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Francisco Javier Mariano Clavigero

Biografía

Clavigero (o Clavijero), Francisco Javier Mariano. Puerto de Veracruz (México), 6.IX.1731 – Bolonia (Italia), 2.IV.1787. Jesuita (SI) expulso, historiador y pedagogo.

Es el segundo jesuita de los biografiados por el padre Maneiro en el volumen III de sus Varones ilustres de México (1792). Ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de febrero de 1748 en el noviciado de Tepotzotlán (México). Fue ordenado sacerdote el 13 de octubre de 1754 en la capital de México, e hizo los últimos votos el 2 de febrero de 1756 en Morelia (Michoacán).

Hijo de padres españoles, recibió una educación esmerada, según su amigo Hervás: “habiéndose aprovechado de la educación científica que en su niñez le procuraron sus nobles padres [...]. Poseía eminentemente las lenguas española, mejicana, latina e italiana y más que medianamente la francesa y la griega”. No dice nada del dominio del hebreo y, alemán, del que sí hablan otros biógrafos.

Obtuvo importantes cargos en México y Guadalajara antes del destierro y enseñó “las ideas de la filosofía moderna” en los colegios jesuitas de Valladolid (hoy Morelia) desde 1762 y de Guadalajara desde 1765. La expulsión decretada por Carlos III (1767) lo llevó a la ciudad italiana de Ferrara. Uno de sus maestros mexicanos fue el jesuita y humanista José Rafael Campoy, consumado latinista, y erudito devorador y asimilador de libros; pero, sin duda, su valor radica en haber sido el inspirador de toda una generación de jóvenes jesuitas de extraordinaria calidad, entre ellos Diego J.

Abad, Francisco J. Alegre, Rafael de Landívar y Juan L. Maneiro, a los que impulsó por caminos nuevos en las humanidades y ciencias de su tiempo, tanto que la obra de estos discípulos desterrados les valió el honroso título de “constructores de la mexicanidad”.

Según Hervás, Clavigero “luego que en Italia se dio a conocer con sus públicas producciones, llamó la atención y la estimación de los literatos europeos, entre los que se distinguió el erudito conde Rinaldo Carli en honrarle de todos modos; y los doctores de la esclarecida universidad de Méjico le escribieron dándole sinceras pruebas que justísimamente hacían de las raras prendas de un sabio tan insigne”. Hervás le reseña tres impresos y tres manuscritos. De los impresos sólo dos lo fueron en vida del autor y en la imprenta de Biasini de Cesena entre 1780 y 1782, cuando pasaba por su mayor auge económico, gracias al éxito de la publicación de la enciclopedia Idea dell’Universo de Hervás, lo que facilitó la sincera amistad entre los dos ex jesuitas.

Establecido (1769) en Bolonia (Estados Pontificios), Clavigero se dedicó a su estudio favorito, el de la historia, sobre todo a refutar la teoría conocida como de la “degeneración de América”, propagada por un grupo de escritores europeos, como Corneille de Pauw, básicamente en dos importantes obras: Storia antica del Messico y Storia della California. Según esa teoría, América y sus habitantes, principalmente a causa del duro clima, eran muy inferiores a los europeos. Atónito ante tal ignorancia, Clavigero se propuso no sólo contradecir esa insensatez, sino situar la difamada historia del México azteca en su propia perspectiva. Evidentemente es la principal réplica americana a las teorías europeas que en el siglo XVIII afirmaban la inmadurez y degeneración de América. El método empleado está basado en el estudio del tratamiento recibido por la historia de México a partir de las crónicas.

El resultado fue la obra en cuatro volúmenes Storia antica del Messico (1780-1781), admirable síntesis, que, sin ser una fuente primaria, pues se basó en varios textos previos para escribirla y darle credibilidad, tanto influirá durante decenios en la opinión popular acerca del México antiguo y se traducirá a varios idiomas.

Así, no sólo destruyó el alegato de que América era una región degenerada, sino que defendió valientemente que la civilización mexicana era superior a las antiguas europeas e, incluso, que correspondía en el Nuevo Mundo a las culturas griega y romana del Mundo Antiguo. Los tres primeros volúmenes de la Storia antica constituyen la primera historia completa del antiguo México, mientras que el cuarto contiene nueve disertaciones sobre temas importantes que no había podido desarrollar en los volúmenes precedentes.

Exceptuando el último volumen, la Storia antica recogió materiales de la Monarquía indiana (1612) de fray Juan de Torquemada y, aunque no se considere un clásico de la historia del antiguo México, es relevante por dar a Europa una visión más equilibrada de América y por el entusiasmo que produjo hacia el mundo azteca. La obra engendró, con todo, un marcado regionalismo y, sin que fuera su intención, promovió más tarde un movimiento proazteca entre algunos patriotas mexicanos, que lo consideraron como la herencia distintiva que los separaba de España y justificaba su sublevación contra la metrópoli. Contrariamente a la interpretación cristiana de la historia, la Historia antigua de México de Clavigero es un relato de hechos humanos explicados por sus propios condicionamientos geográficos, políticos o sociales.

Hervás, quien pudo seguir de cerca la gestación de esta obra, por residir ambos un tiempo en Cesena y publicar los dos en la misma imprenta, reseña con satisfacción en su Biblioteca jesuítico-española (1793) el éxito de la Historia del jesuita mexicano: “Esta obra se tradujo y publicó inmediatamente en las lenguas alemana, francesa, inglesa, y dinamarquesa, como se lee en algunas gacetas italianas del 1787, que con elogio del señor Clavigero avisan su fallecimiento”. Bellettini dice que la obra tuvo noventa y nueve suscriptores, con especial aceptación entre los eclesiásticos (ex jesuitas mexicanos) con casi un ochenta y dos por ciento, muchos de los cuales mantenían contacto directo con el autor y compartían las mismas experiencias e ideas.

A continuación, Hervás informa de que, como le había ocurrido a él mismo con la enciclopedia Idea del Universo, Clavigero redactó en un principio la obra en español (original descubierto por el jesuita padre Mariano Cuevas y publicado en 1958), pero ante las dificultades político-administrativas lo hizo en italiano y deseaba que pronto volviese a ser vertida al español. Sin embargo, la Historia antigua de México tuvo varias ediciones en lenguas extranjeras antes que en castellano. Aunque el jesuita valenciano Juan Bautista Colomés publicó en 1781 un “elegantísimo y muy substancioso compendio, resaltando con mucha precisión y exactitud las cosas más notables” (Fuster) de la Storia di Messico, parece que fue el gaditano José Joaquín de Mora, desterrado en Londres desde 1823, quien hizo la traducción hacia 1826.

Esta obra, sin duda la más importante de su autor y calificada por el padre Batllori como “valiosísima”, está en la línea intelectual de los jesuitas criollos, como el padre Felipe Gómez de Vidaurre, que defienden su patria y América de los ataques europeos.

Clavigero ha pasado a la historia del americanismo por esta obra, de la que Batllori contabiliza cinco ediciones en español y cuatro en inglés. En una lectura de la Historia antigua de México separada de las Disertaciones que la acompañan, en las que predomina el tema de la polémica de la inferioridad del continente americano, surge el tema de la caída o ruina del imperio mexicano como un leitmotiv, noción que pone al jesuita mexicano en sintonía con historiadores de la Ilustración como Montesquieu y Gibbon,  y lleva a destacar las preocupaciones propias de su tiempo entre sus motivos para escribir historia, generalmente opacadas por la tendencia en la historiografía reciente a privilegiar, más que la modernidad de Clavijero, su origen criollo, su criollismo, americanismo y  nacionalismo, que más bien lo ubican como un autor opuesto o al margen de las corrientes ilustradas.

Dentro de ese afán de dar noticia de lo mexicano está la segunda y última obra que Clavigero vio publicada, si bien anónimamente, también en Cesena: el folleto de treinta y nueve páginas Breve ragguaglio della prodigiosa et rinomata imagine della Madonna di Guadalupe del Messico (1782).

Asimismo, es digna de mención su Storia della California, publicada póstumamente en Venecia (1789), dos años después de su muerte, por su hermano ex jesuita Ignacio (1744-1828), la primera historia de la labor jesuita en la Baja California (1697-1767). No tan polémica como la Storia antica, la escribió para refutar los reproches contra la Compañía de Jesús y sus misiones californianas, e informar a Europa sobre la verdadera naturaleza de la península y sus habitantes. Es aún consultada por los historiadores y ha perdurado más como documento básico que la Storia antica.

Este libro no fue traducido al castellano hasta mediados del siglo XIX (1839) con el título Historia de la antigua o baja California. Obra póstuma del Padre Francisco Javier Clavigero, porque fue mal recibido por el Gobierno de Madrid, dadas sus concomitancias con las tesis de las obras de los jesuitas Joseph François Lafitau (1681-1746) y Pierre-François Xavier de Charlevoix (1682-1761), quienes viajaron por América y escribieron sobre “las costumbres de los salvajes americanos”. Precisamente, la impugnación de esta obra de Clavigero le supuso al padre Ramón Diosdado Caballero, amigo y albacea de Hervás, el premio de 600 ducados concedidos por el Consejo de Indias, por su obra Observaciones americanas y Suplemento Crítico a la Historia de Méjico del ex-jesuita D. F. X. Clavigero, por Philibero de Parripalma.

Entre las obras que dejó manuscritas, Hervás enumera “La historia eclesiástica y geográfica del reino de Méjico. Esta obra quedó imperfecta”. El abate manchego tuvo cierta participación en este manuscrito, a juzgar por la noticia que da sobre el mismo en 1789 en el volumen II de la Historia de la vida del hombre (pág. 243, n. 2): “El autor [Clavigero] un año antes de morir [1786] me avisó que tenía casi concluida la Historia geográfica y eclesiástica de México, que a instancias mías había escrito”.

Si se recuerda que Hervás destaca la formación científica de Clavigero y el “cultivo” de las ciencias físicas, no debe extrañar el título, hoy perdido, del Diálogo entre Filaletes y Paleófilo contra el argumento de la autoridad de la Física. Añade que dejó, como “manuscrito”, El sacerdote instruido en los ministerios de confesar y predicar. Sin embargo, es muy probable que este texto fuese una traducción del francés y que, al hablar quedado en México cuando la expulsión, fuese aprovechado por Gómez Galbán (quien no se atribuye la traducción, pero no dice el traductor) e impreso en 1771, dedicado al antijesuita arzobispo de México, Francisco Antonio Lorenzana, por lo que no era prudente sacar a relucir el nombre del ferviente ignaciano que era Clavigero.

Hervás concluye su artículo aludiendo a otros manuscritos: “Sé que, además de estas obras, el señor Clavigero había escrito algunas en latín y otras había traducido del griego, del latín y del francés”.

En sus últimos años sufrió una dolorosa enfermedad, según su amigo manchego: “Habiendo padecido una larga y penosísima enfermedad, en que dio continuos y heroicos ejemplos de virtud, abreviada su vida por sus tareas literarias, pasó a los eternos reposos en Bolonia a 2 de abril 1787. Yace en la iglesia de Santa Lucía”. Su elogio fúnebre fue pronunciado y publicado por el padre Agustín Pablo de Castro.

El Gobierno mexicano, pese a su postura oficial abiertamente laica y a veces antirreligiosa, siempre honró la memoria de Clavigero. Así, localizados sus restos en la que fue iglesia de Santa Lucía de Bolonia, se entregaron (3 de agosto de 1970) al Gobierno mexicano en el palazzo Braschi. Tres días después, recibieron los honores que sólo se otorgan a los más distinguidos de la nación, y se pusieron en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores (México). En esa ocasión, el Gobierno declaró a Clavigero y a los educadores jesuitas de su generación “constructores excepcionales de la nación mexicana”.

La valía de la obra literaria de Clavigero fue reconocida por sus contemporáneos, como lo demuestra el que fuera socio de varias academias literarias. Con satisfacción anota Hervás, agradecido por las importantes informaciones que le proporcionó sobre las lenguas de México: “Del señor Clavigero hacen varios autores honorífica mención, y yo varias veces la he hecho en mis obras en que registraré el día triste de su muerte”. La gran y generosa amistad entre Hervás y Clavigero se manifestó en que éste incluyó una larga Lettera del sig. abate D. Lorenzo Hervás all’autore sul calendario messicano, en su Storia antica del Messico (vol. II, págs. 258-266). Se conserva abundante correspondencia enviada por Clavigero desde Bolonia a Hervás, residente en Cesena entre los años 1780 y 1786, reseñada por Batllori.

Más discrepante es la opinión que sobre Clavigero escribió Diosdado Caballero en unas inéditas Observaciones americanas y en alguna carta a Hervás en la que le dice que “Clavigero en Roma pasa por muy poco crítico”. Ciertamente no gustaba a todos que en sus obras tomase una postura indigenista, considerando válida la doctrina del buen salvaje.

Criollo de nacimiento, asimiló ambas herencias: la familiar española y la indígena de su tierra. Como innovador, se le conoce ante todo por haber introducido en México la filosofía moderna, es decir, una cosmología aristotélica modificada por influjo de la ciencia del siglo XVIII, con gran énfasis en el análisis crítico sobre una base empírica. Según su íntimo amigo Hervás, tenía una rica personalidad, pues dice de Clavigero: “Le traté personalmente diez y ocho meses continuos, y ocho años por carteo amigable, y siempre le encontré igual en la honradez, rectitud, agudeza y universidad de su pensar religioso y docto [...]. Vivió siempre en retiro aprendiendo a ser virtuoso y docto, lo que con excelencia consiguió. Su trato era civil, honrado, nobilísimo, docto y santo”.

La obra de Clavigero ha llamado la atención de numerosos autores interesados en estudiar sus aportaciones, especialmente en el área de la pedagogía, la filosofía y la historia. En su biografía resalta su precoz interés por el aprendizaje de las lenguas, su relación temprana con los pueblos indígenas de habla náhuatl y su rigurosa formación académica grecolatina. Clavigero tuvo la fortuna de recibir la preparación religiosa al lado de la influencia renovadora de la filosofía moderna y las ideas de la Ilustración, que penetraron en Nueva España en la segunda mitad del siglo XVIII.

Clavigero y sus compañeros de generación (José Rafael Campoy, Diego José Abad, Francisco Javier Alegre, Julián Parreño, Andrés Cavo, Pedro José Márquez y Raymundo Cerda) iniciaron el rompimiento con la tradición escolástica que dominaba los colegios jesuíticos, con la enseñanza universitaria y la moral de la época. Su entusiasmo por el análisis racional los indujo a sustituir el argumento de autoridad por la observación y el método experimental. Junto con otros políticos e intelectuales ilustrados, abrieron la Nueva España a la modernidad e iniciaron un proceso irreversible de secularización del Estado y los asuntos públicos.

Francisco Javier Clavigero fue una punta de lanza en esa transformación. Encabezó el combate contra la filosofía escolástica y asumió la tarea de renovar el sistema pedagógico mediante la introducción de las ideas de Descartes, Leibniz, Malebranche, Gassendi, Bacon, Newton y Feijoo. Entre sus numerosas contribuciones sobresale su propuesta para pensar el pasado de su patria desde otro mirador, una idea que se plasmó en su Storia antica del Messico, donde entrelaza la defensa precisa y fundamentada de las culturas de la América indígena con la propuesta de la concepción universalista del mundo propia de su profunda fe jesuítica. Este libro es de los clásicos del continente americano y nunca pierde la estimación de los que lo leen y estudian, a pesar de las necesarias limitaciones y deficiencias que le impuso el hecho de haberlo redactado lejos de la patria y desprovisto de muchos instrumentos de trabajo e investigación. Prácticamente es la primera obra de conjunto acerca de la historia antigua de México. La figura y la obra de Clavigero resultan hoy atractivas por su visión de la integración nacional como valoración y rescate de las tradiciones indígenas y como fundación de un país que debe superar las diferencias sociales y las discriminaciones étnicas.

En sus estudios sobre las culturas indígenas del territorio novohispano, Clavijero recurre con frecuencia a la noción de bárbaro. Esta noción, cuyas implicaciones desarrolla expresamente, ejerce en su obra una función específica como instrumento interpretativo de la realidad social. La noción se orienta, en última instancia, a favorecer la promoción humana y cultural de los indios a través de la educación. Continúa, así, la tradición misional y pedagógica hispánica que, iniciando su andadura en el siglo XVI, constituiría una de las notas distintivas del dominio español en América. Frente a las tesis degradantes europeas que, a mediados del siglo XVIII, buscaron fundamentar la inferioridad de la población americana, Clavijero construye su propuesta apologética de los pueblos prehispánicos del valle del Anáhuac no solo desde una posición estrictamente americanista, propia del discurso criollo, sino también, desde una “hispanista”, que partió de un sentido de pertenencia a una realidad imperial y a una tradición intelectual católica. Estimulado por los ataques ilustrados hacia el catolicismo y la cultura hispana, Clavijero reforzó su identificación con la realidad imperial española y planteó su propuesta apologética.

 

Obras de ~: Memorias edificantes del Br. D. Manuel J. Clavigero recogidas por su hermano, México, 1761; Elogio de San Ignacio de Loyola, predicado a la R. Audiencia de Guadalajara, México, 1766; El Sacerdote instruido en los ministerios de predicar y confesar, en dos cartas de San Francisco de Sales, obispo de Ginebra, traducidas del original francés y ampliadas con notas. Dalas al público, en utilidad de los nuevos sacerdotes, el licenciado don Lino Nepomuceno Gómez Galbán, Abogado de las Reales Audiencias [...], México, Imprenta del Superior Gobierno del Bachiller Don Joseph Antonio de Hogal, 1771; Storia antica del Messico cavata da’migliori storici spagnuoli, e da’manoscritti, e dalle pitture antiche degl’indiani, divisa in dieci libri, e corredata di carte geografiche, e di varie figure e dissertazione sulla terra, sugli animali, e sugli abitatori del Messico. Opera dell’abate D. Francesco Saverio Clavigero, Cesena, Gregorio Biasini, 1780-1781 (trad. ingl., London, 1787; Philadelphia, 1804; Richmond, 1806; trad. al., Leipzig, 1789); Breve ragguaglio della prodigiosa et rinomata imagine della Madonna di Guadalupe del Messico, Cesena, Gregorio Biasini, 1782; Storia della California: opera postuma del nobile signor abate D. Francisco Saverio Clavigero, Venecia, Modesto Fenzo, 1789, 2 vols.; Historia Antigua de Mégico, sacada de los mejores historiadores españoles y de los manuscritos y de las pinturas antiguas de los indios, dividida en diez libros, adornada con mapas y estampas, e ilustrada con disertaciones sobre la tierra, los animales y los habitantes de Mégico, escrita por don Francisco Saverio Clavigero. Traducida por D. José Joaquín de Mora, Londres, Ackermann, 1826, 2 vols. (México, 1844; 1.ª ed. del orig. de M. Cuevas, México, Porrúa, 1958); Historia de la antigua o baja California. Obra póstuma del Padre Francisco Javier Clavigero, de la Compañía de Jesús. Traducida del italiano por el presbítero don Nicolás García de San Vicente, México, Juan Navarro, 1839 (México, Juan Navarro, 1852; trad. ingl., Stanford, 1937); Historia de la Antigua o Baja California, s. l., 1852 (est. prelim. de M. León-Portilla, México, Porrúa, 1970; 2.ª ed., 1975); Reglas de la lengua mexicana, con un vocabulario (Rules of the Aztec Language. Classical Náhuatl Grammar), trad. de A. J. O. Anderson, México, 1974; “Frutos en que comercia la Nueva España” y “Breve descripción de la Provincia de México de la Compañía de Jesús, según el estado en que se hallaba en el año de 1767”, en Tesoros documentales de México. Siglo XVIII, ed. de M. Cuevas, México, 1977, págs. 1-198 y 297-360, respect.; “Proyectos útiles para adelantar en el comercio de la Nueva España”, en Tesoros documentales de México. Siglo XVIII, op. cit.; “Clavigero’s Writings”, en Ch. E. Ronan, F. J. Clavigero, figure of the Mexican Enlightenment: His Life and Works, Roma-Chicago, 1977, págs. 373-377; Francisco Xavier Clavijero, introductor de la filosofía moderna en Valladolid de Michoacán, hoy Morelia, trad. cast. de B. Navarro, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaíta, 1995; History of Ancient and Lower California, 1789: a new translation from the Spanish text, with a review and annotations, ed. de F. Jay, New York, E. Mellen Press, 2002; Historia antigua de México, pról. de L. González, epíl. de E. Trabulse, Puebla, México, Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura, 2003, 2 vols. (facs. de la ed. de Ackermann, 1826); Diálogo entre Filaletes y Paleófilo contra el argumento de la autoridad de la Física, s. f. (inéd.); La historia eclesiástica y geográfica del reino de Méjico, s. f. (inéd.).

 

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Antonio Astorgano Abajo

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