría también un mapa a 1:100.000 de los contornos de su capital, el plano de ésta a 1:10.000, y los de otras poblaciones importantes, así como una reseña estadística e histórica de la provincia redactada por Madoz. Impresos en hojas de tamaño uniforme, la dimensión de la mancha impresa de los mapas osciló en torno a 102x75 centímetros.
Los trabajos de gabinete incluyeron la recopilación de toda la cartografía disponible, impresa o inédita, para lo que se hizo copiar gran cantidad de mapas y planos en archivos nacionales (Depósito Topográfico de Ingenieros, Depósito Hidrográfico, Ministerio de Fomento, etc.) y extranjeros, principalmente en el Dépôt de la Guerre francés, pero también en Gran Bretaña, Alemania e Italia, además de adquirir otros.
El conjunto más importante de triangulaciones utilizado parece ser el procedente de los trabajos de Felipe Bauzá y sus colaboradores para la confección del mapa de España, interrumpidos en 1823; en medida menor utilizó otras de autoría no especificada, y también los trabajos hechos para el proyecto de las cadenas de triangulación de España, o los de la prolongación de la “meridiana” de Dunkerque a Barcelona (1803), por ejemplo. En cuanto a mapas, en primer lugar, para las fronteras de Portugal y Francia, los recubrimientos hechos a gran escala desde mediados del siglo XVIII. En segundo lugar, itinerarios y reconocimientos militares, españoles y franceses, a escalas entre 1:20.000 y 1:100.000; entre ellos, los producidos por el ejército francés durante la Guerra de la Independencia y entre 1823 y 1828; con un recubrimiento más limitado empleó múltiples proyectos de carreteras, ferrocarriles y canales. Buscó, además, cuantas colaboraciones pudieran serle útiles, tanto gratuitas como retribuidas; por ejemplo, Víctor Munibe formó expresamente para Coello mapas a 1:100.000 de la mayor parte de la provincia de Vizcaya; el arquitecto Martín de Saracíbar facilitó el suyo de Álava, mientras que Víctores Lafuente le vendió, mediante contrato, su bosquejo de la provincia de Burgos.
Finalmente, los empleados o “comisionados” del Atlas, entre los que se encontraban cartógrafos tan destacados como Martín Ferreiro, José Pilar Morales o Maximiano Hijón, hicieron las triangulaciones y demás trabajos de campo en los muchos casos en que fue necesario, de tal modo que, según Coello, “en muy pocos casos ha quedado un espacio mayor de cinco a seis kilómetros entre los itinerarios formados para el completo reconocimiento de las provincias”.
Para las hojas de Ultramar, hechas a otra escala (1:1.000.000), utilizó la cartografía impresa disponible y aportaciones inéditas de compañeros de armas, principalmente del capitán Tomás O’Ryan para Cuba, del teniente coronel Manuel Soriano para Puerto Rico y, en el caso de Filipinas, apoyándose, con permiso del Gobierno, en el mapa recién formado por el piloto de la Armada Antonio de Morata.
Los comisionados y corresponsales de Coello eran ingenieros militares y otros oficiales del Ejército, ingenieros de Caminos, arquitectos, profesores de Matemáticas, etc. En el Atlas se mencionan unos ochenta corresponsales y ocho comisionados. En cuanto al propio Coello, su papel fue el de concebir y dirigir la obra (incluido el grabado a buril en plancha de acero), acopiar materiales, seleccionar los colaboradores y establecer las pautas de trabajo, además de ocuparse de las cuestiones industriales y mercantiles. Pero no dejó de aportar trabajo de campo, al menos para Menorca y las hojas de Madrid y Segovia.
El trabajo de gabinete, con originales en cinco colores, consumía varios meses para cada hoja, y el grabado de cada una exigía un año. Pero si la obra se publicó con lentitud y, finalmente, quedó inconclusa, fue, sobre todo, por razones económicas. La preparación simultánea de muchas hojas suponía una inmovilización de capital que privaba de liquidez a la empresa, sin que los ingresos por ventas bastasen a cubrir los gastos y recuperar el capital inmovilizado.
De ahí que la empresa, aunque privada, recurriera a la ayuda del Gobierno. Ese sentido tiene la percepción por Coello de su sueldo como militar durante los doce años en que disfrutó de licencia para trabajar en el Atlas, la suscripción a éste de muchas unidades militares y, sobre todo, la consignación en los presupuestos del Estado, desde 1849, de una partida de 520.000 reales anuales para subvencionarlo. La supresión de esa subvención hacia 1875 hizo que el Atlas quedara, finalmente, inconcluso.
La primera hoja se publicó en 1847 (Madrid) y la última en 1870 (Asturias); en total se editaron 46, más otra (Albacete) que, aunque acabada de grabar en 1876, no llegó a editarse, quedando por concluir 17 provincias.
De notable calidad, los mapas de Coello no fueron sustituidos hasta muy entrado el siglo XX y tienen, además, el valor añadido de incorporar 223 planos de ciudades y villas españolas, y 23 de poblaciones de Ultramar.
El trabajo cartográfico de Coello no se circunscribió al Atlas, sino que publicó otros muchos mapas.
Como derivados de aquél, publicó bosquejos de las provincias de Guadalajara y Toledo a 1:200.000, toda Cataluña a esa misma escala en seis hojas, etc.
Además, hay que destacar un mapa mural en color de la “Península Española” a 1:1.000.000, el modélico plano de Toledo a 1:5.000 (1857), mapas de Argelia, Marruecos y Guinea, otros ilustrativos de los viajes de exploradores como Iradier y Gatell, o de Nordenskiold, Stanley, etc. Hizo mapas a propósito de conflictos como la última Guerra Carlista (mapa de Vascongadas y Navarra a 1:400.000), del contencioso con Alemania por las islas Carolinas, o de la guerra de Melilla de 1893.
Suministró también la cartografía de base para numerosos mapas temáticos de todas clases, como diversos mapas geológicos de Casiano de Prado, Amalio Maestre, Vilanova, Botella de Hornos y Macpherson, o para el mapa dasográfico de Santander de García Martino. Pero él mismo se interesó por la cartografía temática; interés del que es ejemplo el primer mapa de la densidad de población de España, por partidos judiciales, que por iniciativa suya se incluyó en el Censo de Población de 1860, así como otros relativos al movimiento natural de la población por cuencas vertientes y provincias.
Su experiencia y prestigio hicieron posible que en el Congreso Geográfico Internacional de Berna (1891) fuera nombrado presidente de la Comisión para el Mapa Internacional del Mundo a 1:1.000.000, y también facilitaron, junto con sus ideas políticas, que fuera designado para ocupar puestos en la Comisión de Estadística general de Reino primero, y luego en la Junta General de Estadística, organismos que antecedieron a la creación del Instituto Geográfico y Estadístico en 1870.
Nombrado vocal de la citada Comisión en 1858, intervino en la configuración del Anuario Estadístico, escribiendo además para el de ese año la “Reseña Geográfica de España”, consistente en una rigurosa descripción topográfica organizada por cuencas vertientes, que denota un exhaustivo conocimiento del país, incluida la percepción de algunos hechos geomorfológicos.
En esa misma época fue el artífice de la Ley de Medición del Territorio de 1859, cuya meta era coordinar y centralizar todas las operaciones cartográficas a cargo del Estado, tarea que correspondería a la Comisión de Estadística General del Reino; eso incluía tanto los trabajos catastrales como los topográficos y temáticos (mapas geológicos, forestales, etc.). Al ser nombrado en 1861 director de Operaciones Topográfico-catastrales, Coello pudo impulsar su proyecto de simultanear la formación de una cartografía catastral parcelaria y la de las minutas topográficas que servirían de base para el Mapa de España. Se trabajaría a escala 1:2.000 sobre una malla ortogonal de un kilómetro de lado (“hojas kilométricas”), con curvas de nivel de cada 5 metros; por reducción de esas hojas se formarían otras a escala 1:20.000 (“hojas miriamétricas”), trabajándose en ambos casos por términos municipales.
La propia magnitud del proyecto catastral de Coello (había que elaborar bastantes más de 500.000 hojas kilométricas) lo hizo inviable, dada la superficie del país, la dotación presupuestaria y la disponibilidad de personal técnico. En 1866 Coello renunció a mantener el modelo, optando por el “avance catastral”, mucho menos ambicioso, pues prescindía de la cartografía parcelaria. En cualquier caso, bajo su dirección se abordó por primera vez en España la ejecución de un catastro parcelario, se formaron técnicos mediante la creación en 1859 de la Escuela de Topografía Catastral, dirigida por él, y se definieron métodos y estilos que luego heredó el Instituto Geográfico y Estadístico.
Dejó ejecutadas unas 3.000 hojas kilométricas, entre ellas las que sirvieron de base al plano parcelario de la ciudad de Madrid a 1:2.000, publicado en 1872-1874 bajo la dirección nominal de Carlos Ibáñez; también las primeras hojas del mapa 1:50.000 del Instituto Geográfico, publicadas en 1875-1878, coinciden con las zonas cartografiadas en época de Coello.
Respecto al Mapa de España, al ser nombrado en 1865 director de Operaciones Geográficas, propuso formarlo a escala 1:100.000. Como ensayo se realizaron varias hojas miriamétricas y, por reducción de éstas, la de Madrid a la escala antes citada, como hoja prototipo del mapa nacional proyectado.
En 1866, disconforme con las resoluciones del Ministerio Narváez relativas a la Junta de Estadística, Coello renunció a su puesto en ella, al tiempo que pedía el retiro en el Ejército.
No obstante la enorme entidad de su quehacer cartográfico, los intereses geográficos de Coello no se agotaron ahí. Así, en 1855 publicó un proyecto de canales de navegación y de ferrocarriles peninsulares, que demuestra su conocimiento del país y sus problemas de comunicaciones, y en 1866 un mapa de ferrocarriles, a propósito del Plan General de Ferrocarriles.
En 1875 asistió en París al Segundo Congreso Geográfico Internacional; la ausencia de representación institucional española en el mismo le indujo a promover, a comienzos de 1876, la creación de la Sociedad Geográfica de Madrid, y ya como representante de la misma asistió a los siguientes Congresos Geográficos Internacionales celebrados en 1881, 1889 y 1891. Coello procuró situar la labor de la Sociedad Geográfica en el campo del estudio científico y en el de la propaganda teórica, con objeto de orientar al país sobre cuestiones geográficas nacionales o de interés nacional; eso incluía el interés por las cuestiones coloniales, entonces candentes en Europa, campo en el que cuidó de evitar la intervención directa de la Sociedad, común en otros organismos similares europeos.
Desde ese punto de vista, a fines de 1883 Coello estuvo también presente en la creación de la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, como una consecuencia del Congreso Español de Geografía Comercial celebrado ese mismo año, y en el que se trataron propuestas sobre territorios o asuntos de interés para España, que con anterioridad ya había planteado Coello: costa septentrional y occidental de Marruecos, pesquerías canario-saharianas, golfo de Guinea y Mar Rojo, territorios españoles de América, posesiones de Asia y Oceanía, problemas migratorios, sistemas de colonización, estado de nuestra marina y plan de exploración y fundación de factorías.
Difundió sus opiniones e ideas mediante conferencias y artículos en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, en la Revista de Geografía Comercial y en periódicos, como El Imparcial. Junto con Joaquín Costa, Coello fue el principal configurador de la acción colonial española en la segunda mitad del siglo XIX, al organizar corporaciones geográficas, marcar rutas y objetivos a las exploraciones y seguir de cerca el proceso colonial de los demás países europeos.
Sus conocimientos y capacidad hicieron que actuase como asesor del delegado español en la Conferencia de Berlín, defendiendo los derechos de España en el golfo de Guinea, y que, con motivo del conflicto con Alemania por las islas Carolinas (1885), se le nombrase asesor del nuevo Consejo de Ultramar; del mismo modo, en 1890 formó también parte del nuevo Consejo de Filipinas y Posesiones del golfo de Guinea. Conjuntamente con Martín Ferreiro dirigió la versión española de la Nueva geografía universal de Élisée Reclus (1888-1893).
Ingresó en la Real Academia de la Historia en diciembre de 1874, y fue miembro de las Sociedades geográficas de Berlín, Bruselas, Lisboa, Londres, París, Roma y Nueva York.
Entre sus condecoraciones, además de la Cruz de San Fernando, ya citada, poseía la Cruz de la Real Orden de San Hermenegildo y era Caballero de la Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.
Obras de ~: con P. Andrés Burriel y J. J. Villar, Memoria sobre Argelia, 2 vols. y un Atlas, 1844-1847 (inéd.) (en Archivo Histórico Militar); con P. Madoz, Atlas de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1847-1870; con P. A. Burriel y J. J. Villar, Memoria descriptiva de las fortificaciones de la plaza de Lyon, por la Comisión de indagaciones militares en el África francesa, Madrid, en la Imprenta Nacional, 1849; Proyecto de las líneas generales de navegación y de ferrocarriles en la Península Española, Madrid, E. Núñez Amor, 1855; “Reseña geográfica de España”, en Reseñas geográfica, geológica y agrícola de España, redactadas por ~, F. de Luxán y A. Pascual, y publicadas por la Comisión de Estadística General del Reino en el anuario correspondiente a 1858, Madrid, Imprenta Nacional, 1859, págs. 3-74; con J. Gómez de Arteche, Descripción y mapas de Marruecos, con algunas consideraciones sobre la importancia de la ocupación militar de una parte de este Imperio, Madrid, Tipografía de P. Mellado, 1859; Vías, poblaciones y ruinas antiguas especialmente de la época romana, Madrid, 1874; “Discurso en la fundación de la Sociedad Geográfica de Madrid”, en Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid (BSGM), t. I (1876), págs. 5-13; “Memoria sobre el estado actual de los trabajos geográficos, leída en la Junta General del 14 de Mayo de 1876”, en BSGM, t. I (1876), págs. 113-169; “Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del África Central”, en BSGM, t. I (1876), págs. 501-522; “Explicaciones sobre los antecedentes de la Asociación Española para la exploración de África”, en BSGM (1877), págs. 181-183; “España y la exploración de África”, en BSGM, t. II (1877), págs. 315-326; “Memoria sobre el estado actual de los trabajos geográficos, leída en la Junta General del 10 de Mayo de 1877”, en BSGM, t. II (1877), págs. 363-427; “Nota sobre los resultados geográficos de la exploración de una parte de la costa Noroeste de África realizada por Fernández Duro en busca de Santa Cruz de Mar Pequeña”, en BSGM (1878), págs. 242-247; “Notas sobre los mapas que acompañan a las exploraciones en la zona de Corisco”, en BSGM (1878), págs. 339-341; “La Sociedad Geográfica en la realización de exploraciones y medios de propagar la enseñanza de la Geografía”, en BSGM (1878), págs. 347-353; “Notas sobre los planos de las bahías descubiertas, en el año 1606, en las islas del Espíritu Santo y Nueva Guinea, que dibujó el capitán don Diego de Prado y Tovar en igual fecha”, en BSGM, t. III (1878), págs. 67-86; “Discurso en el meeting sobre los intereses de España en Marruecos”, en VV. AA., Intereses de España en Marruecos, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1884, págs. 5-12; “Proyecto de rectificación de fronteras”, en BSGM (1884), págs. 61-64; “Miliario romano de Almázcara”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), t. V (1884), págs. 281-290; La Conferencia de Berlín y la cuestión de las Carolinas, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1885; “Discurso de Coello en el banquete homenaje a los expedicionarios en el Golfo de Guinea”, en Revista de Geografía Comercial (RGC) (1886), págs. 356-358; La question des Carolines, trad. del esp. por A. Williamson Taylor, Paris, Société académique indo-chinoise de France, 1887; “Vías romanas entre Toledo y Mérida”, en BSGM, t. XXVII (1889), págs. 7-46; La cuestión del Río Muni: conferencia pronunciada por el Excmo. Sr. D. Francisco Coello el 9 de enero de 1889 en reunión pública de la Sociedad Geográfica de Madrid, Madrid, Est. Tipográfico de Fortanet, 1889; “Vía romana de Sigüenza a Chinchilla”, en BRAH, t. XXIII (1893), págs. 437-441; “Reseña general del Rif ”, en RGC, t. V (1894), págs. 1-11; “Vía romana de Chinchilla a Zaragoza”, en BRAH, t. XIV (1894), págs. 5-21.
Fuentes y bibl.: Estados (Escalillas) del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, 1840-1867; M. de Fornoda et al., Velada en memoria del Excmo. Sr. D. Francisco Coello celebrada en la Sociedad Geográfica de Madrid la noche del 29 de noviembre de 1898, Madrid, Est. Tipográfico de Fortanet, 1898 (también en BSGM, 1898); A. Carrasco y Sáiz, Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia [...] 1 de julio de 1900, Madrid, Imprenta del Cuerpo de Artillería, 1900 (espec. “D. Francisco Coello de Portugal y Quesada”, págs. 35-45); E. Zurano, “Madoz y su Diccionario geográfico. Coello y su Atlas de España”, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica, LXVI (1926), págs. 170-175; J. Gómez Pérez, “Historia de una biblioteca geográfica”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXVIII, 2 (1960), págs. 553-574; “El geógrafo don Francisco Coello de Portugal y Quesada”, en Estudios Geográficos (EG), n.º 103 (1966), págs. 249-308; “El catastro en la provincia de Madrid durante el pasado siglo”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños (AIEM), 1 (1966), págs. 315-325; “Catálogo de los mapas y planos, originales y grabados, de Francisco Coello”, en EG, 119 (1970), 203-238; “El Atlas de España y sus talleres de grabado (Empresa Madoz-Coello)”, en AIEM, 7 (1971), págs. 401-419; “Don Francisco Coello en la Sociedad Geográfica de Madrid”, en AIEM, 9 (1973), págs. 437-448; F. Quirós Linares, Las ciudades españolas en el siglo XIX. Vistas de ciudades españolas de Alfred Guesdon. Planos de Francisco Coello, Valladolid, Ámbito, 1991; J. A. Rodríguez Esteban, Geografía y colonialismo. La Sociedad Geográfica de Madrid (1876-1936), Madrid, Universidad Autónoma, 1995; J. I. Muro, F. Nadal y L. Urteaga, Geografía, estadística y catastro en España. 1856-1870, Barcelona, Serbal, 1996; S. Contreras Gila (coord.), [“Centenario Francisco Coello, 1898-1998”], en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n.º monogr. 169 (1998); J. Cortés José (coord., dir. e introd.), La nueva cartografía en España: del siglo XVIII al XX. Centenario Francisco Coello, Sevilla, Junta de Andalucía, 1998; A. T. Reguera Rodríguez, Geografía de Estado. Los marcos institucionales de la ordenación del territorio en la España Contemporánea, 1800-1940, León, Universidad, 1998; J. Martín López, Francisco Coello, su vida y su obra. 1822-1898, Madrid, Centro Nacional de Información Geográfica, 1999; B. Pellistrandi, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, págs. 384-385.
Francisco Quirós Linares